miércoles, 26 de noviembre de 2008

CRONIQUILLA - LA SUERTE DEL MARRANO

CRONIQUILLA

LA SUERTE DEL MARRANO
Orlando Clavijo Torrado

“Cuando la plata les pique – como decía mi padre - , esto es, que tengan ganas de botarla, por favor, acuérdense de mí y llámenme; de pronto me puede servir de algo, por ejemplo para satisfacer viejos sueños y caprichos como ir a Australia a conocer en su hábitat los canguros”. Palabras más, palabras menos, eso fue lo que les pedí a una pareja de entrañables amigos, con suficiente preparación escolar y experiencia comercial pero con una candidez infantil, que le entregaron cerca de cincuenta millones de pesos a una desconocida. Sí, a una perfecta desconocida porque ante el interrogatorio mi amiga apenas atinó a contestarme que algunas veces había visto en el Puente Internacional Simón Bolívar a la recogedora de billetes y prometedora de duplicarles el capital en veinte días. No pertenece al barrio. Su nombre no lo grabó; “sé que tiene un nombre raro”, me dijo. Sobre su apariencia física recuerda que anda en chancletas (exactamente su descripción fue: es una vieja chancletuda). “¿Quedó constancia en algún recibo, en documento, mostró la cédula de ciudadanía?” “Nada, todo fue de boca”.
Otros perdieron más, hasta sesenta millones de pesos, y se rumoraba que alguien había realizado una serie de maniobras mercantiles para reunir doscientos millones y confiárselos a la usurera.
El esposo se lamentó de haberle enviado la plata a la timadora con un intermediario, mientras que su mujer se entendió directamente con ella. Nos reímos de su ocurrencia: según ese análisis, a su cónyuge le fue mejor porque tuvo el gusto de ser tumbada directamente por la vieja.
Me permití hacerles una amable recriminación:
- Siempre han contado conmigo cuando de estrados judiciales se trata; entonces, ¿acaso ignoran que para un negocio de estos se debe consultar al abogado de confianza?
Hay gato encerrado en el porqué de tantas ganancias y en la abundante circulación de dinero. Se comenta de todo: que se trata de los petrodólares que está regalando Chávez, que es de las tarjetas Cadivi, que de los giros de Venezuela, que es del narcotráfico, de las Farc, de los paramilitares, en fin.
Y siguen llegando datos de otros municipios: casualmente me enteré de que en Sardinata también cayó un grupo de ilusos, con pérdidas de varios millones.
Salvo una amiga de San Calixto que protesta por las medidas del gobierno y afirma que éste al imponerle una fuerte sanción a su firma llamada por ahí Supertumbis, se está quedando con el 40 por ciento del dinero captado, en Cúcuta ni en el resto del departamento se han oído voces de apoyo a las inverosímiles pirámides, como ha ocurrido en otros lugares del país.
¿Por qué la gente arremete contra el gobierno y sale a la defensa de los estafadores?
¡Ah! Ya lo sentenció un filósofo pueblerino: El marrano tiene su suerte echada y avanza agachado hacia el matadero. El hombre destinado a ser tumbado, se despeluca por buscar al tumbador y le ruega que por favor lo tumbe. Y ¡ ay! del que se meta a impedirlo.

orlandoclavijot@hotmail.com


Cúcuta, 25 de noviembre de 2008.

viernes, 14 de noviembre de 2008

CRONIQUILLA- HÉROES E ILUSOS

CRONIQUILLA

HÉROES E ILUSOS
Orlando Clavijo Torrado

Era la noche del 7 de este mes. Los acontecimientos culturales y las emociones atropellaban en la sala principal de la biblioteca pública Julio Pérez Ferrero. Todo, gracias al dinamismo del padre Edwin Avendaño secundado por el doctor Olger García Velásquez, con una razón y una invocación: su pueblo natal Convención, y bajo el alero del Centro de Historia que ambos alientan.
Fue la oportunidad para rendir el homenaje póstumo al doctor Alfonso Ramírez Navarro, ex magistrado del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cúcuta, oír la declamación del pintor y poeta Gerardo Carrascal Santiago quien presentaba su poemario “Tres épocas, un canto”, y recibir como miembros del Centro de Historia de Convención a diversos escritores (los directores me honraron con el diploma correspondiente, gesto de sin igual nobleza que les agradezco inmensamente).
A todas estas alegrías se sumó la del reencuentro con un antiguo compañero de bachillerato en el Seminario del Dulce Nombre de Ocaña, el hoy reconocido historiador de la comarca y de otros ámbitos nacionales, Jorge Meléndez Sánchez. Venía cargado de sus libros, dispuesto, sin excepción, qué pena, nos dijo, a venderlos y no a regalarlos ya que él de su peculio ha asumido las ediciones. Cuando hicimos un recorrido de sus obras y rememoramos episodios en la Universidad Nacional como las luchas entre las ideologías de derecha e izquierda, el ataque de los loquitos aquellos que se hacían llamar los “mefíticos” a la capilla y a un crucifijo, los discursos del loco Agudelo – temas que he tratado en algunas Croniquillas - , los amigos comunes como Héctor Romano Marún y Daniel Raad Gómez, y variedad de confidencias, Jorge me aconsejó que le comprara “Héroes e ilusos” pues allí iba a encontrar todos aquellos recuerdos.
El profesor Meléndez siempre ha militado en la izquierda – nos reímos de que se perdieron sus misas y comuniones en el Seminario - ; a los de la derecha nos comandaba un muchacho de apellido Bautista, cucuteño, a quien no volví a ver, y el que en una ocasión nos repartió pitos para acallar a los camaradas que aunque poquísimos eran los más gritones y bochinchosos. De tales ruidos de hace 45 años nos habla Jorge Meléndez en su historia novelada “Héroes e ilusos”. Coterráneos, decididos izquierdistas, desfilan en sus páginas, como Pedro Lázaro, Alonso Ojeda Awad, Iván Vila Casado, Adip Numa, Félix Salcedo Baldión, Alfonso Quintana y Carlos – Carlitos – García, éste, eminente y próspero médico convencionista, también mi amigo y condiscípulo en el Seminario, del que entiendo que murió en Valledupar.
Acordamos con el doctor Meléndez que constituye una falacia afirmar la objetividad de un historiador, pues las creencias personales lo condicionan inexorablemente. Por ello, es de resaltar en él mismo que en su calidad de novelista, honrando la ética y la franqueza, deje inferir que tantas pedreas y bombas molotov, tanta infiltración del Comunismo entre el estudiantado y el profesorado, y las contradicciones de los diversos grupos pro-soviéticos y pro-chinos, no resultaron en nada, decepcionaron a la protagonista – los primeros estudiantes que marcharon al monte fueron fusilados por el propio Eln, y Camilo Torres pereció en el primer enfrentamiento - y la llevaron a aceptar que más le valía echarse en los brazos de un pequeño-burgués que seguir en las luchas revolucionarias.
Se trata de una obra –testimonio, con el valor de recordarnos entre otras cosas que la historia se repite y que el hombre nunca aprende. Al menos es mi corolario.

orlandoclavijot@hotmail.com

Cúcuta, 12 de noviembre de 2008.

martes, 4 de noviembre de 2008

Discurso de posesión como miembro correspondiente de la Academia de Historia de Ocaña- Templo de San Francisco- 14 de diciembre de 2007

PONENCIA DE INGRESO A LA ACADEMIA DE HISTORIA DE OCAÑA

PRESENTACIÓN DEL LIBRO CERCA DE LAS ESTRELLAS o Registro histórico, minucioso y documentado de Bucarasica, población de la antigua provincia de Ocaña, en el departamento Norte de Santander, Colombia.


En los preludios de la fundación de Ocaña, propiamente en noviembre de 1570, el muy magnífico señor Francisco Fernández, Teniente de Gobernador, Capitán y Justicia Mayor en esta Provincia Señora Santa Ana, en nombre de Su Majestad y de la Gobernación de Santa Marta, estuvo atento a solucionar dos cuestiones: en dónde se iban a asentar y cómo se irían a sustentar los vecinos de la ciudad de la Nueva Ocaña que en ella estuvieren. Con tan inmenso poder despachó los asuntos nombrando, vale decir, decretando, los términos de la nueva ciudad, tan extensos que si observamos el mapa hoy en día nos admiramos de que comprendían virtualmente la mitad del departamento Norte de Santander y más allá tocando las aguas del Lago de Maracaibo y lamiendo las laderas de Pamplona, y otro tanto del departamento del Cesar hasta Tamalameque, asomándose a los departamentos del Magdalena y de Córdoba. Contaba la Nueva Ocaña con 36 vecinos.

Ocho años más tarde, durante los cuales el nombre de la ciudad había variado entre Nueva Madrid y Ocaña, veinte vecinos cumplían la misión de encomenderos de los 2000 indios esparcidos por treinta pueblos. El pueblo indígena más cercano, Seytama, moraba a media legua al poniente y los más alejados, Buneroma y Buroma, a catorce leguas. El mismo documento de 1578, que podríamos llamar la Primera Breve Monografía de la Provincia de Ocaña, puntualiza que los indios no disponían propiamente de un caserío o pueblo sino de unos tristes cobertizos armados con la vegetación del lugar y que mudaban de acuerdo a las cosechas. Ha de considerarse pueblos por su cohesión en distintas agrupaciones, todas las cuales se entendían en dos lenguas, la Carate y la Pale, según la distinción que hicieron los peninsulares en aquel momento.

Entonces, por territorio para su establecimiento no existía ningún apuro, como tampoco lo tendrían por las fuentes alimenticias. Pero si alguien tenía asegurado el sustento era el encomendero: los indios trabajaban para él.

Sigamos la senda de la historia que nos llevará al destino perseguido.

Por el año 1778 habitaban los parajes de Los Llanos de la Cruz 74 vecinos, - 59 nobles y 15 plebeyos - según lo pregona el padrón levantado para apoyar la petición de nombramiento de una economía perpetua, la que fue concedida por el obispo de Santa Marta. Aún así, dicen los documentos de este período, los Llanos de la Cruz no tenían la calidad de población. Era un embrión de poblado cuya jurisdicción abarcaba desde el paraje de Oropoma hasta San Pedro y las breñas de Jurisdicciones, por donde avanzaba el camino del mismo nombre. (El camino de Jurisdicciones comunicaba con Cáchira, serpenteaba hacia Bucaramanga y moría en el interior de la altiplanicie cundiboyacenese). La economía perpetua legitimaba la provisión de un cura ecónomo, teniente del cura de Ocaña, con las licencias competentes para que administrara los sacramentos y celebrara el Santo Sacrificio de la misa. El presbítero Manuel Fernández, oriundo de Santa Marta, solicitó el privilegio de ser el primer cura párroco de La Cruz o Los Llanos de La Cruz, mas falleció en el mismo año.

Sólo hasta 1795 vieron los progresistas hacendados, los esclavos, los negros y campesinos del contorno, la figura de una autoridad, cuando el gobernador de Santa Marta don Antonio de Samper designó un alcalde pedáneo – pedáneo se refería en un principio a los jueces de causas leves, sin sede tribunalicia y que atendían a pie -; se trataba de autoridades de escala menor, para pequeñas comunidades todavía sin aliento de ciudades. Don José Salvador Sánchez de la Mota fue el primer alcalde pedáneo del partido de Los Llanos de La Cruz.

Para el 8 de agosto de 1807 había 140 familias - 90 nobles y 50 plebeyos - (entre esos un antepasado del suscrito, don Tomás Clavijo).
El 10 de agosto de 1807 se extiende el poder por el que los vecinos presentes en la capilla y en representación de los que distaban uno o dos días de camino, que eran los de San Pedro, se comprometen a sostener los gastos del curato. El libelo empieza así: En Los Llanos de la Cruz, términos y jurisdicción de la ciudad de Ocaña.

Nace, por consiguiente, Santa Bárbara de los Llanos de la Cruz, el nuevo ente eclesiástico desagregado de la parroquia de Ocaña desde el 5 de septiembre de 1807 – fecha clásica de Ábrego - por auto del señor Dean Dignidad Provisor Vicario General y Gobernador del Obispado don Domingo José Díaz Granados, comprendiendo el límite de Ocaña en 1764, esto es, desde el Alto de Bucarasica y la quebrada La Sardinata[1]”.

El 12 de marzo de 1810 nacía propiamente Ábrego al llevarse a cabo al mismo tiempo la entrega física producto de las tierras donadas, la demarcación del asiento de la parroquia de Santa Bárbara de La Cruz con una clinea de fique y con ciento veinte varas de castilla, y la distribución a 25 vecinos – 17 nobles y 8 plebeyos – incluidos los donadores, de una porción de terreno de medio solar para cada uno en que pudieran edificar casa, cocina y huerta. El 90% de los terrenos es donado por las hermanas doña Ana María y doña Josefa de la Encarnación Maldonado y el 10% restante por doña Salvadora Lobo de Rivera, don José Gregorio Quintero y don Antonio Jácome.

Nos trasladamos ahora al extremo oriental de La Cruz, al primeramente denominado sitio, luego paraje, más tarde partido y aldea y finalmente municipio de San Pedro.

En 1871 San Pedro aun no contaba con cura propio según lo encontró este cronista en la ciudad de Santa Marta en su Archivo Histórico Eclesiástico de la Antigua Provincia de Santa Marta. Sin embargo, la parroquia de San Pedro ya existe en 1887.

Sobre el vecindario de San Pedro diremos lo siguiente: en 1808 aparece una hacienda ubicada en el sitio del mismo nombre, de propiedad de Javier Ordóñez, de la jurisdicción de la ciudad de Ocaña.

En 1857 se habla del distrito de San Pedro, aunque contradictoriamente se menciona como fecha de fundación el año de 1859 por obra del bogotano Gregorio Silva y del cucutillano Juan Moncada.

Entretanto, a La Cruz la agobiaba la sequía, padecimiento que se extiende por muchos años. No se habían percatado los cruceños de que los suelos buenos y fértiles estaban dentro de sus propios linderos. Surgió entonces entre ellos el ímpetu de exploradores, de colonizadores y creadores de riquezas partiendo de la naturaleza virgen y de las exuberantes capas vegetales que se hallaban, trasmontando El Tarra, La Urama, Paramillo y Malabrigo, en las espesuras de las hoy veredas el Alto del Pozo, La Curva, San Juan, Aguablanca, San Miguel, El Alto, El Carmen, La Provincia y Filo Seco, insisto, en aquel tiempo sin salirse de sus lindes municipales. Allí no penetraba el Sol. La penumbra se confundía con el boscaje. El eco imitaba el menor sonido; por el húmedo sendero no se podía gritar a las mulas, ni sus amos podían entonar salomas, nadie osaba disparar una escopeta porque cualquiera de esas manifestaciones humanas desataba la furia de los cielos en tormentas de relámpagos, truenos y lluvia incontenibles. Allí pululaban los monos cotudos, las palomas montaraces conocidas como suiras de hermoso canto, tigrillos, el llamado cóndor de Las Indias, guartinajas y dantas, variedad de mariposas, papagayos y diversidad de hermosos y peregrinos pájaros, plantas y flores exóticas, y corpulentos árboles de alturas inalcanzables.

De La Cruz marchó un contingente de exploradores encabezado por Benjamín Torrado Pérez (mi bisabuelo, hermano del general Mateo, cuya foto quiero entregar hoy al museo). Pues bien: don Benjamín, en las postrimerías del siglo XIX era propietario de un fundo en que hoy se sitúa el Centro de Salud – en donde levantó su vivienda - la plaza, la iglesia y la casa cural, espacios en los cuales plantó un hermoso cañaduzal.

Avanzada la colonización el contorno se fue poblando de apellidos abreguenses y ocañeros como Arenas, Arteaga, Álvarez, Arias, Arévalo, Bayona, Clavijo, García, Gerardino, Jácome, López, Ortiz, Osorio, Peñaranda, Pérez, Quintero, Rolón, Sánchez, Soto, Trigos, Vaca y Vergel.

Por ello no dudo en afirmar que Ábrego es pueblo fundador de pueblos, entre ellos, de primero, Bucarasica y también con un buen aporte, Villacaro.

Por la misma capital provincial llegaron ya entrado el siglo XX los sirio- libaneses - tales como los señores Cesar Chaya, Luis Hellal, Pablo Saab Saidar y José Aljure – y descendientes de otros extranjeros como Antonio Stabilitto, Luis Forgioni, Manuel J. Troconis, Fausto Morelli, los Roca Niz, etc.

Los dueños de fincas fueron edificando en unos cuantos metros planos sus moradas, de manera caprichosa. La mayoría fueron edificadas encima de plataformas sostenidas por zancos lanzados sobre los solares faldudos. El caserío se levantó sobre un remedo de meseta de poco más de un kilómetro de largo y 100 metros de ancho.
En un principio se denominó El Playón, porque tal se llamaba una finca de un señor Suescún localizada en el extremo sur del poblado. El nombre le fue cambiado poco después por el de La Florida, acatando la insinuación de los señores García y Escalante dueños de otro fundo así bautizado, oriundos del municipio de Floridablanca, y llegados a los nuevos dominios por los años 1920.

En las primeras décadas del siglo XX se da el flujo de pobladores provenientes de Boyacá y de los vecinos municipios de Gramalote y Sardinata, luego de Cucutilla y Arboledas, y por último de Lourdes. Y se concluye el ciclo de población con gentes de nuevo de Ábrego.
En 1893 la aglomeración humana justifica la erección de una capilla. El sacerdote samario Samuel Polo andaba por esas cordilleras levantando ermitas ayudado por el maestro albañil Antonio Santander. El 24 de abril de dicho año aquella capilla de paredes de bahareque y techo de palma se estrenó con un bautizo en que actuaron como padrinos Benjamín Torrado Pérez y su esposa Evarista Sánchez. “Este es el primer acto religioso consignado por escrito en la crónica de Bucarasica, y la primera manifestación de existencia de la aldea”. Ningún otro documento supera a este en antigüedad en los albores de Bucarasica.

El hoy Siervo de Dios, el fraile capuchino español Francisco María Simón y Ródenas, obispo de Santa Marta, fundador de la parroquia de San Agustín de esta ciudad de Ocaña en 1907, fue también el padre de la parroquia de La Florida por decreto del 8 de diciembre de 1908, refrendado por decreto del 25 de enero de 1909 para que empezara a regir el 31 del mismo mes. La parroquia de La Florida, puesta bajo la protección de la Virgen del Carmen, se segregaba de la de San Pedro y se componía de las secciones conocidas como La Florida y La Victoria.

La primera modesta iglesia fue dotada de finos vasos sagrados; la convocación a la plegaria la hacían dos potentes campanas elaboradas una en Ocaña y otra en Francia expresamente para aquel lugar. Más tarde, las imágenes de San Antonio, de la Virgen del Carmen y del Sagrado Corazón de Jesús fueron traídas de Barcelona, España. Y como en la conocida canción de la Custodia de Badillo, Bucarasica también tuvo una lujosa custodia que era su orgullo y que desapareció misteriosamente un 31 de diciembre, como desaparecieron las coronas de la Virgen del Carmen y del Niño, labradas en oro y adornadas con ricas piedras.

Volviendo a la génesis de la iglesia local, extrañamente, creemos que debido a que Sardinata, subalterna de la diócesis de Pamplona, había logrado del presidente Rafael Reyes a instancias de su amigo el padre Raimundo Ordóñez, que el corregimiento La Florida, perteneciente al municipio de San Pedro, le fuera anexado, el obispo Simón y Ródenas accedió a un curioso trueque que le propuso el obispo de Pamplona Evaristo Blanco, el cambio de tres comunidades por una, las de La Florida, La Victoria y Las Mercedes, por Cáchira, que ingresaría a la diócesis de Santa Marta. Así, se dijo en la estipulación, las competencias civil y eclesiástica quedaban unificadas en la provincia de Cúcuta. Hemos creído que obró prudentemente el santo prelado al no haber aceptado el cambio a perpetuidad sino por cinco años.

Los florideños ni se dieron cuenta de ese nocivo negocio, esto es, que de 1911 a 1916, al menos en las letras de un convenio casi secreto, pertenecían a la diócesis de Pamplona, pero sí sintieron duramente, y por ello hubo fuerte rechazo, su anexión forzada a Sardinata. La Florida, en cuanto comprendía la fracción de La Victoria, lindaba con Venezuela, y por el norte con La Cruz y Aspasica.

No hay que olvidar que de San Pedro – o Villacaro – dependió La Florida en lo espiritual y en lo político administrativo durante más de medio siglo. Empero, ya existían independientes desde 1908 las dos iglesias locales, mas continuaba vivo el cordón umbilical en este último aspecto. La Florida no era más que un apéndice de San Pedro, como corregimiento, como lo había sido Cáchira hasta 1911.

En 1938, los empleados oficiales, algunos comerciantes acaudalados y otros ciudadanos de algún liderazgo, miembros del Partido Liberal de La Florida, ejercían un dominio incuestionable sobre la población, mientras que en la cabecera municipal ya llamada Villacaro, el Conservatismo se resistía a ser avasallado. Los mentados señores de La Florida manejaban excelentes relaciones con la Asamblea Departamental de mayoría liberal.

Un viejo sueño se alimentaba en La Florida: la de erigirse en municipio, aspiración a la que naturalmente se oponía Villacaro.

La coyuntura del predominio del Liberalismo en la Asamblea fue aprovechada por los seguidores de La Florida para proponer la creación del municipio, propuesta que fue secundada por el mandatario seccional de la misma colectividad Miguel Durán Durán.

Previamente se había convenido un pacto de no agresión entre conservadores y liberales del municipio de Villacaro, firmado a nombre del Conservatismo por el doctor Lucio Pabón Núñez. La Ordenanza No. 51 del 30 de junio de 1938 se consideró como una trasgresión al pacto de caballeros. En la mentada Ordenanza se metió un “mico” – animalito que a golpes de jurisprudencia que exige la unidad de materia casi se ha eliminado pero que aún de vez en cuando salta en alguna normativa – mico que se asoma en el encabezamiento que se supone anuncia el contenido del estatuto y que dice: “Ordenanza No. 51, por la cual se establece en Cúcuta la Feria Exposición Agropecuaria Trienal, se dan unas autorizaciones y se dictan otras disposiciones”. En esa última frase “y se dicta otras disposiciones” colaron el mico.

En el artículo 19 quedó registrada la partida de nacimiento del municipio de Bucarasica. Es de este tenor:

De conformidad con la documentación presentada y por haber sido llenadas las exigencias legales, trasládase la cabecera del Municipio de Villa Caro del lugar que hoy ocupa a la población de La Florida, que en adelante se nombrará Bucarasica.

El municipio de Villa Caro se denominará igualmente Bucarasica.

Estamparon su firma en el “publíquese y ejecútese” el gobernador Miguel Durán Durán, su Secretario de Hacienda Jorge Soto Olarte y el Director de Educación Pública, Alejo Amaya Villamil. ¡Ahí fue Troya! Villacaro se levantó como un solo hombre para denunciar el atropello. ¡Villacaro hubiera soportado su destrucción material antes que el deshonor de esa humillación! exclamaron.

La ordenanza fue atacada. Una comisión de la Asamblea compuesta por Lucio Pabón Núñez y Ernesto Lamus Girón visitó las dos poblaciones con el propósito de estudiar cuál satisfacía los requisitos para ser cabecera municipal. En el informe del 29 de mayo de 1939 concluyeron que la motivación de la ordenanza no era otra que la de castigar a Villacaro por su conservatismo y de liberalizar a Bucarasica. Del poblado de Bucarasica precisaron los comisionados que no tenía sino unas 70 casas, todas pajizas, y que topográficamente no podía contener más casas. Como la ley 49 de 1931 en su artículo 1º establece que para ser cabecera municipal una población debe tener no menos de 150 casas, se destaca claramente que Bucarasica no puede ser cabecera municipal.

También el Tribunal Contencioso se trasladó a Bucarasica, derivando de la visita la anulación de la ordenanza. Ni el informe adverso de la Comisión de la Asamblea ni el fallo anulatorio detuvieron a la administración departamental en su empecinamiento por complacer a los portaestandartes suyos en Bucarasica. Adujo el abogado del Departamento que la ordenanza estaba apelada. Villacaro no cesó de luchar y así llevó el pleito hasta el Consejo de Estado. Este alto tribunal confirmó la providencia impugnada.

Entre artilugios jurídicos y jugadas políticas la cabecera del municipio iba de un sitio a otro.

Una década tardó el pugilato. Ambas partes insistían en la justedad de sus demandas. El diputado Mario Esteban Aparicio, que había simpatizado con la causa de Bucarasica, le expresó a la delegación compuesta por mi padre Leoncio Clavijo Suescún y su primo Francisco Stabilitto Suescún encargados del lobby, ante el argumento de éstos que de privar a Bucarasica de la cabecera, se vertería sangre de hermanos, el doctor Aparicio les respondió que nada podía hacer sino solo esperar que cayera el primer villacarense o el primer bucarasiquense para que la Asamblea se pronunciara de una vez por todas sobre el asunto. Sucedió que a los pocos días, justamente en los confines de las dos comarcas, por la vereda de Filo Seco, un par de campesinos sostuvieron un combate a machete por discrepancias de linderos, y uno de ellos perdió la vida. Este hecho fue explotado hábilmente por los dos comisionados que en volandas acudieron a la Asamblea a informar del desastre, que ellos atribuyeron al conflicto por la cabecera municipal. El argumento fue convincente: no permitamos que estos dos nobles pueblos se exterminen, y démosle a cada uno la cabecera municipal, adujeron los asambleístas. Era una solución salomónica. Por Ordenanza No. 9 de 1948 la Asamblea del Departamento segregó del municipio de Bucarasica el corregimiento de San Pedro o Villacaro y lo erigió en municipio. El gobernador del momento tuvo el acierto de nombrar como primer alcalde del municipio llamado primeramente San Pedro del Norte y finalmente Villacaro, al doctor Lucio Pabón Núñez, su hijo adoptivo.

Bucarasica, uno de los municipios más pequeños del departamento Norte de Santander en población pues apenas llega a los 3.958 habitantes, con un presupuesto para el año 2008 de tres mil millones de pesos, con una extensión de 267 kilómetros cuadrados, a una altura de 1125 metros sobre el nivel del mar, de donde genera un delicioso mosaico de pisos térmicos, se asemeja a un microcosmos en donde se puede estudiar el trasegar de la provincia y del departamento durante 114 años, la convulsión de las ideas políticas de la Nación en ese mismo lapso, y en donde, como en cualquier lugar recóndito o destacado del planeta, han aflorado los hechos más nobles y altruistas a la par que los más tristes y lamentables. En su pequeño centro urbano y en sus cortijos también se han reproducido las historias asombrosas de Macondo. En 1925 un sacerdote maldijo al más apuesto de sus feligreses así: “Te partirán el corazón”. En efecto, a los pocos días, en una trifulca, dos hermanos que eran perseguidos por los gendarmes para hacerlos presos, dispararon por encima de su hombro, yendo a perforar una de las balas el chaleco de don Claudio Arteaga – el hombre enemistado con el cura, Norberto Montes – justo en el corazón. En otra ocasión, un vendaval levantó como una brizna de hierba el techo de una vivienda campesina y llevó por el aire una viga de donde colgaba una hamaca con una criaturita para depositarla entre dos árboles. Otro levita, también de estos contornos, en un día de ánimas, no vaciló en sacar la pistola del bolsillo de la sotana y volver también ánima a un marrano que había cruzado los alambres del camposanto cuando él entonaba los responsos.

Las proezas se sucedieron allí, emulando la fortaleza, la fe y el empuje de los primeros colonizadores, como cuando un grupo de vecinos con solo un buldózer trazó y abrió la carretera por entre peligrosas escarpas en un tramo de 15 kilómetros, siendo la única vía de entrada y salida y que une al poblado con La Sanjuana y el resto del departamento. A monseñor José Francisco Rodríguez Bucarasica le debe el haber ingresado a los beneficios del modernismo técnico.

Ese ha sido y es, a grandes trazos, Bucarasica, situado, como lo expresó con un hermoso símil nuestro magno poeta Eduardo Cote Lamus, cerca de las estrellas.

Por muchos años ajena a los embates que sacudían a otras latitudes del país, últimamente ha caído en el abismo de todos aquellos demonios que no se ocupan sino de destruir y dilacerar, pero todo ello no le quita el ser una preciosa gema oculta en la Cordillera de los Andes Orientales, un municipio privilegiado por la feracidad de sus suelos y de su plácido clima. Pero nada más opulento como la esencia bondadosa de sus gentes.

La ocañeridad de otros tiempos se perdió pues los descendientes de abreguenses como nosotros, de Ocaña y otros pueblos cercanos, ya no existen por allí. Quizá por ello en el parque 29 de mayo de esta ciudad no flamea la bandera de Bucarasica.

Invito a ustedes cordialmente a escudriñar de mi mano la historia de Bucarasica en esta obra Cerca de las estrellas, con toda atención. Les agradezco que me hagan ese honor, así como sus consejos y sus observaciones si a ello hubiere lugar.

Y doy infinitas gracias a ustedes, honorables miembros de la benemérita y sabia Academia de Historia de Ocaña, por la distinción que me han concedido al aceptarme como uno de los suyos. Procuraré estar a la altura de la responsabilidad que el ser miembro de este augusto claustro significa, estoy a su disponibilidad en las tareas que se me quieran encomendar, entregando lo mejor de mis modestas habilidades. Invoco al Todopoderoso para que me asista con sus luces, con su inspiración y su sostén en la práctica y expansión de los valores que han hecho grande a nuestra Provincia.

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Ocaña, 14 de diciembre de 2007.


[1] “Reto al recuerdo”- Editorial Ecoe, Bogotá, marzo de 1987, páginas 69 a 71.

lunes, 3 de noviembre de 2008

LA SAN JUANA

LOS ESTORAQUES
















PIEDRAS NEGRAS - ABREGO

SANTUARIO DE LA VIRGEN DE TORCOROMA


















Gaceta Historica No. 134 - Academia de Historica de Norte de Santander



DISCURSO DE POSESION COMO MIEMBRO CORRESPONDIENTE DE LA ACADEMIA DE HISTORIA DEL NORTE DE SANTANDER


¡Qué suma de misterios es el hombre! ¡Qué contornos impredecibles tiene su alma, cual los pliegues de la Cordillera Andina en donde se anidaron la mayoría de nuestros pueblos! El alma se eleva, desciende, a veces se nivela, se arrebata en ocasiones, gime otras, se regocija en instantes que vuelan. ¡Cómo se sublima por momentos y cómo parece abjurar en otros de su misión divina para postrarse en lo más profundo de los abismos!

Y Dios va tejiendo la historia con materiales insospechados, en sitios jamás soñados como este de Bucarasica, con acontecimientos cuyo significado aún no podemos descifrar, y cuyo propósito constituye también un arcano. De todas formas, Dios no obra imprudentemente, a ciegas, y si permite que los hombres actúen, sus obras están marcadas con caracteres de fuego de eternidad y enderezadas al bien. Sí, de eternidad, lo que pareciera paradójico ante la realidad de lo efímero de nuestra existencia y de nuestras agitaciones en este mundo.

¡Pero qué grande es el hombre! ¡Qué heroicos los padres fundadores! ¡Qué herencia aleccionadora nos dejaron! Digo yo allí en mi sencillo trabajo que titulé Cerca de las estrellas que su legado de servicio es inestimable. Vinieron a servir. Por supuesto que buscaron su progreso y bienestar personal, pero a qué costo. En contraste, hoy sus descendientes podemos elegir el sitio de labor, y con mayor énfasis, el de descanso, según la estación del año, la altura de la ciudad o del paraje, la comodidad que nos brinde, el tipo de transporte a nuestra entera satisfacción, el alojamiento, en fin, somos exigentes en las minucias, porque ¡ojalá! podamos esquivar el sudor, o los estremecimientos del frío, las arenas del mar o los pedriscos en las riberas de los ríos. ¡Cómo nos volvimos flojos, muelles, desidiosos! Nos quejamos los citadinos de cualquier inconveniente, pero es aún más paradójico oír a un campesino quejarse luego de un viaje bien acomodado en un autobús, sin cargar ningún bulto. ¡Ah! Nuestros padres fundadores no tuvieron todo eso, y pese a ello no escatimaron ningún esfuerzo, ningún sacrificio. Es preciso reproducir mentalmente cuanto implicaba emprender la marcha desde Ábrego, a pie o a lomo de mula, empleando jornadas de días.

En esta campaña han de nombrarse tanto las gentes de Ábrego, entre ellos mis venerados antepasados, que abandonaron su solar nativo, atravesando La Urama, Malabrigo, La Arenosa y El Alto del Pozo, y se aposentaron en lo que son hoy La Curva, Las Indias, La Aguablanca, La Sanjuana y La Victoria, y bajaron de aquella montaña hasta los claros de bosque que se les antojaron más planos en donde construyeron sus casas, como han de nombrarse igualmente los trashumantes de otros pueblos, que confluyeron con los cruceños en el mismo sitio para poblar lo que constituyó el primitivo La Florida. Y en la lista de servidores ha de recordarse con devoción al obispo Fray Francisco María Simón y Ródenas el que le dio el aliento definitivo a la parroquia de La Florida, separándola de la parroquia de San Pedro, mediante el decreto del 8 de diciembre de 1908 con vigencia a partir del 31 de enero de 1909; los sacerdotes pioneros; los maestros de obra y albañiles que construyeron las primeras casas de paja; los curas que edificaron el magnífico templo ya perdido, presbíteros José María Jaramillo, Eliécer Villamizar Rondón y José Francisco Rodríguez Salazar; aquellos que procuraron la creación del municipio; quien llevó el cinema –el inolvidable monseñor José Francisco Rodríguez -; los que se comprometieron a terminar su aislamiento secular y comunicar a Bucarasica por la única vía posible, la carretera desde La Sanjuana; los que soñaron con un colegio y lograron cristalizar su sueño; los políticos que le dieron la mano a esta parcela electoral como los doctores Lucio Pabón Núñez, Argelino Durán Quintero, Carlos Pérez Escalante, David Haddad Salcedo, Eduardo Cote Lamus y Luis Vicente Serrano Silva; los ilustres obispos de Ocaña Rafael Sarmiento Peralta e Ignacio Gómez Aristizábal.

Bucarasica, uno de los municipios más pequeños del departamento Norte de Santander en población pues apenas llega a los 3.958 habitantes, con un presupuesto para el año 2008 de tres mil millones de pesos, una extensión de 267 kilómetros cuadrados, a 95 kilómetros de Cúcuta y 135 kilómetros de Ocaña, situado a 1125 metros sobre el nivel del mar, de donde genera un delicioso mosaico de pisos térmicos, se asemeja a un microcosmos en donde se puede estudiar el trasegar de la provincia y del departamento durante 114 años, la convulsión de las ideas políticas de la Nación durante ese mismo lapso, y en donde, como en cualquier lugar oscuro o destacado del planeta, han aflorado los hechos más nobles y altruistas a la par que los más tristes y deplorables. En su pequeño centro urbano y en sus cortijos también han tenido lugar las historias asombrosas de Macondo.

Bucarasica, pueblo de contrastes, en que un grupo político, en la cúspide del sectarismo, profana su templo, ataca a bala al cura párroco y da muerte a su hermano y a otro feligrés del mismo bando por favorecer presuntamente a los adversarios. En que un alcalde dicta un decreto de honores por el deceso de la dueña del único restaurante del pueblo. En que un gamonal de un partido asesina a un rival, arma la fiesta, lanza cohetones y morteros de alegría, pero antes de 24 horas tiene que suspender los festejos porque en represalia le acaban de matar a su hijo. En que un mendigo se alimenta de colgajos de piel y de sal de las mesas del sacrificio en el matadero. En que un cura de aquella aldea llamada entonces La Florida profiere una maldición, “te partirán el corazón”, y cae abatido don Claudio Arteaga, justamente de un disparo hecho sin tino, en la mitad del corazón. En que un poeta de la patria, en una visita como gobernador, al término de la larga subida contempla el cielo estrellado y cree ver entre los celajes brillantísimos perdido a Bucarasica. En que un sacerdote, ardiendo en celo sagrado por la casa del Señor saca de allí a los borrachos impertinentes a formidables trompadas. En que una avalancha sepulta a una madre y a su hijo y es difícil separarlos para darles sepultura. En donde se lució la minifalda sin pretensiones de moda antes que en cualquier otro lugar de Colombia. En donde la casa en el aire del canto vallenato es una realidad. En donde se paseó por las veredas enseñando aquel Simón Bolívar oriundo de Ábrego. En donde una broma al salir de la misa de aguinaldos de la vereda Balcones propició la puñalada en la columna vertebral que pese a lo esperado no paralizó a un policía y en vindicta él mismo descargó un poderoso tiro de fusil por la espalda al agresor que cayó entre el cafetal de un solar. En donde virtualmente hubo un banco particular si así puede llamarse el sistema de vales con circulación en el poblado que expedía un próspero y bonachón hacendado; si alguien quería convertir en dinero efectivo el documento no tenía sino que presentarlo a su girador, don Pacho Pérez, como también podía llevarlo a las carnicerías o a las tiendas para adquirir sus abarrotes. En donde el santo obispo fundador permutó tres pueblos La Florida, La Victoria y Las Mercedes – que constituían una sola parroquia, por uno, Cáchira, al obispo de Pamplona. En que el presidente del quinquenio, el general Rafael Reyes, de quien dijo el poeta Valencia que sólo tuvo los defectos de sus cualidades, redujo por decreto a Bucarasica, todo por complacer a su amigo de las horas de la guerra el padre Raymundo Ordóñez. Cuna de atletas, de dirigentes sindicales de alto vuelo, de sacerdotes, magistrados y compositores de himnos de instituciones nacionales.

Los montes de lo que sería Bucarasica estaban comprendidos dentro de la jurisdicción de la ciudad de Ocaña desde su fundación el 14 de diciembre de 1570. En 1810 en que se traza con una clinea de fique y con 125 varas de castilla el poblado de La Cruz, tales montes continúan inhóspitos. La imaginación popular los pobló de unos nativos a los que llamó indios búcaros, mas no ha pasado de ser una leyenda, si miramos que no existe ningún registro de alguna tribu búcara, y que ni siquiera la palabra búcaro se menciona en documento alguno.

De 1880 en adelante ya empiezan a aparecer propiedades agrícolas con registro en la oficina correspondiente de Ocaña. Advirtamos sin embargo que a la aldea de San Pedro, llamada luego Villacaro, se le llama distrito en 1857 pero se data la fundación de la población en 1859 por el bogotano Gregorio Silva y el cucutillano Juan Moncada. En 1874, ya por decreto se deslinda el distrito de San Pedro del de La Cruz. En 1889 eclesiástica y civilmente los contornos de los futuros Bucarasica, Las Mercedes y La Victoria dependen de San Pedro que ya se ha desmembrado definitivamente de la parroquia de La Cruz.

Las montañas de Bucarasica se van llenando de colonos, y familias de determinada casta ocupan las veredas. Por lo general, ningún dueño de fundo se queda sin levantar una vivienda en lo que sería el centro urbano. En 1893 ya la población es suficiente para erigir una capilla. El lunes 24 de abril de dicho año se celebra el primer acto religioso, el bautismo del niño Pedro María Granados. Esta fecha se puede considerar la fecha fundacional, dado que no se encuentra ningún otro documento anterior a éste. El caserío se llama La Florida; venía de llamarse El Playón.

En noviembre de 1909 ya la capilla está dotada con bellos vasos sagrados, ornamentos y dos campanas, elaborada una en Francia y en otra en Ocaña, encargadas justamente para el lugar. Más tarde se traerían de Barcelona, España, las imágenes de San Antonio, la Virgen del Carmen y del Sagrado Corazón de Jesús. Posteriormente en el altar luciría una custodia fina incrustada de piedras preciosas que desaparecería misteriosamente un 31 de diciembre.

La sujeción al municipio de San Pedro se extendió propiamente desde que este tuvo tal categoría, en 1877, si es que ya había habitantes en los contornos de Bucarasica, hasta 1938, esto es, por 61 años, pero sí es lo cierto que en 1886 existían posesiones de campo conocidas por nombres determinados, El Playón, La Florida, El Presidio, El Balcón, Bajiales, que había que referirlas al municipio de San Pedro.

La creación del municipio de Bucarasica constituye un capítulo especial de nuestra picaresca política. En los años 30 del siglo pasado, el Liberalismo, dueño del poder, se había hecho fuerte en el corregimiento de La Florida. Entretanto, en Villacaro el Conservatismo se aglutinaba monolíticamente, y gozaba de los privilegios de ser la sede municipal. En 1938 el acariciado anhelo de convertir a La Florida en municipio encontró el ambiente apropiado al dominar la Asamblea Departamental el Partido Liberal y al contar los adalides de La Florida con amigos en la duma. La comisión encargada de visitar a los dos poblados para constatar las condiciones logísticas exigidas para dilucidar cuál debería ostentar la dignidad de municipio, compuesta por los doctores Lucio Pabón Núñez y Ernesto Lamus Girón, concluyó que La Florida carecía de todos los requisitos mientras Villacaro los cumplía a satisfacción, y que detrás de todo se escondía el ánimo de privilegiar a aquella por su adhesión al Liberalismo y de castigar a éste por su decidido Conservatismo.

Para agilizar este compendio diremos que contra viento y marea se creó el municipio de Bucarasica mediante Ordenanza No. 51 del 30 de junio de 1938 y Villacaro quedó como su corregimiento. Hubo demandas, apelaciones, y por algún tiempo Villacaro volvió a su primitiva condición. En esos ires y venires, que coparon toda una década, ocurrieron amenazas, acusaciones y enemistades entre los dos pueblos, pero también situaciones graciosas como la siguiente: Villacaro había ganado el juicio ante el Tribunal Contencioso Administrativo; se avecinaban unas elecciones, por lo que la cabecera municipal necesitaba los soportes documentales, papelería, sellos y demás implementos logísticos que se guardaban en Bucarasica. Escogieron los villacarenses al famoso Sorrocuco, cuyo verdadero nombre era José María Ortiz – un buen amigo que gracias a Dios por ahí anda en estas calles con más de 80 años a cuestas - para que viajara a inventariar y levantar todo aquello. En Bucarasica funcionaban dos teléfonos, uno en la alcaldía y otro en la calle del Palomar. Pues bien: los graciosos citaron al joven al teléfono del Palomar para que respondiera una supuesta llamada de Villacaro. Corrió Sorrocuco y puesto al aparato le comunicaron que Villacaro acababa de perder el pleito, por lo que debía regresarse pronto y dejar la parafernalia allí. Luego de una extenuante jornada pasando por la Aguablanca y Sanjuán, llegó el enviado a su pueblo con las manos vacías. ¡Pobre José María! Fue objeto de una severa reprimenda que concluyó con esta moraleja: ¡So pendejo, lo engañaron en Bucarasica!

También es donairoso el episodio que permitió zanjar la disputa entre las dos comunidades. El diputado Mario Esteban Aparicio simpatizaba con Bucarasica en su aspiración. Despachó a la Comisión encargada de hacer el lobby, compuesta por mi padre Leoncio Clavijo Suescún y su primo Francisco Stabilitto Suescún, ante la advertencia de éstos de la posibilidad de choques con derramamiento de sangre, diciéndoles que no veía tan grave la situación, pero que al primer villacarense o bucarasiquense que cayera por ese motivo, ya la Asamblea tomaría cartas en el asunto. Los comisionados se marcharon desanimados, mas casualmente a los pocos días se presentó un duelo a machete entre dos campesinos de la vereda Filo Seco, en límites con Villacaro, con saldo de un muerto. Prontamente los comisionados regresaron a Cúcuta a informar del desastre, el que atribuyeron a la disputa por la cabecera municipal. La Asamblea se preocupó por el cariz que estaban tomando las cosas, y es así que se apresuró a emitir el 25 de noviembre de 1948 la Ordenanza No. 9 por la cual creaba el municipio de San Pedro del Norte, segregado del municipio de Bucarasica. En virtud a que el nombre no fue acogido, un mes más tarde le dio el de Villacaro. El gobernador acertó al nombrar al doctor Lucio Pabón Núñez, su hijo adoptivo, como el primer alcalde. Bucarasica y Villacaro volvieron a ser los pueblos hermanos de siempre, y por supuesto quedaron satisfechos por la solución salomónica de la Asamblea Departamental.

Otros sucesos de la vida civil, religiosa, social, cultural y económica de este pueblo de la antigua provincia de Ocaña están puntualizados a lo largo de los 25 capítulos que componen Cerca de las estrellas.

Confieso modestamente que este no es un libro de historia, técnicamente no lo es, sino más bien un anecdotario matizado de apoyos de verdaderos historiadores y estudiosos, y una que otra alusión festiva a personajes y acontecimientos del paraje que de todos modos ilustran el sustrato bucarasiquense.

Solamente ha sido mi pretensión desbrozar el camino para que otros escruten no solo la génesis y evolución de Bucarasica con trabajos más especializados, sino de otros pueblos del departamento, en bien de nuestra cultura, del renacer y fortalecimiento de nuestros valores y del engrandecimiento de cada patria chica cuya suma hará la grandeza de la patria.

Señores académicos:

Ustedes, verdaderos estudiosos de la historia, me han honrado al invitarme a compartir su mesa. Exalto esa deferencia suya, esa comprensión y benevolencia que agradezco desde el fondo del alma. Son escasas mis palabras para expresarle mi reconocimiento a cada uno, pero debo destacar a la Comisión designada para rendir el Informe sobre mi trabajo de ingreso, los doctores Fernando Vega Pérez y Pablo Emilio Ramírez Calderón, que me distinguieron con la lectura del libro y al expresar su concepto favorable para mi aceptación como miembro correspondiente de la Academia, concepto lleno de generosos epítetos.

Procuraré estar a la altura de los deberes que me incumben en adelante como escudriñador de los acontecimientos del hombre, y presto a cumplir las encomiendas que redunden en beneficio y loor de la benemérita Academia del Norte de Santander a la cual ingreso hoy. Dios ha de asistirme con sus luces y mensajes para que llene a cabalidad mis responsabilidades. Y que El los asista también a ustedes y nos bendiga a todos.

En esta faena me han secundado con cariño, nobleza, luces y paciencia mi esposa, mis hijos, mi familia en general, y multitud de personas que se han interesado en la elaboración y publicación de la obra. Principalmente la colonia de la provincia de Ocaña me ha rodeado asiduamente, y las gentes de Bucarasica con su expectativa por conocer la obra. A todos mis agradecimientos por ese acompañamiento y apoyo.

Muchas gracias.

Orlando Clavijo Torrado





















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Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario

CERCA DE LAS ESTRELLAS

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PORTADA

50 años del Diario La Opinión

50 años del Diario La Opinión
cena en el Club del Comercio - 15 de Junio de 2010 - Columnistas

Museo Antón García de Bonilla

Museo Antón García de Bonilla
Orlando Clavijo Torrado y Luís Eduardo Páez García junto a la foto del General Mateo Torrado, tío bisabuelo del primero, quien la donó. Don Justiniano J. Páez, abuelo del doctor Luis Eduardo, en su obra histórica al referirse a la guerra de los Mil Días, da fiel cuenta de las acciones del General Torrado en la contienda, en virtud a haber actuado como su secretario.

Museo Antón García de Bonilla

Museo Antón García de Bonilla
Hermanos Clavijo Torrado, Orlando, Nora, Edilia y Olga. Julio de 2010, Ocaña - Junto a la bandera con la imagen del Libertador Simón Bolívar bordada por señoras de Ocaña al conmemorarse el primer centenario de la independencia (1910).

EN EL AGUA DE LA VIRGEN

EN EL AGUA DE LA VIRGEN
Orlando Clavijo Torrado, sus hijos, nietos y primos.

CERCA DE LAS ESTRELLAS

CERCA DE LAS ESTRELLAS
CONTRAPORTADA

NI TAN CERCA DE LAS ESTRELLAS - Gustavo Gómez Ardila

NI TAN CERCA DE LAS ESTRELLAS - Gustavo Gómez Ardila
COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

MONOGRAFIA DE BUCARASICA - Olger García Velásquez

MONOGRAFIA DE BUCARASICA  - Olger García Velásquez
COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007

Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007
Con sus hijos, de izquierda a derecha Cesar Octavio, Jaime Mauricio, Silvia Andrea y Orlando Alexander Clavijo Cáceres

LANZAMIENTO LIBRO "CERCA DE LAS ESTRELLAS"

LANZAMIENTO LIBRO "CERCA DE LAS ESTRELLAS"
29 DE MAYO DE 2009. CÚCUTA.

En la Academia de Historia de Norte de Santander

En la Academia de Historia de Norte de Santander
Padre Edwin Avendaño, José Antonio Toloza (Q.E.P.D), Secretario de la Academia, y Orlando Clavijo Torrado