miércoles, 21 de diciembre de 2011

PARA EL SEMANARIO LA PROVINCIA DE OCAÑA

SAN JOSÉ, PADRE PUTATIVO
Orlando Clavijo Torrado

La novena tradicional de Aguinaldos, escrita por una monja tía del ex presidente Samper, alude a San José como Padre Putativo de Jesús (léase la oración). Los textos litúrgicos, por muchos años – yo afirmaría que siglos – le dieron ese noble título, por lo que me ha llamado la atención, aún concentrado y devoto en la santa misa, el cambio adoptado al respecto. Presumo que dado que la Iglesia anda en una política de no desagradar a nadie, de congraciarse y utilizando eufemismos, en una demostración de extraña mojigatería ahora al casto varón le quitó el putativo y lo dejó como el Padre Adoptivo. Por supuesto que significa lo mismo, a saber, padre supuesto, atribuido, pensado, o “reputado o tenido por padre sin serlo” como lo define el Diccionario de la Real Academia de la Lengua. ¿Acaso de un tiempo acá el putativo les suena a vulgaridad?
Putativo viene del verbo putare, pensar, que se conjuga en presente así: puto, putas, putat, putamus, putatis, putat, de modo que si digo “ego puto” estoy diciendo “yo pienso”, (nunca significará que estoy bejuco), aunque puedo simplificar, “puto”, esto es, pienso. (Se pregunta el genial caricaturista Roberto Fontanarrosa si quien está pensando esta “puteando”).
Y aquí viene otro enredo, o una historia simpática, la de la razón por la que a los José se los apoda Pepe, historia que justamente procede del putare (¡ojo! amables lectores: no inventen que el buen San José se relaciona con el putas; por favor, mucho respeto).
Pese a que existen varias explicaciones, parece como más consecuente la siguiente: De antiguo, al nombrar en las lecturas a San José se le agregaba el “pater putativus”. En los misales y devocionarios, escritos completamente en latín, se quería aclarar a los fieles que San José no era el padre real, y por ello traían la fórmula "Sanctus Iosephus P.P. Christi". P.P. eran las iniciales de pater putativus. El lector ilustrado leía en el púlpito o para si solo correctamente, pero la gente que medio masticaba las letras leía de corrido y sin entender "Sanctus Iosephus P.P.Christi”, de donde le surgió al justo hombre el apodo de Pepe Christi. El Christi fue desapareciendo gradualmente hasta quedar únicamente Pepe. La traducción de lo que decía y leía el lector culto es “San José, padre putativo de Cristo”.
En suma, el pueblo, bastante confianzudo, al que los latinajos no le entraban, y por lo que se llama en la formación de la lengua el fenómeno de “corrupción”, resumió todos los nombres del venerado esposo de María en uno solo, Pepe. Aclaremos que esta corrupción es distinta a la de los chanchullos.
Constituye, entonces, una rareza, que por estas calendas se vuelva a designar al hijo de Jacob y nieto de Matán, padre putativo, como tampoco panadero al panadero sino panificador, al igual que se incurre en discriminación si no se llama a aquella tipita de la profesión más antigua del mundo como trabajadora sexual; una versión se inclina porque los romanos llamaron a sus esclavas griegas “putas” principalmente por ser eruditas en toda suerte de ciencias y con algún doctorado en faenas eróticas. Pero ese es otro cuento.
Quedemos en que estos cambios son ¡cosas del modernismo!
Que así sea.

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21 de diciembre de 2011.

martes, 13 de diciembre de 2011

PARA EL SEMANARIO “LA PROVINCIA DE OCAÑA”

TRADICIONES NAVIDEÑAS
Orlando Clavijo Torrado

En el Desfile de los Genitores se muestra un cuadro que recoge una antigua representación propia del 6 de enero: la caza o danza del tigre.
Afortunadamente, también localidades como Río de Oro, Teorama y Otaré - corregimiento de Ocaña - , se han encargado de que no se borre de la memoria colectiva un pasaje tan bello y festivo, mientras que en pueblos en donde por mucho tiempo se celebró, ahora sólo es recuerdo de viejos y cierta sorpresa de los jóvenes que ni se inmutan ante el pasado glorioso. El pueblo que olvida su acervo irremediablemente se torna mediocre, se rutiniza y cae en la ordinariez, ya que tradiciones como la que mencionamos están cargadas de un sentido no solo emotivo sino espiritual y cultural.
Otra representación que tenía lugar el día de la Epifanía era la llegada de los Reyes Magos. Tres jóvenes ataviados con rutilantes coronas y trajes, montados en corceles imponentes y nerviosos, hacían varias estaciones para buscar al Niño Dios. Mientras tanto se cumplía la matanza de los santos inocentes por orden de Herodes. Para figurar la horrible escena se ponían en el centro de la plaza figuras cubiertas de lienzos simulando infantes en la cuna, y debajo había las vejigas de res llenas de tinta roja. El verdugo arribaba allí y descargaba mandobles con un machete hasta hacer estallar las vejigas: la “sangre” corría ante el espanto y repudio de las gentes, pero no transcurría mucho tiempo hasta el suceso de la aparición de los Reyes Magos, rebosantes de felicidad, con el Niño Dios en los brazos. Para Niño Jesús tomaban prestado un niño de verdad, recién nacido, sonrosado, llorón y pataleador. Los aplausos, la pólvora, la banda municipal y las campanas del templo pregonaban el júbilo por la salvación del Salvador del Mundo. Luego los monarcas, hincados de rodillas, le rendían un tributo de adoración.
Pero volvamos a la caza del tigre. Ello resultaba de una leyenda que contaba de un soberbio ejemplar de la familia de los félidos que a sus anchas andaba por los campos devorando cabritos, terneros, cerdos, aves de corral, y hasta vacas, de modo que las haciendas sufrían inmenso deterioro económico por su culpa. Entonces decidieron tanto citadinos como labriegos irse a rastrear al temible depredador. Para la escena, un individuo se disfraza de tigre; le colocan en la mitad del parque un árbol de poca altura en donde se trepa luego de cometer sus fechorías. Otros se disfrazan de cazadores que lo buscan en donde no se encuentra, hacen tiros al aire con escopetas, y están a punto de prenderlo cuando se les escapa. El malvado carepintado aprovecha para bajar del árbol el momento en que los cazadores no están por el contorno o se hacen los de la vista gorda o miran para otro lado como ciertos funcionarios que permiten los asaltos al erario; baja del árbol, digo, ruge y amedrenta a cuanto ser viviente se le cruza, con predilección por las mujeres. Suenan los disparos; los espectadores exclaman: ¡lo mataron!, pero el condenillo reaparece en otra parte, y así continúa la función por un buen rato para que el público goce del suspenso y de las miquerías de la fiera y sus perseguidores. Al fin, reposando en el arbusto, después de haberse engullido unas cuantas incautas ovejas y decenas de gallinas cluecas, lo pillan, y ¡zaz!,ahí va el tiro que lo derriba. El animal cae con teatralidad, da brincos en el suelo, se contorsiona, le hace muecas a todo el mundo, y por supuesto a los cazadores, y finalmente estira la pata con grandes payasadas. Los cazadores se acercan cautelosos, comprueban que en realidad colgó las garras, y lo arrastran y lo muestran orgullosos como un valioso trofeo. Ahí termina el sabroso espectáculo.
No sé si la caza del tigre tiene acogida en otros sitios de Colombia, mas es cierto que era usanza alegre muy cultivada en los pueblos de la provincia de Ocaña, de pronto ya olvidada en la mayoría, pero rescatada, repito, año tras año en los lugares citados arriba y en las comparsas del Desfile de los Genitores de todos los fines de diciembre en Ocaña. Sin duda que el esfuerzo de los organizadores y participantes de esos esparcimientos merecen un respaldo absoluto y una ferviente voz de ánimo para que no desistan jamás en el empeño de conservar nuestras más genuinas tradiciones.

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12 de diciembre de 2011.

martes, 6 de diciembre de 2011

CRONIQUILLA
PARA MORIRSE DE RISA
Orlando Clavijo Torrado

Muchas cosas graciosas han sucedido en estos últimos días dignas de quedar reseñadas para la historia. Creo que la primera es la entrega de la credencial como gobernador de nuestro departamento a Edgar Díaz Contreras por parte de un delegado de la Registraduría Nacional del Estado Civil. Digo que fue algo cómico porque, a juzgar por el registro gráfico publicado por este diario, Díaz y el otro señor, en mangas de camisa y sin testigos ni protocolo alguno, no aguantan la risa. Antiguamente la entrega de la credencial al elegido en una posición de tal categoría se hacía en una ceremonia muy seria y elegante, no solo por los trajes formales usados sino por la compostura de los participantes. ¡Estos sí son unos recocheros! Le contagian a uno la risotada.
Otra cosa sumamente graciosa son las esculturas artesanales que pusieron en el malecón de Cúcuta dizque como motivos navideños. Yo no veo qué tiene que ver un caballo Pegaso con la Navidad, ni un hipopótamo, una jirafa, o elefantes, osos, papagayos, sapos y culebras. Entiendo que el trabajo de confección de las figuras se les confió a madres comunitarias, mujeres muy pobres a las que unos pesos no les caían mal, pero ellas en sí no son culpables sino quienes les dieron las pautas. ¿Quién las mandaría a fabricar semejantes mamarrachos? Eso es para carcajearse.
Otros que también suscitan hilaridad son Hugo Chávez y Juan Manuel Santos si se mira las fotos de la prensa. ¡Jajaja! ¡Y qué estrechones! Yo también gocé al verlos tan contentos. Sin embargo, un guardia venezolano me aguó la felicidad en la alcabala de Ureña al pretender incautarme unas botellitas de whisky que compré para estas fiestas de fin de año en la zona especial donde le venden a uno presentando el pasaporte. El hombre, bastante amargado contra todo lo que suene a colombiano como la mayoría de los guardias y agentes armados de allí, y al que le deben importar un comino las recientes declaraciones de ardiente pasión y los convenios de intercambio comercial de nuestros mandatarios, me dio la alternativa: o se las decomiso o se devuelve para Ureña. Me dije para mis adentros: a éste no le doy gusto. Opté por regresarme y dejé la mercancía donde una señora amiga que sabe las mañas para traérmela a casa. ¡No contaban con mi astucia!
Y la última situación, de tantas chistosas y propia para gozar en la actual época de regocijo, es una notificación de la alcaldía municipal también de esta urbe a los vecinos de una calle que pedían el retiro de un contenedor de basura. El oficio, cuyo contenido no es otro que informarles del recibo de su solicitud y el paso para estudio a una serie de oficinas con nombres pomposos, está firmado por cinco funcionarios, todos doctores. ¡Cinco científicos para elaborar tamaño documento! ¡Qué cerebros! ¿No es para reírse? ¡Qué desperdicio: deberían estar en la NASA!

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Cúcuta, 4 de diciembre de 2011.

viernes, 2 de diciembre de 2011

PARA EL SEMANARIO “LA PROVINCIA DE OCAÑA”
CÁNTICOS NAVIDEÑOS
Orlando Clavijo Torrado
Andaba en busca de un precioso villancico que hace mucho tiempo no oigo, aquel que tiene una letra similar a esta: “oh pajarillos que vagáis por el bosque/ venid y ved al niño hermoso y chiquito/ que sonriendo entre la cuna está/. Allá en el monte/ hay fría nieve/ aquí en mi pecho/ suave calor/ ¿por qué sonríes?/ ¿por qué no duermes?/ ro ro mi niño/ duerme mi amor”, pero fueron infructuosas mis pesquisas. En compensación, encontré otros, de distintos países, todos muy inspirados y rebosantes de fe, tiernos, y algunos simpáticos. Por el corto espacio de la columna, citaré muy pocos.
¿Qué me dicen de esta baguala argentina titulada El niño barrigón? Veamos una estrofa: “En el portal de Belén/ hay un niño barrigón/ con un lucero en la mano/ echando la bendición”.
Entre tanto se me vino a la memoria las coplas que se sacaban con la música de “Una pandereta suena”, prueba de la musa colombiana: “Yo soy un pobre gitano/ que ha venido por aquí/ y al Niño Jesús le traigo/un gallo quiquiriquí” o esta otra: “Yo no soy de por aquí/ yo vengo del puro frío/ y al Niño Jesús le traigo/ este huevito cocío”.
Esta tonada se mete con San José: “San José al Niño Jesús/ un beso le dio en la cara/ y el Niño Jesús le dijo:/ ¡que me pinchas con las barbas!”. Sin duda es español, al igual que los siguientes: “La Virgen y San José/ juntos pasaron el río/ y en una cuna de flores/ llevan al niño metido/. Ya le llevan al recién nacido /mantilla, pañales, faja y fajetín/ porque vienen los fríos de enero/ y el Rey de los Cielos está pobretín”. ”A tus puertas hemos llegado/ cuatrocientos en cuadrillas/si quieres que te cantemos/ baja cuatrocientas sillas./ Dale, dale, dale, dale/ dale borriguito /dale, dale, dale/ que ha nacido Cristo./ San José era carpintero/ y la Virgen lavandera/ el Niño cogía astillas/ para coser el puchero./ Como brilla el lucero/ como el sol de mediodía/ a las doce de la noche/ nació el Hijo de María”.
Seguí recordando y me saltó la tonada picaresca escuchada en un lugar en donde había un señor fumador de pipa, al que le decían Pangote, por ser oriundo de dicho pueblo santandereano. Decía la sátira: “Yo soy un pobre muchacho/ que vengo de Gramalote/ y al Niño Jesús le traigo/ la bomba de don Pangote”. Allí mismo otro cantó, dándoselas de refinado: “Yo soy un forasterito / que vengo de las extranjas/ y al Niño Jesús le traigo/ un muchilao e naranjas”.
Este villancico no deja duda que es gitano andaluz: “Ha nacido el “churrumbé”/ en una noche lunera/ tendrá planta de calé/ y risa cascabelera/. San José es de mazapán/ y la Virgen de canela/ y este Niño es un bizcocho/ ”jecho” de azúcar morena/. No lo quiero carpintero/ ni tampoco de la fragua/ ni gitano castañero/ lo quiero rey de las almas”.
Citemos de último este titulado “El rabadán”: “Yo soy el gran rabadán/ cansadito ya de andar/ que guiado por mi fe/ a Jesús vengo a adorar./ Parrampín, parrampín, parrampía/ parrampín con José y María/ hay un niño en el portal./ Aquí va mi calabaza/ acabada de llenar/ y esta larga longaniza/ que os será de buen gustar./ Parrampín…/También llevo estos calzones/ que mi hermano os quiere dar/ son de lana muy caliente/ la mejor de mi lugar”.
El colombiano no se queda atrás en ingenio: “Yo soy un pobre chamito / que vengo de Venezuela/ y al Niño Jesús le traigo/ arepa con “guapanela”.
Ojalá sigamos cantando los villancicos que aprendimos de niños para que nos llenemos de la paz y alegría únicas que nos traen estas fiestas decembrinas y de año nuevo.
orlandoclavijotorrado@yahoo.es
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Diciembre 2 de 2011.

viernes, 25 de noviembre de 2011

EL SUTE

PARA “IMÁGENES” DE LA OPINIÓN

EL SUTE, PARTE DE LA HISTORIA DE CÁCHIRA
Por Orlando Clavijo Torrado
Aquella estatuilla elaborada en cerámica, de 28 centímetros de alto, me llamó la atención. Representa a un hombrecillo deforme, con los ojos saltones y la roja lengua expuesta; su cabello cano, semicubierto por un sombrero raído; viste una ruana repleta de remiendos y un pantalón corto de igual surtido; los sufrimientos y el dolor han tallado su feo rostro. Los pies miran a lados opuestos, uno hacia afuera y otro hacia adentro. Está en actitud de marcha apoyado en un tosco bastón de tallo seco (él mismo pulía, sin otras herramientas que sus manos y uñas, una rama para fabricarlo). Su figura evoca al Jorobado de Notre Dame, magistralmente caracterizado en la película.
La “cerámica” se encuentra entre los adornos de la sala que mis anfitriones - mi cuñado Hernando Rincón Reyes y mi hermana Edilia – Yiya – escogieron para su casa en Bucaramanga. Mi cuñado es oriundo de Cáchira y de allí viene la predilección por el personaje. Con su información y los datos que me suministraron otros cachirenses como Juan Mendoza Flórez y Héctor Morinelly Flórez reconstruí la trayectoria vital del protagonista.
Dicen que pueblo que se respete tiene su bobo. ¿Habrá en Colombia un monumento al bobo del pueblo? Antes que todo, entendamos qué es el bobo del pueblo. Es aquel individuo, hombre o mujer, humilde, servicial, en ocasiones demente, otras extravagante, las más de las veces sordomudo, cojo, bizco, en fin, minusválido, pero siempre querido, terror de los niños y al tiempo su deporte y ocasión de gozadera cuando lo hacen rabiar y lo provocan para que los corretee y les lance piedras y garrotazos fallidamente. En otros tiempos, por bobo del pueblo se conocía a todo cristiano raro por su traza, por sus dichos, forma de vivir y, comúnmente, objeto de risas y bromas. Hoy, la figura como tal desapareció. Podía haber uno o más bobos; en las poblaciones pequeñas bastaba con un solo bobo, mientras que había unos cuantos en las ciudades, sin que signifique que éstas estuvieran llenas de bobos. (Aclaremos que en todas partes abundan los bobos electores de los vivos que al final los defraudan). En Cúcuta fueron famosos Carlos Julio, la loca María, Elisa, Siete Machos y Carevieja. En Pamplona, el bobo del carbón con su jauría detrás. En Ocaña, Colinos, El Armadillo, Carlota la media rota, Alejo Castro, Juan Panochas, Jupajupa, Paba el chivo, Peyo, La Pispicia, El Cagao y la pareja de esposos Rufina y David. En Ábrego, Marcos Páez, Alejandro Mogollón (que vivió 100 años), Joaquín Manzano, Atanasio, Vita la surrucuca, El Zorro y Felipe Jiménez, el de los famosos bandos leídos en cualquier trozo de papel y nacidos de su revuelta imaginación, como este: “bando tercero jural, bien pa ustedes señores, las mujeres que se bañen bien la paloma..”
En el mismo Cáchira, con Sute hacían el conjunto de bobos Tatareto, Planchita y Pedro Pipas, quien inmortalizó la frase “siento la cabeza como una camorrera de pollos”. Estos personajes pintorescos se nombran en una canción cachirense.
De algunos de esos rasgos participaba nuestro héroe. ¿Su nombre? No, su sobrenombre, puesto que pocos sabían el primero: todo el mundo lo conocía como el Sute.
¿Qué es un sute en nuestro lenguaje nortesantandereano? El hermano Rodulfo Eloy (Ramiro Pinzón Martínez) en su obra La ensaladilla en el folclor nortesantandereano define así a los sutes: ”Además del sentido oficial de enclenques, señalado por el Diccionario, es un nombre genérico de los niños pequeños, sean enclenques o no; un sute es equivalente a un pelado (pelao) en otras partes”. Vale también por persona subdesarrollada físicamente, desvalida y, por su propia apariencia, insignificante socialmente y hasta despreciada. Llamar a otro “pobre sute” constituye una ofensa grave pues da igual que llamarlo un don nadie.
Empero, respondamos la pregunta ¿algún pueblo en Colombia le ha hecho un monumento a su bobo? Yo no tengo datos al respecto, por lo que sostengo – salvo prueba en contrario – que Cáchira, en nuestro departamento Norte de Santander, es el único pueblo que ha homenajeado a su personaje típico. El Sute, como el páramo de Guerrero, las cascadas y lagunas, encarna el sentido de pertenencia de los cachirenses. Tan cierto que su funeral fue apoteósico; no se quedó un alma en casa por acompañar a su bobito muerto.
En Cáchira sólo dos eminentes servidores habían merecido la consagración del bronce: el padre Luis Eduardo Montagut Torrado, a quien se levantó una estatua en el atrio de la iglesia, y el dirigente político Miguel Durán Durán, cuya memoria perpetúa un pequeño busto frente al hospital que lleva su nombre. Al poco tiempo del deceso del Sute la ciudadanía clamó por honrarlo de la misma forma que aquellos doctos e influyentes varones. Todos contribuyeron para la elaboración de una estatua, la que fue colocada en un principio al final del mismo atrio pero un alcalde decidió que ese no era el sitio adecuado y la trasladó a la entrada del pueblo en donde hoy se encuentra, a manera de bienvenida. Réplicas de la estatua se venden en tiendas de artesanías de Bucaramanga y Cáchira en materiales tan disímiles como porcelana, madera y cerámica. El Sute también ha inspirado almanaques y fotografías de souvenirs.
Hermenegildo – o Hermeregildo, como pronuncia el pueblo – o Merejo- Acevedo nació el 14 de abril de 1899, de la unión de Valentina Acevedo y caballero desconocido, atribuyéndose la paternidad a Leopoldo Reyes, de quien es seguro que le sirvió de padrino con su esposa Crisanta Mora. Se nombran como abuelos maternos a Marcos N. y Genara Celis. Fueron sus hermanos Socorro, José del Carmen, Leopoldo, con similares deficiencias que el Sute, y Silvino, mayordomo de don Daniel Mora Reyes, de los mayores finqueros de Cáchira.
El Sute sí nació como el Niño Jesús, en unas pobres y humildes pajas. La choza estaba ubicada en el sitio El Saladito, perteneciente a la finca Santa Rosa, en donde luego se fundó el barrio San Miguel Arcángel. Es tradición que al ver lo que había parido, una criatura con las piernas sueltas y trastocadas y sin paladar, la madre sufrió un shock, del que la sacó la partera quemando plumas de gallina y dándole a inhalar el humo. En contadas oportunidades no pronunciaba sino las palabras “joda”, “salan”, “aguja” y “me voy pal Guayabo”; emitía sonidos como ga, gu, go, bufaba y a veces parecía que cantaba. No llegaba a los 1.60 metros de estatura.
La infancia del Sute transcurrió en la finca Las Lagunas, en la vereda Ramírez, hoy propiedad de Héctor Ramírez. Esta vereda Ramírez es de gran renombre por estar allí el latifundio La Hacienda, cuyo epicentro es una casona del siglo XIX, de paredes pisadas de un metro de espesor, con amplias habitaciones, corredores y sótanos como mazmorras. La legendaria Hacienda constituye la propiedad más extensa en el contorno como que abarca los municipios de Cáchira, Villacaro y Arboledas; su dominio comprende también las fincas Los Pozos y Sardinata, propiedad del doctor Germán García Durán, ex embajador en el África, y de doña Aura, residente en Bogotá, hija natural del doctor Miguel Durán Durán, casada con don Miguel Vásquez, ya fallecido, enlace del que nacieron tres hijas; propiedad, igualmente, de los Durán Durán, de los Barco Vargas, de la familia Cuadros, del insigne poeta Jorge Gaitán Durán, trágicamente desaparecido, y de su hermano Eduardo, hoy residente en los Estados Unidos, quien fue ministro de Agricultura (en una visita que hice a La Hacienda durante unas vacaciones universitarias encontré en un sótano un pergamino que la alcaldía de Pereira le concedía como reconocimiento por sus servicios a la ciudad. ¡Oh paradoja! ¡Con cuánto cariño y entusiasmo le otorgarían tal distinción - ¿o sería pura zalamería ? - , y véanla a donde fue a parar, a una caja de cartón rota y sucia!). A La Hacienda solían llevar en los asuetos escolares al futuro presidente de la República Virgilio Barco Vargas, siendo un niño, como un pequeño rey, impecablemente vestido, sin permitirle que se metiera al potrero a mirar el ganado ni oler la boñiga.
Volvamos a la vida del Sute. Sólo a los 17 años vino a conocer Cáchira; allí se amañó y nunca más regresó al campo. Entonces, se convirtió en el parroquiano más popular. Los muchachos le hacían señas con los puños de algo rodando, por imitar el movimiento de sus pies, lo que lo enfurecía. Dormía en las bancas de la iglesia, o en donde la noche lo sorprendiera, pero su casa preferida era la de Campo Elías Sepúlveda. Cuando por los achaques de la vejez quedó imposibilitado para errar por las calles, la alcaldía municipal le proporcionó un albergue en el mismo sitio ocupado después por Telecom. Su equipaje consistía en un atado de escobas confeccionadas con ramas de ayuelo – una planta de tierra fría - , ropa que destrozaba y cobijas a las que la mugre volvía pardas. Abastecía al pueblo de escobas y si nadie salía a recibirlas se daba mañas para entrarlas por los solares o por algún lado. Pantalón que le regalaban era pantalón recortado por él, remendado con aguja de coser costales de fique y adornado con cabuyas. Nunca se despojaba de su ruana, también llena de remiendos, como se dijo. Vivía de la caridad pública; las monedas que le regalaban las llevaba a su hermano Silvino. Pero les colaboraba a las señoras en labores domésticas como barrer, moler el maíz para las arepas y tostar el café.
Nadie como el Sute para arrimarle fuego a los voladores: ahí estaba en todos los festejos y nunca sufrió un percance con la pólvora. Mujer con minifalda recibía su regaño; algunas pícaras muchachas cruzaban las piernas delante de él para verlo bufar de la rabia, aunque sí gustaba de tocarles las pantorrillas y echarse a reír. Tomaba el baño en el río Cáchira y en el caño de Chorreritas y se rasuraba la barba con candela de cigarrillo. Recogía cuanto papel había en el suelo y lo quemaba. Su lugar preferido en el templo era el confesionario. Consciente de lo que hacía, se reía a gusto cuando comenzaba a soltar sonoros pedos (o peos, como dice en nuestro medio desde el analfabeta hasta el más culto) en plena celebración de la misa. En veces se sentaba en la última banca, con el mismo propósito, por lo cual la gente lo dejaba solo. En una ocasión en que no se pudo elegir reina de las fiestas, los chistosos del lugar, entre ellos Antonio Acevedo (Curtes) y Víctor Gama, emborracharon al tontico, lo vistieron de rey y colorines, por carroza le fabricaron una zorra o carreta pues él le tenía pavor a los carros, y así lo pasearon por el pueblo.
El Sute contó con todas las contemplaciones para el final de su existencia. En la casa de propiedad municipal asignada por el alcalde Optimio Velandia recibía los cuidados de una enfermera dispuesta permanentemente. Murió de un infarto cardíaco a los 85 años el 9 de julio de 1984. Desde aquel día empezó su gloria, cultivada como al más querido y recordado de los cachirenses.
PARA LA REVISTA “IMÁGENES” DE LA OPINIÓN
Personajes típicos de nuestros pueblos.
¿PACHA ENLOQUECIÓ DE AMOR?
Orlando Clavijo Torrado

Bucarasica, pese a estar situado a sólo 95 kms.de Cúcuta y 109 de Ocaña, es el municipio más olvidado del departamento Norte de Santander. Desde su nacimiento, el 24 de abril de 1893 como pueblo propiamente dicho, perteneció hasta 1980 a la provincia de Ocaña, mas hoy allí no quieren saber de él, ni lo nombran, ni lo conocen. En Cúcuta corre igual suerte. Un alcalde, don Adán Garavito, intentó entrevistarse cuatro veces con el gobernador de turno, y desesperado acudió al diario La Opinión para quejarse. Allí le hicieron una entrevista, la que titularon, en términos semejantes:” Le cierran las puertas de la gobernación al alcalde de Bucarasica”. ¡Santo remedio! El mismo día lo llamó la secretaria del mandatario para informarle que éste lo estaba esperando.
De contarse con una buena carretera se podría ir de Cúcuta en un tiempo máximo de hora y media (en una oportunidad, aún con la carretera maluca de siempre pero en una potente camioneta, estuvimos en una hora en el caserío). Actualmente es preciso disponer de tres a cuatro horas para llegar, si por azar habilitan el paso. Esto indica el abandono absoluto de los entes departamentales y de todos los dignatarios que en los últimos lustros han ocupado el palacio de la Cúpula Chata. Sin duda que, cuando el municipio era considerado como integrante de la provincia de Ocaña, los gobernadores de dicha comarca, a saber, Lucio Pabón Núñez, Argelino Durán Quintero y David Haddad Salcedo, le brindaron toda su atención. Paradójicamente, la carretera que atraviesa sus corregimientos La Sanjuana y La Curva, que conduce a Ocaña, se encuentra pavimentada, en razón a tratarse de una vía nacional.
Con su altura sobre el nivel del mar de 1125 metros ofrece un delicioso clima que parte de los 22º centígrados y puede alcanzar los 30º en intenso verano.
Empero, otra particularidad distingue – o mejor, distinguía - a Bucarasica: su personaje típico, Ana Francisca Bayona Gaona, con cédula de ciudadanía número 1.094.114.197 reciente, expedida en Cúcuta, para que pudiera acceder a los servicios médicos. Al nombrarla así, ni los bucarasiquenses saben de quién se trata: es ni más ni menos que Pacha, Pachita, la loquita Pacha.
Aclaremos: Pacha ya no es Pacha; ahora se llama Olga Lara. Sin que se conozca de dónde lo sacó, ese fue el nombre que le dio a la enfermera momentos antes de que a regañadientes se montara por primera vez a un carro. Pacha había tenido un accidente casero y era preciso hacerla ver de un facultativo. Y así fue como de su tranquila Bucarasica vino a morar al barrio Caobos de Cúcuta, junto a su hermana Flérida, el esposo de ésta y ex alcalde Medardo Rincón, y sus sobrinos.
Interróguesele si quiere regresar a su patria chica y responderá que no porque los liberales son muy malos. Sin embargo, cuando estaba allí y se le anunció que debía ser trasladada pedía que no lo hicieran porque en Cúcuta había muchos liberales. Adelante explicaremos la causa de su fijación de ideas contra los hermanos rojos.
¿De qué está hablando Pacha? De los años 40 del siglo pasado. Entonces, se le congelaron la memoria y todas sus vivencias.
Pacha vino al mundo en el modélico hogar conformado por Marcelina Gaona – ella nativa del lugar – y el abreguense Ángel Bayona. Hagamos un paréntesis para recordar que los colonizadores del actual Bucarasica procedían de Ábrego, y que a medida que se regaba como pólvora la fama de la feracidad de sus suelos, comenzaron a llegar copiosamente gentes de Santander y Boyacá, y de los cercanos Gramalote y Sardinata. En las dos primeras décadas del siglo XX se había establecido un grupo de comerciantes “turcos”, que en realidad eran jóvenes oriundos de Italia, Siria y Palestina, escapados de su tierra para no ser reclutados e involucrados en la Gran Guerra o Primera Guerra Mundial. Por ello fueron familiares en Bucarasica, entre otros, los apellidos Hellal, Stabilitto, Aljure, Forgioni, Chaya y Troconis.
La prole Bayona –Gaona estuvo compuesta por Rosario, Carmen Reyes, Elvira, Oralia, María Antonia, Flérida y Ana Francisca, nacida en 1927.
Pacha eligió como su principal ocupación la de escogedora de café en la hacienda El Balcón, a menos de un kilómetro del poblado. Al preguntársele si tiene plata contesta que ya se gastó los cuatro reales que le pagó su patrona doña Sara Peñaranda de Pérez por el trabajo de la semana.
Pacha también bordaba y ya enferma lo continuaba haciendo. Entona aún viejas canciones como el bolero “Tu duda y la mía”, y “Senderito de amor” que para ella es “Sombrerito de amor”. Es lectora constante de cuanto caiga en sus manos, y lee con buena entonación indicando en voz alta los signos de puntuación. Ejemplo: Jesús dijo a Pedro: dos puntos y abre comillas "Vuelve la espada a la vaina” punto y cierre comillas.
Por haberse detenido su entendimiento en la aurora de su vida nombra al padre Eliécer Villamizar Rondón, párroco de 1939 a 1945, a la madre de éste, doña Ana, y a personas de aquella época, cuyos nombres le pone a la gente actual según se le parezcan. Así, a la psicóloga Vilma Quintero Rojas la llama “la diosa”; Edilma Rodríguez, dueña de un restaurante del pueblo, es para ella Albertina (nadie sabe hoy en día quién fue Albertina). Designa los sitios con los nombres de las familias que conocía en el momento en que le sobrevino la demencia: la casa de las Barrera – por aludir a las hijas del jefe político don Rubén Barrera - y la casa de las Tamaritas (Elvira Támara y hermanas). A todos los médicos los llama el doctor Ruiz.
Decíamos arriba que tenía una fijación contra los liberales. Simplemente, ocurre que el año 1944, cuando ella perdió la razón, hace parte del período que va de 1930 – fecha de la caída del Conservatismo y ascenso del Liberalismo – a 1946 – año en que el Conservatismo recupera el mando -, 16 años en que se desata la ira de los “cachiporros” contra los “godos” en todo el país, y en el ámbito municipal, los liberales, principalmente de la vereda Malabrigo, de Ábrego, y Sardinata, se entregaron a cometer tropelías contra los habitantes del pueblo de mayoría conservadora, asesinan al hermano del padre Prisciliano Yaruro y a Basiliso Vargas, van en busca del cura, que logra huir, y profanan el templo con actos repudiables como defecarse, beber aguardiente en el cáliz, regar las hostias y pisotearlas, y tomar la capa de San Pedro para torear. Todo ello lo retuvo Pacha en su recuerdo. En esta era cibernética diríamos que se le quedó grabado en el disco duro.
En sus primeros años de juventud Pacha soñaba con semejarse a las modelos que aparecían en los figurines, y a las artistas de los folletines que alguien llevaba de Ocaña o Cúcuta esporádicamente. Todo le sonreía a su alrededor, su alegre juventud cantaba, y por las noches se sentaba junto a la entrada de su casa a contemplar el cielo intensamente azul colmado de estrellas, muy característico de Bucarasica. Bordaba por placer cuando no estaba en otra labor tan femenina como escogedora de café. Era una chica de tez blanca y sonrosada, esbelta, bonita, vanidosa y vestida primorosamente; sólo hacía falta que apareciera su príncipe azul.
Pues éste realmente apareció. Pero no propiamente en la figura de un joven apuesto de capa y espada, cabalgando un corcel blanco, sino encarnado en un servidor público, ataviado de botas y vestido verde oliva, cartuchera y revólver al cinto, y fusil Mauser al hombro. El hombre duplicaba en edad a Pacha mas no fue óbice para que ella quedara prendada y, por supuesto, para que él, un cazador de doncellas, emprendiera pronto la conquista.
El romance se acentuó y los amadores acordaron unir sus vidas para siempre; sin embargo, ella no tenía sino quince años y sus padres no aceptaban la relación, de manera que no quedaba sino la fuga.
En un abrir y cerrar de ojos la jovencita desapareció de su hogar, pero al día siguiente llegaron noticias de que la habían visto en la vecina población de Sardinata del brazo de un agente de la Policía Nacional. Sin pérdida de tiempo su padre, Ángel, y su hermano Carmen Reyes, pusieron pies en polvorosa y lograron llegar al cuartel de policía en donde efectivamente la encontraron. Dialogaron de forma persuasiva con ella y sin oponer resistencia ni argumento alguno accedió humildemente a retornar con sus protectores. No está confirmado que el salteador del inocente corazón de Ana Francisca hubiere estado ya casado, mas el rumor generalizado apunta hacia ese hecho. Las ilusiones de Pachita se truncaron y lloró febrilmente su desamor. Suspiraba y permanecía largas horas en silencio.
Con todo, nuestra protagonista continuó su vida rutinaria, solamente interrumpida por un casual viaje a Toledo para acompañar a la señorita Sara Pérez – Sarita - , hija de su patrona, quien iba a visitar a su hermana Dionisia, casada allí con don Esteban Mora. Las dos iban acompañadas de un obrero de la finca, Elí Lizcano.
El obrero cumplió su encargo dejando a Sarita y regresando con Pacha. La creencia común se endereza a que el trastorno de la muchacha aconteció luego de cruzar una quebrada. De allí en adelante empezó a delirar. Pasados los días se tornó agresiva, se sumió en el mutismo, y la invadió un desasosiego que la hacía caminar todo el día, calle arriba y calle abajo, sin detenerse. Nunca más volvió a reír. Sin causarles ningún daño, sacaba a los bebés de sus cunas, los arrullaba y los paseaba un rato y luego los devolvía a sus madres. Se dedicó a fumar tabaco fuerte y luego optó por masticarlo. Hubo un tiempo en que llegaba a las tiendas y sacaba sin permiso los tabacos; su familia la amonestó por esos robos, mas ella respondió que no los estaba robando: son cogidos, dijo. Hoy le cambiaron el hábito de mascar tabaco y en su lugar le suministran semillas de cardamomo y canela.
Superada la etapa de agresividad, volvió a hablar frases cortas y se convirtió en mandadera de las señoras que le pedían ir a las tiendas a comprarles los víveres para la cocina. Correcta con los vueltos, en términos tajantes le exigía al tendero: faltan doscientos pesos.
Ya en su nuevo hogar la agitación terminó. Desprecia la televisión, consume con satisfacción su plato favorito que consiste en arroz seco, huevo frito, plátano chocheco y café al por mayor, y solo se interesa por su sobrino el ingeniero Hugo Rincón, el que la consiente y la carga. Se inquieta cuando éste no aparece pronto y pregunta, según sus palabras, que en dónde está “el hombre ese”. Por lo general se mantiene acostada, cuenta los días que faltan para que le lleven la comunión, y cuando pide la porción para mascar y se le pregunta que para qué quiere la mascada responde filosóficamente que para no hacer nada.
Con la venida de Pacha a Cúcuta, Bucarasica se quedó sin personaje típico, que reinó por cerca de siete décadas, por encima de los folklóricos borrachitos Pacho Gallo (“a Gallo no le maman gallo” ) y Pablo Antonio Suescún, el de las coplas maliciosas.
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Fuentes: 1. “Cerca de las estrellas. Registro histórico, minucioso y documentado de Bucarasica, población de la antigua provincia de Ocaña, en el departamento Norte de Santander, Colombia”. Orlando Clavijo Torrado. 376 páginas. Imprenta Nueva Granada, Cúcuta, febrero de 2009.
2. Archivo particular del autor.
3. Raquel Rincón Bayona, a quien le agradezco infinitamente por su gentil colaboración con importantes datos sobre su tía.
PARA EL SEMANARIO “LA PROVINCIA DE OCAÑA”

BOMBA CON CEBOLLITAS
Orlando Clavijo Torrado

Por muchos años los fuegos de artificio – morteros, tumbarranchos, sonajeros, buscaniguas, martinicas, voladores cuartos y quintos (porque llevaban cuatro o cinco truenos), las luces de Bengala, los toros y vacas de candela y las recámaras - acompañaron las fiestas de Navidad y año nuevo. Su comercio era libre, callejero, vendidos por cualquiera y adquiridos por grandes y pequeños. Ahora están virtualmente prohibidos y hasta penalizados principalmente por protección a los niños.
Bueno: con los de mi generación hablamos de estos asuntos y le damos gracias a la Providencia porque en aquellos tiempos nos protegió al máximo ya que nosotros sí que jugábamos con candela. Los percances eran esporádicos y no como hoy que ocurren a diario. Sólo viene a mi memoria que al secretario de un juzgado se le enredó en una pierna un alambre desprendido de una bola de candela que pateaba, pues ese era un juego normal. ¿Normal? ¡Sí, y además divertidísimo! Mirando desde la atalaya de la madurez deducimos que eran juegos salvajes, atrevidos, y que a no ser por la misericordia divina, quién sabe si viviríamos. El mozalbete aquel sufrió tales quemaduras que debió permanecer varios meses en cama.
Se le tenía una confianza infinita a la pólvora (en muchas tiendas se expendía sin restricciones la dinamita; la única precaución radicaba en mantenerla mojada para evitar una explosión; esa dinamita se utilizaba para pescar). ¡Válgame Dios!
Dentro de este contexto me remonto a un hecho protagonizado por un compañero de estudio en el Seminario Menor del Dulce, muy ligado a mí por el afecto y la sangre: llegaron las vacaciones de fin de año y nuestro héroe quiso llevar a su patria chica una buena cantidad de “cebollitas”, artefactos que estallaban a la menor fricción pero cuya mayor gracia consistía en lanzarlas al piso y que ojalá reventaran debajo de las naguas de una vieja; también servían para asustar muchachas, en fin, para la gozadera; él pretendía obtener suficiente lucro con su venta. Yo lo acompañé a buscarlas. Nos indicaron un sitio del que recuerdo que había que atravesar el río Algodonal. Éramos, más que adolescentes, unos niños, de modo que energía y arrestos no nos faltaban. En una casa humilde vivía el polvorero. Mi amigo empacó el cargamento propio para una guerra en su baúl de madera, amortiguado entre cobijas y ropa. Y así se enrumbó para su pueblo en un bus de Peralonso. El carro cruzó por llanos y hondonadas, climas calurosos, medios y fríos, saltó por piedras, baches, terraplenes y charcos. Para humanos y carga, por aquellas mal llamadas carreteras, los autobuses eran unas batidoras. Entre tanto, mi condiscípulo, sufra en secreto y rece porque no volaran en átomos al cielo. ¡Uf! Por fin llegó a su destino; todos estaban sanos y salvos. Ni el chofer ni los pasajeros se enteraron de que habían viajado con una bomba de tiempo a bordo. ¡Y a vender “cebollitas” se dijo! Me contó que no le quedó ni una y que fue jugosa la ganancia. ¡Ah! y que se rió de lo lindo viendo correr a las viejas.
Después de esto, ¿cómo se nos podía calificar? ¿De imprudentes, temerarios, irresponsables, suertudos? Todo junto, pero por encima de ello, ¡jóvenes!
Hoy, ya a la edad serena, aconsejamos, como en los espectáculos de ilusionismo peligrosos por televisión, no hacer nada de lo narrado antes, ¡ni locos!

orlandoclavijotorrado.blogspot.com

jueves, 17 de noviembre de 2011

Para el semanario La Provincia de Ocaña

UN CANTO Y UNA DEVOCIÓN
Orlando Clavijo Torrado

Transcurridos veinte años me deleité en un disco LP – que conservo intacto - con el hermoso porro “Mi tierra”, en la voz de Nubia Ordóñez, de la autoría de Alfonso Carrascal Claro. Pero ya yo estaba cautivado por este aire por la interpretación que le había oído por allá por 1954 al padre Luis Antonio García Lemus, acompañado de su acordeón. Incluso, yo llegué a creer que la canción era creación del sacerdote. El padre le había hecho algunos arreglos en la letra como “Virgen de Torcoroma, de mi tierra la reina, con tus manitas santas, dame tu bendición”. En la letra de Alfonso Carrascal la alusión a la Virgen dice: “Si acaso yo no vuelvo, a ver tu verde valle, le pediré a la Virgen, me dé su protección: Virgen de Torcoroma, vela por mi terruño, con tus manitas blancas, dame tu bendición”.
Entonces, lo curioso de mi caso es que mi devoción por la Virgen de Torcoroma debía haberse cimentado cuando …
Mejor, voy a contar la historia. De niño estudié los primeros años de bachillerato en el Seminario Menor del Dulce Nombre. Casualmente, por el tiempo en que conocí al presbítero García. Los paseos a los que nos sacaban los sábados tenían como destino, por lo general, el monte de la aparición; algunas veces deambulábamos por la Ermita, Buena Vista, Pueblo Nuevo, el monumento a Cristo Rey y por cuanto caserío y cerro quisieran explorar los padres eudistas franceses, veteranos de las dos guerras mundiales, en doce horas de continuo caminar, desde las 6 de la mañana hasta las 6 de la tarde en que ya las luces de neón de los almacenes Everfit y Valher se habían prendido. Llenábamos los morrales de guayabas – que sí abundaban y nos servían hasta de bolas de béisbol -, y recogíamos semillas de jaboncillo para lavar los pañuelos empapados de sudor en el río Algodonal. ¡Era una delicia sacarles jabón a esas pepas!
Pero si bien la Virgen de Torcoroma me hizo un primer milagro al borrarme un “mezquino” (o pequeña verruga) de la mano nada más echándome agua tomada del manantial que corría por la espesura, aún no era su devoto absoluto. Aquello era un juego de niños, entre curiosidad, superstición y mínima fe. ¡Cuántas veces subí radiante al santuario por el camino empinado!
En verdad, fue el canto del padre García Lemus el que me hizo auténtico devoto. La letra me pareció bellísima y su ritmo sentido y alegre. Desde que lo oí, en aquella lejana época, la Virgen de Torcoroma se convirtió en mi santa venerada, mi protectora y aliada.
¿Son los prodigios de la música? ¿Pero también de nuestra patrona? No sé. Lo cierto es que la Virgen de Torcoroma entró a mi alma cantando.

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viernes, 11 de noviembre de 2011

PARA EL SEMANARIO LA PROVINCIA DE OCAÑA

TIEMPOS MODERNOS
Orlando Clavijo Torrado
“Así, aunque la democracia puede referirse a una doctrina o principio de gobierno, una serie de procedimientos institucionales o una serie de comportamientos, la idea principal es la distribución descendente del poder y la participación activa del pueblo para influir en el rumbo y los resultados….(Pero ) El gobierno del pueblo siempre tiende a disminuir las restricciones y, por lo tanto, tiende a la mediocridad”. Brian Orchard.
En mi criterio, además del leve retroceso del Partido Conservador, el acontecimiento trascendental en el departamento como consecuencia de las últimas elecciones es la continuación de la línea Atalaya en la gobernación con Edgar Díaz. (Atalaya, para los lectores que no conocen a Cúcuta, es una ciudadela de unos quinientos mil habitantes, producto de continuas invasiones de campesinos pobres de los diferentes municipios del departamento, ubicados en la escala socioeconómica entre los estratos del 0 al 2. De allí emergieron el presente gobernador William Villamizar y los alcaldes de Cúcuta Pauselino Camargo – muerto por las AUC por sus vínculos con la guerrilla del ELN -, Ramiro Suárez - preso actualmente por homicidio de uno de sus asesores - , y María Eugenia Riascos, la actual mandataria, cuyo paso no tiene parangón en ineficiencia). Ese es el hecho escueto e histórico.
Ello está diciendo que los dignatarios no salen ahora, como ocurrió por mucho tiempo, de los exclusivos clubes sociales. Se cumple así la proclama de Abraham Lincoln del gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, lo que no compartía Francisco de Paula Santander para el que quien debía gobernar era la clase aristocrática por dos razones: primera: tiene el arte y la experiencia para mandar y, segunda: como es rica, no necesita robar. Repito, sin juzgar, lo dicho por nuestro “Hombre de las leyes”.
¿Fueron estas elecciones un desastre para los dos partidos tradicionales? Por ahí va el asunto. Sin embargo, creo que el origen hay que buscarlo en el zaperoco protagonizado por la vanidad y la ambición de importantes dirigentes con disidencias que empezaron a debilitar sus bandos. Valgan los ejemplos de Álvaro Gómez Hurtado (Salvación Nacional), Misael Pastrana (Partido Social Conservador) y Luis Alfredo Ramos (Equipo Colombia), en el campamento azul, y Alfonso López Michelsen (Movimiento Revolucionario Liberal), Ernesto Samper Pizano (Poder Popular, agrupación desaparecida en 1990 y a la que perteneció Álvaro Uribe Vélez), Germán Vargas Lleras (Cambio Radical), y el mismo Álvaro Uribe Vélez (Partido de la Unidad Nacional), en el campamento rojo. Con semejante ejemplo ya nadie respeta a los dos partidos históricos. Como liberales y conservadores firmes no quedamos sino los viejos. Los jóvenes agarran para donde se les antoja, sin mirar la sustancia – que no la hay -, arraigos, congruencia, nada, y así se afilian un día sin mayor discernimiento ni compromiso al movimiento en boga, PIN, PAN, PUM, AFRO, ASI, ASA, ASAO, Medio Frito, el Partido MIO, el TUYO, AICO, PAICO, Partido Verde, Partido Amarillo Pollito, etc. Los principios son lo de menos. Lo fundamental es el ensayo, la independencia, lo novedoso, en fin, romper con el pasado. Ser liberal o conservador ya no se usa.
Soplan fuertes vientos de cambio en todos los órdenes. De hecho, un bebé de hoy, de dieciocho meses, comprende tanto como un jovencito de diez años hace cincuenta.
En materia religiosa, ni se diga el desmadre. Según estadísticas, únicamente en EE.UU. existen 21.000 iglesias protestantes, al punto que afloran sectas de solo dos personas, marido y mujer. Colombia no está exenta de estas oleadas de locos movimientos, y de igual modo que en cada garaje funciona un partido político, también se encuentran iglesias a gusto del consumidor: “Jesús es amor”, “Aleluya, hermano”, “Sálvese quien pueda”, “Los discípulos de los fines de semana”, etc.
Así estamos, señores. Son tiempos modernos, ¡y bien modernos!

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martes, 1 de noviembre de 2011

CRONIQUILLA
LOS 28 AÑOS DE CRONIQUILLA
Orlando Clavijo Torrado

Esta columna viene saliendo en La Opinión como un ejercicio semanal desde 1983 con cierta regularidad y en los últimos tiempos con bastante irregularidad debido, según me informan algunos voceros del diario, a reprogramación en los espacios de los columnistas para darles cabida a más colaboradores. Ahora, como decía don Antonio Garcìa –Herreros de Sabatina, sale cuando puede. Esporádicamente Croniquilla se publicaba en el Diario de La Frontera, hoy desaparecido, cuando perteneció al brillante historiador ocañero Mario Javier Pacheco. Por allá por 1988, con el mismo propósito de brindar un mensaje con algo de picaresca, Croniquilla tenía una hermana gemela llamada Cosquillejas en el también ya extinguido diario El Comercio que dirigía el apreciado pariente y excelente jurista radicado en Bogotá Helí Abel Torrado Torrado.
A estas alturas estoy preparando una edición de Cien Croniquillas Escogidas, teniendo como criterio para la selección entre las más de l000 columnas que han visto la luz pública, aquellas que los lectores señalan como de su mayor gusto. Este proyecto va de la mano con las biografías de mi padre quien el próximo año cumpliría cien años de nacimiento, y de mi tío bisabuelo el general Mateo Torrado Pérez, actor de la guerra de Los Mil Días en Ocaña, El Carmen y Sur del Cesar, quien contó como secretario a don Justiniano J. Páez, luego destacado historiador.
Croniquilla se viene publicando de cuando en vez en el semanario La Provincia de Ocaña por invitación y gentileza de su director Carlos Jorge Vega. Allí continuará, Dios mediante y puntualmente, en salidas semanales. El aprecio con que me distingue, entre tantos inmejorables amigos y parientes, este completo periodista, así como el presidente de la Academia de Historia de Ocaña don Luis Eduardo Páez García, nieto de don Justiniano, refuerzan mis vínculos con la amada comarca de donde procede mi sangre, en donde recibí la primera lección de literatura y el aliento para su cultivo, y en donde ejercí mi primer cargo público como juez promiscuo del circuito. Además de en La Provincia por internet, igualmente, mis amables lectores podrán ver a Croniquilla y el resto de mis escritos en mi blog, como siempre, ingresando así: orlandoclavijotorrado.blogspot.com.
Debo agradecer a La Opinión su cordial acogida a mis artículos en casi tres décadas y reconocer que en muchas ocasiones el título de columnista opaca el de otras intervenciones en mi vida como las de diputado a la Asamblea del Departamento, ha largo rato, secretario de hacienda y director de Justicia del Departamento, Procurador Judicial Encargado, abogado asesor de Incora, juez en distintas categorías, fiscal delegado ante los jueces penales del circuito especializados, miembro de las Academias de Historia del Norte de Santander y de Ocaña y de los Centros de Historia de Ábrego y Convención y abogado litigante. ¿Y mis lectores? El reclamo de algunos de por qué no he vuelto a escribir, o aquel saludo de otros que apenas me dicen “no lo veo pero lo leo”, son voces de estímulo que merecen mi eterna gratitud.
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Cúcuta, 31 de octubre de 2011.

miércoles, 12 de octubre de 2011

CRONIQUILLA
El alcalde del Chochecal
Orlando Clavijo Torrado

En estos días previos a la elección de gobernadores, alcaldes y concejales, viene a propósito el recuerdo de un episodio plenamente verídico que viví en Ocaña. Ocurrió no hace mucho. Un pariente me preguntó con cierta ironía – sangripesado, decimos allá - si El Chochecal – nombre ficticio de un pueblo de la misma provincia – era municipio, tenía concejo y alcalde. Por supuesto que él sabía que sí, pero es de aquellos que aún consideran “camperos” – como en los viejos tiempos - a todo el que no haya nacido alrededor de la plaza “29 de mayo” de Ocaña. Con su interrogante me dio oportunidad para despacharme sobre el sempiterno tema de la corrupción.
- Claro que El Chochecal es municipio, con sus correspondientes concejo y alcalde – le respondí. Y para que se pique, le cuento que ser alcalde del Chochecal es mejor que ser alcalde de Ábrego, de Ocaña, y aún más, de Cali, Medellín, Barranquilla o Bogotá.
- ¿Me está mamando gallo o qué? – reviró medio bejuco.
- Se lo demuestro – le repliqué en tono suavezón. El alcalde de Bogotá quizá devengue por emolumentos quince o veinte o treinta millones de pesos mensuales, no sé, mientras que el alcalde del Chochecal apenas, teóricamente, gana dos millones, mas, en la realidad, se pone el sueldo que sus ansias le dicten. El alcalde de Bogotá tiene a la prensa encima, a un concejo vigilante y a todas las entidades investigadoras terminadas en ía – Fiscalía, Contraloría, Procuraduría, Defensoría, Curaduría – en tanto que el alcalde del Chochecal no tiene quien lo ronde.
- No entiendo del todo – dijo el otro - . Pues resulta – continué explicándole - que el presupuesto anual del Chochecal es de cuatro mil millones de pesos, un presupuesto desproporcionado para un municipio tan pequeño, en donde no hay donde invertirlo, pero el hombre se da sus mañanas para hacerlo.
- ¿En dónde?
- En su cuenta bancaria, con participación de algo para los concejales y el personero que le apañaguan todo. La fórmula es conocida en Colombia: se inventa obras y realiza contratos, de los que saca lo mandado por la corrupción, el treinta por ciento. Únicamente tomando tres mil millones para los supuestos contratos, el alcalde obtiene novecientos millones por año, pero aún restando lo que les reparte a los que chupan con él de la ubre municipal, frescamente puede meter en su carriel quinientos millones, vale decir que su sueldo mensual le queda en $ 41.666.666, lejos del que recibe el presidente de la República. En su período de gobernante el abnegado servidor público se embolsicará tres mil seiscientos millones de pesos. ¡Una lotería! ¡O el baloto!
- Ya comprendo. Tiene usted razón.
Vi que mi contertulio se quedó pensativo. Tuve la impresión de que estaba acariciando la idea de ir al Chochecal, más con el propósito de lanzar su candidatura a la alcaldía que con el de comer chocheco, el más humilde de los plátanos, de estrato uno, pero gustoso, que allí se produce en abundancia hasta para exportación. Y creo que no estaba errado cuando me preguntó si el alcalde de ese momento era de ahí.
-No – le respondí.- Allá hace años que los alcaldes son de afuera.

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Cúcuta, 12 de octubre de 2011.
CRONIQUILLA
El alcalde del Chochecal
Orlando Clavijo Torrado

En estos días previos a la elección de gobernadores, alcaldes y concejales, viene a propósito el recuerdo de un episodio plenamente verídico que viví en Ocaña. Ocurrió no hace mucho. Un pariente me preguntó con cierta ironía – sangripesado, decimos allá - si El Chochecal – nombre ficticio de un pueblo de la misma provincia – era municipio, tenía concejo y alcalde. Por supuesto que él sabía que sí, pero es de aquellos que aún consideran “camperos” – como en los viejos tiempos - a todo el que no haya nacido alrededor de la plaza “29 de mayo” de Ocaña. Con su interrogante me dio oportunidad para despacharme sobre el sempiterno tema de la corrupción.
- Claro que El Chochecal es municipio, con sus correspondientes concejo y alcalde – le respondí. Y para que se pique, le cuento que ser alcalde del Chochecal es mejor que ser alcalde de Ábrego, de Ocaña, y aún más, de Cali, Medellín, Barranquilla o Bogotá.
- ¿Me está mamando gallo o qué? – reviró medio bejuco.
- Se lo demuestro – le repliqué en tono suavezón. El alcalde de Bogotá quizá devengue por emolumentos quince o veinte o treinta millones de pesos mensuales, no sé, mientras que el alcalde del Chochecal apenas, teóricamente, gana dos millones, mas, en la realidad, se pone el sueldo que sus ansias le dicten. El alcalde de Bogotá tiene a la prensa encima, a un concejo vigilante y a todas las entidades investigadoras terminadas en ía – Fiscalía, Contraloría, Procuraduría, Defensoría, Curaduría – en tanto que el alcalde del Chochecal no tiene quien lo ronde.
- No entiendo del todo – dijo el otro - . Pues resulta – continué explicándole - que el presupuesto anual del Chochecal es de cuatro mil millones de pesos, un presupuesto desproporcionado para un municipio tan pequeño, en donde no hay donde invertirlo, pero el hombre se da sus mañanas para hacerlo.
- ¿En dónde?
- En su cuenta bancaria, con participación de algo para los concejales y el personero que le apañaguan todo. La fórmula es conocida en Colombia: se inventa obras y realiza contratos, de los que saca lo mandado por la corrupción, el treinta por ciento. Únicamente tomando tres mil millones para los supuestos contratos, el alcalde obtiene novecientos millones por año, pero aún restando lo que les reparte a los que chupan con él de la ubre municipal, frescamente puede meter en su carriel quinientos millones, vale decir que su sueldo mensual le queda en $ 41.666.666, lejos del que recibe el presidente de la República. En su período de gobernante el abnegado servidor público se embolsicará tres mil seiscientos millones de pesos. ¡Una lotería! ¡O el baloto!
- Ya comprendo. Tiene usted razón.
Vi que mi contertulio se quedó pensativo. Tuve la impresión de que estaba acariciando la idea de ir al Chochecal, más con el propósito de lanzar su candidatura a la alcaldía que con el de comer chocheco, el más humilde de los plátanos, de estrato uno, pero gustoso, que allí se produce en abundancia hasta para exportación. Y creo que no estaba errado cuando me preguntó si el alcalde de ese momento era de ahí.
-No – le respondí.- Allá hace años que los alcaldes son de afuera.

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Cúcuta, 12 de octubre de 2012.

miércoles, 5 de octubre de 2011

CRONIQUILLA
CIUDAD CONQUISTADA
Orlando Clavijo Torrado

“Ya se fueron, ciudad, tus caballeros, /que eran nobles, valientes y cristianos, /y te invadió una turba de villanos, / que son todos terribles pistoleros//. Hablan en nombre de tus claros fueros, /y presumen de ser tus ciudadanos; / han manchado tus timbres castellanos/y ahuyentaron tus viejos escuderos//. Pareces una villa conquistada /en medio de esa gente desalmada /que te trata con saña y con rencor, //en medio de esa gente sin blasones /que está lista a ganar las elecciones /que aconseje el señor gobernador”. (Marco A. Carvajalino Caballero, poeta ocañero).
Le pregunté a un entendido en la materia por qué a la alcaldesa de Cúcuta le otorgaban en otros lugares – menos aquí mismo – condecoraciones por su trabajo social si la ciudad presentaba sus calles deterioradas, el desorden reinaba en el tránsito y era evidente la falta de autoridad en todos los aspectos. El amigo me explicaba que se toma como social atender a las gentes más necesitadas, de ahí que repartir mercados entre los pobres se consideraba una gran labor social (pan para hoy, hambre para mañana). El resto no importa. Lo mismo se aplica para el gobernador, al que en misteriosos cenáculos lo sitúan entre los mejores del país (a propósito, me llegó una hoja en que ciudadanos de Bucarasica invitan a un plantón frente a la gobernación en protesta por la promesa incumplida de pavimentar el tramo de carretera que va de La Sanjuana a la cabecera municipal. Aluden allí a una cifra de dos mil ochocientos cincuenta millones de pesos para la obra, que se esfumó).
Bueno: lo cierto es que con las pésimas experiencias, llegó la hora de rectificar y elegir a mejores dignatarios. En cuanto al trono de la Cúpula Chata, dos fuertes candidatos se disputan el honor de ocuparlo: de un lado, Juan Alcides Santaella, ex gobernador, conservador de tiempo completo, de linaje distinguido, un hombre recto y transparente y, de otro, Edgar Díaz Contreras, con mucho arraigo en la clase humilde de donde proviene, oriundo del inmenso conglomerado humano que en los últimos años está poniendo gobernador y alcalde de Cúcuta, la ciudadela de Juan Atalaya, en donde cursó su bachillerato al lado del actual gobernador ( cuentan que en esos tiempos pertenecían a la Juco- Juventud comunista -), su compañero también en el concejo de Cúcuta, ambos colaboradores cercanos del ex alcalde Ramiro Suárez. En otra Croniquilla analizaba cómo la brújula está marcando de nuevo hacia el centro y sureste de Cúcuta (candidaturas de Juan Alcides Santaella para la gobernación y de Gregorio – Goyo- Angarita, Andrés Cristo y Donamaris Ramírez para la alcaldía de la capital del departamento), después de apuntar por más de una década por las periferias del norte y el occidente (Ramiro Suárez, La Libertad, Pauselino Camargo, María Eugenia Riascos y William Villamizar, Atalaya, alcaldes, los primeros, y el último, gobernador, respectivamente).
A mí, sinceramente, slogans que maltraten el idioma y den el mensaje a infantes y jóvenes de que así se habla bien, nada más que por populacherismo, no me gustan ni aplaudo, como el de “Por un Norte pa lante”. Estimo que, de ese modo, al menos en cultura lingüística, vamos “pa tras”. En consecuencia, ya mi voto para gobernador está cantado. Ahora, si tuviera mi cédula inscrita en Ocaña lo haría por muchas justas razones por su ex personero municipal Jesús Sánchez Clavijo, o Pecas.
Aún es tiempo de ir escogiendo. Que esa escogencia sea por el rescate del vergonzoso atraso y la penuria del departamento y la desastrosa situación de esta urbe, y de aquellos municipios que fracasaron en la elección anterior.
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Otrosí: Están construyendo en Cúcuta unas torres imponentes y hermosas, mas quizá por el supermodernismo las barandas exteriores e interiores son mínimas, con gran riesgo para grandes y chicos, particularmente para éstos. Señores arquitectos: suban la altura de las barandas e instalen vidrios protectores u otros elementos, y eviten tragedias como la de la niña Laura Manuela Páez Bueno que cayó de un décimo pésimo; así también se blindarán de futuras demandas. Por tal motivo no permití que un hijo mío, con niños pequeños, tomara un apartamento de aquellos, repito, elegante y fino, pero peligroso.
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Cúcuta, 5 de octubre de 2011.

jueves, 1 de septiembre de 2011

CRONIQUILLA
HOMBRE CON HOMBRE, MUJER CON MUJER
Orlando Clavijo Torrado

Dicen que hasta que no hubo un magistrado homosexual en la Corte Constitucional – la Corte se mariquió, comentaban con sorna - las personas querendonas de los de su mismo sexo no fueron reconocidas como una fuerza importante del país y sus raras costumbres entraron como derechos sagrados. De ahí en adelante todo fue silbar y cantar para afeminados y hombrunas. Empezó el apogeo de la comunidad LGB – lesbianas, gays y bisexuales - , que se amplió a la LGBT – la anterior más transexuales - , que se abrió a más militantes con la LGBTQ – la Q abarca a pansexuales, asexuales, poliamorosos, omnisexuales y trasgéneros - y por lo pronto van en la LGBTQI – ésta última sigla exigida por los intersexuales - . Como se ve, los invertidos crecen más que los precios de los víveres. La Iglesia católica abandonó su postura de rechazo absoluto y ya ha admitido por boca de sus jerarcas que sí existe la enfermedad del homosexualismo, pero que el pecado está en el ejercicio; otra cosa son los viciosos y degenerados que buscan más que placer dinero fácil; los enfermos deben guardar castidad.
Entonces, se enarboló la bandera de la discriminación. Mas, como lo explica el analista bien documentado y serio investigador Alejandro Bermúdez en su programa “Cara a cara”- que recomiendo bajar del Internet -, del canal católico EWTN, de discriminación podría hablarse antes de los años 60 en los Estados Unidos, contra los negros. Actualmente no existen autobuses, restaurantes o piscinas públicas, por ejemplo, con carteles que señalen: “Se prohíbe la entrada a homosexuales”. Cuando se requieren determinadas condiciones para una actividad o un cargo, es irrelevante alegar discriminación, puesto que quien no tiene aptitudes ni conocimientos para la música mal haría en poner una tutela contra la Orquesta Sinfónica de Colombia porque le niegan el ingreso como violinista. Tampoco a un presuntamente afectado o no favorecido le sería dado acusar de discriminación al Ejército, por ejemplo, siendo invidente, por no permitirle hacer parte de la fuerza área, o padeciendo de raquitismo y otras dolencias porque no lo acepten en una fuerza especial de combate en la jungla. De ahí que el cuento de minoría discriminada de homosexuales y lesbianas es eso, puro cuento. Discriminación viene, en su origen más antiguo, de la partícula “dis” - aparte – y “krei – men” – juicio o criterio -. Dentro de esta apretada disertación podríamos afirmar que genéricamente todos sufrimos en un momento dado una discriminación, por distintos motivos, y estamos expuestos a muchas discriminaciones. Pero hay que distinguir: cualquier persona tiene la libertad de ir al baile de boda de los príncipes de Inglaterra, pero antes tiene que cumplir con una serie de condiciones, la principal, ser invitado, llevar el traje adecuado, etc.
Siguiendo esa falsa concepción de la discriminación, hay predicadores radicales como el locutor americano Mike Signovile que atacan ferozmente el matrimonio heterosexual con el fin de reventarlo – es su lenguaje -, de destrozarlo, con lo que nadie discriminaría a los gays.
Justamente, en cuanto a matrimonio – proclaman los librepensadores – no debe haber talanqueras de ninguna especie. Austin, la ciudad de Norteamérica capital de la prostitución y los homosexuales, afronta un caos legal por los matrimonios de éstos, su divorcio continuo, la adopción de niños y los efectos económicos de tales enlaces y desenlaces. Aplicando libertinaje semejante, míster Brown, también en USA, contrajo nupcias con cuatro mujeres, allí mismo una dama tomó por esposo a su perro y en Inglaterra una muchacha se casó con un delfín.
El punto está en el uso de la libertad. Y allí es en donde muchos, entre ellos los activos miembros de las comunidades de las siglas interminables y sus defensores – algunos también gays y lesbianas -, acusan gran confusión, pues se olvidan de la razón, del orden natural, de la moral o al menos de la ética. A los niños deberían dejarlos por fuera de ese juego de su libertad. Los derechos de los niños están por encima de los derechos de los adultos y no resulta favorable para aquellos desde ningún aspecto que un hombre haga de padre y otro de madre, o viceversa, que una mujer funja de varón y otra de hembra.
Sin entrar en otras consideraciones de conciencia y religiosas, nada más por las expuestas, debemos rechazar los matrimonios homosexuales. ¡Dios nos libre! ¿Será que caminamos a pasos agigantados hacia Sodoma y Gomorra?
orlandoclavijotorrado@yahoo.es

Cúcuta, 31 de agosto de 2011.

sábado, 27 de agosto de 2011

PARA “IMÁGENES” DE LA OPINIÓN

EL SUTE, PARTE DE LA HISTORIA DE CÁCHIRA
Por Orlando Clavijo Torrado
Aquella estatuilla elaborada en cerámica, de 28 centímetros de alto, me llamó la atención. Representa a un hombrecillo deforme, con los ojos saltones y la roja lengua expuesta; su cabello cano, semicubierto por un sombrero raído; viste una ruana repleta de remiendos y un pantalón corto de igual surtido; los sufrimientos y el dolor han tallado su feo rostro. Los pies miran a lados opuestos, uno hacia afuera y otro hacia adentro. Está en actitud de marcha apoyado en un tosco bastón de tallo seco (él mismo pulía, sin otras herramientas que sus manos y uñas, una rama para fabricarlo). Su figura evoca al Jorobado de Notre Dame, magistralmente caracterizado en la película.
La “cerámica” se encuentra entre los adornos de la sala que mis anfitriones - mi cuñado Hernando Rincón Reyes y mi hermana Edilia – Yiya – escogieron para su casa en Bucaramanga. Mi cuñado es oriundo de Cáchira y de allí viene la predilección por el personaje. Con su información y los datos que me suministraron otros cachirenses como Juan Mendoza Flórez y Héctor Morinelly Flórez reconstruí la trayectoria vital del protagonista.
Dicen que pueblo que se respete tiene su bobo. ¿Habrá en Colombia un monumento al bobo del pueblo? Antes que todo, entendamos qué es el bobo del pueblo. Es aquel individuo, hombre o mujer, humilde, servicial, en ocasiones demente, otras extravagante, las más de las veces sordomudo, cojo, bizco, en fin, minusválido, pero siempre querido, terror de los niños y al tiempo su deporte y ocasión de gozadera cuando lo hacen rabiar y lo provocan para que los corretee y les lance piedras y garrotazos fallidamente. En otros tiempos, por bobo del pueblo se conocía a todo cristiano raro por su traza, por sus dichos, forma de vivir y, comúnmente, objeto de risas y bromas. Hoy, la figura como tal desapareció. Podía haber uno o más bobos; en las poblaciones pequeñas bastaba con un solo bobo, mientras que había unos cuantos en las ciudades, sin que signifique que éstas estuvieran llenas de bobos. (Aclaremos que en todas partes abundan los bobos electores de los vivos que al final los defraudan). En Cúcuta fueron famosos Carlos Julio, la loca María, Elisa, Siete Machos y Carevieja. En Pamplona, el bobo del carbón con su jauría detrás. En Ocaña, Colinos, El Armadillo, Carlota la media rota, Alejo Castro, Juan Panochas, Jupajupa, Paba el chivo, Peyo, La Pispicia, El Cagao y la pareja de esposos Rufina y David. En Ábrego, Marcos Páez, Alejandro Mogollón (que vivió 100 años), Joaquín Manzano, Atanasio, Vita la surrucuca, El Zorro y Felipe Jiménez, el de los famosos bandos leídos en cualquier trozo de papel y nacidos de su revuelta imaginación, como este: “bando tercero jural, bien pa ustedes señores, las mujeres que se bañen bien la paloma..”
En el mismo Cáchira, con Sute hacían el conjunto de bobos Tatareto, Planchita y Pedro Pipas, quien inmortalizó la frase “siento la cabeza como una camorrera de pollos”. Estos personajes pintorescos se nombran en una canción cachirense.
De algunos de esos rasgos participaba nuestro héroe. ¿Su nombre? No, su sobrenombre, puesto que pocos sabían el primero: todo el mundo lo conocía como el Sute.
¿Qué es un sute en nuestro lenguaje nortesantandereano? El hermano Rodulfo Eloy (Ramiro Pinzón Martínez) en su obra La ensaladilla en el folclor nortesantandereano define así a los sutes: ”Además del sentido oficial de enclenques, señalado por el Diccionario, es un nombre genérico de los niños pequeños, sean enclenques o no; un sute es equivalente a un pelado (pelao) en otras partes”. Vale también por persona subdesarrollada físicamente, desvalida y, por su propia apariencia, insignificante socialmente y hasta despreciada. Llamar a otro “pobre sute” constituye una ofensa grave pues da igual que llamarlo un don nadie.
Empero, respondamos la pregunta ¿algún pueblo en Colombia le ha hecho un monumento a su bobo? Yo no tengo datos al respecto, por lo que sostengo – salvo prueba en contrario – que Cáchira, en nuestro departamento Norte de Santander, es el único pueblo que ha homenajeado a su personaje típico. El Sute, como el páramo de Guerrero, las cascadas y lagunas, encarna el sentido de pertenencia de los cachirenses. Tan cierto que su funeral fue apoteósico; no se quedó un alma en casa por acompañar a su bobito muerto.
En Cáchira sólo dos eminentes servidores habían merecido la consagración del bronce: el padre Luis Eduardo Montagut Torrado, a quien se levantó una estatua en el atrio de la iglesia, y el dirigente político Miguel Durán Durán, cuya memoria perpetúa un pequeño busto frente al hospital que lleva su nombre. Al poco tiempo del deceso del Sute la ciudadanía clamó por honrarlo de la misma forma que aquellos doctos e influyentes varones. Todos contribuyeron para la elaboración de una estatua, la que fue colocada en un principio al final del mismo atrio pero un alcalde decidió que ese no era el sitio adecuado y la trasladó a la entrada del pueblo en donde hoy se encuentra, a manera de bienvenida. Réplicas de la estatua se venden en tiendas de artesanías de Bucaramanga y Cáchira en materiales tan disímiles como porcelana, madera y cerámica. El Sute también ha inspirado almanaques y fotografías de souvenirs.
Hermenegildo – o Hermeregildo, como pronuncia el pueblo – o Merejo- Acevedo nació el 14 de abril de 1899, de la unión de Valentina Acevedo y caballero desconocido, atribuyéndose la paternidad a Leopoldo Reyes, de quien es seguro que le sirvió de padrino con su esposa Crisanta Mora. Se nombran como abuelos maternos a Marcos N. y Genara Celis. Fueron sus hermanos Socorro, José del Carmen, Leopoldo, con similares deficiencias que el Sute, y Silvino, mayordomo de don Daniel Mora Reyes, de los mayores finqueros de Cáchira.
El Sute sí nació como el Niño Jesús, en unas pobres y humildes pajas. La choza estaba ubicada en el sitio El Saladito, perteneciente a la finca Santa Rosa, en donde luego se fundó el barrio San Miguel Arcángel. Es tradición que al ver lo que había parido, una criatura con las piernas sueltas y trastocadas y sin paladar, la madre sufrió un shock, del que la sacó la partera quemando plumas de gallina y dándole a inhalar el humo. En contadas oportunidades no pronunciaba sino las palabras “joda”, “salan”, “aguja” y “me voy pal Guayabo”; emitía sonidos como ga, gu, go, bufaba y a veces parecía que cantaba. No llegaba a los 1.60 metros de estatura.
La infancia del Sute transcurrió en la finca Las Lagunas, en la vereda Ramírez, hoy propiedad de Héctor Ramírez. Esta vereda Ramírez es de gran renombre por estar allí el latifundio La Hacienda, cuyo epicentro es una casona del siglo XIX, de paredes pisadas de un metro de espesor, con amplias habitaciones, corredores y sótanos como mazmorras. La legendaria Hacienda constituye la propiedad más extensa en el contorno como que abarca los municipios de Cáchira, Villacaro y Arboledas; su dominio comprende también las fincas Los Pozos y Sardinata, propiedad del doctor Germán García Durán, ex embajador en el África, y de doña Aura, residente en Bogotá, hija natural del doctor Miguel Durán Durán, casada con don Miguel Vásquez, ya fallecido, enlace del que nacieron tres hijas; propiedad, igualmente, de los Durán Durán, de los Barco Vargas, de la familia Cuadros, del insigne poeta Jorge Gaitán Durán, trágicamente desaparecido, y de su hermano Eduardo, hoy residente en los Estados Unidos, quien fue ministro de Agricultura (en una visita que hice a La Hacienda durante unas vacaciones universitarias encontré en un sótano un pergamino que la alcaldía de Pereira le concedía como reconocimiento por sus servicios a la ciudad. ¡Oh paradoja! ¡Con cuánto cariño y entusiasmo le otorgarían tal distinción - ¿o sería pura zalamería ? - , y véanla a donde fue a parar, a una caja de cartón rota y sucia!). A La Hacienda solían llevar en los asuetos escolares al futuro presidente de la República Virgilio Barco Vargas, siendo un niño, como un pequeño rey, impecablemente vestido, sin permitirle que se metiera al potrero a mirar el ganado ni oler la boñiga.
Volvamos a la vida del Sute. Sólo a los 17 años vino a conocer Cáchira; allí se amañó y nunca más regresó al campo. Entonces, se convirtió en el parroquiano más popular. Los muchachos le hacían señas con los puños de algo rodando, por imitar el movimiento de sus pies, lo que lo enfurecía. Dormía en las bancas de la iglesia, o en donde la noche lo sorprendiera, pero su casa preferida era la de Campo Elías Sepúlveda. Cuando por los achaques de la vejez quedó imposibilitado para errar por las calles, la alcaldía municipal le proporcionó un albergue en el mismo sitio ocupado después por Telecom. Su equipaje consistía en un atado de escobas confeccionadas con ramas de ayuelo – una planta de tierra fría - , ropa que destrozaba y cobijas a las que la mugre volvía pardas. Abastecía al pueblo de escobas y si nadie salía a recibirlas se daba mañas para entrarlas por los solares o por algún lado. Pantalón que le regalaban era pantalón recortado por él, remendado con aguja de coser costales de fique y adornado con cabuyas. Nunca se despojaba de su ruana, también llena de remiendos, como se dijo. Vivía de la caridad pública; las monedas que le regalaban las llevaba a su hermano Silvino. Pero les colaboraba a las señoras en labores domésticas como barrer, moler el maíz para las arepas y tostar el café.
Nadie como el Sute para arrimarle fuego a los voladores: ahí estaba en todos los festejos y nunca sufrió un percance con la pólvora. Mujer con minifalda recibía su regaño; algunas pícaras muchachas cruzaban las piernas delante de él para verlo bufar de la rabia, aunque sí gustaba de tocarles las pantorrillas y echarse a reír. Tomaba el baño en el río Cáchira y en el caño de Chorreritas y se rasuraba la barba con candela de cigarrillo. Recogía cuanto papel había en el suelo y lo quemaba. Su lugar preferido en el templo era el confesionario. Consciente de lo que hacía, se reía a gusto cuando comenzaba a soltar sonoros pedos (o peos, como dice en nuestro medio desde el analfabeta hasta el más culto) en plena celebración de la misa. En veces se sentaba en la última banca, con el mismo propósito, por lo cual la gente lo dejaba solo. En una ocasión en que no se pudo elegir reina de las fiestas, los chistosos del lugar, entre ellos Antonio Acevedo (Curtes) y Víctor Gama, emborracharon al tontico, lo vistieron de rey y colorines, por carroza le fabricaron una zorra o carreta pues él le tenía pavor a los carros, y así lo pasearon por el pueblo.
El Sute contó con todas las contemplaciones para el final de su existencia. En la casa de propiedad municipal asignada por el alcalde Optimio Velandia recibía los cuidados de una enfermera dispuesta permanentemente. Murió de un infarto cardíaco a los 85 años el 9 de julio de 1984. Desde aquel día empezó su gloria, cultivada como al más querido y recordado de los cachirenses.



viernes, 19 de agosto de 2011

CRONIQUILLA
LOS TRESCIENTOS AÑOS DE LA VIRGEN MORENA DE OCAÑA
Orlando Clavijo Torrado

A la medianoche de este lunes 15 de agosto un poderoso relámpago iluminó a toda Ocaña; el trueno que le siguió nos aterrorizó. En vano esperamos una gran tormenta. A esa hora el ícono original de Nuestra Señora de las Gracias de Torcoroma era trasladado a la iglesia de Nuestra Señora de Fátima, en el barrio La Primavera, dispuesto para su llevada al cercano estadio Hermides Padilla al día siguiente. ¿Una señal del cielo?
Poco antes de las cuatro tarde del 16, cuando los nazarenos conducían la imagen al parque “29 de mayo”, se desató también una tempestad eléctrica en seco. Algunos dijeron que la lluvia que cayó, o era demasiado tenue o no sintieron que los mojara. Otros aseguraron que habían visto danzar al Sol. Yo no lo vi, no me consta el fenómeno. Pero, verdaderamente electrizante y emotiva fue la misa campal oficiada en dicho parque por el carismático padre Ciro Antonio Quintero Sepúlveda, rector del santuario conocido como Agua de la Virgen, lugar de su presencia. Con esta eucaristía, al final de la cual tres mil voces le cantaron a María el happy birthday, se cerraron los actos conmemorativos. Se comentó de muchos milagros en ese día, el gran día evocador de la aparición en la montaña de Torcoroma hace tres siglos. El Procurador General de la Nación, Alejandro Ordóñez Maldonado, viajó a cumplir una promesa de treinta y cinco años atrás.
El estadio albergó siete mil feligreses para la misa solemne de la mañana concelebrada por el Cardenal Primado monseñor Pedro Rubiano Sáenz, el Nuncio Apostólico arzobispo Aldo Cavalli y una docena de obispos. Allí estaban el Defensor del Pueblo, el Procurador General, representantes de la Cancillería de la República con el encargo de condecorar la sagrada estampa, el senador Manuel Guillermo Mora a quien vimos comulgando muy compuesto, diputados del departamento, alcaldes de la provincia, el candidato a la alcaldía de Ocaña y ex personero municipal Jesús Antonio Sánchez Clavijo, en fin, decenas de personajes públicos de la vida local, departamental y nacional, pocos ataviados como lo requería la ocasión, con saco y corbata, y la mayoría folclóricos. En ese aspecto, las mujeres, como siempre, se distinguieron por el buen gusto y la elegancia.
La profunda fe hacia la Virgen de Torcoroma, la veneración en todas las iglesias de la ciudad y las manifestaciones de esa religiosidad contagiosa por tanta convicción y entusiasmo, están fuera de toda comparación. Ello generó creatividad y arte como las exposiciones en el museo Antón García de Bonilla y el árbol del parque “29 de mayo”, éste aprovechando un viejo tronco en el que colocaron una bella réplica de la imagen; el sitio se convirtió en obligado para tomar fotos y videos. En el museo - a cargo del presidente de la Academia de Historia de Ocaña, el dilecto amigo Luis Eduardo Páez García y su digna esposa Martha Pacheco de García - , se exhibieron todas las publicaciones, novenas y objetos relativos a la llamada Virgen morena y Virgen vegetal. Si bien esta exposición merecía elogios, uno se quedaba sin palabras al entrar al salón que representaba al árbol en donde se dio la misteriosa germinación. Imagínense, amables lectores, este escenario: una suerte de bosque encantado, con festones que cuelgan del techo, una suave luz azul y música clásica de fondo. Al centro se halla el árbol con una pequeña perforación en rectángulo a cada costado para mirar hacia dentro la imagen, como en un efecto de tercera dimensión. El espectáculo es sencillamente hermoso. Me explicó el doctor Páez que estos artilugios obedecen a una modalidad de la arquitectura en boga en Europa conocida como arquitectura efímera. La obra se debió a la experta mano de la arquitecta española Luisa Caravaca, casada con el ocañero Moisés Enrique Urbina Patiño.
En resumen, no hay que decir sino que el homenaje a la Virgen de Torcoroma fue multitudinario, digno y bien organizado. ¡Felicitaciones a todos los cooperadores!
En memoria del acontecimiento sugiero que se llame “Tricentenario de la aparición” a alguna institución, edificio, barrio o calle de Ocaña.
Para quienes tuvimos el privilegio de concurrir a él constituye el recuerdo más gratificante y una verdadera bendición.

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Cúcuta, 19 de agosto de 2011.

viernes, 29 de julio de 2011

CRONIQUILLA
EL ENVENENADO
Orlando Clavijo Torrado

Me propusieron que escribiera sobre el largo, costoso o chanchulloso e inutilizado puente peatonal de la avenida primera con calle 25 del barrio San Rafael, en donde no pusieron algo que se requiere con urgencia como es un semáforo; o acerca de las condecoraciones a nuestros mandatarios como los mejores en su género cuando la ciudad y el departamento padecen de las peores vías y calles del país; o sobre la fiesta con baile en el funeral de Joe Arroyo, que refleja a cabalidad nuestra idiosincrasia - o, como se dice popularmente, ahí estamos pintados -, pero respondí que hoy no tengo genio para criticar, y que mejor me oyeran esta historia tan simpática y macondiana.
En un lugar de Colombia, de cuyo nombre sí quiero acordarme pues es una ciudad muy bella y desarrollada, además vecina a Cúcuta, pero que no está en nuestro departamento – blanco es, gallina lo pone y frito se come – ocurrió el hecho. Quien me lo narró lo vivió calladamente, entre la espada y la pared, sin tomar partido ni poder evitarlo en salvaguarda de su puesto.
Roberto y Casimiro en sus años mozos fundaron una sociedad administradora de bienes raíces, hoy exitosamente posicionada. Corrió el tiempo y naturalmente los socios entraron en la vejez. Roberto, pese a que se pensionó sigue asistiendo a la oficina y se ocupa en leer los periódicos, resolver crucigramas, tomar tinto, desocupar el botellón, echar cuentos y piropear a las secretarias y a cuanta vieja aparezca por allí. A su turno, Casimiro, igualmente en retiro legal, tiene una actividad más productiva y relacionada con la empresa: anda por la calle buscando clientes y mostrando los inmuebles de vender o arrendar, en fin, no es hombre de escritorio. Tal diferencia de comportamientos suscitó confrontaciones y alegatos entre los consocios. No era justo, aducía Casimiro, que mientras él pasaba las verdes y las maduras por la calle trabajando por la prosperidad de la compañía, el otro permanecía en cómoda silla reclinomatic recibiendo aire acondicionado y mamando gallo. Los dos dejaron de hablarse.
Casimiro pensó que con ello no se modificaba en nada la situación. El desgraciado de Roberto seguiría a cuerpo de rey y él, como siempre, jodiéndose. ¿De qué manera vengarse? ¡Matarlo era la solución! Mas, Casimiro no era ningún matón, de modo que había que buscar la forma más reservada de eliminarlo sin dejar huellas ni despertar sospechas. ¿Cómo? ¡Ahí estaba el quid!
¡Hombre! ¿Cómo no se le había ocurrido antes? Había observado que Roberto casi consumía él solo el garrafón de agua filtrada. Muy simple: envenenaría el agua, pero no con veneno tradicional sino con algo aparentemente inocuo que sin duda haría un buen efecto. Al fin y al cabo Roberto por su ansia no reparaba mucho en lo que se tomaba; se satisfacía con que saliera el agua del grifo espumosa de puro abundante. ¡Manos a la obra! Todos los días Casimiro se encargó de mezclar el agua con jabón detergente, y, dicen las malas lenguas, que hasta usó excrementos de perro perfectamente diluidos. (El cuento de excrementos humanos no lo creí; me resisto a creer que Casimiro se untara tanto).
El secreto lo guardaban Casimiro, por supuesto, su hijo que había entrado como gerente, y el empleado de la correspondencia. Los tres vigilaban día a día la salud de Roberto. Éste, por su parte, seguía calmando la sed y saboreando la apetecida bebida sin mostrar trastorno alguno. Por el contrario, notaron que el socio remolón se rejuvenecía y que si antes era dicharachero y mamador de gallo, no se diga ahora.
- ¿Qué pasó con el envenenado, don Casimiro? – le preguntó el empleado cómplice pasados varios meses.
- Ya lo ve usted. Al maldito no hicimos sino lavarle las tripas y sacarle las lombrices para que se pusiera gordo y colorado.
Hoy en día la vida de Roberto y Casimiro continúa sin mayores novedades, en la misma inmobiliaria, sin cruzarse palabras, Roberto, gozón irremediable e ingiriendo cantidades de agua filtrada y, Casimiro, rumiando su frustrado asesinato, del que yo soy la cuarta persona que se entera, y ahora ustedes.

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Cúcuta, 28 de julio de 2011.

jueves, 28 de julio de 2011

CRONIQUILLA
CHANCHULLO
Orlando Clavijo Torrado

Alguien muy simpático me preguntó:
- ¡Oiga, toche! ¿Verdad que nos quedamos sin la chicha, el chocolate y la llave?
- No le entiendo, le repliqué.
- Se lo digo - repuso el amigo - porque oí que por disposición de la Academia de la Lengua Española quedaron prohibidas la ch y la ll. ¿Qué sabe sobre eso?
- No, toche - le respondí. Ha entendido mal. Desaparecen como letras del alfabeto la ch y la ll pero no el sonido, porque imagínese que nosotros no podamos volver a decir toche sino toce. ¡Cómo se oiría chulo si le quitáramos el sonido de la ch!
Justamente el contertulio me hizo recordar los ejemplos que nos ponía en el bachillerato un profesor de gramática. "Jamás escriban chulear y chulo sin h y cajón con g", repetía el gracioso catedrático. No olvidemos que en Colombia chulear es marcar con un chulo o símbolo que representa al animalito, mientras que en otros países tiene distintos significados.

Metámosle algo de historia al tema. Las letras ch y ll fueron incorporadas al alfabeto castellano en 1800, esto es, que perduraron 210 años. Su prestigio ya tambaleaba por los años 1950 cuando se empezó a cuestionarlas, a acusárselas de entrometidas, de que se las daban de letras no siendo más que un par de señoras juntas que ocupaban un lugar en los diccionarios que no les correspondía cuando debían de estar en los apartes dedicados a la c y a la l, al contrario de las demás que por sí solas sí eran verdaderas letras. La cosa se mantuvo en la cuerda floja hasta que la Real Academia Española de la Lengua en 1999 las bajó definitivamente a la categoría de dígrafos, y en el diccionario de la misma entidad del 2000 ya no figuraron como letras; desde entonces se erigió como dogma que el alfabeto español no se componía de 29 sino de 27 letras. Pero, con anterioridad, el X Congreso de Academias de la Lengua Española celebrado en 1994 había declarado que la ch era un dígrafo y no una letra, por lo que quedaba vigente solamente la letra c. De hecho, en los diccionarios de unos años acá los dos fonemas no aparecen en capítulos separados. Para abundar en explicaciones digamos que según los expertos los dígrafos ch y ll son una combinación de dos signos gráficos simples del alfabeto.

La defunción de la ch y la ll - o che y elle, según aconseja la Academia que se deben llamar y escribir - ocurrió oficialmente el 28 de noviembre de 2010 en la Feria del Libro de Guadalajara, en donde los representantes de las 22 academias de la Lengua Española proclamaron por medio de un solemne y sabio vocero: La ch es simplemente un sonido africado palatal y la ll un fonema lateral palatal. El portavoz anunció la aprobación de la nueva edición de la "Ortografía de la lengua española" que salió el 17 de diciembre de 2010.
Academia dixit, y en adelante no se admiten pataleos ni objeciones.

En resumen, desaparecen como letras la ch y la ll pero no su uso, su sabroso sonido y las palabras que las contienen como chupar,chorizo, charlar, cháchara, Chucho, chorrear, cucaracha, chica, y ¡chao!, calle, bulla, llorón, lleve, rollo, canalla, y, por supuesto, croniquilla, toche y chanchullo, tan de moda esta última por los días que corren gracias a los descubrimientos de los investigadores judiciales.


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Bucaramanga, 13 de julio de 2011
CRONIQUILLA
CONDENADOS A MUERTE
Orlando Clavijo Torrado

El conocimiento de las enfermedades por los años 1900 era aún muy precario, al menos en nuestros pueblos. Lo afirmo porque una candorosa tía de solo quince abriles estuvo a punto de ser llevada por la fuerza al sanatorio de Contratación (Santander), sospechosa de ser portadora del bacilo de Hansen. El alcalde, que no solo tenía poderes policivos sino diagnosticadores, decretó que Isabel Torrado Vergel debía ser, de hecho, aprehendida en su hogar, situado frente al parque principal de la población. Enterados de la orden del mandatario, sus hermanos Ramón - mi abuelo -, Luis Felipe, José del Carmen y Aristides, se situaron en la entrada de la casa dispuestos a impedir el ingreso de los policías. No voy a negar que estaban armados."A nuestra hermana no la sacan de aquí sino por encima de nuestros cadáveres", dizque juraron los cuatro mosqueteros. Ante esta decisión la "comisión" tuvo que replegarse, y gracias a ese coraje la tía Isabelita murió del mal de arrugas, apaciblemente, haciendo escapularios, en la querida Ábrego.

Resulta que la tía Isabelita era muy blanca, y le habían salido unas manchas en las manos. ¡Ajá! Para el señor alcalde esos eran síntomas de lepra. (Yo, que soy blancuzco, no me hubiera escapado si el alcalde me hubiera visto las pecas que me adornan por todos lados). ¡Pobrecitos los caratosos!

Conducir a un enfermo de lepra o simplemente dudoso a Agua de Dios (Cundinamarca), o a Contratación (Santander), los leprocomios de la época y de mucho tiempo después, equivalía a condenarlo a muerte. La Policía o la familia lo entregaban allí, virtualmente lo abandonaban a su suerte, se despedían y no volvían a verlo, excepto en raras ocasiones, pero mirando al paciente de lejos, mudando y quemando la ropa para evitar la contaminación, lo mismo que los platos y vasos que habían utilizado, en fin, algo semejante a un campo de concentración de prisioneros desahuciados. Dichos establecimientos eran sostenidos hasta hace unos años con un impuesto llamado de lazareto que se cobraba en algunos instrumentos notariales.

Siempre me he preguntado cómo el general Mateo Torrado Pérez, héroe de la guerra de Los Mil Días, de quien don Justiniano J. Páez, ilustre historiador ocañero, fue su secretario, permitió que lo condujeran a Contratación en un "paquete" de tres supuestos leprosos de Ábrego, en 1922, sin resistirse, él, de cuyo valor y fuerte temperamento hay registros documentales y recuerdos familiares. Y vean ustedes que no murió - en 1924 - de lepra sino de "disentería". Él, que fue tan fiero en la batalla del Carmen en 1901 y berraco ante las injusticias y los injustos, al parecer no dio ninguna pelea, salvo que lo hubieran hallado en estado de postración, lo que no creo. La ley era la ley.

Sepan, queridos lectores, que por aquellas calendas - como en los tiempos bíblicos - los leprosos - verdaderos o no - eran aislados, confinados, desterrados y escondidos por la familia para que las comisiones de la Policía - en nuestro Departamento había un escuadrón a propósito - no los "capturaran". Sí: los perseguían cual criminales para someterlos y llevarlos custodiados a los mencionados lazaretos. En 1909, a instancias de la Sociedad de Patologías Exóticas, a nivel mundial se había decretado la "exclusión sistemática de los leprosos y su reagrupamiento en leprosarios como medida esencial de profilaxis".
¡Cuanta gente "inocente" habría sido llevada contra su voluntad a esos sitios! ¡Y cuántos morirían de otros males, menos de lepra, como el general Torrado! ¡Cuántas injusticias se cometerían! Y, repito, ¡cuán atrasada estaba la ciencia en nuestro medio!

Estos recuerdos y reflexiones se me ocurren al leer en nuestro diario local que se conformará una suerte de bloque de búsqueda para detectar a los tuberculosos que no quieren acudir a los centros médicos del municipio. ¡Obsérvese cómo todo se repite! ¡Igual que hace 90 años! Con la diferencia de que hoy se cuenta con dispensarios humanos y bien dotados y laboratorios y médicos especializados, y muchos mitos se han desvanecido como el del contagio por el simple saludo de mano y otras falacias.

Aquí queda patas arriba aquel dicho de que todo tiempo pasado fue mejor.


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Bucaramanga, 19 de julio de 2011.

viernes, 1 de julio de 2011

CRONIQUILLA
AEROPUERTO REGULIMBIS
Por Orlando Clavijo Torrado

¿Qué soñamos para la capital del departamento sino lo mejor? Me anticipo a responder cualquier crítica a esta crítica por alguno, como ha sucedido, que se le antoje acusarme de no querer la ciudad.
Esta glosa va porque en estos días tuve que ir a dejar viajeros al aeropuerto llamado hiperbólicamente “internacional”. ¡Santo Dios! Si acaso internacional porque estamos en la raya limítrofe con otro país, pero de ahí a la verdad hay mucho trecho.
Hacía tiempos que no me acercaba por esos predios. Y como a cada quien hay que dar lo suyo, según la sentencia de Justiniano, debemos reconocer que la pavimentación de la avenida al aeropuerto – que aquí llamamos también con otra hipérbole “autopista” - a cargo de la concesionaria San Simón, le da una buena carta de presentación a la urbe. Unos prados y jardines bien cuidados como antesala al aeródromo recrean la vista del visitante o pasajero.
Pero, ¡ay, qué desilusión adentro! El edificio, sin duda, fue remodelado. Hubo cambios logísticos. Mas, los avances fueron pocos. La pantallita de aviso de llegada y salida de los vuelos es eso, una pantallita, digna de un aeropuerto de pueblo de segunda. En uno de los restaurantes, a duras penas nos atendió un mesero despistado, interesado más en la transmisión por televisión de un partido de fútbol que en los clientes. Esto es, que no hay formación para atender al usuario.
¿Y qué comentario merece el aparcamiento o parqueadero, como decimos los indios de aquí y los de Bolivia, bien caro, por cierto? Sin comentario. Un muchacho con un papelucho va anotando las placas de los vehículos y a la salida chequea, se acerca a la ventana del conductor, cobra, mete los billetes en su bolsillo, da el vuelto, y se retira para accionar un mecanismo cercano a la época de Pedro Picapiedra: una barra en cuyo extremo una rueda de carro hace contrapeso. ¡Qué oso! No sabe uno qué darle, si pena o risa; o ambas cosas. Sólo falta que en lugar de semejante control instalen una cabuya o un cable similar al que ponen quienes recogen monedas para cualquier causa. El hombre levanta la punta del palo y ya se puede salir. Más adelante están colocados unos conos amarillos por en medio de los cuales hay que zizaguear, cual si se tratara de una prueba para lograr la licencia de conducir o una pista de carritos chocones. No hay por allí ningún policía que permita pensar que los conos hacen parte de un sistema de seguridad.
¿Qué impresión se puede llevar un turista con un aeropuerto tan pobretón y precario como el Camilo Daza? ¡Ni imaginarla!
Definitivamente, el atraso ronda por esos contornos. Todavía no nos hemos bajado de la mula para montarnos al avión. Señores gobernador, alcalde y autoridades aeroportuarias: la ciudad merece respeto, merece un aeropuerto mejor, mejor en todo, mejor en dotación física y en elemento humano. Y entre esos servicios esenciales, vuelos directos no sólo a Bogotá y Bucaramanga sino a cualquier destino nacional o internacional, con trato de primera y no de segunda, pues no es sino trato de segunda la dependencia de escalas en Bucaramanga.
¿Podemos afirmar en tales condiciones que tenemos un aeropuerto internacional? ¡Por favor! ¡Si este apenas alcanza la categoría de regulimbis!

orlandoclavijotorrado.blogspot.com
Cúcuta, 1° de julio de 2011.

viernes, 10 de junio de 2011

CRONIQUILLA
TERTULIA SOBRE AGUAS K – PITAL (I)
Orlando Clavijo Torrado
Los comentarios a la anterior Croniquilla “Elegía al agua” originaron la de hoy. ¿Por qué tuvimos que llorar la ausencia del agua? De inmediato el colectivo cucuteño piensa en Aguas K –pital, la empresa prestadora del servicio de acueducto municipal. Concerté, entonces, un encuentro con su gerente general, para que me ofreciera alguna ilustración. A la verdad, esta fue larga y bien soportada pero en este espacio apenas se podrán traslucir unas pocas precisiones.
¿Por qué esa “k” en lugar de “Ca”? Sinceramente, olvidé preguntarlo. Parece que ese uso es manía nuestra: en efecto, véase que no tenemos un canal de tv sino un kanal. ¿A qué obedece? ¿A los usos modernos? ¿Las modas? ¿Snob? ¿Dárselas de originales? En fin, ¡allá ellos con la transgresión a las normas gramaticales! Tampoco le pregunté si es soltero o casado, viudo, separado, amiga con derechos, hijos y demás chismografía. La cantidad de datos técnicos y detalles del origen, desarrollo, logros, percances y dificultades de la empresa copó la mayor parte de la charla animada con un capuchino y picada de torta oscura en un reconocido café de la ciudad (no revelo el nombre porque sería publicidad gratuita).
Álvaro Vergel Hernández, el gerente de Aguas K-pital, cucuteño raizal, tiene sangre gramalotera por su madre Nhora Hernández, y abreguense por su padre Hugo Alfonso Vergel Torrado, una pareja de señorones a la antigua. Para decirlo en idioma regional, verraquera por lado y lado. Que se debe tener, y así lo ha demostrado, para montar y domar un potro tan salvaje como lo es la sucesora de las tradicionales Empresas Municipales de Cúcuta. Ni un infarto, ni un mes de reposo por estrés en una clínica, sólo la alopecia es la única herida que le han dejado las continuas batallas libradas –y todas ganadas - en estrados judiciales, en la Superintendencia de Servicios Públicos, en los medios de comunicación, en el Club del Comercio frente al presidente del momento Álvaro Uribe Vélez y en el concejo municipal, en donde fue aclamado por los voceros de los barrios de la ciudadela Juan Atalaya.
Hugo junior – al que no conocía – es un ameno conversador, domina su tema y a las primeras de cambio se advierte una estructura cultural no desdeñable. Me dibuja su propio perfil: ingeniero mecánico de la Universidad Industrial de Santander, pintor, filósofo, estudioso universal e inclinado también a escribir poesía; en cuanto a política, le noté cierto aire antiuribista, pero también es evidente que no guarda resentimientos y habla con nobleza de las buenas intenciones de algunos directivos – que el común tiene mal calificados, aunque pecan por estar mal asesorados - .
Concretémonos, le pido, a Aguas K-pital. Me expone que no ha sido fácil llegar a un cubrimiento como el actual cuando las antiguas Empresas Municipales llevaban diez años sin invertir un peso en el mantenimiento y reparación de las autopistas del agua, las que hoy, luego de un lustro, están en un alto porcentaje renovadas.
Continuará….
orlandoclavijotorrado.blogspot.com

Cúcuta, 7 de junio de 2011.

Datos personales

Mi foto
Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario

CERCA DE LAS ESTRELLAS

CERCA DE LAS ESTRELLAS
PORTADA

50 años del Diario La Opinión

50 años del Diario La Opinión
cena en el Club del Comercio - 15 de Junio de 2010 - Columnistas

Museo Antón García de Bonilla

Museo Antón García de Bonilla
Orlando Clavijo Torrado y Luís Eduardo Páez García junto a la foto del General Mateo Torrado, tío bisabuelo del primero, quien la donó. Don Justiniano J. Páez, abuelo del doctor Luis Eduardo, en su obra histórica al referirse a la guerra de los Mil Días, da fiel cuenta de las acciones del General Torrado en la contienda, en virtud a haber actuado como su secretario.

Museo Antón García de Bonilla

Museo Antón García de Bonilla
Hermanos Clavijo Torrado, Orlando, Nora, Edilia y Olga. Julio de 2010, Ocaña - Junto a la bandera con la imagen del Libertador Simón Bolívar bordada por señoras de Ocaña al conmemorarse el primer centenario de la independencia (1910).

EN EL AGUA DE LA VIRGEN

EN EL AGUA DE LA VIRGEN
Orlando Clavijo Torrado, sus hijos, nietos y primos.

CERCA DE LAS ESTRELLAS

CERCA DE LAS ESTRELLAS
CONTRAPORTADA

NI TAN CERCA DE LAS ESTRELLAS - Gustavo Gómez Ardila

NI TAN CERCA DE LAS ESTRELLAS - Gustavo Gómez Ardila
COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

MONOGRAFIA DE BUCARASICA - Olger García Velásquez

MONOGRAFIA DE BUCARASICA  - Olger García Velásquez
COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007

Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007
Con sus hijos, de izquierda a derecha Cesar Octavio, Jaime Mauricio, Silvia Andrea y Orlando Alexander Clavijo Cáceres

LANZAMIENTO LIBRO "CERCA DE LAS ESTRELLAS"

LANZAMIENTO LIBRO "CERCA DE LAS ESTRELLAS"
29 DE MAYO DE 2009. CÚCUTA.

En la Academia de Historia de Norte de Santander

En la Academia de Historia de Norte de Santander
Padre Edwin Avendaño, José Antonio Toloza (Q.E.P.D), Secretario de la Academia, y Orlando Clavijo Torrado