lunes, 29 de noviembre de 2010

CRONIQUILLA
CON LOS CALZONES ABAJO
Orlando Clavijo Torrado

Este no es un cuento sino un relato verídico, que muestra el grado de inseguridad en Venezuela, y, particularmente, en San Cristóbal.
El mendigo, por cierto, joven, de los que se alojan debajo de los puentes, tenía una recolecta abundante de bolívares fuertes. Así, aquel día decidió regalarse con un almuerzo fenomenal en uno de los restaurantes del barrio Pueblo Nuevo. Volvió a la esquina de siempre a reposar la comilona, y se dio la rutinaria siesta del mediodía. Hubiera seguido durmiendo de no ser porque su estómago le avisó que era hora de ir al inodoro.
Pero, ¿cuál inodoro para él, un indigente de la calle? Entonces, convengamos en que esto del inodoro es un decir. Nuestro héroe estaba acostumbrado a evacuar su vientre entre los matorrales, detrás de las paredes de casas abandonadas, detrás de las construcciones, de una piedra, y, con toda seguridad, bajo cualquier puente, el del Viaducto por ejemplo.
Se acurrucó en el lugar elegido, solitario según la rápida inspección que hizo, y puso su mochila al lado. Confiado, se entregó a su propósito.
Pero andaba equivocado en cuanto a su soledad: por allí merodeaban atracadores y éstos bien sabían que el pedigón era dueño de una “fortuna”, un botín que en esos momentos estaba a su alcance pues la víctima se ocupaba en una faena que no podía interrumpir. Esto es, estaba inerme, literalmente con los calzones abajo.
Cuando el pordiosero vio que los ladrones se acercaban amenazadoramente no contó para su defensa sino con palitos y piedras que arrancaba al azar, pero ya se iban a apoderar de la mochila. No disponía de otros elementos más convincentes frente a los maleantes. Y por ensalmo, en tan difícil circunstancia, de pronto le vino la iluminación. Sí señor: correría a sus agresores lanzándoles algo que no podrían resistir. Y puso manos a la obra, o mejor, a la mierda. Y he aquí al hombre tirándoles caca a diestra y siniestra y los asaltantes huyendo despavoridos de semejante lluvia.
No hay que decir – los escritores utilizamos esa muletilla para siempre decir lo que queremos – que el episodio tuvo un final feliz para el muchacho que salvó los ahorros de las limosnas de varios días. No perdió ni …un centavo. Su ingenio es admirable. Es lo que se llama un hombre recursivo. Bastante sucio, claro está.
¿Habrase visto más inseguridad?

orlandoclavijot@hotmail.com

Cúcuta, 29 de noviembre de 2010.

lunes, 22 de noviembre de 2010

CRONIQUILLA
EL GENERAL ARIAS CABRALES
Orlando Clavijo Torrado
El nombre del general Jesús Armando Arias Cabrales no es extraño para los nortesantandereanos. Otra cosa es que el olvido y la ingratitud hayan hecho mella en nuestros corazones, pero este gallardo guerrero es tan de nuestra esencia como el chocheco de Cucutilla y la arepa ocañera.
Desde temprano oí mencionar a menudo, con cariño y respeto, a don Gonzalo Arias Delgado, natural de Cucutilla, y a su esposa doña Hilda Cabrales, oriunda de Ocaña, justamente porque ellos oficiaron de padrinos del matrimonio de Leoncio Clavijo Suescún y Elvira Torrado Torrado, mis padres, en el corregimiento de La Victoria, Sardinata, un 26 de marzo de 1940.
Don Gonzalo tenía un porte viril y facciones distinguidas; su esposa ejemplificaba la belleza y la aristocracia. Constituían un joven hogar radiante por sus virtudes cristianas, admirado e imitado por muchos, como la mayoría de parejas que allí se conformaron. Porque a La Victoria, un poblado alejado, seguramente por razones económicas pues se trataba de un espacio y un mercado nuevos para la agricultura y el comercio, confluían gentes de otras poblaciones, incluso sirio-libaneses como los Hellal, los Chaya y los Aljure.
El padre Andelfo, hermano de Gonzalo, atendía en ese momento la feligresía que aún no contaba con parroquia. En tal entorno nació Jesús Armando Arias Cabrales. De La Victoria los esposos Arias Cabrales se trasladaron a Lourdes, en donde fue bautizado el futuro militar. Finalmente se ubicaron en Bucaramanga, por lo que se ha creído que el general es santandereano. Es cierto que allí creció y se educó, mas, como queda dicho, sus raíces son muy nuestras.
El 5 de noviembre de 1985 la guerrilla del M-19 se tomó a sangre y fuego el Palacio de Justicia de Bogotá, con las consecuencias que todo el mundo conoce. El general Jesús Armando Arias Cabrales se desempeñaba como comandante de la Brigada 13 del Ejército Nacional, y se le confió por los altos mandos y el presidente de la República el rescate de los secuestrados y el restablecimiento del orden en el máximo tribunal de justicia de la nación. Pero ahora el cuento se cambió. Nadie quiere recordar que al doctor Alfonso Reyes Echandía, presidente de la Corte Suprema de Justicia, un hombre netamente intelectual, tan pacífico como aquel incapaz de poner siquiera la mano para impedir que una bala lo hiera, un insurgente le descerrajó un tiro en la cabeza estando él de rodillas contra un rincón. Como tampoco nadie quiere recordar que al doctor Humberto Murcia Ballén – mi profesor de Derecho Civil – le dieron plomo los guerrilleros por su prótesis del miembro inferior – “pata de palo”, le decían – cuando osadamente emprendió la huída del Palacio, logrando salvar su vida, mientras que los demás magistrados, sin ningún impedimento, no tuvieron esa decisión. Nadie quiere saber de la bajeza de los asesinos y de la valentía de los guardianes de la democracia y las libertades. Para el general Arias Cabrales están pidiendo, virtualmente, considerada su edad, cadena perpetua. Para los verdugos, perdón y olvido.
Con todo, la naturaleza de las cosas nadie las puede cambiar. Aunque el robo al estado hoy parezca viveza y olfato para los negocios, no deja de ser peculado, no importa que muchos lo practiquen. Y así, quienes defienden la Patria, son héroes aquí y en la Patagonia. Naturalmente, las violaciones a los derechos humanos que se hayan cometido luego de los luctuosos días, ya asegurado el Palacio y pasada la refriega, devienen a crímenes, y deben ser castigadas. Pero lo absurdo, injusto e inaceptable es que los militares que actuaron valerosamente en esas horas aciagas, ahora, de entrada, sean tratados todos como delincuentes, mientras la benevolencia se extiende generosamente para los asaltantes, sus colaboradores, auspiciadores y apóstoles.
En fin, que suceda lo que le suceda al general Jesús Armando Arias Cabrales, su estampa figurará en la galería de los grandes militares de Colombia, cabalmente por ser el prototipo de la bizarría de una raza que no se oculta a la hora del combate. Cuando la cordura se restablezca, también su nombre será reivindicado. Su nombre nortesantandereano.

orlandoclavijot@hotmail.com

Cúcuta, 21 de noviembre de 2010.

domingo, 14 de noviembre de 2010

CRONIQUILLA
OCAÑERIDAD
Orlando Clavijo Torrado

Vinieron tantos “güichos” de todas partes a Bucaramanga que alguien comentó con gracia que no se conseguía un “güicho” ni para remedio. Se demostró que la ocañeridad es algo vívido y que las colonias funcionan a todo vapor máxime si sienten estimuladas por la exaltación de uno de los suyos. ¡Qué grato encuentro con Jairo Claro Ovallos y Mario Javier Pacheco – de la representación de Ocaña -, con Carmelo Tadeo Mendoza, José Isaac López – ahora ejemplar diácono, el condenillo-, Edmundo Sarmiento Núñez y Pocho Claro – de los residentes allí -, con Daniel Raad Gómez, Guillermo Sagra Serrano, Alonso Ojeda Awad, Miguel Ángel Santiago Reyes y Arminio Piñeres Grimaldi, de la Fundación CARO en Bogotá, en fin..!
Los bumangueses – más cachacos que los nortesantandereanos, tal vez exceptuando a los pamploneses – gustan del protocolo y las ceremonias. Por ello, en el acto de posesión del Defensor del Pueblo, Volmar Pérez Ortiz, como miembro nacional correspondiente de la Academia de Historia de Santander, estaban presentes el alcalde, el contralor municipal y otros prestantes dignatarios. De nuestra parte gubernamental concurrió el alcalde de Ocaña Yebrail Haddad Linero. (El presidente de la Academia de Historia de Ocaña, Luis Eduardo Páez García, envió un emotivo mensaje de felicitación al recipiendario). La banda de la Policía Nacional interpretó sólo aires típicos tradicionales y a la entrada del señor Defensor se vino con las Brisas del Pamplonita. (Extrañamos la Ocañerita; de pronto no la conocen).
Don Volmar Pérez Ortiz - al estilo español, es el título que se le da a sus miembros en la mentada Academia – pronunció un enjundioso discurso sobre el nacimiento del Derecho Público a partir de la Convención de Ocaña y la estadía del Libertador Simón Bolívar en Bucaramanga – justamente en la casa que sirve de sede a la Academia - . Como todas las piezas literarias o jurídicas suyas, esta merece que se reproduzca en los órganos de difusión apropiados.
El mismo recipiendario ofreció un cóctel pero aún las colonias queríamos brindarle un particular agasajo por lo que lo invitamos al salón La Perla, ubicado en la Universidad Industrial de Santander, para la cena con tamal de arroz ocañero y pan idem. (Por supuesto - primo Federico Canosa Torrado - , que el whisky hubo que dejarlo a un lado y acompañar el tamal con otra bebida, porque hubiera resultado muy corroncho whisky con tamal. Aclaro que cuando le conté al primo este episodio, se quedó con la duda). Consumido este, continuamos con el escocés. Algunos bailaron mientras otros reanudábamos los lazos de amistad, vivíamos añoranzas y arreglábamos el país.
¡Noche magnífica, noche de la cultura, de la historia, de los recuerdos y del reencuentro de las privilegiadas gentes de la antigua Provincia de Ocaña alrededor del personaje más representativo que tiene el departamento Norte de Santander en las altas esferas de la administración nacional como es el doctor Volmar Pérez Ortiz!
Así fue la noche del 4 de noviembre de este año de gracia de 2010.

orlandoclavijot@hotmail.com

Cúcuta, 13 de noviembre de 2010

Datos personales

Mi foto
Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario

CERCA DE LAS ESTRELLAS

CERCA DE LAS ESTRELLAS
PORTADA

50 años del Diario La Opinión

50 años del Diario La Opinión
cena en el Club del Comercio - 15 de Junio de 2010 - Columnistas

Museo Antón García de Bonilla

Museo Antón García de Bonilla
Orlando Clavijo Torrado y Luís Eduardo Páez García junto a la foto del General Mateo Torrado, tío bisabuelo del primero, quien la donó. Don Justiniano J. Páez, abuelo del doctor Luis Eduardo, en su obra histórica al referirse a la guerra de los Mil Días, da fiel cuenta de las acciones del General Torrado en la contienda, en virtud a haber actuado como su secretario.

Museo Antón García de Bonilla

Museo Antón García de Bonilla
Hermanos Clavijo Torrado, Orlando, Nora, Edilia y Olga. Julio de 2010, Ocaña - Junto a la bandera con la imagen del Libertador Simón Bolívar bordada por señoras de Ocaña al conmemorarse el primer centenario de la independencia (1910).

EN EL AGUA DE LA VIRGEN

EN EL AGUA DE LA VIRGEN
Orlando Clavijo Torrado, sus hijos, nietos y primos.

CERCA DE LAS ESTRELLAS

CERCA DE LAS ESTRELLAS
CONTRAPORTADA

NI TAN CERCA DE LAS ESTRELLAS - Gustavo Gómez Ardila

NI TAN CERCA DE LAS ESTRELLAS - Gustavo Gómez Ardila
COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

MONOGRAFIA DE BUCARASICA - Olger García Velásquez

MONOGRAFIA DE BUCARASICA  - Olger García Velásquez
COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007

Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007
Con sus hijos, de izquierda a derecha Cesar Octavio, Jaime Mauricio, Silvia Andrea y Orlando Alexander Clavijo Cáceres

LANZAMIENTO LIBRO "CERCA DE LAS ESTRELLAS"

LANZAMIENTO LIBRO "CERCA DE LAS ESTRELLAS"
29 DE MAYO DE 2009. CÚCUTA.

En la Academia de Historia de Norte de Santander

En la Academia de Historia de Norte de Santander
Padre Edwin Avendaño, José Antonio Toloza (Q.E.P.D), Secretario de la Academia, y Orlando Clavijo Torrado