domingo, 21 de diciembre de 2014

LA OBSESIÓN DE APARECER

CRONIQUILLA LA OBSESIÓN DE APARECER Orlando Clavijo Torrado En el artículo “El concepto de servidor público” de la doctora Mariela Vega de Herrera, en Ámbito Jurídico del 8 de diciembre de 2014 al 11 de enero de 2015, expresa algo que viene como anillo al dedo en el tema: “El servidor público no es, como pareciera que lo entienden algunos, un ciudadano de mayor categoría, sino apenas el puente que permite articular el poder estatal con las necesidades colectivas, y por ello es su deber comportarse con el decoro y la humildad propios de la virtud republicana. La ostentación de los símbolos con inadecuada utilización del poder y la arrogancia en el ejercicio funcional son expresiones que niegan el concepto de servidor público. “Infortunadamente la opinión ha visto con asombro que algunos funcionarios se ocupan mucho más de usufructuar privilegios que de resolver las demandas propuestas por una ciudadanía desconcertada y por eso, para mal de la democracia y del Estado de Derecho, se enseñorea la desconfianza colectiva y se debilita la fe en las instituciones”. ¿Acaso la doctora Vega pasó por Cúcuta y comprobó con sus propios ojos la egolatría de nuestras primeras autoridades administrativas? Como dicen por ahí, hasta en la sopa encuentra uno los nombres del gobernador y del alcalde de la capital del departamento. Ya saben a cacho. En estos días, hasta en los ejemplares de las novenas de aguinaldo distribuidas por la diócesis de Cúcuta y por el diario La Opinión. Como si confundieran Navidad con vanidad. No se sabe por qué la obsesión particularmente del alcalde D. Ramírez de que su nombre se vea por todas partes. Quizá presume que de esa forma no será olvidado. Entretanto, no se puede ocultar la vergüenza de las calles llenas de huecos, de los basureros que pululan, de las aceras y calzadas invadidas por 2.500 vendedores ambulantes o “especialistas en ventas callejeras”, de las esquinas sin semáforos, de la inseguridad general, de los mil espacios públicos sin alumbrado, de las alcantarillas destapadas, cúmulo de males que hacen de Cúcuta una ciudad sin Dios y sin ley, atrasada y sin ninguna buena figuración en el ámbito nacional. Y el departamento, no anda mejor. Sobre todo, sin carreteras. Los gobernantes piensan que serán recordados por los folletos de autoelogio y las placas y el bombo que se den o les den sus empleados y no por sus buenas obras. ¡Tamaña equivocación! Si la gestión de un gobernante se evidencia como correcta no tiene necesidad de estar restregándole a la gente en la cara su nombre. Eso fastidia, hostiga. Ahora, si el gobernante es mediocre, sí es justificado el temor de ser pronto borrado de la memoria colectiva. De otro lado, el gobernante debe tener presente que no le hace ningún favor al ciudadano por ejecutar lo elemental de sus funciones, por cumplir con sus deberes. Ello no son regalos suyos, ni dádivas, ni concesiones, gestos generosos o buen corazón, ni es ser más humano – como lo predica el alcalde Petro de Bogotá - , ni ser solidario. Sería igual que los padres le agradecieran a los hijos por estudiar cuando es obligación de estos hacerlo, o que la familia le agradeciera al papá por trabajar para mantenerla cuando a eso se comprometió moral y legalmente. Lo sabe Perogrullo: para administrar la ciudad y el departamento – y administrar bien - fue que los eligieron, con presupuesto y equipo burocrático que los ayuden. Los gobernantes megalómanos obran como si la plata la sacaran de sus billeteras, cuando palpitan la convicción y la malicia de que ellos no vacían sus bolsillos para darle al pueblo sino que por el contrario salen de sus mandatos con estos llenos. Señores: más que obsesionarse por aparecer, obsesiónense por hacer. orlandoclavijotorrado@yahoo.es …….. 21 de diciembre de 2014

jueves, 18 de diciembre de 2014

LA TARJETA DE NAVIDAD

Para el semanario La Provincia LA TARJETA DE NAVIDAD Orlando Clavijo Torrado Decía en anterior columna que sobrevive de las tradiciones navideñas el tamal o hayaca, aunque también se salvan la natilla y los buñuelos. Pero hay otro elemento que también se extinguió: el mensaje navideño escrito, que asumía dos formas: la tarjeta o el telegrama; en uno u otro se expresaba el consabido saludo y deseo de feliz Navidad y próspero Año Nuevo. La desaparecida empresa de telecomunicaciones, Telecom, presentaba un formato de telegrama adornado con motivos propios de la época, con un mínimo sobrecosto. Las tarjetas navideñas eran en muchas ocasiones verdaderas obras de arte. Los paisajes preciosísimos, los repujados, los colores brillantes, las figuras finas, las hacían dignas de colección. No enviar tarjeta o telegrama de Navidad a los familiares y amigos o a quien había de agradecérsele o recordársele por un favor o algo especial, era mal visto. Enviar tarjetas navideñas además de protocolo social constituía una obligación moral. Las tarjetas o telegramas recibidos adornaban el árbol de Navidad. A la tarjeta física la reemplazó la tarjeta virtual. En los buscadores de Internet hay una inmensa variedad para escoger, con música incluida, sin duda lindas, mas para guardar solamente en la memoria electrónica – que pocos hacen - o para borrarlas inmediatamente – que es lo más corriente - . He visto que por excepción son las parroquias las que envían una tarjeta física junto con la programación de las misas y el sobre para depositar la ofrenda navideña. Entonces, no resta sino esperar las tarjetas virtuales de los contactos en el correo electrónico. ¡Ah!, y esperar las de un gremio que no puede faltar: el de los gobernadores, alcaldes, senadores, representantes, diputados, concejales y aspirantes a subirse al curubito que lo hacen cumplidamente por estas fechas y se gastan mensajes en los periódicos y en vallas colocadas en calles y carreteras. ¡Qué gesto de bondad y gratitud para con sus electores! Creen que el pueblo les come cuento. Ni en Navidad descansamos de los políticos. Están más metidos que los buñuelos y la natilla. Les parece que es a ellos a quien llamamos cuando cantamos “ven no tardes tanto”. No señores, es al Niño Jesús. Confunden Navidad con vanidad. En fin, que poco a poco se van evanesciendo las tradiciones hermosas. El modernismo no perdona y barre con lo que encuentra a su paso. Particularmente, con lo que toca con la sensibilidad, con el romanticismo y el idealismo. Entonces, la tarjeta navideña entra a formar parte de los museos, de los álbumes familiares de gentes viejas, de los recuerdos y las evocaciones. ¡Cómo quisiéramos que volvieras, bella tarjeta navideña! orlandoclavijotorrado@yahoo.es ……. 17 de diciembre de 2014

jueves, 11 de diciembre de 2014

¡PEATÓN, A LA ACERA!

CRONIQUILLA ¡PEATÓN, A LA ACERA! Orlando Clavijo Torrado Es verdad que la situación económica se puso dura como nunca. Por ello, en nuestras calles ya de por si atestadas el conductor se enfrenta a una nube de desempleados en busca de unas monedas. El tragafuegos apenas tiene los segundos mientras cambia el semáforo para demostrar su habilidad. O aquel sumamente gracioso que hace de negra nalgona y tetona tiene que aprovechar tal mínimo tiempo para bailar al son de unas maracas. Igual ocurre con el que maneja los cuchillos, o con el saltimbanqui, o con el malabarista, o el vendedor de frutas o la muchacha que deja las cajitas de cicles junto al espejo derecho. Distráigase usted un momento y tendrá encima a un limpiador de vidrios sin que tenga chace de decirle que el cristal está limpio y no necesita más trapo ni agua. Ante semejante caos en las calles, tanta obstaculización y tanta invasión de personas que no debieran estar allí, no hay autoridad que haga respetar el derecho a la libre, ágil y segura circulación de los automotores. Por supuesto que uno no está en contra del derecho al trabajo de todo el mundo – aunque esas actividades no clasifican como trabajo y ni siquiera para informales o para subempleos según estudios especializados – sino en contra de quienes violan las normas de convivencia ciudadana y los derechos de los demás asociados en las vías públicas. También, por supuesto, los inválidos – ciegos, sordomudos, paralíticos, etc. - merecen toda la solidaridad y comprensión y cero discriminación, pero tampoco se debe tolerar que abusen de su condición lanzándose a pedir limosna entre los carriles de la calzada. Ellos son peatones, óigase bien. Y los limitados para movilizarse también son peatones, no automovilistas aunque anden en carritos con motores adaptados. Insisto particularmente en éstos que se arriesgan a que de pronto no sean visibles y sufran un atropellamiento en el cual no solo ellos llevarían la peor parte sino una no menos gravosa el inocente conductor a quien se le atravesaron. No es justo ni legal que un minusválido cualquiera ocupe las calzadas. La policía está en la obligación de llevarlos a las aceras. Como se ve, el conductor tiene que sortear a toda suerte de invasores en la vía – sin mencionar a los osados motociclistas de motos colombianas o socialistas venezolanas - . ¡Pobre conductor, desprotegido de toda autoridad y solo confiado en la ayuda de Dios Padre para llegar indemne a su destino! De este enjambre amenazador y asediante al único que defiendo es al que hace de negra porque el artista se ubica en la isla en el cruce de la avenida Diagonal Santander con calle 11, a un lado del semáforo, sin ocultar este. Su disfraz y su actuación fugaz son sensacionales. Los demás intrusos deben ser retirados del específico espacio de las arterias públicas por donde solo les es permitido transitar a los carros. orlandoclavijotorrado@yahoo.es …….. 28 de noviembre de 2014

miércoles, 10 de diciembre de 2014

UN SOBREVIVIENTE: EL TAMAL

Para el semanario La Provincia UN SOBREVIVIENTE: EL TAMAL Orlando Clavijo Torrado Con la fiesta de la Inmaculada Concepción – 8 de diciembre - y su víspera el 7 en que se prenden luces frente a las casas en honor a la Virgen, por lo que la gente lo llama el Día de las velitas, también se prenden las fiestas de Navidad y Año Nuevo. Esto es, que ya entramos en forma en la etapa más gozosa del año. Hoy los supermercados ofrecen innumerables productos alimenticios con atractivos empaques de dibujos navideños – Papá Noel, estrellas, campanas y figuras del pesebre – y con supuesto sabor navideño – pan navideño, galletas navideñas, el pavo para la cena de Navidad – todo lo cual, ya listo para servir ya que no se requiere sino calentar, desplazó a las viandas preparadas por la madre en el hogar: la mazamorra de cortar – como se llamaba en toda la provincia de Ocaña - o natilla, los buñuelos y la conserva o dulce de papaya. En aquellos tiempos en que no había neveras la mazamorra se guardaba en un cajón, bien envuelta en tela, y la madre sacaba aquel inmenso disco compacto para repartirlo por tajadas según un orden en los días de la Novena de Aguinaldos y en la Nochebuena. Los buñuelos se echaban en una bolsa también de tela y luego se depositaban en un tarro. La conserva sí permanecía en la cocina en una gran olla. Pero falta un cuarto manjar: el tamal o hayaca. Ese cuarto plato sí no ha sucumbido a la modernidad. Sobrevive glorioso y continúa presente en la mesa navideña, anunciándose con su olor que se esparce tan pronto se empieza a abrir su envoltorio de hojas de plátano sancochadas. Es el propio aroma de la Navidad. Navidad sin tamales no es Navidad. Como siempre, Dios ha sido muy misericordioso con la pobre humanidad agobiada y doliente – para recordar a la antigua Novena de Aguinaldos – pero más en aquellos tiempos en que no había prohibición para quemar pólvora, pues en muy pocas ocasiones se producían estragos en las personas. Todos los chicos nos llenábamos los bolsillos de totes, fulminantes, cebollitas y bengalas, saltábamos, nos caíamos y recochábamos, a pleno sol, y pese a ser una bomba de tiempo ambulante nunca nos ocurrió un percance. Hoy, por el contrario, entre más restricciones y más cuidados, más accidentes se presentan. No se sabe en dónde está el misterio, cómo explicar esto. Al quitar la pólvora para acompañar las misas de aguinaldo también se le quitó un elemento de alegría a la temporada. No falta quien quiera descubrir en tales reglas la mano de ciertas doctrinas, como la masonería, bajo un pretendido amor a los semejantes. Mientras tanto, que sigan sonando “Los cincuenta de Joselito”, “Faltan cinco pa’ las doce”, todo el repertorio de Guillermo Buitrago, y aquella viejísima melodía titulada “24 de diciembre” cantada por Lucy Figueroa que comienza así: “Llegó diciembre con su alegría, mes de parrandas y animación, en que se baila de noche y día, y es solo juergas y diversión…”. Y que se oigan los verdaderos villancicos – Tuntaina, Zagalillo, Noche de paz, Una pandereta suena – no importa que se cuelen los falsos como “Mamá, ¿dónde están los juguetes?”, y “El reno Rodolfo de la nariz roja”. Al respecto, repito lo que dije en otra columna hace un tiempo: que tengo mis reservas contra “Mamá… ” pues no concibo a una madre tan perversa que le niega el regalo de Navidad a su hijo y le carga la culpa al inocente Niño Dios porque presuntamente éste se dio cuenta de que el pelado la había embarrado durante el año. ¡Qué villancico puede ser eso! ¡Bienestar Familiar debía intervenir y quitarle el muchachito a la vieja! Pero, volviendo al protagonista de este artículo, el tamal, ¡loor a su majestad, a su rico sabor y embriagador aroma, y que perdure por los siglos de los siglos, amén! orlandoclavijotorrado@yahoo.es orlandoclavijotorrado.blogspot.com ………… 10 de diciembre de 2014.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

UN VILLANCICO OLVIDADO

Para el semanario La Provincia UN VILLANCICO OLVIDADO Orlando Clavijo Torrado En mi lejana infancia oí un lindo villancico cuya letra, al pasar el tiempo, busqué insistentemente. Solo retuve la primera estrofa y algo del coro. En una columna como ésta hace dos años expresé que quisiera tener esa letra y por fortuna una lectora – a quien mucho agradezco - me respondió diciendo que su padre cantaba aquel villancico y que había recordado la letra, la que me copió. Nadie lo ha subido a la red, de modo que dudo que se pueda encontrar por Internet. Por simple nostalgia no quise deshacerme de algunos long plays no obstante la aparición y el dominio de los discos compactos o CDs y luego de las memorias o USB (los viejos nos apegamos a los cachivaches). Para que me siguieran sirviendo mandé a arreglar el arrumbado equipo de sonido. Ocurrió entonces que en la anterior Navidad me dio por mirar los viejos y grandes discos de acetato y me llevé tamaña sorpresa al encontrar el tan rastreado villancico. Comprobé que se trata de la misma canción, cuya letra completa me suministró mi amable lectora. . ¡Por Dios! ¡Tanto buscarlo y lo tenía en mis manos! Es un disco producido por “Sónico” llamado “Serenata de diciembre, villancicos”. El año de edición es desconocido. Contiene siete cantos por cada lado. Por el lado A trae los siguientes: Ay Manolito (popular), Ea pastores (bambuco popular), Lucerito (A. Beltrán -cmf-) (cmf indica que se trata de un sacerdote claretiano), Navidad pobre (H. Guzmán - cmf), Pastores venid (popular), Serenata (H. Guzmán – cmf), y Campanitas (Rueda). Por el lado B trae estos: Nochebuena (G.Timor), Brincan y bailan (popular), Mirad Pastores (A. Urdaneta), El aguinaldo (popular), Festejemos al Niño (V. Falco), Oh pajarillos (canción de cuna), y Canción de amor (I. Canarias). Brincan y bailan lo modernizaron y es el actual Los peces en el río. Esta es la letra del hoy ignorado villancico: ¡OH PAJARILLOS! -I- Oh pajarillos que voláis por el bosque/ del cielo azul cantando aquí bajad./ Venid y ved al niño hermoso y chiquito, / que sonriendo entre la cuna está. Coro: Allá en los montes, hay fría nieve,/ Aquí en tu cuna, suave calor. /¿Por qué sonríes? / ¿Por qué no duermes? / Ro ro mi niño, duerme mi amor. / -II- Una manzana si te duermes mi niño, / roja y bonita yo te voy a dar; / cierra esos ojos que los ángeles bellos, / si es que te duermes quieren hoy velar. / Coro: Allá en los montes, hay fría nieve, / aquí en tu cuna, suave calor. / ¿Por qué sonríes? / ¿Por qué no duermes? / Ro ro mi niño, duerme mi amor. En estos tiempos hay tantas cosas por rescatar. Qué bueno que por esta época decembrina rescatemos los villancicos olvidados, de bellas melodías y mensajes tiernos y poéticos. Así también iremos reconstruyendo los valores perdidos que nos aseguran una vida en paz. orlandoclavijotorrado@yahoo.es …………… 3 de diciembre de 2014.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

KIKA EL TALLADOR

Para el semanario La Provincia KIKA EL TALLADOR Orlando Clavijo Torrado Desde el 25 de julio del 2011 la réplica de la imagen de Nuestra Señora de las Gracias de Torcoroma incrustada en una vieja ceiba del parque “29 de mayo” de Ocaña quedó oficialmente expuesta para admiración de todos, nativos y visitantes. De allí en adelante se convirtió en sitio emblemático de Ocaña, de postal y souvenir. Tomarse una foto junto a la imagen es desde entonces obligatorio. Si se trata de un turista, y no lo hace, no puede de demostrar de manera fehaciente que estuvo en Ocaña. ¡Qué gran obra dejó el maestro Yesid Manzano Carrascal - o Kika como se le llamaba familiarmente - . ¡Fue su homenaje a los 300 años de la aparición de la Virgen en el monte de Torcoroma. Y aunque deja su huella en otras expresiones como el teatro, la poesía, la declamación y la docencia, esta hermosa escultura en la ceiba lo hará recordar visible y permanentemente. ¡Qué paradojas! El día de la inauguración, muy cercana la conmemoración del tricentenario de la aparición, hacía cien días que en Ocaña no se perpetraba ningún homicidio, según dijo el alcalde Yebrail Haddad Linero en el acto oficial. Se trataba, entonces, de una doble celebración. ¡Quién iba a sospechar – menos el mismo artista - que tan solo tres años después ni sus tantos méritos ni el servicio apasionado a su tierra detendrían la mano de unos inadaptados sociales para dispararle en el cuello por robarle su moto! ¡Quitarle la vida a quien contribuyó a forjar aquel monumento bautizado como el “árbol de la vida! ¡Por supuesto que a los criminales se les escapa la dimensión de su víctima, ni qué van a entender del inmenso agravio a la cultura! Porque la cultura, realmente, está de luto. Es una merma significativa para las diversas artes en que incursionó el maestro Manzano su muerte temprana, y llenar ese vacío no es fácil, sobre todo en esta época en que imperan la desidia, el desinterés y hasta el menosprecio por las cosas del espíritu. ¡Y como si abundaran seres polifacéticos como Kika en Ocaña, en Norte de Santander y en Colombia! Tristeza, repudio, desazón por la falta de seguridad, todo ello se siente a la vez por la muerte infame de Kika. Sin embargo, que su desaparición no nos enerve, a los amantes de las bellas artes, para continuar en la ruta, contagiados de su entusiasmo y de su entrega. orlandoclavijotorrado@yahoo.es ------------ 26 de noviembre de 2014

miércoles, 19 de noviembre de 2014

DE LA HABANA VIENE UN BARCO

Para el semanario La Provincia DE LA HABANA VIENE UN BARCO… Orlando Clavijo Torrado En cuanto a la paz, los porcentajes están así: el ciento por ciento de los colombianos la quieren, el cincuenta por ciento apoyan los diálogos del Gobierno con el grupo terrorista Farc, y el otro cincuenta por ciento no los apoyan por la cantidad de beneficios – incluida la impunidad para todos sus delitos – que el presidente Santos y el fiscal general Montealegre les han ofrecido. El señor Santos se paseó hace poco por Europa vendiendo el discurso de la paz y buscando plata puesto que al acabarse los ataques de las Farc contra los colombianos, a esos atacantes tiene que asegurárseles un modus vivendi porque en adelante no tendrán los naturales recursos con que se mantienen como son el secuestro, la extorsión, el narcotráfico y las vacunas. En una caricatura publicada en Internet, Santos aparece como un menesteroso, en alpargatas y con vestido lleno de remiendos, sentado en un andén y extendiendo la totuma del limosnero. ¡Cómo se le ocurre a Santos ir a pedirles a todos los quebrados del viejo continente! Porque, que se sepa, la única economía boyante es la de Alemania. Por ahí dicen que dado que en este país todo tiene un interés, el de Juanpa – como lo bautizó la abuela de Villavicencio - es el premio Nobel de la Paz. Con tal de complacer a las Farc últimamente estiró el concepto de delito político. Juanpa no quiere que los guerrilleros de las Farc paguen por ningún delito. Debía ahorrarse tanto engaño y proclamar públicamente que son inocentes. Ahora, su escudero, el fiscal general de la Nación Eduardo Montealegre, no se le queda atrás. Solo que al fiscal se le ve mal y a Santos no porque no es abogado sino economista y hábil jugador de póker. Montealegre, quien era un respetado tratadista de Derecho Penal y magistrado de las altas cortes, echó por la borda toda su sabiduría y sus enseñanzas a miles de discípulos al declarar que el secuestro del general Rubén Darío Alzate Mora en el Chocó el domingo 16 de noviembre en la tarde, propiamente en el corregimiento Las Mercedes de Quibdó, no fue un secuestro sino una retención indebida. ¡Lo que hace la pasión política! Así, se pone en línea con las Farc, para quienes el alto oficial es un prisionero de guerra. A no dudarlo, al fiscal general se le está yendo la mano. Es bueno que ayude al presidente, y allá él si comulga con sus ideas, o con las de las Farc, pero no debe olvidar que fue designado para perseguir a los delincuentes. Según el artículo 250 de la Constitución Política de Colombia, modificado por el artículo 2° del Acto Legislativo N° 03 de 2002, el fiscal general no puede renunciar a su función principal de la persecución penal salvo por aplicación del principio de oportunidad. De entender así la ley y la justicia como vemos que lo está haciendo el fiscal general, podemos decir que estamos sin fiscal. Evocando el viejo juego, por muchos años nos recordaremos que de La Habana vino un barco cargado de sorpresas. orlandoclavijot@hotmail.com 19 de noviembre de 2014

miércoles, 5 de noviembre de 2014

RELACIONES CON VENEZUELA

CRONIQUILLA RELACIONES CON VENEZUELA Orlando Clavijo Torrado La única cosa buena que ha hecho el actual gobernador de nuestro departamento Norte de Santander es recomendar que nadie vaya a Venezuela. Por lo demás, ni fu ni fa. Las relaciones, dice Perogrullo, son entre amigos. Entre enemigos, no hay caso. Sin más preámbulos, es lo que nos ocurre con Venezuela. Los gobiernos de dicho Estado – aún los más “queridos”, como dicen las señoras, con Colombia, como se pueden considerar los de Rafael Caldera y Carlos Andrés Pérez – han practicado una continua agresión contra los nuéstros. En una celebración patria de Venezuela a la que asistió el presidente Misael Pastrana, le mostraron todo el armamento que poseían. Eran los tiempos de Caldera y había ya la discusión por el golfo de Coquivacoa o Golfo de Venezuela. Don Misa apenas parpadeaba y don Rafa lo miraba para ver cómo le parecía lo que le tenía listo. Recuérdese que en plena lucha por la Independencia – en el año 1818 - el general Páez hizo detener a nuestro héroe Francisco de Paula Santander. Se trataba de rivalidades. En una carta explicadora Santander le dice a Páez que “los venezolanos odian a los granadinos, les humillan y les tratan como a colonos” (Fernando González, el filósofo de Otraparte, 1940). A lo largo de los siglos XIX y XX las rupturas de relaciones diplomáticas y comerciales y los cierres de la frontera por parte de los venezolanos, fueron el pan de cada día. En este siglo XXI en que andamos, el difunto dictador Chávez rompió relaciones con nosotros cinco veces, una de ellas con movimiento de batallones en las fronteras y apuntando misiles contra Bogotá. Siempre han pretendido apoderarse de toda la Guajira y la costa norte, por supuesto incluidas Barranquilla, Santa Marta y Cartagena. Chávez lo proclamaba sin pudor, alegando que Colombia les arrebató dichos territorios cuando lo cierto es que nuestro país se extendía en la época de la Colonia hasta los actuales estados Táchira, Mérida, Apure y El Zulia y que toda la Guajira nos pertenecía. Los linderos de la ciudad de Ocaña en 1570 llegaban hasta las orillas del Lago de Maracaibo. El ingreso de los hoy llamados soldados bolivarianos y de la tenebrosa Guardia a nuestros campos y pueblos, y capitales como Cúcuta, Riohacha y Valledupar es constante, y periódicamente nos asesinan compatriotas. Cualquier colombiano puede viajar al exterior y traer en determinadas mercancías un cupo mínimo de mil dólares (unos $ 2.060.000 al cambio del 3 de noviembre de 2014); si la permanencia en el exterior es hasta de 7 días, se le permite la introducción de un cupo de 2.500 dólares (unos $ 5.150.000), y si la permanencia pasa de 7 días, el cupo se amplía a 4.000 dólares (unos $ 8.240.000) pagando un impuesto del 26.5%. Ello en Venezuela no se respeta porque desconocen todos los tratados internacionales, y mediante amenazas con su moderno y poderoso armamento callan cualquier reclamo. De ahí que encarcelen a nuestras gentes modestas por comprar víveres de un mercado que no pasa de treinta mil pesos, como está sucediendo por orden del sucesor de Chávez, Nicolás Maduro. Ante tantos abusos y violaciones a todos los derechos la Cancillería nuestra enmudece asustada. ¿Y qué decir del refugio y protección que les dan abiertamente a las guerrillas que secuestran y asesinan a la fuerza pública y a inocentes ciudadanos colombianos? Entonces, ¿vale la pena mantener relaciones con una nación que siempre nos ha sido hostil y que está dispuesta a atacarnos en cualquier momento? ¿Cuántas vidas de compatriotas se salvarían? ¿Cuántos atropellos se evitarían? Es hora de pensarlo. Aunque no creo que Juanpa sea el gallo. orlandoclavijotorrado.blogspot. com 4 de noviembre de 2014

miércoles, 29 de octubre de 2014

UN PEQUEÑO INCIDENTE

Para el semanario La Provincia UN PEQUEÑO INCIDENTE Orlando Clavijo Torrado Las doce campanadas del reloj de la iglesia parroquial sorprendieron al alcalde visitando a su cuñada Aydé, que vivía en el extremo del poblado. “Me voy porque me esperan para el almuerzo”, dijo precipitadamente y se despidió. Tomó la calle empedrada, la larga calle real, rumbo a su hogar. Por el camino saludaba a cuanto amigo encontraba. El alcalde, un hombre de carácter amable y de cultas maneras, era muy popular. En la puerta de su tienda, sentado en un taburete, descansaba don Flaminio Salamanca. Sí, don Flaminio, porque en el pueblo a algunos dirigentes cívicos y funcionarios oficiales, y a los señores que gozaban de alguna solvencia económica, se les daba el tratamiento de don. El señor alcalde se detuvo un momento y saludó cordialmente al tendero: “Buenas tardes, don Flaminio”. Éste, al contrario de aquél, se distinguía por ser de pocas palabras y sombrío. Por ejemplo, si algún parroquiano le preguntaba que si había arroz no le contestaba que sí había sino, ásperamente, “¿cuánto va a llevar?” La opinión general calificaba a Flaminio con un epíteto singular, “arracacha”; algunos lo tildaban de “reinoso” y no pocos de “marrano”. Don Eleazar – así se llamaba el alcalde – se quedó esperando la respuesta a su saludo. Como no la recibió pensó que su interlocutor de pronto no habría oído, por lo que repitió en un tono más elevado: “Buenas tardes, don Flaminio”. El otro permaneció inexpresivo, inmóvil como una estatua, mirando al suelo. El funcionario se impacientó y le dijo en tono fuerte: “Que buenas tardes, don Flaminio”. Definitivamente, a Flaminio no se le daba la gana de contestar. Entonces el burgomaestre, extrañamente pues nunca se alteraba, montó en cólera y le reprochó: “Los seres humanos saludan, los animales no lo hacen. ¿Acaso no entiende lo que es un saludo? ¿Qué clase de gente es usted?” Y continuó su marcha. Llegó a su vivienda, descompuesto por la ira, pero aún así se sentó a la mesa dispuesto a consumir las viandas preparadas por su amorosa mujer. A los pocos minutos se oyó en la calle el escándalo de un hombre que gritaba: “¡salga, hijue…, si es tan arrecho!” Al alcalde se le pareció aquella voz a la débil de don Flaminio pero esta vez en volumen mayor. Se metió el revólver al bolsillo y salió a confirmar sus sospechas. Efectivamente, se trataba del mismo. La tez de Flaminio era amarilla, pero ahora estaba más amarilla; le temblaba la quijada, profería insultos soeces al alcalde y hacía ademán de sacar un arma. “Repítame lo que me dijo frente a mi tienda”, le reclamó. Don Eleazar, que no era ningún cobarde, le contestó: “Con mucho gusto se lo repito: que usted es un salvaje, un animal, un insociable, y póngala como quiera que no le tengo miedo”. Los lamentos y llantos de su esposa no impidieron que el alcalde saltara a la calle revólver en mano mientras Flaminio sacaba el suyo. A esa altura de la camorra la Policía ya había corrido a la casa del alcalde, de modo que intervino oportunamente, redujo a Flaminio y lo llevó entre pataleos a la cárcel. El perturbador de la paz pública y del irrespeto a la primera autoridad del municipio fue sancionado con tres días de arresto. A pesar del castigo no aprendió la lección. Siguió de marrano. orlandoclavijotorrado.blogspot.com ………………………………………………………… 29 de octubre de 2014-

miércoles, 22 de octubre de 2014

EL INDIO ECONOMISTA

Para el semanario La Provincia EL INDIO ECONOMISTA Las fauces del Gobierno para devorar por la vía de los impuestos cuanto huele que les llega en bienes o numerario a sus súbditos, son colosales. Y su estómago no es menor. Colombia parece que es campeón en tributos con destino presuntamente al erario, y ha contado con genios diabólicos que se las arreglan para que nadie escape a la esculcada, valga decir la retención en la fuente, instrumento que pone a la víctima con las manos arriba y calzones abajo y sin poderse defender porque el dinero del sueldo, el contrato o el servicio, lo tiene el pagador. Pero no nos alarmemos que ello ha sido tradicional, consuetudinario. Encontré un escrito muy sabroso de don Mariano Ospina, fundador, junto con don José Eusebio Caro, del Partido Conservador, y presidente de la República a mediados del siglo XIX, escrito que para solaz de mis lectores resumo en pocas líneas. Un labrador encontró dentro de una zanja un enorme hueso que, después de despojado de la tierra, resultó ser una muela descomunal. Se dirigió al pueblo y lo primero fue llegar a la tienda principal en donde colocó, sobre el mostrador, la pieza estrambótica. La tendera no pudo menos que santiguarse y exclamar: "¡Virgen Santísima! Esa es la muela del Enemigo Malo, porque está negra". En la venta se armó pronto la discusión y abundaron los pareceres, buscando, principalmente los versados, el origen de aquel hueso. El maestro de escuela lució su manejo de las matemáticas y luego de aplicar fórmulas dedujo que la muela pertenecía a un gigante de 1010 metros de altura. La concurrencia recibió con sorna tales cálculos; un guasón dijo que de ser ese el tamaño del gigante habría podido pasar el mar con el agua al ombligo. El señor cura también le refutó aduciendo que Goliat, reconocido gigante bíblico, no medía más de seis codos y un palmo. El sacristán lo apoyó: "Hasta yo hubiera podido cogerle las barbas con la mano". De pronto arribó una pareja de aborígenes que tomó asiento en el suelo junto a la puerta. Al señor alcalde, seguramente por verlos, se le despertó su erudición histórica y aventuró la siguiente tesis: "Esta muela debió ser de los antiguos (los indios) que comían carne humana". Poco le gustó a la india el comentario pues repuso: "Eso sí que no; esa muela no puede ser sino muela de Gobierno". Pero su marido no estuvo del todo de acuerdo, y acotó: "¡Qué burrada! ¿El Gobierno para qué necesita muela? ¿No ves que los gobiernos comen a tarascadas y engullen entero, como el caimán, lo propio y lo ajeno?". Concluye don Mariano Ospina que el indio seguramente militaba en la oposición.

martes, 14 de octubre de 2014

EL DIABLO MACHIRO

Para el semanario La Provincia EL DIABLO MACHIRO Orlando Clavijo Torrado Cuando usted, amable lector, viaja de Cúcuta a Ocaña, ve no muy lejos de la población de El Zulia, a mano derecha, una casa vieja, un montón de maquinaria de construcción abandonada, y ningún cultivo ni cría de ganado, como sería lo propio dado que el río Zulia queda a pocos metros. El 27 de mayo de 1983 La Opinión me publicó una Croniquilla con el tema que hoy trato, actualizado. Aquel artículo lo titulé Un pacto con el diablo. Pues bien: el asunto es que el abandono de que hablé en aquel entonces, hoy, 31 años después, continúa igual. Como actualmente la gente ignora cuál es la causa de aquellas ruinas, repetiré la historia en términos sencillos, historia que la oí narrar a un compañero de viaje en un bus de Peralonso en el recorrido de Cúcuta a Ocaña. En aquel sitio iba a funcionar la empresa Sociedad Mercantil Agroindustrias Zulia-Ureña C.A. - Azurca - fundada por los gobiernos de Colombia y Venezuela en el año 1973, para aprovechar la caña de azúcar abundante en el sector y procesar el producto en un principio allí y luego en una planta ubicada en Ureña. Era un proyecto ambicioso, de grandes ganancias para ambos países. La finca en donde funcionaría Azurca pertenecía a un señor de apellido Peñaranda. Éste, antes de venderla al consorcio binacional, había hecho un pacto con el diablo. Por ese pacto, Peñaranda le vendía el alma, por la que lucifer vendría en 20 años, a cambio de que éste le diera riquezas a manos llenas. Don Sata cumplió a cabalidad lo convenido. Peñaranda tuvo, por consiguiente, edificios, mansión en Miami, acciones, viajes por el planeta entero, carros de último modelo, dinero hasta para jugar en los casinos de Las Vegas, y, por supuesto, hermosas mujeres lo rodeaban siempre porque el archimillonario galán les obsequiaba y gastaba sin reparar en costos. En ese vivir tan regalado a Peñaranda se le olvidó que no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague. El demonio mismo fue a recordarle que le faltaba un año para que le entregara su alma. ¿Y qué hizo Peñaranda? Sencillamente, se mandó a practicar tantas cirugías para cambiar su fisonomía que cuando Satanás se presentó en la fecha exacta a llevárselo para los profundos infiernos, no lo reconoció. El maligno persistió en la búsqueda. Una vez se le presentó vestido de hippy, y Peñaranda lo descubrió al instante pero el otro, a pesar de tener a Peñaranda en frente, no lo reconoció. Y Peñaranda decidió cambiar de domicilio. Así, el diablo perdió todas las visitas que hizo a la finca, a veces camuflado como mafioso lleno de anillos de oro y cadenas tan gruesas como cadenas de perro, todas las semanas de Testigo de Jehová, de chica prepago, de vendedor de seguros de vida, en fin, en las más variadas caracterizaciones, y transportándose en bicicleta, en moto, en automóvil, en tractor, de a caballo y de a pie. A pesar de lo que creyera Peñaranda, Satanás no es pendejo y por fin se convenció de que su socio le estaba mamando gallo, se puso machiro -así decía mi compañero de viaje -, y en un arranque de furia, en una noche tempestuosa, con su fuerza descomunal derribó la casa de la hacienda, volcó la maquinaria y la tiró casi toda al río, mató el ganado, le echó sal y azufre a la tierra para esterilizarla, maldijo el sitio y se marchó echando chispas. Esa es la razón de que el proyecto Azurca se comiera millones de dólares y nunca arrancara, y de que en el antiguo predio de Peñaranda no se produzca nada. De Peñaranda no volvió a saberse. No falta quienes afirman haberlo visto divirtiéndose en Las Vegas. Otros dicen que se volvió político. orlandoclavijotorrado@yahoo.es 14 de octubre de 2014

lunes, 6 de octubre de 2014

EL JURADO CALIFICADOR

Para La Provincia EL JURADO CALIFICADOR Orlando Clavijo Torrado Hace muchos años, más de medio siglo, los alumnos de las escuelas públicas debían presentar los temibles exámenes finales orales ante un jurado calificador. Ello ocurría en noviembre. Los alumnos llevaban su uniforme de gala, los maestros varones lucían para la ocasión vestido completo con saco y corbata y las maestras se engalanaban con lo mejor del ropero. Los jurados también iban de saco y corbata. En aquella época el maestro se llamaba maestro, no profesor, como hoy, o profe. El jurado calificador para cada escuela lo integraban tres personas, escogidas entre las destacadas del municipio. Eran examinados en todas las ciencias vistas durante el año los alumnos de primero a quinto grado de primaria. Pero la evaluación también abarcaba al director de la escuela y sus colegas, puesto que la junta calificadora rendía, después de dos largas semanas de exámenes, un informe sobre la calidad de la educación impartida. Es decir, que si el número de alumnos rajados era grande, los docentes tenían asegurada su salida de la nómina oficial. Todas estas notas aclaratorias vienen al caso para referir lo que me sucedió en una oportunidad en que me nombraron como miembro de un jurado calificador. Yo aún estaba cursando el bachillerato en otra ciudad. Llegué al pueblo de vacaciones y consideraron los señores cura párroco, alcalde y director de la escuela urbana, que era apto para el oficio. Me mandaron de jurado a la escuela de la vereda Filo Real. Yo sería el presidente y me acompañarían como vocales un tío, Ramón Arnulfo Torrado, al que llamábamos Ramoncito, maestro de la escuela urbana, y no recuerdo qué otra persona. Pues bien: marché a la vereda lejana, a lomo de mula. El recibimiento en la escuela fue para jefe de Estado: echaron voladores apenas los caballos asomaron las cabezas en el cerro, los niños formaron en dos filas para que avanzáramos por el medio, agitaban pequeñas banderas de Colombia, entonaron el himno nacional y nos aclamaron: “Vivan los señores jurados!”, y la comunidad completa se reunió y nos saludó entusiasmada. La directora y maestra única pronunció un emotivo discurso. De inmediato hubo brindis con aguardiente de la Industria Licorera del Departamento, aún pujante en aquel entonces, antes de que se la bebieran toda los políticos. Más tarde pasamos a manteles. Las gallinas criollas patas arriba en anchas bandejas nos esperaban. Un conjunto de música de cuerdas amenizó el almuerzo. Por la noche nos aguardaba un baile y otro al día siguiente pues dos días duraríamos examinando. Para el jurado más joven le tenían la muchacha más bonita de la vereda. Después de todo este jolgorio y homenajes vino la parte seria, el examen de los escolares. Los otros dos compañeros me habían delegado para que yo hiciera las preguntas. ¡Horror! Esos pelados no sabían cuánto eran dos más dos, ni cuál era la capital de la república, ni nuestro principal río, ni dónde había nacido el Libertador, ni quién era Dios. Y yo, ponga ceros, unos y dos, como correspondía honradamente, como se lo merecían. Un hombre de unos treinta años, sin mucho aspecto campesino y no mal parecido, se paseaba nervioso por el salón y principalmente me miraba a mí con recelo. De pronto mi tío Ramoncito, con mayor experiencia pues yo era un mozalbete, y atento él a las jugadas, me dijo al oído: Orlando: deje de calificar tan bajo pues la maestra está desesperada llorando en su alcoba; el tipo que se pasea es el novio, es un asesino, se voló del Seminario de Ocaña una madrugada, vino a esta vereda y mató al padrastro y apareció de nuevo al anochecer en el claustro, y además lleva varios muertos a cuesta, de frente o a traición. De modo que, o les ponemos cinco a todos los pegoticos así no sepan nada o no salimos vivos de aquí. Ante tal advertencia esos alumnos resultaron unos genios, la maestra salió de su escondite con cara feliz, su novio también se mostró risueño y dejó de meterse la mano en la pretina en donde cargaba una cuchilla, y este servidor pudo regresar sano y salvo a su casita.

martes, 30 de septiembre de 2014

NACE LA FEDERACIÓN DE PENSIONADOS

Para La Provincia NACE LA FEDERACIÓN DE PENSIONADOS Orlando Clavijo Torrado El pasado sábado 13 de septiembre, en la sede de la Asociación Nacional de Jubilados de Ecopetrol, Colpet y Sagoc - Asonajub- en las horas de la mañana, se llevó a cabo la reunión de los representantes de las Asociaciones de Pensionados del departamento Norte de Santander con el fin de constituir la Federación de tales Asociaciones. De las 18 existentes en Cúcuta, ocho atendieron la convocatoria. La motivación principal estriba en la necesidad de luchar contra los gravámenes que el Gobierno está imponiendo a los pensionados, el primero de los cuales ya se sintió y que no es otro que la obligación de presentar declaración de renta por percibir mesadas que sumen al año $ 36.469.000, declaración cuya elaboración ya tiene un costo. Los contadores están cobrando desde 70 mil hasta 300 mil pesos por su trabajo. El Gobierno se propone, además, incrementar los descuentos por salud y establecer la retención en la fuente. No es improbable que la Reforma Tributaria que está preparando también afecte a los antiguos servidores oficiales y privados, los que en lugar de recibir estímulos por haber entregado lo mejor de su existencia para hacer prosperar la patria, son tratados sin ninguna consideración y ven que sus ingresos por concepto de su jubilación cada día disminuyen más. Si se hace una cuenta minuciosa, la mesada del pensionado está sujeta a variados descuentos, se aumenta solo en razón de la variación del IPC (índice de precios al consumidor) y no por el factor de la inflación, para recibir en últimas a principio del año un pírrico aumento en mucho inferior al del trabajador activo. Ese trato con el pensionado no se compadece con sus necesidades y la etapa en que ha entrado de dolencias y limitaciones físicas que le imponen mayores gastos para preservar su salud y su vida. Todas esas consideraciones llevaron a algunos líderes de pensionados ya fogueados en las lides sindicales a invitar a la unión bajo la figura de la federación. Pero además de los beneficios económicos, de ello puede resultar una mayor integración entre todos los pensionados mediante actividades lúdicas y encuentros culturales y de recreación, y el fortalecimiento de la solidaridad. En esta primera reunión la junta directiva provisional acordó insistir a todas las Asociaciones de Pensionados de cualquier entidad, pública o privada, no solo de Cúcuta sino de todo el departamento, a informarse de la iniciativa en la sede de Asonajub, a unirse a la Federación, y a emprender juntos la defensa de los derechos e intereses de los pensionados. La junta directiva provisional quedó integrada así: José A. Solano – presidente de Asonajub-, Jorge Enrique Guerrero, Constantino Carrillo, Pedro Parra y Hernando Beltrán. Estos mismos, con la asesoría de Orlando Clavijo Torrado, vicepresidente de Asopenjur (la Asociación de pensionados del Poder Judicial), se encargarán de redactar los estatutos de la Federación. La sede será la misma de Asonajub: calle 5ª N° 2-35, tel.5715445, Cúcuta. De modo que esperamos a todos los pensionados y sus asociaciones a darle pronta vida a la Federación. orlandoclavijotorrado@yahoo.es …………….. 30 de septiembre de 2014.

lunes, 22 de septiembre de 2014

LA VUELTA...PERO AL BOLSILLO

Para La Provincia LA VUELTA...PERO AL BOLSILLO Orlando Clavijo Torrado Corría el año 1963. Y poco antes de que se corriera la Vuelta a Colombia apareció por Ragonvalia un joven que se presentó como Arnulfo Montoya, un as del ciclismo, y ni más ni menos que sobrino del renombrado Carlitos Montoya. Nadie le pidió ningún documento de identidad, así que todo el mundo se comió el cuento. Llegó con la promesa de que correría por el pueblo que lo patrocinara, de modo que si los ragonvalenses querían ser famosos y que estuvieran en la boca de los grandes locutores del momento, Carlos Arturo Rueda C. y Alberto Piedrahita Pacheco, ahí tenían la oportunidad con él. El muchacho les dijo que para demostrarles su habilidad sobre la bicicleta permanecería veinticuatro horas pedaleando en círculo por el parque principal sin descansar y sin bajarse un minuto. A las doce del día comenzó su propia maratón a gran velocidad. Los alumnos del colegio Santo Niño de Atocha y de las escuelas urbanas le hicieron barra. Al caer la tarde y la noche los animadores se turnaron para que en ningún momento el ciclista se encontrara solo. Las chicas eran las más entusiastas en aplaudirlo. Respetables señoras del pueblo le prepararon bocados que el hombre recibía casi que por el aire ya que, como se expresó atrás, giraba raudamente. En verdad el tipo resistía hora tras hora pedaleando fuertemente sin disminuir el ritmo, lo que de por sí causaba admiración. ¡Oiga!, pero más causaba admiración el que nunca se apeara del aparato a satisfacer sus necesidades fisiológicas. ¿Cómo hará para aguantar las ganas?, se preguntaban boquiabiertos los parroquianos. No faltó quien lo vigilara a ver si era que en un descuido se bajaba de la bicicleta y se dirigía al inodoro. Pero no. El tipo no se escapó nunca. Parecía sobrehumano. E incansable. ¡Y qué agilidad para agacharse y, andando a tal velocidad, recoger las monedas que le lanzaban! Exactamente al mediodía siguiente, cuando el reloj del templo daba las doce campanadas y desde los parlantes del palacio municipal sonaba el himno nacional, el corredor terminó su hazaña. Dignatarios oficiales, muchachada y pueblo en general rodearon al héroe, lo abrazaron, lo besaron y vitorearon. Dos preciosas damitas le entregaron un ramo de flores. Los presidentes de los dos clubes locales, el Social y el Deportivo, por poco se dan trompadas en la disputa por el honor de agasajar al personaje. El concejo aprobó de inmediato una partida deportiva con destino al campeón. En fin, que el ciclista recibió felicitaciones, homenajes y suficiente dinero para que marchara seguro a representar a Ragonvalia en la Vuelta a Colombia próxima a iniciarse. Antes de partir les recomendó a sus hinchas que estuvieran pendientes de las transmisiones radiales. Se acordarían, les aseguraba, de la magnífica actuación en la Vuelta de Arnulfo Montoya. Principió el certamen y los ragonvalenses pegaron el oído a sus radios. Y nada que el tal Arnulfo Montoya era mentado entre los corredores. Todavía están esperando que su patrocinado envíe un saludo “a mi gente de Ragonvalia”. Parece que de allí salió a Cucutilla o Arboledas a hacer otra vuelta, pero la vuelta al bolsillo de los mensos. Eso sí, que era un gran velocipedista no se podía negar. orlandoclavijotorrado@yahoo.es 22 de septiembre de 2014.

lunes, 15 de septiembre de 2014

BIENAVENTURADOS LOS QUE HUYEN

CRONIQUILLA BIENAVENTURADOS LOS QUE HUYEN Orlando Clavijo Torrado El Fiscal General de la Nación, Eduardo Montealegre, se ha convertido en el coco para algunos, pues tan pronto lo ven salen corriendo. ¡Y quién no si en sus apariciones en la tv y en la prensa va anunciando a quién va a poner preso y por cuántos años! Tomar las de Villadiego fue el camino más expedito que encontró la ex Contralora General de la República, Sandra Morelli Rico, al oler que su archirrival, dueño del garrote, el Fiscal General, por nada le perdonaría que lo siga acusando de presuntamente haber suscrito contratos con honorarios de miles de millones de pesos con SaludCoop. No es ningún secreto la filiación política de Montealegre y su afinidad con el presidente Santos. Y demostrado está que cuando mete la mano en una investigación, ¡sálvese quien pueda! Ahí está el ejemplo del ex ministro de Agricultura Andrés Felipe Arias, quien sin apropiarse de un solo peso, gracias al empeño de Montealegre fue condenado por la Corte Suprema de Justicia a una pena de 17 años de prisión, mientras el mismo fiscal aboga porque los dirigentes guerrilleros, autores de masacres, robos, extorsiones, secuestros, torturas y destrucciones, no paguen ni un día de cárcel. El comentario general es que si la doctora María del Pilar Hurtado, ex directora del DAS, regresara a Colombia, se la comerían viva. Como se van a comer vivo al “peligroso hacker” Sepúlveda, un pobre bobarrón a quien el presidente de la República y el mismo Fiscal General le han atribuido tanto poder como el de poner a tambalear el Estado y las instituciones patrias. Como diría el caudillo Gilberto Alzate Avendaño, ¿así está de débil el régimen que no aguanta ni una hemorragia nasal? En verdad, y para ser justos y equitativos, si asustan las facultades que tiene el Procurador General de la Nación y se pretende limitarlas, ¿por qué no se legisla también para mermarle el predominio punitivo que posee el Fiscal General? Otra reforma necesaria es la terminación de la justicia show, la justicia del micrófono, al igual que resulta urgente despolitizarla e imparcializarla de las ideas y pasiones de los ejecutores. ¿Y de las víctimas que deben ir a La Habana a enfrentar a Timochenko y sus muchachos, qué? Porque ocurre que falta por desfilar por allá el mismo Estado colombiano con sus puentes tumbados y la infraestructura vial hecha añicos, las sedes de la Caja Agraria destruidas, los puestos de policía, las escuelas públicas, las alcaldías, gobernaciones y centenares de edificios oficiales incendiados, las refinerías, los oleoductos y el petróleo arremetidos y perdidos, las ambulancias y carros oficiales atacados con bombas, y un largo etcétera. ¿Quién responderá de tan inmensos destrozos y quién los va a pagar? Como van las cosas, los negociadores de las Farc negarán que ellos fueron los responsables, y los del gobierno, para no disgustarlos dirán que está bien, que dejemos así. Entonces, dejemos así. orlandoclavijotorrado@yahoo.es 13 de septiembre de 2014

jueves, 11 de septiembre de 2014

DEL MEDIO ORIENTE COSTEÑO

PARA LA PROVINCIA DEL MEDIO ORIENTE COSTEÑO Orlando Clavijo Torrado Comentábamos en casa que en cierta forma estos individuos que logran engañar a mucha gente, y, sobre todo, a gente importante, ilustrada y poderosa, son dignos de admiración, pero admiración entre comillas. Más aún cuando consiguen que personalidades se disputen su compañía. Para ilustrar el caso que ocurrió en Ocaña por el año 1956 debemos precisar primero que los padres eudistas, del Seminario del Dulce Nombre, eran demasiado celosos y exclusivistas para convidar a alguien a compartir su mesa. Que yo recuerde, no vi allí sino al padre Rafael García Herreros, naturalmente al Padre Provincial, al Superior de la comunidad o Padre General, a obispos y a tal cual laico muy meritorio. Y sin embargo, un sujeto argentino, joven, alto, vestido elegantemente, los convenció para dictar una conferencia especializada sobre no sé qué. En gratitud, los padres le correspondieron invitándolo a sentarse en puesto de honor junto a ellos en el comedor. Con el tiempo se filtró la noticia en el seminario de que el tipo había sido apresado en Bogotá al descubrirse que se trataba de un estafador. Creo que otros colegios de Ocaña también tuvieron el “honor” de agasajarlo. Lo anterior viene a cuento al leer la noticia de que un nuevo falso embajador cayó en la capital de Santander. Pero este diplomático parece que supera – según los periódicos – al que hace cincuenta años descrestó a la sociedad de Neiva, el famoso embajador de la India, chasco que le sirvió al recordado dueto de Emeterio y Felipe para una graciosa composición musical. El impostor capturado en Bucaramanga es un moreno grueso de nombre Jeison Jair Cuello García. El Jeison lo cambió por Jason y el Jair por Ali. Los apellidos criollos salieron a volar. Se presentó con carnés de cancillerías como embajador del Líbano. Se dice que no es ningún brocha en cultura y que está bastante enterado de los conflictos en Medio Oriente. Así, se coló por recintos aristocráticos, en hoteles de lujo, en universidades y guarniciones militares, y recibió consideraciones especiales del gobernador y el alcalde, de coroneles y generales y de cuanta alta autoridad pudo engatusar – que fueron todas - , se hizo escoltar por la Policía, alucinó en conferencias, bebió y comió finamente, durmió en suntuosas camas y se relajó en piscinas de olas. Muchos querían posar para la foto con él. ¿Cómo no se iba a merecer todo esto su excelencia el ministro libanés Jason Ali Hakim Abdullaziz Al Nayib? La vaina es que este supuesto diplomático libanés musulmán ya la había hecho en su propia tierra, Valledupar, de donde lo corrieron al pretender pasar como pariente de los famosos cantantes Hermanos Zuleta. Además, se dejó pillar porque no usaba carro diplomático y se escapaba a la esquina a buscar un bollo e yuca y llamadas a vendedores de minutos. Los cargos que le formularon fueron difusos, por lo que un juez de garantías le concedió la libertad. Donde se encuentre, debe estar muerto de la risa de los mensos de los que se aprovechó utilizando su inteligencia y astucia. orlandoclavijotorrado.blogspot.com 10 de septiembre de 2014.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

UN OLOR A QUIÉN SABE QUÉ

Para La provincia UN OLOR A QUIÉN SABE QUÉ Orlando Clavijo Torrado En estos días me encontraba en una oficina pública sentado en un tándem – o sillas pegadas – a la espera de mi turno. De pronto llegó una mujer joven, con bastantes kilos de sobra, y se sentó a lo machote, estremeciendo todo el conjunto. Me sacudió bruscamente. Esto es, se sentó como una vaca. Bueno, pensé, ¿qué es sentarse como una vaca? ¿Por qué se compara con una vaca a quien se sienta sin cuidado ni consideración con nadie, sin la menor cultura, o se desparrama o alza las patas sobre otra silla? (Aquí el término patas está bien usado). ¿Alguien ha visto a una vaca tomar asiento? ¿Y de qué forma puede una vaca sentarse en un mueble, pues la única forma que ellas tienen de descansar es echarse, como uno las ve en el potrero? Este dicho me llevó a escudriñar otros igualmente simpáticos. Por ejemplo, aquel que equipara a algo simple con un beso de boba. ¿Quién sería el primero que besó una boba para que pudiera establecer la clasificación? No obstante, todos, hombres y mujeres, sin haber besado una boba, nos valemos de la expresión con naturalidad: sabe a beso de boba o tiene más gusto un beso de boba. Ahora, ¿quién ha comido babas de perro? Creo que ninguno. Y sin embargo, cuando nos sirven un plato aguachento o sin calentar no vacilamos en rechazarlo porque sabe a babas de perro. Pero hay otra comparación que es la medida de lo que no tiene medida: es el consabido “quién sabe qué”. Por ejemplo: - ¿Es verdad que fulana de tal es muy fea? - ¡Es cierto! Es más fea que quién sabe qué. Para denotar que alguien es muy viejo o que es muy sabio, o que algo es en extremo doloroso, o que se siente mucha felicidad, se emplea la comparación de “más que quién sabe qué”: está más feliz que quién sabe qué, eso duele más que quien sabe qué, es más viejo que quién sabe qué, etc. Nadie conoce puntualmente qué es “quién sabe qué”, es indescifrable, pero no hay duda que resulta un punto de comparación incomparable – no es redundancia aunque lo parezca -, un recurso fácil, y una muletilla más usada que quién sabe qué. ¿Quién la inventó? Innegablemente, como las otras expresiones que vimos arriba y muchas más, la inventó el ingenio popular, la malicia, el sarcasmo, y, por contraste, hasta la ingenuidad y la sencillez de la gente. En fin, su origen es más misterioso que quién sabe qué. ¡Ah! Les contaba que estas reflexiones me vinieron a raíz de que una tipa gorda se sentó como una vaca, etc…, etc… El final del cuento es que en realidad me fue muy útil el episodio para hacer un apretado y mínimo estudio sobre algunos dichos comunes. Mi turno, cabalmente, no demoró sino unos minutos. Cuando me llamaron para ser atendido dejé a la muchacha empacándose una tremenda empanada que le vendió un señor al que le permiten entrar a aquella oficina municipal con un inmenso canasto repleto de dicho producto. Los funcionarios abandonan sus puestos y todos se engullen con avidez el manjar; ninguno paga, lo que significa que tienen cuenta abierta con el hombre. Un fuerte olor a comida inunda el salón en donde se apretujan empleados y usuarios. Es una pestilencia más repugnante que quién sabe qué. orlandoclavijotorrado@yahoo.es 3 de septiembre de 2014

sábado, 30 de agosto de 2014

PURA COINCIDENCIA

CRONIQUILLA PURA COINCIDENCIA Orlando Clavijo Torrado No es ninguna novedad ni ningún descubrimiento afirmar que todos los males por los que está pasando Venezuela ya les ha ocurrido a otros pueblos que han adoptado la amalgama de ideas extremistas de izquierda. En el continente tenemos a Cuba y Nicaragua como los mejores ejemplos, y por seguir al “Socialismo del siglo XXI” que creó el difunto autócrata Hugo Chávez se encaminan hacia el abismo Bolivia, Ecuador y Argentina. Sin contar con la caída de la Unión Soviética, se encuentra en cualquier repaso de la historia universal numerosos ejemplos de gobiernos con dictadores socialistas que han llevado a sus países boyantes a la pobreza. El caso de Birmania es emblemático. Es que hasta las posturas ridículas de los gobernantes, los cambios caprichosos en la Constitución y en las leyes, la opresión, el desprecio a los derechos humanos, la fusión de los tres poderes en manos del sátrapa, los militares incrustados y dirigiendo todas las actividades, todo se repite en Venezuela. ¡Qué calco tan asombroso! Pero en lo que vamos a ver en seguida, brevemente, no puede estar mejor retratada Venezuela y sus hasta ahora dos déspotas. Birmania, un país rico en la madera más fina, primer productor mundial de ella, la teca, y con grandes yacimientos de petróleo, oro y plata, entre otros, luego de la independencia de la Gran Bretaña y tras una serie de luchas internas cayó en las garras de un tirano, el general Ne Win. El general Win era tan loco en sus ideas como en sus romances. Tuvo seis esposas, pero al parecer a la que menos quiso fue a la segunda, Tin Tin. (¡Qué coincidencia! A la esposa del presidente Santos la llaman Titina, y él es seguidor de la Tercera Vía). Ne Win gobernó a Birmania – luego llamada Myanmar – por 26 años, desde 1964 hasta 1990. Su mano de hierro se hizo sentir con matanzas de monjes budistas y estudiantes que se le enfrentaban, principalmente. Fundó un sistema político que bautizó como la “Vía Birmana al Socialismo”. Sin embargo, dependía del consejo de los astrólogos. Uno de éstos le advirtió: “Para progresar, Birmania debe virar a la derecha”. Expresa un magacín de la época que “eso era precisamente lo que aconsejaban los economistas birmanos y los de la ONU al general desde hacía varios años: para restablecer el orden en las finanzas era indispensable que se apartara de la doctrina marxista y fomentara las empresas privadas”. El dictador ordenó, entonces, que los automovilistas tomaran siempre el camino de la derecha a cambio de transitar por la izquierda. Estos sátrapas tienen esas ideas disparatadas y ridículas: Chávez le cambió el nombre a Venezuela por República Bolivariana de Venezuela e hizo que en el escudo el caballo mirara hacia la izquierda en lugar de la derecha; a Nicolás Maduro le hablan los pajaritos y él se lo cree y pretende que los demás le crean; y Evo Morales hace poco dispuso que los relojes giren a la izquierda en vez de la derecha y que lleven números arábigos en vez de romanos. Como la religión de Ne Win era la “numerología”, por recomendación de un brujo estableció un sistema monetario en que todo fuera divisible por 9, un número que según sus creencias traía buena suerte. Para terminar este cotejo entre Birmania y Venezuela, digamos que la economía fracasó – la economía birmana aún hoy en día está delicada, según la ONU -, el país se arruinó, una revuelta militar sacó a Ne Win del poder y en adelante Birmania vive en un caos de guerras religiosas entre tribus, represiones a opositores, desplazamientos de miles, desabastecimiento, hambre y un aislamiento mundial. Hasta la premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi fue encarcelada y se desconoció su triunfo en unas elecciones. Cualquier parecido con Venezuela no es pura coincidencia. ¡Y eso que no van sino doce años de socialismo del siglo XXI! orlandoclavijotorrado@yahoo.es 29 de agosto de 2014

domingo, 24 de agosto de 2014

EL DEDO GORDO

Para La Provincia EL DEDO GORDO Orlando Clavijo Torrado Según una tradición, la manera infalible de aprehender a un homicida es atar los dedos gordos de los pies del occiso. El reo no puede escapar por más de lo que intente. Contaba mi padre que en Ábrego dos hermanos dieron muerte a un corregidor en medio de una riña, y que al llegar a su casa, en el campo, cayeron sentados. Un tío de los muchachos que pasaba por allí, al ver que estaban inquietos, se movían y no podían ponerse en pie, les preguntó por la razón y ellos le respondieron que en el pueblo habían tenido que enfrentarse con una autoridad y otros hombres y al parecer habían matado a uno de ellos. El buen tío al momento presumió que al cadáver del corregidor le hubieran hecho el ardid consabido para evitar la huida de los victimarios, y tomando una machetilla cortó en el aire en cruz las invisibles ataduras. Los jóvenes se levantaron de manera fulminante y emprendieron las de Villadiego, bueno, no precisamente para Villadiego sino para Leon XIII, el corregimiento a donde iban a esconderse quienes tenían cuentas pendientes con los tribunales. Pero véase como estas consejas a veces tienen su provecho, particularmente para la justicia. La esencia de la siguiente historia, con matices cambiados para proteger los personajes, es real. Cabalmente en la provincia de Ocaña, Sigifreda Ascanio, dama culta y próspera pero más fea que su nombre, se apuntó a la conquista de Querubín Lindo, y con regalos lujosos lo atrajo y se casaron. Lindo –o lindoquerío, como ella lo llamaba – ,una vez posesionado como esposo de las riquezas de Sigifreda, empezó a practicar aquel refrán de que no importa que la mujer propia sea fea pues afuera se consiguen las bonitas. Entonces se entregó a una vida de placeres en discotecas y en moteles con las chicas que se prendaban de su buena pinta, paseos al río Algodonal con espléndidos sancochos de gallina criolla, y bebetas con los amigos que lo adulaban. Su señora, a pesar de que le reprochaba tantas infidelidades y desórdenes, al final lo perdonaba y no dejaba de brindarle todos los mimos como a un rey. ¿Qué le faltaba a Querubín Lindo? ¡Nada! Sarna para rascarse. Hasta el nombre lo favorecía y la plata le sobraba. Si se daba la vida que quería, ¿qué necesidad tenía de pensar en sacar de su camino a la sufrida Sigifreda? Pues ocurrió que este muñeco manirroto y sibarita contrató a dos matones que, por unos miles de pesos, le cumplieron el trabajo. Sigifreda fue acribillada a tiros cuando llegaba a su hogar luego de laborar en un soberbio almacén que ella había montado para que lo administrara su marido y a donde pocas veces éste se asomaba. Nadie encontraba explicación para tan macabro asesinato. “¿Acaso se trataría de una equivocación de los sicarios?”, se preguntaba la gente. Tan pronto estuvo el cadáver arreglado para las honras fúnebres, un hermano, venido de Ábrego, justo de la famosa vereda turística Piedras Negras, se ocupó de atar los dedos gordos de los pies de su entrañable hermana, puesto que, naturalmente, nada más deseaba que el asesino o los asesinos fueran descubiertos y pagaran por el crimen. Querubín se mostró destrozado. Lloraba tan inconsolable que conmovía su dolor. En la sala de funerales, ya avanzadas las horas, el viudo les pidió a los acompañantes que se retiraran a descansar mientras él velaba junto al cuerpo de su amada Sigifreda. Todos, menos un gorrero que no se perdía velorio, se marcharon. Al gorrero lo habían vencido el sueño y un litro de aguardiente. Pero Querubín no se percató de la presencia del inoportuno visitante que se encontraba mal recostado en una silla de un rincón. Convencido de que se hallaba solo, el viudo abrió el féretro, quitó la cuerda de los pies y la guardó en el bolsillo. Sin embargo, el beodo entrometido se despertó en ese momento y logró ver toda la maniobra. Al regresar la concurrencia, el borracho le preguntó al hermano de la fenecida si le habían amarrado los dedos, y le contó cuanto había observado. De inmediato el hermano dio aviso a la Policía y ésta, con indicio de tanta entidad, comenzó la investigación involucrando de primero al supuesto acongojado cónyuge. No tardó mucho él en confesar y delatar a los esbirros. Este Querubín –como todos los querubines – vivía en el cielo a costa de la acaudalada y querendona Sigifreda pero prefirió el infierno de una prisión en donde hoy aún permanece. Moraleja: las creencias de las gentes pueblerinas no son en ocasiones tan ingenuas. Por lo que, sin descontar su valor folklórico, conviene mantenerlas y respetarlas. Y hasta fiarse de ellas. orlandoclavijotorado@yahoo.es 24 de agosto de 2014.

miércoles, 20 de agosto de 2014

EN LA ANDI

EN LA ANDI Orlando Clavijo Torrado Trabajar es una obligación y una necesidad. Pero, ¿cuándo se acabarán los desempleados si nadie les ofrece un empleo? Nos enfrentamos a un círculo vicioso: se quiere combatir el desempleo con puras declaraciones públicas pero no se crean ni se ofrecen puestos dignos y justamente remunerados para todos. Sé del caso, en estos días, de unos jóvenes que se enamoraron y quisieron irse a vivir juntos. Ella tiene dos niñitas de una relación anterior. El muchacho se defiende como vendedor de mostrador en un almacén de repuestos automotores; la compañera por fin halló un trabajo en una bodega de víveres, despachando éstos a cuanto comprador madrugador se acercara. Le ofrecieron pagarle el salario mínimo, con prestaciones sociales, la afiliación a una Eps y el aporte de pensión. Hasta ahí, todo bien, todo bien, como dijo El Pibe. Lo azaroso del caso comenzó con el horario, de las tres de la madrugada hasta las diez de la mañana. Ello en sí no constituiría ningún problema si el patrón hubiera respetado el horario: el tipo resultó un negrero – como se conocen muchos en este país – que la hacía trabajar hasta la tarde, de modo que cuando la soltaba ella regresaba a su casa con los ojos en la nuca, caminando como un zombi. ¿Cómo iba a reponer el sueño durante las horas necesarias si los deberes con sus hijas, su marido y su hogar no le daban tiempo? En conclusión, ante un ritmo semejante y tan cruel explotación sólo pudo trabajar una semana. El patrono no le pagó ni un cuarto del salario mínimo, que se merecía, sino cien mil pesos. ¿Qué tenemos, entonces? Otra persona vacante. Hace tiempos, una pariente, rubia, bonita, de unos dieciocho años, llegó a mi consultorio de abogado y me contó que había conseguido un empleo maravilloso en la oficina de un colega mío, algo anticorio, y refinado. Aunque ella empezó a trabajar a mitad de mes el hombre le aseguró que le pagaría como si hubiera comenzado desde el día primero. La única exigencia era la de ser amable con los posibles clientes y sostener conversaciones interesantes. Para lograr esto la puso a oír radio, ver mucha televisión y leer periódicos, puesto que tenía que impactar por su cultura general. “Oiga, prima - le dije - , que yo sepa, no se acostumbra pagarle a nadie antes del primer día de trabajo. A mí me late que su jefe tiene otra intención con usted”. “Grosero, atrevido, mal pensado”, me respondió disgustada. El señor se ve muy serio y es respetuoso conmigo”. “No sé, mija”, le recalqué, “pero se acordará de mí”. Meses después regresó a visitarme y me confesó: “Primo, usted tenía razón. El desgraciado me echó porque no le atendí sus propuestas de irme a la cama con él, y no me reconoció ni un día de trabajo”. Entonces la consolé: “Ay, primita, se lo advertí que de eso tan bueno no dan tanto”. En San Cristóbal, una chica también bonita y cercana a nuestra familia, en su desespero por trabajar no encontró sino el encargo de cuidar a un anciano francés postrado en silla de ruedas. Ella aceptó gustosa, y en seguida recibió un arrume de toallas de distintos tamaños con qué asear al viejo cada ocho días, no bañarlo, porque los franceses no se bañan, le advirtieron. Nada más en el primer intento de cumplir con su trabajo tuvo un desagradable percance: tan pronto ella llegó a la limpieza de las partes íntimas el abuelo se emocionó y le lanzó la mano a las nalgas y los senos. La muchacha reaccionó furiosa, le dio un manotón, lo dejó tirado en una tina y emprendió carrera creyendo que lo había matado. Otra igualmente desafortunada fue cierta joven egresada de un colegio famoso de la capital del departamento que por salir de su condición de eterna cesante se dedicó a buscar empleo, en lo que fuera, como decía, y leyó un aviso en La Opinión de una lavandería que necesitaba una recepcionista. Se presentó a la empresa y allí le confirmaron que en verdad su rol no sería sino de recepcionista, simplemente. Se limitaría a recibir la ropa, contar las piezas, y entregarle el recibo al cliente. El resto de tiempo podía permanecer en su oficina, con aire acondicionado, bien arrellenada en un elegante sillón, tomando tinto y pintándose las uñas y maquillándose si quería. Mas, la patrona no le cumplió la promesa tan fantástica. Una vez que la hizo firmar el contrato de trabajo la llevó a un cuarto y le mostró cajas y talegos llenos de toda suerte de indumentarias. “¿Ve esa ropa?”, le preguntó. “Sí jefe”, le contestó. “Pues ahora tiene que tomar pieza por pieza, ordenarlas por colores, tamaños, clase de prendas y, lo más importante, el grado de suciedad”. “¿Y cómo sé el grado de suciedad?”. “Sencillo: oliéndolas”. “¿Tengo que oler pantaloncillos, medias, pantaletas y demás?”. “Por supuesto, ese es su trabajo después de recibir al cliente con la ropa”, concluyó la matrona. Con un “No señora, gracias por la oportunidad; ahí le dejo su cochino trabajo”, se despidió la joven. Y se marchó diciéndose que en lugar de andar metiendo la nariz en los calzones de los demás era mejor seguir perteneciendo a la Andi: andi pa´riba y andi pa´ bajo. orlandoclavijotorrado@yahoo.es 20 de agosto de 2014.

domingo, 10 de agosto de 2014

EL DÍA DE SAN JUAN EUDES (II)

Para La Provincia EL DÍA DE SAN JUAN EUDES (II) Ahora, lo fuerte académicamente estaba en el latín, el francés y la preceptiva literaria; a los cursos 5° y 6° de bachillerato les dictaban griego y hebreo y algo relacionado con astronomía. Por supuesto que las asignaturas de matemáticas, geografía, historia y ciencias naturales recibían suma atención. Insisto en la estricta disciplina que regulaba desde la levantada a las 5 de la mañana hasta la acostada a las 8 de la noche, formando filas en silencio para ir a cumplir cualquier actividad, menos para recibir en el locutorio o sala de visitas al acudiente. Íbamos en ordenada fila a asistir a la bella capilla – aun conservada como una reliquia histórica – a la misa de la mañana y el rosario de la noche, al dormitorio, al refectorio o comedor, a los salones de clase y a las salidas a la calle al paseo semanal o al grandioso paseo general de cada mes. Sin embargo, vale aclarar que tampoco todo era rigor, meditación, oración y estudio: asimismo tenían cabida los deportes y el juego – recuerdo la terrible “guerra” con una pelota de caucho macizo con la que, si se dejaba uno pescar, le sacaban el aire del buche -. Había, igualmente, tertulias literarias con declamaciones a veces de piezas graciosas como “Mi pulgatorio” y otras, y representaciones teatrales para el pueblo ocañero con boleta paga. Pero más que la alegría y la libertad de recorrer los alrededores de Ocaña en los paseos semanales – Cristo Rey, la Ermita, Pueblo Nuevo, Buenavista, el Agua de la Virgen, el río Algodonal y cuanto monte encumbrado hubiera, en donde jugábamos al beisbol con semillas grandes de cualquier árbol y recogíamos y comíamos guayabas y lavábamos los pañuelos con pepas de jaboncillo -, nos entusiasmaba infinitamente la llegada del 19 de agosto, la fecha del santo fundador, san Juan Eudes. En esa ocasión la Comunidad echaba la casa por la ventana: se adornaban los pasillos con banderines de colores y carteles cómicos recordando anécdotas ocurridas en el transcurso del año anterior; recuerdo el cartel que representaba al padre Naranjo desafiando a un villacarense para que se dieran en las muelas y alrededor gotas de sangre. Ese día no sonaban los valses de Strauss que amenizaban los recreos sino bambucos y pasillos fiesteros – aunque el vallenato ya se asomaba era demasiado pecaminoso para escucharlo, y menos la Pata Pelá y otros merengues de los Corraleros de Majagual o los porros de Pacho Galán -. Lo mejor estaba en el refectorio. No se suprimían las dos lecturas que teníamos que hacer subidos en un púlpito, la primera de apartes de la Imitación de Cristo de Tomás de Kempis, y la segunda de un capítulo de una novela de Julio Verne o de una obra histórica como el “Sitio de Jerusalén por Tito”. Pero, empezando por el desayuno, todo era especial. Hasta un arreglo floral ponían en cada mesa. Por el torno que giraba y daba de la cocina al comedor ese día no servían el simple vaso de jugo de naranja, la delgada arepa y el huevito en tortilla, sino una gran jarra con jugo, una fuente con pan con mantequilla, mermelada, doble ración de huevo, y una taza grande de espumoso chocolate. Los padres, cuya larga mesa ocupaba una tarima alta, abandonaban la adustez, se reían, se veía que se hacían bromas, en fin, estaban felices, y nos dejaban a nosotros ser felices. Sin embargo, señores, el almuerzo sí que era macanudo. El menú comenzaba con una copa de vino, sí, una copa de vino que por la falta de costumbre nos encendía las mejillas, luego un consomé, y a continuación, una ancha bandeja con un trozo espléndido de pollo, una veneranda papa sudada, arroz seco en forma de montículo coronado por una hoja de perejil, tajadas de maduro frito, ensalada dulce y, de remate, un exquisito postre en platico. Ese día sí que quedábamos más llenos que mozo de cocinera. Ese día tampoco eran obligatorios los juegos de la guerra y quemados; nos daban libertad para echarnos al piso, sentarnos en las bardas, sacar agua a discreción de la resguardada y casi prohibida tinaja que aliviaba la sed después del juego, y bailar y dar vueltas en el patio y brincar sin restricción. ¡Bendito día de San Juan Eudes! ¡Cómo te añoro ahora, en mis años dorados! ¡Cómo te recuerdo en este agosto, en aquellos claustros de mi niñez y mi adolescencia, tan sencillos, austeros y severos y de tanta placidez como nunca más he vuelto a experimentar! orlandoclavijot@hotmail.com 10 de agosto de 2014

viernes, 8 de agosto de 2014

AÑO SABÁTICO

CRONIQUILLA AÑO SABÁTICO Orlando Clavijo Torrado El cambio ambiental de El Niño aún no ha llegado propiamente, demora pocos meses, y vean cuánto está ya ocurriendo por estos lados: un verano intenso y la tierra calcinada. No hay pastos y las fuentes de agua de un día para otro desaparecen, por lo que el ganado se muere irremediablemente. La agricultura se encuentra en retroceso. Dado que los ríos que surten los acueductos no dan abasto, se han dictado normas que regulan el uso del agua en los hogares bajo sanciones por su desperdicio. A veces el cielo se obscurece y nos da el alegrón de que va a llover, pero, nada. Los mayores recordamos que la Iglesia Católica practicaba un ritual especial para pedir que el cielo soltara la lluvia: se llamaba la rogativa. Consistía en una procesión pública, con acompañamiento de una o varias imágenes de santos, en que el sacerdote, revestido con ornamentos de ocasión, iba implorando a una lista de bienaventurados que intercedieran para que cesara aquello que se consideraba un castigo divino, por lo general, un verano prolongado. De niños, nos hacían reír los nombres raros y graciosos que el sacerdote invocaba en su canto : San Pancrasio, ruega por nosotros; san Etelberto, ruega por nosotros; san Pánfilo, santa Tecla, santos Nemeciano y Apelio, santa Radegunda, santa Fructuosa, san Bibiano, san Arbogasto, santa Paula Barbada virgen, ruega por nosotros. Pues, con risas y todo, la verdad es que a más tardar, en tres días, se desgajaban de las nubes unos aguaceros terribles. Su misterio tenía la oración del presbítero y la fe popular porque, sin dudarlo, el milagro pedido se cumplía a cabalidad. Creo que algo semejante ocurrió cuando al recordado primo, el padre Eulises Gutiérrez Clavijo, le pidieron unos feligreses de Aguachica (Cesar) que elevara una plegaria para que el Todopoderoso les mandara agua tras un agostamiento calamitoso. Los invitó a rezar juntos. En efecto, rezaron, y no habían terminado las preces cuando se les vino un chaparrón. Los atónitos fieles atribuyeron aquello a la persona del sacerdote pero él les replicó que no era él quien había obrado sino la voluntad del Señor. Volviendo al tema de la rogativa, los vecinos del pueblo valoraban en qué momento y por qué causa la precisaban y así, se dirigían a donde el señor cura y le exponían el caso. Pero el acto religioso tenía un estipendio según el arancel eclesiástico, pues en esta vida nada es gratis. Por supuesto que el párroco debía asumir costos como el de monaguillos, el cantor y el incienso. De allí salió aquella historia de los parroquianos que le llevaron muy poco dinero al cura para la rogativa y le dijeron: “Con esta ofrenda, ojalá que se desate una tempestad o un diluvio” y él les respondió: “Esta plata no alcanza ni para un trueno”. En Herrán, la calamidad que afrontaron no hace mucho tiempo fue el cuarteamiento del suelo, con amenaza de hundimiento del casco urbano. Los mamadores de gallo inventaron que para frenar la catástrofe los herranenses oraban así: por un lado, las mujeres clamaban: “¡Señor, cierra nuestras grietas!”, mientras los hombres, de otro lado, contestaban: “¡Que por nuestra culpa están abiertas!” La realidad actual es que si con todas las medidas del gobierno nacional no se obtiene ningún remedio, tocará acudir a las rogativas de otros tiempos. ¡Que así sea! Y un apunte final sobre cómo algunos quieren aprovecharse del Niño: Me han informado de un alcalde que se apresta a presentar ante el organismo competente de auxilio a calamidades públicas un proyecto para reconstruir 60 casas destruidas en su municipio presuntamente por los vientos huracanados que están soplando debido a los conocidos desvaríos climáticos. El plan cuesta miles de millones de pesos, y lo cierto es que allí no se ha caído ninguna casa. El del tumbe no es el Niño sino el alcalde, comentan. A propósito, hago mía la sugerencia de un amigo: ¿por qué los gobernadores y alcaldes no decretan un año sabático en su período, un año sabático de no robar? orlandoclavijot@hotmail.com 8 de agosto de 2014.

lunes, 4 de agosto de 2014

EL DÍA DE SAN JUAN EUDES (I)

EL DÍA DE SAN JUAN EUDES (I) Orlando Clavijo Torrado Guardo inmensa gratitud con la Congregación de Jesús y María, conocida como de los eudistas, por la educación que me dieron en mi infancia y adolescencia en el amado seminario del Dulce Nombre de Ocaña. Recuerdo con esos sentimientos al padre francés Ambrosio Hays, mi primer rector, al siguiente, padre Leonardo Pérez – antioqueño -, al ecónomo, padre Reynaldo Acevedo – mutiscuano -, a los profesores, el sabio antioqueño padre Gregorio Ríos, Duarte – arboledano -, Cardona – caldense -, Naranjo – antioqueño -, Diego Jaramillo – igualmente antioqueño, entonces seminarista profesor y actualmente continuador del espacio radial fundado por el padre Rafael García Herreros El Minuto de Dios - , y al prefecto de disciplina, padre Emiliano Acero – santandereano -. Había otro sacerdote francés cuyo apellido no recuerdo, de baja estatura y rechoncho, de quien decían que era veterano de la Primera Guerra mundial. Es también inolvidable el hermano Marcos, el más humilde de la Congregación, con su sotana pobre y sucia, a quien le correspondía hacernos los mandados a la calle, reparar el piso del patio cuando se desprendían los ladrillos, tapar goteras, encargarse de las instalaciones eléctricas, tocar las campanas, servir de sacristán, arreglar el altar, monumentos y escenarios, en fin, fungir de hombre orquesta. Él también distribuía en cada pupitre las revistas de la Comunidad, a saber, Adsum, Caminos y Los Sagrados Corazones. El padre Hays rezumaba bondad por todos los poros; acumulaba una larga lista de obras de distintos y profundos temas de su autoría siendo un clásico en liturgia y ceremoniales. El padre Pérez vivía con el ceño fruncido; cargaba siempre en sus manos su famoso “librito rojo” que le indicaba cómo proceder ante cada conducta de sus regidos. Cuando lo iba a reprender a uno se le aproximaba bastante, le ponía su dedo índice en la mitad de la frente y ahí venía la vaciada. Más tarde en la universidad vine a saber de otro temido “librito rojo” el de Mao Tse-tung, emblema de la revolución comunista china. El padre prefecto sí que cumplía a cabalidad su función. No sé si tenía formación castrense o estaba inspirado en la disciplina de los padres franceses pues lo cierto es que era tan rígido que a veces parecía inhumano. En cierta ocasión, luego de un paseo a una de las colinas circundantes de Ocaña, al llegar al seminario nos formó en dos filas al estilo militar, firmes y tiesos, y le preguntó al alumno Arévalo, de Ábrego, por qué había abandonado la fila cuando subíamos por el cerro, al tiempo que le aplicaba un puñetazo en el estómago. Arévalo se frunció y el prefecto lo mandó a enderezarse. El muchacho, ¿cómo se iba a enderezar con semejante golpe? Entonces el prefecto le propinó otro por la espalda y Arévalo se enderezó, así, por las buenas. A mí, de vainas no me pegó pero si me dio un tremendo sermón porque tuve que defenderme de un matoneo y le adorné la frente a mi contrincante con un bello chichón. (A este episodio me referí en otro artículo sobre el tema de moda, el matoneo). Con todo, la educación impartida por los eudistas era incomparable. Para siempre quedó grabada en mi alma la intensa instrucción en valores como aquella profunda religiosidad y el temor a Dios, el respeto general, la humildad, la urbanidad, el civismo, los buenos modales y la castidad de cuerpo, alma y palabras. En cuanto a castidad que tanto nos inculcaban y tanto nos cuidaban, incluía la vigilancia por un padre del momento de tomar el baño bajo las doce duchas al aire libre a un costado de los dormitorios del segundo piso. Nos duchábamos con pantaloneta y era prohibido demorar la mano con el jabón de la cintura para abajo. Si acaso el padre advertía que el joven se entretenía algo más de lo necesario en restregarse le llamaba la atención severamente: ¡epa, epa, saque la mano de ahí! (Continuará) orlandoclavijot@hotmail.com 4 de agosto de 2014

domingo, 27 de julio de 2014

EL ORO Y EL LAUREL

CRONIQUILLA EL ORO Y EL LAUREL Orlando Clavijo Torrado ¡Qué recibimiento como nuevo jugador del Real Madrid a nuestro paisano James David Rodríguez! (¿Nuestro paisano? Sí, porque nació en Cúcuta no importa que por culpa del fútbol, aunque por ahí me enviaron un correo diciendo que nuestros máximos cerebros fugados, Nicolás Maduro y James Rodríguez, niegan esta patria chica). ¡Ni qué monarca, príncipe, presidente o estrella de cine! ¡Ni qué músico, escritor o artista famoso! El estadio Santiago Bernabéu de Madrid estaba abarrotado. El presidente del club, don Florentino Pérez, un acaudalado empresario que no sabe en dónde echar tanta plata, fue el escudero del joven mediocampista durante la larga ceremonia y el paseo triunfal por el estadio. Como un gladiador del antiguo circo romano James se situó en el centro del campo y recibió la ovación de cuarenta y cinco mil voces delirantes. Faltó solamente la corona de laurel, símbolo de emperadores, de conquistadores, de triunfadores. Los ríos de dólares y euros han corrido a su alrededor desde su venta por el Mónaco; él mismo va a cobrar jugosa cifra en euros por cada temporada (en pesos colombianos equivalen a miles de millones); las camisetas con el número 10 y su raro nombre de James, siendo él tan criollo, se venden como pan caliente; en fin, la jamesmanía representa fortunas astronómicas y enloquecedoras. ¿A quién le rendían tanta apoteosis? A un humilde muchacho sin títulos ni otras campanillas, pero dotado de un extraordinario talento para manejar una pelota con los pies, disciplinado y perseverante en sus metas, verdadero ejemplo para nuestra juventud. En aquel estadio, el más grande de Madrid, James, acostumbrado a las multitudes en las graderías siguiendo sus gambetas, por su humildad se veía apabullado por los aplausos y la repetición como un trueno de su nombre. Era la grandeza del humilde. ¡Qué sublime espectáculo! De todas formas, háyase criado y formado en Envigado y en Ibagué, siempre los narradores deportivos, la prensa y la televisión tendrán que hablar de su lugar de nacimiento, Cúcuta, y del cucuteño James David Rodríguez Rubio, y nosotros sacaremos pecho por esta maravilla mundial del fútbol. ¡Qué rico enorgullecernos de él, que nuestra tierra sea por fin mentada por algo grandioso! orlandoclavijot@hotmail.com 27 de julio de 2014.

viernes, 25 de julio de 2014

HOMENAJE AL LIBERTADOR

EL LITRO DE ACEITE

PARA EL SEMANARIO LA PROVINCIA EL LITRO DE ACEITE Orlando Clavijo Torrado En este caso que parece de película pero ocurrido realmente, vemos una manifestación de sangre fría pasmosa. En aquel tiempo el principal mercado público de Cúcuta estaba ubicado entre las avenidas 5ª y 6ª y las calles 6ª y 5ª , ubicación que le dio el nombre de Mercado de la Sexta. Hoy en día aún funciona, un tanto disminuido, a disgusto de las autoridades que no han podido erradicar a los centenares de vendedores ambulantes. Los rateros también iban a hacer mercado, pero a costa de los demás. Y no solo llevaban qué comer a sus guaridas sino buen dinero pues el apeñuscamiento de la gente les permitía esculcar bolsillos de señores y abrir carteras de señoras. El grito de “¡ladrón, ladrón!” para avisar que acababa de producirse una víctima era frecuente. La Policía surgía tardíamente, el delincuente se escapaba, el esquilmado se quedaba atolondrado y entristecido, y el bazar proseguía normalmente. El cleptómano se alejaba unas horas del sitio y luego reaparecía haciéndose el majadero a la espera de otro marchante descuidado. El caballero del relato se aprovisionó de cuanto producto encontró, de modo que le resultó una maleta bastante grande dentro del canasto, que no pudo llevar en las manos y debió cargarla al hombro. Coronando el canasto repleto de víveres colocó un litro de aceite de cocina en envase de vidrio que se usaba en la época. Así, satisfecho de las compras, empezó a subir por la avenida 7ª y llegó a tomar la calle 13; dicha calle, por aquel tiempo, lucía un andén elevado. Allí, justamente, digamos, encaramado, se encontraba el muchacho que lo iría a robar. Tan pronto el tipo del canasto arribó a la calle y quedó bajo el andén, al ladronzuelo le resulto fácil agarrar el litro de aceite, y salió a correr. Nuestro héroe, a pesar de que iba agobiado por el peso de semejante paquete y sin mucha libertad de movimiento, se percató de la rapiña. Entonces, descargó aquello en plena calle, sacó de la pretina un revólver, y persiguió al caco. Le dio alcance pronto y a pocos metros le disparó. El tiro fue certero, en la mitad de la nuca. El hurtador cayó muerto al instante. En seguida, el ciudadano de esta verídica historia guardó tranquilamente el arma y se acercó junto al cuerpo. Ni siquiera lo observó sino que reparó en que el pillo había soltado el litro de aceite y éste estaba intacto. Lo recogió, lo volvió a poner encima del mercado y reanudó la marcha hacia su hogar, sin inmutarse, ni chistar, ni mirar a nadie. Corrijo: el señor sí dijo algo, muy parco: “este hijueputa nunca más volverá a robar”. Todo el mundo presenció mudo la escena. Sólo un guasón que llegó de último rompió el silencio con una pregunta: “¿Por un aceite le midieron el aceite?” “No – le respondió otro – Lo fritaron de un pepazo”. Habría que ver a las decenas de transeúntes que se detuvieron picados por la curiosidad, estupefactos, con los ojos abiertos al máximo, los labios apretados y contenida la respiración. Pero al poco se repusieron y continuaron con los afanes de ir y venir por los almacenes y hacia los puestos de venta en La Sexta en busca de la yuca blanca, la carne blandita y las hortalizas y las frutas frescas. orlandoclavijot@hotmail.com 23 de julio de 2014

miércoles, 28 de mayo de 2014

METERETE Y LOS RATONES

PARA “LA PROVINCIA”
METERETE Y LOS RATONES
Orlando Clavijo Torrado

Siguiendo con los cuadros costumbristas que he traído en ediciones anteriores, hoy quiero recordar un episodio de confusiones muy simpático.  
En crónicas pasadas me referí a la  costumbre en los pueblos de denominar a ciertas familias por apodos, al punto que de tanto usarlos los apellidos se pierden, y así llega un momento en que nadie sabe que fulano y zutano llevan, por ejemplo, el apellido Ramírez, sino que los nombran como los “guanábanos” o los “jeteburro”.
Vamos al grano. En aquel pueblo de tierra fría había dos familias que habitaban casas vecinas, bautizados los unos como “los gatos” y los otros como “los ratones. En verdad, extraña convivencia, ya que no es habitual que gatos y ratones se simpaticen, pero estas dos especies allí hasta compartían el mismo plato. ¡Por supuesto, hablamos de seres humanos!
Sucedió que la maestra advirtió que uno de sus alumnos, hijo de un policía, mostraba signos de enfermedad, que en su concepto podría tratarse de paperas. De inmediato mandó a llamar al padre para que llevara al niño al médico o a su casa. La maestra aconsejó entre los remedios caseros que conocía mucho reposo y envolverle el cuello con lana negra virgen.

El policía acató la sugerencia de la lana, de manera que se dedicó a buscarla.
-         ¿Dónde la consigo? -   indagó aquí y allá –.
-         No sé –era la respuesta de todos.
Por fin halló a cierta señorita que sí sabía quién tenía la bendita lana.
-         Pregunte usted por Meterete – le dijo – ,  el que vive al final de aquella calle, la calle larga o real – y  le señaló con la mano. Junto a la casa de los “ratones”. Ahí recogen hilos, trapos, cartones, latas, de todo, y lo amontonan.
-         ¿Los ratones amontonan de todo y dentro de eso amontonan lana?
-         No señor – replicó la muchacha. El que recoge cosas es Meterete. El vive al lado de los “ratones”.
-         Bien: ¿y los “ratones” dónde viven?
-         Pues al lado de los “gatos”.
El  agente miró a su interlocutora y pensó para sus adentros que la chica era traviesa y poco seria. Sin embargo, para aclarar el embrollo volvió a preguntarle:
-         Dígame en cuál casa, exactamente. La informante le respondió:
-         La casa de “los gatos” es la de puertas amarillas y la de los “ratones” es la del portón azul.
 El policía se echó a reír; sin duda que la otra quería gozar a su costa, y para seguirle el juego le preguntó:
-         ¿Y acaso esos gatos no cazan ratones?
-         No se ría que no es mamadera de gallo. Ocurre que aquí los gatos y los ratones no solo son vecinos sino buenos amigos.  

Ahí sí que al policía le dio más ataque de risa. Entonces, la pueblerina, percatándose del equivoco, le aclaró:
-         Señor agente: los “gatos” y los “ratones” son dos familias conocidas por esos apelativos. Nadie los distingue por sus apellidos.

Así, disipadas las cosas, el policía se dirigió a la casa de Meterete, y en efecto allí consiguió la lana negra de oveja virgen para curar a su hijo de las paperas.

Después quiso conocer a los vecinos de Meterete. Apenas pudo ver a los “ratones”, una familia humilde, pobre, pero muy cordial. Concluyó que definitivamente el pueblo posee una precisión admirable para poner motes. Si era por los ojillos, la cara alargada, el color gris de la piel y los pelos largos, a estas amables personas les caía a la maravilla el apodo. Le quedó la intriga de conocer a los “gatos”, por verificar si eran tan “gatos” como los llamaban, porque respecto a los “ratones” no había pierde.   
 

27 de mayo de 2014. 

Datos personales

Mi foto
Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario

CERCA DE LAS ESTRELLAS

CERCA DE LAS ESTRELLAS
PORTADA

50 años del Diario La Opinión

50 años del Diario La Opinión
cena en el Club del Comercio - 15 de Junio de 2010 - Columnistas

Museo Antón García de Bonilla

Museo Antón García de Bonilla
Orlando Clavijo Torrado y Luís Eduardo Páez García junto a la foto del General Mateo Torrado, tío bisabuelo del primero, quien la donó. Don Justiniano J. Páez, abuelo del doctor Luis Eduardo, en su obra histórica al referirse a la guerra de los Mil Días, da fiel cuenta de las acciones del General Torrado en la contienda, en virtud a haber actuado como su secretario.

Museo Antón García de Bonilla

Museo Antón García de Bonilla
Hermanos Clavijo Torrado, Orlando, Nora, Edilia y Olga. Julio de 2010, Ocaña - Junto a la bandera con la imagen del Libertador Simón Bolívar bordada por señoras de Ocaña al conmemorarse el primer centenario de la independencia (1910).

EN EL AGUA DE LA VIRGEN

EN EL AGUA DE LA VIRGEN
Orlando Clavijo Torrado, sus hijos, nietos y primos.

CERCA DE LAS ESTRELLAS

CERCA DE LAS ESTRELLAS
CONTRAPORTADA

NI TAN CERCA DE LAS ESTRELLAS - Gustavo Gómez Ardila

NI TAN CERCA DE LAS ESTRELLAS - Gustavo Gómez Ardila
COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

MONOGRAFIA DE BUCARASICA - Olger García Velásquez

MONOGRAFIA DE BUCARASICA  - Olger García Velásquez
COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007

Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007
Con sus hijos, de izquierda a derecha Cesar Octavio, Jaime Mauricio, Silvia Andrea y Orlando Alexander Clavijo Cáceres

LANZAMIENTO LIBRO "CERCA DE LAS ESTRELLAS"

LANZAMIENTO LIBRO "CERCA DE LAS ESTRELLAS"
29 DE MAYO DE 2009. CÚCUTA.

En la Academia de Historia de Norte de Santander

En la Academia de Historia de Norte de Santander
Padre Edwin Avendaño, José Antonio Toloza (Q.E.P.D), Secretario de la Academia, y Orlando Clavijo Torrado