lunes, 4 de mayo de 2020

LOS ALBORES DE ÁBREGO- Reseña- Para la Gaceta Histórica de la Academia de Historia de Norte de Santander.

PARA GACETA HISTÓRICA LOS ALBORES DE ÁBREGO Reseña Por Orlando Clavijo Torrado - I- El que busca… Uno era Clavijo Parada y otro Clavijo Maldonado. Por lo menos así le oí a mi padre. Hablaba de su papá Salustiano y de su papá José Eduviges. Papá Salustiano era su abuelo. (En la provincia de Ocaña, al parecer por influencia costeña, a los abuelos se los llama papá tal y mamá tal). Hasta ahí todo estaba bien. Lo segundo era que procedían de Ábrego, y propiamente de la vereda Piedras Negras. (Abro otro paréntesis para alabar a Piedras Negras e invitar a mis lectores a que conozcan esta maravilla natural, no tan publicitada como los Estoraques de La Playa. De Ábrego al sitio, por una carretera regular sin pavimento, se gastan unos diez minutos. Se trata de unas inmensas moles rocosas, esparcidas en el espacio de una hectárea, pintadas por una mano misteriosa de dos tonos de negro, grisáceo y verdoso. Los tamaños van desde el colosal hasta el de bloque, canto rodado y guijarro; se aprecia una que parece cortada al ras – dicen que por un rayo -, quedando una de las partes a pocos metros; hay otra con una concavidad suficiente para albergar a una persona, que instale allí su cama y descanse plácidamente; es fama que un ermitaño vivió por veinte años en la cueva. Son muy pocas esta clase de formaciones en el mundo; una de ellas está en México. Simplemente, el espectáculo es asombroso, imponente, sobrecogedor. En varios de mis artículos he reseñado como destino turístico este lugar. Sin embargo, hoy es propiedad privada, y aunque se goza de libre acceso, no se ve la mano de ninguna entidad gubernamental para promocionar este regalo de Dios). Volvamos a los ancestros: de Piedras Negras migraron a San Pedro, hoy Villacaro. Don Pablo Peñaranda Navarro, esposo de una prima, quien recorrió todos los campos de Ábrego, me confirmaba que, efectivamente, en Piedras Negras, tiempos atrás había una hacienda de unos Clavijo. Mi bisabuelo Salustiano se firmaba Clavijo Parada, y así lo comprobé en una escritura de 1889 de la notaría de Ocaña, por medio de la cual él compraba un terreno. Respecto a mi abuelo José Eduviges comprobé que en las partidas de bautismo de sus hijos aparecía como Clavijo Maldonado. Pero, sinceramente, no veía de donde salían esos segundos apellidos. En un momento de las pesquisas me conformé con lo que dice el historiador de Ábrego José de la Cruz Vergel: en aquella época los apellidos los tomaban al azar del árbol genealógico . Esto no se queda así, me dije. Me carcomía la curiosidad. Y los datos me resultaban relevantes porque había emprendido la escritura de la biografía de mi padre con motivo del centenario de su nacimiento cumplido en el 2012. Y en el asunto de los apellidos me tranqué. Había pasado por la historia completa de los Clavijo desde tiempos inmemoriales, incluyendo la celebérrima Batalla de Clavijo, justamente el 23 de mayo de 844, dirigida por el rey Ramiro I de Asturias contra los musulmanes. En ella los cristianos derrotaron a los infieles contando con la colaboración celestial pues el apóstol Santiago había peleado a su lado. Del episodio, que fue histórico pero adornado con mucho mito, quedó la “enseña o bandera de Clavijo”, que consiste en un trozo de la bandera utilizada por los cristianos en la contienda, que hoy se guarda en una urna blindada y a la que se le rinden honores como a un ser vivo. ¿Qué había de hacer para descifrar los dos enigmas? Ir a las fuentes escritas, a las fuentes parroquiales, de Ábrego, y más atrás, de Ocaña, si fuere necesario. Pues ocurrió que poco a poco me fui internando en el túnel del tiempo que, indefectiblemente, lo embruja y lo absorbe a uno, ya que mientras rastreaba mis orígenes por la línea paterna, me iba encontrando con inmensa cantidad de circunstancias, hechos, vivencias y mil otros asuntos a los que por cautivar mi atención los llamé “curiosidades”, y con ese nombre los anoté en una libreta. Pero no resultaron, en mi parecer, meras curiosidades, sino verdaderas pistas, al menos, sobre la idiosincrasia de un pueblo en su propio nacimiento. Entonces, de la elaboración de la biografía de mi padre salté a otro ensayo: al que titulé Los albores de Ábrego, de próxima aparición, del cual extraeré alguna sustancia para el presente trabajo con destino a la Gaceta Histórica de la Academia de Historia de Norte de Santander. -II- Escándalo tras el primer curato El padre Lorenzo Franza era italiano. Llegó a remplazar al eterno primer párroco don José María Carvajalino Fernández, o Fernández Carvajalino (propiamente se escribía Carabajalino). El título de don lo tenían por derecho propio todos los sacerdotes. Los demás cristianos podían usarlo si eran reconocidos por su prestancia social, pero, particularmente, económica. Para los cruceños el padre Franza no resultó una pera en dulce. Los amigos del viejo cura Carvajalino le inculparon conductas lujuriosas: el hombre no tenía en la casa cural ninguna hermana sino una moza. Y agregaron otro rosario de acusaciones que veremos más adelante. En 1765 ya disponían de una ermita . Con el fin de comprobar que había suficiente población para erigir la parroquia, en el año 1778 se levantó un padrón de las familias que moran en Los Llanos de la Cruz. Resultaron 74 cabezas de familia, de los cuales 59 eran nobles y 15 plebeyos . Esto es que, si se tienen en cuenta las esposas y las proles, habría una población que no pasaba de los 370 cristianos. Monseñor Francisco Navarro de Acevedo, obispo de Santa Marta, de paso por Ocaña, satisfizo la voluntad del conglomerado de Los Llanos de la Cruz acerca del establecimiento de una economía perpetua expidiendo un decreto el 12 de septiembre de 1778. Comprendía esta semiparroquia desde el paraje que llaman Oropoma hasta San Pedro y el de las Jurisdicciones… En la misma fecha se admitía como ecónomo al samario don Manuel Fernández, clérigo de menores órdenes. Pero este presbítero, que hubiera marcado la génesis de la parroquia, enfermó y murió antes de entrar a ejercer su ministerio. Entretanto, el cura párroco de Ocaña siguió atendiendo los requerimientos espirituales de la frustrada protoparroquia. Pero, ¿cómo afrontaban las defunciones? Es de pensar que los finados eran enterrados en el mismo lugar puesto que llevarlos a Ocaña implicaba demasiados trabajos por la distancia y los malos caminos. Sin embargo, las hermanas Ana María y Josefa de la Encarnación Maldonado, bienhechoras de la comunidad al donar parte de su hacienda Los Guayabitos, raíz del poblamiento, dejaron testado que deseaban ser sepultadas en su ciudad de origen, Ocaña. En cuanto a matrimonios es también de colegirse que los contrayentes debían de trasladarse a aquella ciudad, salvo que aprovecharan las esporádicas visitas del cura párroco o de uno de sus tenientes llamados para verter las aguas bautismales. En el punto de bautismos, sí se realizaban en el propio caserío. Sin embargo, por cada bautizo la nota eclesiástica decía que la ceremonia había sido cumplida en Ocaña. Además, se llamaba parroquia a algo que aún no existía. Veamos esta partida de 1786 (todas las partidas o registros eclesiásticos los transcribimos literalmente, con sus signos y abreviaturas, obviamente sin la acentuación y puntuación de hoy, sin corregir su redacción, en pro de conservar el valor natural y la gracia de tales documentos): En la ciudad de Ocaña en ocho días del mes de septiembre de mil septesientos ochenta y seis con mi licencia el presvítero dn Bernardo Antonio Celis del Portillo en la parrochia de Santa Bárbara de la Cruz bautizo, puso oleo y crisma a Antonio Lomberto, hijo legítimo de don Josef Pacheco y de da Catharina Alvarez de Castrellon. Fue su padrino Dn Pedro Josef Navarro a quien fue advertido sus obligassn y parentesco espiritual que contrajo yp. qe conste lo firmo. Don Agustín Fr.co del Rincón. (Abreviaturas: dn y Dn equivalen a don; da es doña; obligassn es obligaciones; y yp. qe significa para que). Igual ocurría con los avecindados en San Pedro. En efecto, el 11 de julio de 1801 el canónigo Fermín Ramírez bautizó en Ocaña al niño Pedro José, nacido el 18 de octubre de 1800, hijo legítimo de Joaquín Carrero y de Mónica Moncada, ambos del sitio de San Pedro de esta feligresía. Fueron padrinos José Carrero y María Josefa Cárdenas. Firma la partida el presbítero Joaquín Quintero Príncipe como cura párroco. Para el 29 de junio de 1804 aparece otra partida que habla del bautismo de Andrés José Rodríguez y María Anunciación Rodríguez, pero no llama al lugar el sitio de San Pedro sino la hacienda de San Pedro. En el año 1804 reciben el bautizo en Los Llanos de la Cruz, jurisdicción de esta ciudad de Ocaña, obispado de Santa Marta, los párvulos Francisco de Paula Álvarez Pacheco (12 de abril), de manos del cura interino Luis Álvarez Guedes; y María Catarina Quintero Pacheco (22 de abril), de manos del reverendo Fray Francisco Fallafigo (?), guardián de este su convento seráfico, con licencia del padre Álvarez Guedes. Llama la atención que esta partida comienza así: En la parroquia de Santa Bárbara de Llanos de la Cruz. Vienen por las mismas calendas otros bautismos, entre ellos el de Bárbara Vergel, hija de don José Vergel y doña Aurelia Álvarez. Y culminan los bautizos por los curas de Ocaña con el efectuado el 5 de diciembre de 1807, de Clemente Torrado, hijo legítimo de don Juan Bautista Torrado y doña María de Sensión Gómez, de manos del padre Fermín Claro, teniente del cura de Ocaña Luis Álvarez Guedes quien dio la autorización, siendo padrinos don Eugenio Lázaro y doña Josefa Álvarez Castrellón, personajes ligados todos al nacimiento de Ábrego. Aunque el bautismo ocurrió en Los Llanos de la Cruz, la partida se encabeza así: en la ciudad de Ocaña. Para 1807 un nuevo padrón levantado para el mismo fin mostraba que había 140 familias, compuestas por 90 personas nobles y 50 plebeyas, esto es, una población de aproximadamente 700 cruceños, contando esposos o esposas e hijos. Este cálculo poblacional se contradice con el dato que da el estudio de CORPONOR de un censo levantado en 1805 con un resultado de 900 almas . *** Volvamos sobre la transición entre el primero y el segundo cura párroco. El 2 de enero de 1839 llegó el levita Lorenzo Franza. Entraba a reemplazar al padre José María Fernández Carvajalino, o Carvajalino Fernández – en definitiva, él mismo no se ponía de acuerdo sobre cuáles eran sus apellidos -, quien había estado al frente de la parroquia desde poco antes de su instauración oficial, el 30 de octubre de 1808. Propiamente el cura Carvajalino fue párroco desde 1808 hasta 1839. Murió el 27 de mayo de 1874, a la edad de 96 años . Es de lamentar que siendo uno de los padres fundadores de Ábrego, su primer pastor, y por los siguientes años a su curato, guía y consejero de todos, con tan rica experiencia no hubiera dejado una memoria de tantos acontecimientos. Seguramente Franza observó muchos golpes de pecho, muchas rodillas peladas, muchas camándulas, novenas y manifestaciones piadosas, en fin, mucha apariencia, pero en el fondo poco compromiso con los mandamientos de Dios y su verdadera Iglesia. En efecto, los nombres escogidos para los bautizados se referían todos al santoral y a los misterios de la Iglesia: Asunción, Trinidad, Ascensión, Rosario, José Antonio, María, José Jesús, María de los Dolores, Joaquín, María de las Nieves, María Gracia, María Juliana de los Reyes, Sacramento, María de la Cruz, Antonio Luis de la Trinidad, Ana Dolores de la Trinidad, María Gracia, María Jesús de los Reyes, María del Espíritu Santo, José de la Concepción, María Anunciación, José María de Cielo, José Facundo de la Trinidad, María Dolores Simiona (sic), María de los Ángeles, María Purificación, María Josefa Felipa, José Canuto, María Custodia, María de la Cruz, José de Jesús de los Dolores, José María del Espíritu Santo, Bartolomé de la Trinidad, María Lucía de la Trinidad, Juana de Dios, Juan Bautista de la Trinidad, Ambrosio Pedro de la Trinidad, Esteban de Navidad, María Regina, Cirilo de la Trinidad, José Nicolás Tolentino (Nicolás Tolentino fue un santo), Dulce Nombre, Circuncisión, Benancio de la Trinidad, Visitación ( a éstos los llamaban Visita), Desposoria, Crisólogo, Flor de María, Francisco de los Mártires, María Jesús de los Dolores, José de la Encarnación, María de la Encarnación, Juan Evangelista, Juan Bautista, María de los Santos, José María del Espíritu Santo, María del Socorro, María del Rosario, María de los Dolores, Rosario, Pedro Pablo y José Joaquín. No bastaba con tanta santidad en los nombres: detrás de las puertas había muchos amoríos; el chismorreo, la envidia y la intriga serpeaban por entre la pequeña comunidad con mucho daño; y abundaban los hijos naturales y los niños expósitos, aquellos que eran concebidos por doncellas seducidas y por ello abandonados en una madrugada en los zaguanes de las casas y recogidos por los patrones. No hay duda de que los increparía fuertemente por tales conductas: peccatori sfacciato, les diría, y aunque no le entenderían lo segundo – descarados – sí comprenderían que el sacerdote estaba enojado y que el tirón de orejas iba en serio. Pues quién dijo miedo a declarar persona non grata a este cura neurásténico, regañón, metido en las vidas ajenas, inquisidor y mal hablado – porque las groserías en castellano sí las articulaba muy claritas -. Había llegado muy lejos. No podían permitir que los sacara de su zona de confort moral. Era mejor el padre Carvajalino, que se acomodaba a todo, que había pasado por las etapas de la lucha de la Independencia, el cambio a la República y los vaivenes de mandatarios conservadores y liberales, sin chistarle nada a nadie. Incluso Caravajalino le ofició unas exequias de primera a un militar del sanguinario Pacificador, como se ve en el correspondiente registro de defunción: En doce de mayo de 1816, yo el cura José María Carabajalino di sepultura eclesiástica al cadáver del teniente don Juan José Díaz del vatallón del Excmo. Señor D.n Pablo Morillo ygualmente le hice su entierro mayor con asistencia del pueblo, y de gratis, y en su sano juicio recibió los santos sacramentos. ¡Su excelencia don Pablo Morillo! ¡De pronto Carvajalino sabía que éste fusilaba y cortaba cabezas sin compasión! La ojeriza contra el levita extranjero se exacerbó. Había notables del pueblo en el grupo de los malquerientes, de pronto aquellos a los que les había caído el guante. Lo tildaron de colérico, de que se negaba a atender a los fieles cuando lo llamaban a la confesión, de tener una mujer en la casa cural sosteniendo que era su hermana cuando no era más que su amante, y le hicieron abrir una investigación, la que terminó en virtual absolución pues los examinadores no encontraron mérito para proseguirla. Entonces, usando el saboteo, dieron en bautizar ellos mismos sus niños en las casas, en celebrar los matrimonios haciendo remedo de la ceremonia religiosa, y en no llevar sus difuntos a la iglesia a misa de funeral ni en darles sepultura eclesiástica. Por la época andaba en su salsa la Guerra de los Supremos, esto es, de los santanderistas contra los bolivarianos. (Con todo, el cronista de Ábrego don José de la Cruz Vergel Jaimes afirma en su libro La maldición del cura Franza y otros escritos, que el cura era amigo de los liberales, de modo que no se entiende cómo a sus contradictores, que eran jefes conservadores, les aflorara un inusitado anticlericalismo propio de los liberales). Y para colmo de las cosas se desató una epidemia de viruela que no respetó edades ni sexo. De todos estos acontecimientos el padre Franza dejó constancia en varias partidas. Veamos unos ejemplos de esa barahúnda, todos ocurridos en el año 1841: 1 – Por no pagarle al cura el arancel eclesiástico, según anotó Franza en el libro respectivo, fueron enterrados sin los servicios religiosos: el 18 de febrero, Simón Vega, muerto de repente, en San Vicente, a un día de distancia; Bernardino Nova, el 16 de abril; y María Agustina Ramírez, el 26 de junio. 2 – También fueron sepultados sin el acompañamiento litúrgico, pero no por causa política sino por la epidemia que azotó al contorno, los siguientes finados: el l4 de septiembre, Juan Navas, casado con Martha Jaimes, a quien lo mató la virgüela y fue sepultado en Las Lajas por evitar el contagio y porque no hay quien lo cargara; Juana Sánchez, soltera, fallecida el 13 de septiembre en El Salado; José Trinidad García también murió de virgüela el 3 de noviembre, y fue sepultado en el cementerio pero sin ser llevado a la iglesia por temor al contagio; y Rufina Jiménez, muerta en el campo el 2 de diciembre, siendo enterrada allí mismo. 3 – La revolución se mezcló con la peste ensañándose en Aniceto Osorio, muerto el 23 de octubre y enterrado en Las Rojas, por evitar el contagio y por la revolución que había. El domingo 30 de octubre de 1842 el presbítero Franza alcanzó a celebrar una primera misa y cuando se aprestaba para iniciar la segunda, un grupo, alentado por don Julián Alsina – tinterillo, autor de los panfletos y su más fiero opositor –, sacó al levita del templo arrastrándolo por la sotana, y entre zarpazos e injurias lo montaron en un burro, pero de modo que su cabeza mirara a la cola. ¡Qué bestias! Algún energúmeno se ofreció a conducir al jumento con su martirizado jinete al cerro de Los Seborucos. Allí lo abandonó. Tal es la leyenda, y como leyenda se nutre de un rumor repetido, sin atestación firme y creíble. A este relato sui géneris se une la creencia de que el cura lanzó en lo alto de la montaña aquella maldición según la cual Ábrego jamás progresaría, pues daría dos pasos adelante y uno atrás . Pero la leyenda no paró allí: el sujeto que se encargó de organizar todos los ultrajes al padre Franza y participó activamente en el macabro festejo y venganza, perdió desde ese momento el sosiego. Nunca más volvió a conciliar el sueño y andaba de aquí para allá sin detenerse mientras el desespero o la pensadera lo obligaban a rascarse frenéticamente la cabeza. Ahí comprendió cuán grave había sido su pecado. Buscó en la confesión la absolución del crimen, pero ni aún con todos los juramentos de arrepentimiento logró aquietar su alma. Alguien, entonces, opinó que, mirada la negrura de su pecado, sólo había una fórmula infalible: buscar la absolución del mismo Santo Padre. El hombre hizo los arreglos propios para el viaje, y de cierto es que llegó ante Su Santidad, y como lo esperaba, fue éste quien lo redimió de toda culpa, y lo liberó del peso de su inmensa depresión. Con todo, aún faltaba la cereza en el ponqué: hace poco un pariente ochenteno , de la familia de mi madre, me reveló algo perturbador: al parecer el sujeto era un Torrado. - ¡No! - le protesté -, ojalá no haya sido de nuestra familia. Todos hemos sido católicos, apostólicos y romanos, respetuosos de la iglesia y de sus ministros. - Así es – dijo mi contertulio, que es un devoto creyente, de comunión frecuente y rosario nocturno, aunque liberal como su padre. -III – En el principio era Ocaña Lo que hoy llamamos la provincia de Ocaña en 1570 era una vasta extensión con un puñado de conquistadores que se reunían para poner los cimientos de la ciudad. El futuro Ábrego sería a los pocos años La Cruz, por haberse erigido allí el signo cristiano representado en un alto madero. Todo era llano. ¿Qué otro nombre cabía sino los Llanos de la Cruz? Realmente en 1645 el sitio es conocido ya como La Cruz. Así lo revela un manuscrito presentado ante el gobernador de Santa Marta don Vicente de los Reyes Villalobos que practicaba visita allí: ante mi pareció Pablo indio cacique natural de esta provincia de los llanos que llaman La Cruz encomienda de Juan Lorenzo vecino de esta ciudad y me dijo relación de que tenía sus tierras en el sitio que llaman Embojaqueba río de los Carates. Aunque Vergel Jaimes dice que el 26 de julio de 1580 se celebró por primera vez una misa en el lugar en donde los encomenderos hicieron levantar una gran cruz de madera , y que ofició la misa Fray Fermín de los Reyes, el dato aparece desmentido por el propio Reyes. En efecto, “en los archivos de Ocaña, aparece Fray Fermín de los Reyes, a quien se tenía por primer cura de la ciudad, a partir del año de 1575. La presencia de este sacerdote en Ocaña, es evidente, pero debe analizarse que, según sus propias palabras: "...como tal dicho cura, é servido a la Santa Iglesia de esta ciudad tiempo de nueve meses que es contado hasta que yo el dicho Fray Fermín de los Reyes é dejado de ser cura..."” (cf. Amaya, Alejo. Los genitores. B.A.O. Vol. 2, 1970, p. 65). Antes, en 1565, el capitán Francisco Fernández de Contreras ya había merodeado el territorio, husmeando por orden del cabildo de Pamplona que le confió la misión de buscar un punto de encuentro que comunicara el territorio de los Carates con el interior del país, facilitando el comercio por la vía del río Magdalena. La primera petición de establecer el puerto fue denegada por razones económicas. Sin embargo, “el 26 de julio de 1.570 el gobernador de Santa Marta Pedro Fernández del Busto finalmente le otorga la licencia a Francisco Fernández de Contreras para fundar el Puerto Ocaña o Puerto Real, conocido luego como Puerto Nacional, y la Villa de Ocaña en tierra Hacaritama, llanura de Hacarí” . Francisco Fernández de Contreras se presentó con 36 expedicionarios; las mujeres llegarían poco después. Las fechas claves de la fundación de Ocaña son las siguientes: 26 de julio de 1570, el conquistador Fernández de Contreras toma de posesión de la tierra; 7 de noviembre, alinda el territorio; y el 14 de diciembre declara fundada la villa de Santa Ana de Ocaña. El fundador se complace en ver como su obra crece rápidamente. Arriban las mujeres españolas, y los aborígenes se acercan y contribuyen en las construcciones y plantíos. En 1578, ocho años después de fundada la ciudad, había veinte familias, cuyas cabezas eran encomenderos de indios. Veinte familias significaban parejas con sus hijos: tal vez alcanzaban las cien personas. “Una vez sometidas las tribus de la región, se inician las colonizaciones, cuya área de influencia corresponde a lo que es hoy la provincia de Ocaña y algunas poblaciones del sur del Cesar y de Bolívar como: Ocaña, Río de Oro, Convención, San Antonio, Brotaré, Teorama, Hacarí, El Carmen, Ábrego, La Playa, Pueblo Nuevo, Buenavista, Los Ángeles, Loma de Corredor, Aguachica, Puerto Nacional, Simaña, San Bernardo, Badillo, Tamalameque, San Calixto, Bucarasica y Cáchira” . La Cruz era un pequeño punto en la inmensa extensión de la futura provincia, que subía hasta el páramo de Santurbán y lamía el lago de Maracaibo. El siglo XVIII es del florecimiento de las haciendas en Ábrego. Se destacan Loroque, Turmeros, Los Guayabitos – dedicada a la caña y la ganadería -, Canutillo, Paramillo, Las Rojas, Pavéz – con cultivos de trigo -, San Vicente, Potrero Nuevo, Oropoma, La Urama, El Tabaco y San Javier – estas últimas, ganaderas -. En 1765 – como se anotó arriba - se construyó la primera ermita. A raíz del nombramiento en 1795 del primer alcalde partidario o pedáneo – partidario porque se refería a un partido o vereda, y pedáneo porque despachaba de a pie -, cargó que recayó en don José Salvador Sánchez de la Mota, surge la Unidad Territorial de Partido, base para la erección de la parroquia en 1807. Ya vimos que el primer cura falleció sin haber iniciado siquiera su apostolado. A principios de 1808 empezó a ejercer como cura interino don Manuel Antonio Ramírez mientras se formalizaba el nombramiento y posesión del padre Carvajalino. Ramírez administró la novísima parroquia hasta el 13 de octubre. Cumplidos los protocolos y trámites, el nombrado como primer párroco, José María Fernández Carvajalino, se posesionó el 30 de octubre de 1808. Permanecería apacentando su grey hasta el año 1839 en que se retiró afectado por los achaques de la enfermedad, aunque aún gozaba de años viriles. Ya con la presencia de un cura y el aumento de la población que clamaba por una organización seria y estable, el alcalde de Ocaña don Ramón de Trillo autoriza el 10 de marzo de 1810 la demarcación de la parroquia de Santa Bárbara de la Cruz. Las hermanas Ana María y Josefa de la Encarnación Maldonado fueron definitivas para el nacimiento del poblado al donar buena porción de sus tierras. El 12 de marzo se levantó el acta en que constaba la donación, la demarcación y el alindamiento. El acta fue muy explícita en todos los detalles jurídicos y prácticos. Así, se designó a Miguel Navarro, alarife público – maestro de obras – para que, provisto de una clinea de fique, trazara la plaza, la calle principal y las calles coraterales, así como los solares para cada uno de los agraciados, concretamente un solar de tierra para la fábrica de casa, cocina y huerta. Se trataba de establecer un poblado, para lo cual, las mismas hermanas Maldonado, el cura, el alcalde, el alarife y personajes finqueros, se incluyeron entre los adjudicatarios de los lotes y por consiguiente originarios constructores de sus casas y habitantes de la parroquia de Santa Bárbara de La Cruz. El terreno hacía parte de la hacienda Los Guayabitos. El pueblo fue creciendo en esta proporción, al menos hasta entrado el siglo XX : 1805 – 900 habitantes; 1829 – 950; 1843 – 2517; 1851 – 2682; 1864 – 2851; 1870 – 3467; 1896 – 7237; 1905 – 7237. 4 – LA ESCLAVITUD Un rápido trazado sobre la cuestión de las razas la encontramos en el siguiente trozo que tomamos de la extraordinaria obra Libertador de América, Bolívar, quizá la mejor, objetiva e imparcial biografía del héroe que se haya escrito, de la autoría de la ciudadana peruana-norteamericana Marie Arana: Tan pronto como la Corona pudo imponer cierta apariencia de control, impuso estrictas divisiones entre las razas. Se puso en marcha un implacable sistema de dominancia racial. En la cúspide estaban los supervisores nombrados por la Corona, nacidos en España, como Simón de Bolívar; debajo de ellos, los criollos – blancos nacidos en las colonias -, como el propio hijo de Bolívar (se refiere al padre del Libertador, don Juan Vicente Bolívar). Después venían los pardos, población de mezcla racial en constante crecimiento que era mestiza, en parte blanca, en parte indígena; o los mulatos, mezcla de blancos y negros; o los zambos, combinación de negros e indígenas. Como en la mayoría de las sociedades de esclavos, las etiquetas se diseñaron para todos los colores de piel posibles: cuarterones, quinterones, octarones, moriscos, coyotes, chamizos, jíbaros, y así sucesivamente. . El Libertador Simón Bolívar fue un gran impulsor de la libertad de los esclavos. De hecho, había liberado a los suyos de su hacienda de San Mateo, fundo en donde trabajaban hasta cuatrocientos. El 2 de junio de 1816, con el fin de engrosar las tropas patriotas, decretó la libertad absoluta de los esclavos que se unieran a ellas. En 1821, después de la batalla de Carabobo, le dio la carta de libertad a su esclava Hipólita, a quien profesaba un gran cariño y quien había sido su nodriza. El Congreso de Angostura de 1819 estableció la manumisión de los esclavos. Luego la Constitución de Villa del Rosario de 1821 ratificó dicha libertad. Sólo en 1851 por la Ley de Manumisión del 21 de mayo el Congreso de Colombia vino a cerrar el capítulo ominoso en nuestra patria de negarle su libertad a una parte de los seres humanos por su lugar de procedencia, por su color o por su humilde condición económica o social. En Ocaña, el gobernador provincial doctor Agustín Núñez quiso conmemorar esta ley redentora con un monumento que consistió en una columna de ladrillo y cal en el centro de la plaza que se inauguró el 25 de diciembre de 1851. En la fábrica del monumento contribuyeron por igual ciudadanos comunes y esclavos manumitidos. En Los Llanos de La Cruz, sin embargo, durante años no tuvieron eco los mandatos directos del Libertador ni fueron acatados los estatutos. Así lo veremos líneas más adelante. Todos los señores y señoras que eran llamados don y doña, principalmente, terratenientes y distinguidos por algún motivo, poseían esclavos. Es raro el individuo al que no se le tratara de don y doña que fuera dueño de esclavos. Claramente, era una sociedad esclavista. Y, clasista, como lo vimos antes en el punto de los empadronamientos para fundar la parroquia. La perplejidad frente al número de esclavos surge si se considera la escasa población de un principio, y relativamente poca avanzado el tiempo, por ejemplo en 1851 – con 2682 lugareños -, este último el año en que oficialmente se abole la esclavitud. Si había 300 esclavos en algún período – digamos entre 1773 y 1851 – ello significa más del diez por ciento de la población. Sin embargo, habría que considerar cuáles de estos seres subyugados eran africanos y cuáles eran indígenas o simplemente personas de extrema pobreza que se “regalaban” a un hacendado o a una señora a condición de que les suministraran el techo, el alimento y algo de vestido. Esta categoría de sirvientes en cierto momento se consideraban esclavos, aunque en verdad no contaran entre los traídos en las galeras de tormento como mercancías. Es un punto que está pendiente de indagar a profundidad. En 1773 don Juan Quintero Príncipe tenía 29 esclavos en sus haciendas de El Tarra y El Hato; don Jerónimo Maldonado, padre de Ana María y Josefa de la Encarnación era dueño de diez esclavos; doña Ana María Maldonado, en 1810, era ama de 26 esclavos. En estas pesquisas hemos topado con un largo inventario de patronos, que involucra a jefes de hogar, hacendados, personajes, señoras, funcionarios públicos y curas; en algunos casos señalamos los años en que tenían los esclavos: Juan Antonio Jiménez, Antonio Luis Jácome, Casimiro Trigos, Úrsula Quintero, Rafael Castrillón, Rosa Navarro, Juan Ignacio Barrientos, Manuel Baca, Francisco Peñaranda, Josefa Maldonado, Ramón Trillos, Antonio Pacheco, Cristóbal Arévalo, Manuel Álvarez Castro, Juan Pacheco, Gabriel Quintero, Miguel Troncoso, Juan Ignacio Gutiérrez, María del Carmen Oballos (esposa del patriarca don Tomás Clavijo), Manuel José Quintana, Miguel Álvarez Castrillón, Juana Antonia Pacheco, Juan Ignacio Gutiérrez, Rosa Navarro (aún en 1834), Martín Quintero (aún en 1838), Martha García (aún en 1845), María Francisca Quintero, Manuel García, José del Carmen Torrado (su principal esclava era María Engracia Vaca), Gregorio Quintero, Pedro Trigos (1820), Úrsula Quintero, José Antonio Barriga, Rafael Casariegos, José María Jácome, María García, Miguel Álvarez Castrellón, Juan Gutiérrez (1833), Martín Torrado (1833) (esclavos de éste figuran Valentín Torres y Felipa Álvarez, cuya hija se casa con José de la Trinidad Arévalo el 26 de agosto de 1833), presbítero Antonio José Trigos, presbítero Manuel Antonio Ramírez, Gabriel Quintero (1813), Juan Antonio Gimenez, Francisco Peñaranda (al que se le murió la esclava María Josefa Ordóñez el 11 de junio de 1833), Miguel Troncoso (1826), Tomás Clavijo (viviendo en Ocaña en 1801), e Isabel Carabajalino (su esclava llamada Juana Carabajalino dio a luz a José de las Nieves, hijo natural, bautizado el 11 de agosto de 1826). - V – EPÍLOGO Otros temas interesantes encontré en este buceo por la historia de la antigua parroquia de La Cruz de hace doscientos diez años y de algunas décadas posteriores, y de los años en que dependía de Ocaña, mas, en honra de la brevedad que deben caracterizar los trabajos propios para una revista de este género, debo concluir aquí. Y como los resultados completos de las pesquisas en pos de mis antepasados por la línea paterna los plasmaré en la biografía anunciada de mi padre, sí les puedo anticipar a mis amables lectores que vi una luz al final del túnel al reconocer como el genearca de la estirpe a don Tomás Clavijo, padre de aquel caballero que hizo muy bien la tarea de traer al mundo gente que poblara Los Llanos de la Cruz . FUENTES: 1- Libro de Baptmos, casamᵗᵒᶳ. y Entierros. DE ESTA NUEVA PARROQUIA DE LOS LLANOS DE LA CRUZ. Desde el 5 de septiembre de 1807 a 1837. (Firma Jph. María Carabajalino). 2- 1825 a 1839 – Libro de Bautismos, casamientos y Entierros de esta Parroquia de Sta. Bárbara y Loma dᵉ Cruz de los Llanos repartidos en tres ramos. Bautismos que comienzan el sinco de Diciembre de 1825. 3- Libro de bautismos, matrimonios y defunción de 1839 a 1851. 4- Libro de bautismos 1867-1916. 5- – Ábrego, Llanos de la Cruz, ahora con identidad histórica – José de la Cruz Vergel Jaimes –Centro Gráfico Salesiano – Cúcuta – 2000. 6- Ábrego, gesta y leyenda - José de la Cruz Vergel Jaimes – Centro Gráfico Salesiano – Cúcuta – 2005. 7- La maldición del cura Franza y otros escritos- José de la Cruz Vergel Jaimes - Impreso en el Centro Gráfico Francisco de Sales, Cúcuta, sin indicación de año, pero posterior a 2016. 8- Gaceta histórica - Número 135- Año 2009. Órgano de divulgación de la – Academia de Historia de Norte de Santander- San José de Cúcuta. 9- www.familysearch.org – Página web de la Iglesia de los Santos de los Últimos Días – Mormones -. 10- Libertador de América, Bolívar. Marie Arana. Primera edición en Penguin Random House Grupo Editorial: julio 2019. Bogotá, D.E. Colombia. 11- Corporación Autónoma Regional de la Frontera Nororiental- CORPONOR – Plan de Ordenación y Manejo de la Cuenca Hidrográfica del Río Algodonal – Subdirección de Recursos Naturales – Grupo Técnico POMCH- 2010 –– Censos de la provincia de Ocaña (1570 – 2004).

1 comentario:

Mac dijo...

Hola Orlando,
Estoy buscando informacion sobre mis ancestros, Francisca Clavijo, hija de Juan Evangelista Clavijo y Juana Antonia Patiño, Y juan Evangelista hijo de hijo de Gabriel Clavijo y Catalina Gutierrez.
Alguno de estos nombre le suena?
Saludos,
Mario

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CERCA DE LAS ESTRELLAS

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PORTADA

50 años del Diario La Opinión

50 años del Diario La Opinión
cena en el Club del Comercio - 15 de Junio de 2010 - Columnistas

Museo Antón García de Bonilla

Museo Antón García de Bonilla
Orlando Clavijo Torrado y Luís Eduardo Páez García junto a la foto del General Mateo Torrado, tío bisabuelo del primero, quien la donó. Don Justiniano J. Páez, abuelo del doctor Luis Eduardo, en su obra histórica al referirse a la guerra de los Mil Días, da fiel cuenta de las acciones del General Torrado en la contienda, en virtud a haber actuado como su secretario.

Museo Antón García de Bonilla

Museo Antón García de Bonilla
Hermanos Clavijo Torrado, Orlando, Nora, Edilia y Olga. Julio de 2010, Ocaña - Junto a la bandera con la imagen del Libertador Simón Bolívar bordada por señoras de Ocaña al conmemorarse el primer centenario de la independencia (1910).

EN EL AGUA DE LA VIRGEN

EN EL AGUA DE LA VIRGEN
Orlando Clavijo Torrado, sus hijos, nietos y primos.

CERCA DE LAS ESTRELLAS

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CONTRAPORTADA

NI TAN CERCA DE LAS ESTRELLAS - Gustavo Gómez Ardila

NI TAN CERCA DE LAS ESTRELLAS - Gustavo Gómez Ardila
COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

MONOGRAFIA DE BUCARASICA - Olger García Velásquez

MONOGRAFIA DE BUCARASICA  - Olger García Velásquez
COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007

Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007
Con sus hijos, de izquierda a derecha Cesar Octavio, Jaime Mauricio, Silvia Andrea y Orlando Alexander Clavijo Cáceres

LANZAMIENTO LIBRO "CERCA DE LAS ESTRELLAS"

LANZAMIENTO LIBRO "CERCA DE LAS ESTRELLAS"
29 DE MAYO DE 2009. CÚCUTA.

En la Academia de Historia de Norte de Santander

En la Academia de Historia de Norte de Santander
Padre Edwin Avendaño, José Antonio Toloza (Q.E.P.D), Secretario de la Academia, y Orlando Clavijo Torrado