miércoles, 26 de septiembre de 2012

PARA EL SEMANARIO “LA PROVINCIA DE OCAÑA” ¿QUÉ LES DIRÁ A LOS DOLIENTES? Orlando Clavijo Torrado Se puede dar por hecho el acuerdo de paz del gobierno con las Farc. Ningún empeño del gran político que es Juan Manuel Santos se ha frustrado. ¡Nos acordaremos de este vaticinio! Sin embargo, parece que para el gobierno no cuenta el clamor de los parientes de los secuestrados que en las madrugadas, por las dos principales cadenas radiales del país, nos hace estremecer. Quizá los negociadores del gobierno no oyen la radio después de las doce de la noche. No oyen a los padres, las madres, las esposas y los hermanos de los secuestrados llorando y suplicando una prueba de supervivencia. Naturalmente que todos queremos la paz, pero paz con justicia y verdad; entiéndase bien que no se trata de venganzas. Es innegable que los paramilitares fueron tratados con suma benignidad y apenas a los que se acogieron a la ley escrita a su medida se les impuso una pena de ocho años de prisión, pero al menos han confesado sus fechorías, han señalado fosas y mostrado arrepentimiento. Sin embargo, de la guerrilla, al único que hemos oído disculparse es Antonio Navarro Wolf, del antiguo y desmovilizado M – 19, pero de los demás grupos, a ninguno, comenzando porque no reconocen ningún delito. No hace mucho tiempo, una señorita de 19 años, de un municipio de Arauca, que terminaba su bachillerato, se presentó a la Registraduría Nacional del Estado Civil en solicitud de un puesto de supernumeraria para unas elecciones. Era una niña de una familia muy pobre; con lo que ganara en esos dos meses se proponía pagar la matrícula universitaria y ayudar a sus padres en los gastos domésticos. Le dieron el nombramiento y de inmediato en la mañana de aquel día fatídico se trasladó al poblado asignado. Tan pronto llegó, la reportó a algún comando de la guerrilla el presidente de la junta de acción comunal. Dos individuos, un hombre y una mujer, la abordaron y le notificaron que no podía cumplir su misión, que consistía en hacer un censo de los ciudadanos registrados para votar. Durante un largo rato ella no entendió bien por qué la seguían. Cuando comprendió el peligro, se sentó en una choza a donde la llevaron y en su agenda escribió a sus padres, a su hermano y a sus sobrinos despidiéndose y pidiéndoles perdón por si en algún momento los había ofendido. Aproximadamente a las tres horas de haber llegado, la pareja de guerrilleros le dijo que la iban a sacar a las afueras del pueblo para que tomara un autobús de regreso. Ella marchó adelante y a poco de caminar por la carretera le dispararon a sangre fría por la espalda. Les confieso a mis lectores que la lectura de este expediente me hizo aguar los ojos. No sé hasta donde llegó la investigación y si hubo cumplida justicia. Otro caso de iniquidad fue la de aquel muchacho humilde, que se ganaba la vida de vendedor en el campo, a quien asesinaron cerca de Puerto Santander. ¿La razón de su muerte? Por haberle ganado un juego de billar a otro joven y haberse defendido de éste que no aceptó la derrota y lo acometió a puñetazos pero se llevó una respuesta contundente. No sospechó que su contendor era un guerrillero, quien le anunció que volvería y el otro, ingenuo, le contestó que lo esperaba. Efectivamente el subversivo apareció a la semana siguiente con tres sujetos más. Lo acorralaron y entre los cuatro lo acribillaron y lo tiraron a un caño. La víctima, hijo de un primo, tenía en su bolsillo una tarjeta de presentación mía de abogado. Tuvimos que ir a reconocer su cadáver a la morgue. ¿Qué les dirá el presidente Santos a los dolientes de estos mártires? Aunque surja el perdón y el tiempo haya borrado un tanto el dolor de estos crímenes, aquello que gaseosamente se llama la sociedad civil reclama que primero haya justicia y luego paz. De lo contrario, el presidente Santos no pasará justamente a la historia, cual él lo pretende, como el presidente de la paz. orlandoclavijotorrado.blogspot. com --------------------------------------------------------------------- 24 de septiembre de 2012.

lunes, 17 de septiembre de 2012

PARA EL SEMANARIO “LA PROVINCIA DE OCAÑA” LA PROCESIÓN Orlando Clavijo Torrado Realmente resulta jarto hablar siempre de los problemas del país y de los desencantos que producen los mandatarios al poco tiempo de su ejercicio. Los problemas y la corrupción son temas de nunca acabar. Sobre el desencanto, es axiomático que la gente elige con fervor a determinado candidato a la presidencia, a la gobernación o a la alcaldía, y no pasa mucho tiempo sin que comiencen las críticas. Nunca estamos contentos con los que escogemos. Pero ¡qué jartera comentar lo mismo! Por eso es conveniente hurgar en el presente o en el pasado cuanto nos saque de la monotonía del aburrimiento y el pesimismo. Por fortuna nuestro pueblo no se amilana por el sinnúmero de dificultades que lo hacen protestar y renegar del gobierno y de todo, y en contraste, como dicen, le saca pelos hasta a una calavera. A propósito, en estos días me encontré con un compañero de estudios del Seminario Menor del Dulce Nombre. Nos remontamos a aquellos tiempos dorados de la niñez y la adolescencia y pronto evocamos situaciones y personajes encantadores y jocosos. Monseñor Heriberto Martínez salió a relucir – aunque me quedé dudando si estábamos hablando de monseñor Sánchez Chica – por sus sermones matizados de gracejos debido a una especial vocalización por lo general enredada a la que la gente le sacaba jugo y por supuesto aprovechaba para inventar chascarrillos. Era fama que en una homilía el levita la emprendió contra las mujeres por una presunta profanación del templo parroquial de Santa Ana. “Esta mañana bien temprano - dijo – me levanté a abrir las puertas de la catedral y cuál sería mi asombro cuando encontré una meada”. “¡Y quien lo hizo, se acurrucó! ¡No hay duda – tronó –: era meada de mujer porque estaba muy regada!”. Sin embargo, no hay nada comparable con el cuento de sus directrices para la procesión de un Viernes Santo. Se afirmaba que monseñor se ubicó a la entrada de la iglesia y comenzó a explicar el orden de salida y marcha de cada congregación, de cada grupo, de cada paso de la Pasión, de cada colegio. Todo lo tenía concebido de manera organizada como correspondía al esplendor de la ceremonia. Así empezó sus instrucciones: “Que arranquen los hombres y detrás las mujeres”. Y prosiguió: “Cuando yo dé la señal, las mujeres paren; los hombres nunca paren”. Y luego, con su voz potente dijo: “Las Hijas de María se me harán – como pronunciaba tan rápido se le entendía “se miarán” – de primero; los Hijos de San Luis Gonzaga se me harán de segundo; las bandas de guerra de los colegios se me harán de último cerrando la procesión; las monjas no se me harán en el coro sino al lado mío; las Madres Católicas se me harán delante de los Nazarenos; los Caballeros del Santo Sepulcro se me harán de rodillas en cada cuadra; los acólitos se me harán de a dos y yo me haré por todo el centro para que todos me vean”. Es de presumirse las risas y las bromas a costa del santo cura que sin malicia alguna daba tan simpáticas órdenes: se me hará fulano, se me hará zutano, se me hará Raimundo y todo el mundo. No faltarían los guasones que oyendo al pastor y buscando acomodarse en la procesión, preguntaría uno: “Vos, ¿a dónde te vas a hacer?”, y el otro, imitando a monseñor le contestaría: “pues yo me haré donde pueda”. orlandoclavijotorrado,blogspot.com 17 de septiembre de 2012

domingo, 16 de septiembre de 2012

CRONIQUILLA ¿QUÉ LES DIRÁ A LOS DOLIENTES? Orlando Clavijo Torrado Se puede dar por hecho el acuerdo de paz del gobierno con las Farc. Ningún empeño del gran político que es Juan Manuel Santos se ha frustrado. ¡Nos acordaremos de este vaticinio! Sin embargo, parece que para el gobierno no cuenta el clamor de los parientes de los secuestrados que en las madrugadas, por las dos principales cadenas radiales del país, nos hace estremecer. Quizá los negociadores del gobierno no oyen la radio después de las doce de la noche. No oyen a los padres, las madres, las esposas y los hermanos de los secuestrados llorando y suplicando una prueba de supervivencia. Naturalmente que todos queremos la paz, pero paz con justicia y verdad; entiéndase bien que no se trata de venganzas. Es innegable que los paramilitares fueron tratados con suma benignidad y apenas a los que se acogieron a la ley escrita a su medida se les impuso una pena de ocho años de prisión, pero al menos han confesado sus fechorías, han señalado fosas y mostrado arrepentimiento. Sin embargo, de la guerrilla, al único que hemos oído disculparse es Antonio Navarro Wolf, del antiguo y desmovilizado M – 19, pero de los demás grupos, a ninguno, comenzando porque no reconocen ningún delito. No hace mucho tiempo, una señorita de 19 años, de un municipio de Arauca, que terminaba su bachillerato, se presentó a la Registraduría Nacional del Estado Civil en solicitud de un puesto de supernumeraria para unas elecciones. Era una niña de una familia muy pobre; con lo que ganara en esos dos meses se proponía pagar la matrícula universitaria y ayudar a sus padres en los gastos domésticos. Le dieron el nombramiento y de inmediato en la mañana de aquel día fatídico se trasladó al poblado asignado. Tan pronto llegó, la reportó a algún comando de la guerrilla el presidente de la junta de acción comunal. Dos individuos, un hombre y una mujer, la abordaron y le notificaron que no podía cumplir su misión, que consistía en hacer un censo de los ciudadanos registrados para votar. Durante un largo rato ella no entendió bien por qué la seguían. Cuando comprendió el peligro, se sentó en una choza a donde la llevaron y en su agenda escribió a sus padres, a su hermano y a sus sobrinos despidiéndose y pidiéndoles perdón por si en algún momento los había ofendido. Aproximadamente a las tres horas de haber llegado, la pareja de guerrilleros le dijo que la iban a sacar a las afueras del pueblo para que tomara un autobús de regreso. Ella marchó adelante y a poco de caminar por la carretera le dispararon a sangre fría por la espalda. Les confieso a mis lectores que la lectura de este expediente me hizo aguar los ojos. No sé hasta donde llegó la investigación y si hubo cumplida justicia. Otro caso de iniquidad fue la de aquel muchacho humilde, que se ganaba la vida de vendedor en el campo, a quien asesinaron cerca de Puerto Santander. ¿La razón de su muerte? Por haberle ganado un juego de billar a otro joven y haberse defendido de éste que no aceptó la derrota y lo acometió a puñetazos pero se llevó una respuesta contundente. No sospechó que su contendor era un guerrillero, quien le anunció que volvería y el otro, ingenuo, le contestó que lo esperaba. Efectivamente el subversivo apareció a la semana siguiente con tres sujetos más. Lo acorralaron y entre los cuatro lo acribillaron y lo tiraron a un caño. La víctima, hijo de un primo, tenía en su bolsillo una tarjeta de presentación mía de abogado. Tuvimos que ir a reconocer su cadáver a la morgue. ¿Qué les dirá el presidente Santos a los dolientes de estos mártires? Aunque surja el perdón y el tiempo haya borrado un tanto el dolor de estos crímenes, aquello que gaseosamente se llama la sociedad civil reclama que primero haya justicia y luego paz. De lo contrario, el presidente Santos no pasará justamente a la historia, cual él lo pretende, como el presidente de la paz. orlandoclavijotorrado.blogspot. com --------------------------------------------------------------------- 15 de septiembre de 2012.

jueves, 13 de septiembre de 2012

PARA EL SEMANARIO “LA PROVINCIA DE OCAÑA” EL KILÓMETRO 6 Orlando Clavijo Torrado Con el tiempo se descubrió que los estallidos de la tubería del oleoducto Caño Limón –Coveñas que pasa por nuestro departamento no eran solo atentados terroristas del Eln sino un negocio que se movía detrás. Existía una empresa dedicada a las reparaciones, la cual, tan pronto sucedía una explosión, ya estaba lista para salir a reparar. ¡Definitivamente, este es un país de vivos! Se sospecha que desde el seno de Ecopetrol salían las coordenadas del próximo ataque. Los mismos campesinos de la región eran llamados como obreros, con altos jornales; incluso, a algunos les cubrían gastos de hotel siendo que tenían su residencia por el contorno. Todo lo pagaba Ecopetrol. De modo que entre más golpes a la infraestructura hubiera, más petróleo corría por entre los cultivos y las quebradas y más dinero se deslizaba y llenaba los bolsillos de los socios y compinches. Así de sencillo. Un negocio redondo de ganancias para unos pocos y de desangre para la empresa petrolera de los colombianos. ¡Cuántos se aprovechaban de esta verdadera gallina de los huevos de oro! Por supuesto que ello no era posible sin la corrupción. Sin embargo, que yo conozca, no hubo sindicados por el entramado. Pero, me llamó la atención en la investigación el caso del kilómetro 6. Ecopetrol tenía señalados en un mapa los sitios tradicionales de roturas violentas como algo previsto e irreversible. Y, claro está, en su presupuesto también se consideraba una abultada partida para estos daños y pérdidas. En el kilómetro 6 de la carretera Tibú – La Y - es decir, partiendo de Tibú a Cúcuta - se esperaba una voladura al menos cada dos meses. Por lo general la hacían mensualmente, aunque no faltaron dos arremetidas en un mismo mes, todo desde una década antes. Hablamos de los años 90 del siglo pasado. Fallaba más el desayuno del día siguiente que la voladura en el kilómetro 6. Ni Policía, ni DAS, ni CTI, ni nadie descubría por qué ocurría esto. Fue una casualidad que el Ejército Nacional en un patrullaje se detuviera justamente cerca al punto en donde siempre detonaban el artefacto. Pese a ser una operación rutinaria, encontró algunas armas sin licencia para su porte, las incautó y le notificó al labriego dueño del predio que quedaba detenido. El arsenal se hallaba escondido en los árboles y en la maleza. En seguida le preguntaron por los reventones y por la coincidencia que invariablemente ocurrían en su finca y en el mismo punto sin que él se percatara de nada. El hombre, de unos 50 años de edad, un típico campesino de piel ajada y manos curtidas, mostraba su estupor en una cara de yo no fui que a cualquiera convencería, pero de repente cambió de actitud y empezó a cantar: él era el encargado de practicar el hoyo debajo del tubo para que los guerrilleros instalaran la carga destructiva, mas realizaba el trabajo porque llegaban, le ponían una pistola en la nuca y lo obligaban a sacar las herramientas y a marchar al sitio. Confesó que estaba tan acostumbrado que tan pronto los divisaba a lo lejos, empezaba a preparar la pala y el barretón. Así, se ahorraba la intimidación con la pistola. La historia termina felizmente pues el misterio quedó develado, en el kilómetro 6 el oleoducto no volvió a volar en pedazos, ni a derramarse el crudo, ni a contaminarse la naturaleza desde la captura del sujeto, y por fin la comunidad recobró el derecho a vivir tranquila sin la zozobra de los periódicos bombazos. orlandoclavijotorrado.blogspot.com 9 de septiembre de 2012.

lunes, 3 de septiembre de 2012

PARA EL SEMANARIO LA PROVINCIA DE OCAÑA CENTENARIOS Orlando Clavijo Torrado ¡Qué dicha hubiera sido apagarle las cien velitas a mi padre el próximo 24 de septiembre! Pero no puede ser: el Creador quiso llevárselo hace trece años. Por el contrario, su contemporánea, doña Rosana Navarro viuda de Peñaranda, que desde hace décadas se vino de Ábrego y se radicó en Ocaña en la misma casa de la calle empedrada por donde deambulaba Antón García de Bonilla, por Jesús Cautivo, con el favor de Dios arribará el 19 del mismo mes a su primer centenario, en pleno goce de sus facultades mentales, narrando acontecimientos bien lejanos. Ella es la madre de Pablo – casado con mi prima Marlene Torrado Arenas - , Julio –casado con Marina Sánchez Clavijo -, Iván, Luis (Güiche), Hernán, Teresa, Graciela y Soledad. Doña Rosana me cuenta con cierta picardía que su esposo Carmen Peñaranda Ordúz – hijo del famoso líder de Ábrego Ramón David Peñaranda Torrado -, estuvo primero enamorado de mi madre y luego sí se fijó en ella. ¡Feliz cumpleaños doña Rosana! ¡Que cumpla otros cien! Todas estas anécdotas surgen ahora que estoy preparando una breve biografía de Leoncio Clavijo Suescún, mi padre. Afloran muchas reminiscencias, pero, sin duda, las agradables y simpáticas son las mejores, y por ello en el repaso de su historia lo recuerdo cuando… Cúcuta fue su morada durante los últimos treinta y siete años de su vida. Se estableció en el barrio La Merced, aún por 1972 un sector residencial tranquilo de familias honorables, ubicado estratégicamente no lejos del centro de la ciudad, del estadio, la diagonal Santander y la Terminal de Transportes. Evoco con una sonrisa su asistencia infalible a las misas de aguinaldo en la iglesia de los Padres Redentoristas. El horario de la misa era las cuatro de la mañana. Pero él, afanoso y con un sentido excesivo de la puntualidad, llegaba a las tres. Por supuesto que el templo todavía no estaba abierto. Yo le decía en broma: “Papá, ¿por qué no le pide las llaves de la iglesia al padre y usted se encarga de abrir?”. Pues bien: los ladrones se percataron de la frecuencia de este señor madrugador. En aquel tiempo no había el puente jorobado, como se conoce hoy, sino un puente metálico para cruzar el Canal Bogotá: allí se apostaban los rateros. En alguna ocasión mi padre los divisó y disimuladamente sacó una pequeña navaja que usaba para limpiarse las uñas. Ni tan disimuladamente porque los muchachos le gritaron desde el extremo en donde lo esperaban: “¡Ya vimos que tiene una navaja! ¿Cree que nos va a engañar?” Leoncio no pudo más que avanzar; no existía otro camino; antes de llegar al final del puente ya estaba levantando las manos en señal de rendición. Los salteadores lo requisaron y lo despojaron de los pocos pesos que guardaba y de la navaja, además de recomendarle que para la próxima vez portara más dinero. Pese a este percance él siguió su rutina de las misas de aguinaldo a la misma hora y prácticamente se hizo amigo de los pillos pues en adelante lo dejaban pasar sin problemas. Su hábito de tempranero originó otro gracioso incidente: a las cinco de la mañana de cierto día, cuando se dedicaba como siempre a cuidar las plantas ornamentales y un limonero, en el jardín exterior de la casa, de súbito saltó al prado una mujer joven, con toda la traza de estar chiflada, que le preguntó: “¿Qué hace?”. El le respondió: “Pues como ve, aquí regando el jardín”. “¿Y por qué no me riega a mí?”, le dijo la demente. “¡Cómo se le ocurre!”, replicó él. Y la muchacha, acercándosele más, se alzó el vestido y le pidió: “¡Riégueme la pecadora!”. Mi padre debió suspender la faena y entrarse a la casa. Mi madre le preguntó que por qué había terminado tan pronto y él le refirió todo. Ambos se rieron con gana del episodio. orlandoclavijotorrado.blogspot.com 27 de agosto de 2012.
CRONIQUILLA EL BUSTO DE JOSÉ EUSEBIO CARO Orlando Clavijo Torrado Aún en la década de los ochenta del siglo pasado el busto del gran poeta ocañero José Eusebio Caro permanecía en el parque que por decreto debe llevar su nombre pero se conoce como parque San Rafael. ¿A dónde fue a parar? ¿Quién puede dar noticia o razón de su destino? ¿La alcaldía municipal? ¿Las secretarías de cultura municipal y departamental? Comento yo en una biografía que estoy preparando cómo un trozo del estandarte enarbolado por los cristianos en una histórica batalla contra los moros en el año 804 – óigase bien, hace 1.200 años – se conserva con sumo cuidado en un pueblo de España, y no obstante que se trate del transporte en préstamo o de correría por otras ciudades merece que la Fuerza Pública se movilice para su custodia y rendición de honores. ¡Son de admirar el protocolo, el respeto y el culto por un jirón de bandera! ¡Ese retazo hace parte de la simbología española! Y deduzco el contraste con nosotros por la indiferencia con los monumentos, reliquias y huellas de nuestros héroes y cuanto entrañe una recordación veneranda. En ese abandono entra el primer poeta de fama nacional e internacional, además de soldado y fundador de uno de los partidos políticos que han sostenido esta patria, nacido en nuestro departamento, una de nuestras glorias que nadie nos puede desconocer, junto con Francisco de Paula Santander, Ramón González Valencia, Guillermo Quintero Calderón y un centenar más de militares, políticos, filósofos y escritores de bien consolidada fama. Indagué al respecto y encontré la persona que más sabe sobre “Monumentos, esculturas, bustos, medallones y placas conmemorativas de San José de Cúcuta”, mi cordial amigo el padre Edwin Leonardo Avendaño Guevara, un sacerdote ortodoxo, natural de Convención, el que pese a su juventud ya ha enriquecido a las letras nortesantandereanas con varios libros publicados, entre ellos este de Monumentos, etc. Por su investigación sabemos que acercándose el centenario de la muerte de José Eusebio Caro, que tendría lugar en 1953, el gobernador doctor Lucio Pabón Núñez le encargó al experimentado escultor santandereano Luis M. Pinto la elaboración del busto del ilustre paisano (el maestro Pinto, afirma el padre Edwin, es el artífice del busto de Luis Tablanca colocado en la plaza de El Carmen). El sucesor del doctor Pabón, el doctor Oscar Vergel Pacheco, dictó el decreto que honraba al máximo vate y político; se mandó allí que el parque situado en la avenida 1ª entre calles 23 y 24 llevara el nombre de José Eusebio Caro, lugar en que se levantaría un busto en su honor. No se sabe si la escultura, con buena suerte, reposa en algún traspatio, o en un solar, o arrumado en algún rincón de una entidad oficial, o, como dice el padre Edwin, al parecer fue destruido por vándalos. El decreto de honores, que es el número 1042 del 30 de diciembre de 1952, no solo se ocupó de la exaltación del prohombre y de la orden de instalar su busto y llamar un parque con su nombre sino que en el artículo 4º estableció que uno de los salones de la Biblioteca Departamental Julio Pérez Ferrero ostentaría el nombre de José Eusebio Caro Ibáñez, con la especificación de guardar las obras de los autores nortesantandereanos. El rescate del busto o la elaboración de uno nuevo y devolverlo a su sitio es un reclamo no solamente de las gentes de la provincia de Ocaña sino de la dignidad, el sentimiento y el orgullo de todos los nortesantandereanos. Tienen la palabra y la acción la gobernación del departamento, la alcaldía de Cúcuta, la biblioteca departamental, la Academia de Historia del Norte de Santander y, por supuesto, la Asociación de Colonias de la Provincia de Ocaña. orlandoclavijotorrado.blogspot.com Cúcuta, 3 de septiembre de 2012

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Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario

CERCA DE LAS ESTRELLAS

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PORTADA

50 años del Diario La Opinión

50 años del Diario La Opinión
cena en el Club del Comercio - 15 de Junio de 2010 - Columnistas

Museo Antón García de Bonilla

Museo Antón García de Bonilla
Orlando Clavijo Torrado y Luís Eduardo Páez García junto a la foto del General Mateo Torrado, tío bisabuelo del primero, quien la donó. Don Justiniano J. Páez, abuelo del doctor Luis Eduardo, en su obra histórica al referirse a la guerra de los Mil Días, da fiel cuenta de las acciones del General Torrado en la contienda, en virtud a haber actuado como su secretario.

Museo Antón García de Bonilla

Museo Antón García de Bonilla
Hermanos Clavijo Torrado, Orlando, Nora, Edilia y Olga. Julio de 2010, Ocaña - Junto a la bandera con la imagen del Libertador Simón Bolívar bordada por señoras de Ocaña al conmemorarse el primer centenario de la independencia (1910).

EN EL AGUA DE LA VIRGEN

EN EL AGUA DE LA VIRGEN
Orlando Clavijo Torrado, sus hijos, nietos y primos.

CERCA DE LAS ESTRELLAS

CERCA DE LAS ESTRELLAS
CONTRAPORTADA

NI TAN CERCA DE LAS ESTRELLAS - Gustavo Gómez Ardila

NI TAN CERCA DE LAS ESTRELLAS - Gustavo Gómez Ardila
COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

MONOGRAFIA DE BUCARASICA - Olger García Velásquez

MONOGRAFIA DE BUCARASICA  - Olger García Velásquez
COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007

Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007
Con sus hijos, de izquierda a derecha Cesar Octavio, Jaime Mauricio, Silvia Andrea y Orlando Alexander Clavijo Cáceres

LANZAMIENTO LIBRO "CERCA DE LAS ESTRELLAS"

LANZAMIENTO LIBRO "CERCA DE LAS ESTRELLAS"
29 DE MAYO DE 2009. CÚCUTA.

En la Academia de Historia de Norte de Santander

En la Academia de Historia de Norte de Santander
Padre Edwin Avendaño, José Antonio Toloza (Q.E.P.D), Secretario de la Academia, y Orlando Clavijo Torrado