viernes, 30 de noviembre de 2012
CRONIQUILLA
¿FALTA DE PANTALONES?
Orlando Clavijo Torrado
Cuando el capitán español Francisco Fernández de Contreras fijó en 1570 los límites de la ciudad de Ocaña, dijo lo siguiente: “…Y así mismo nombro por términos de la ciudad todas las demás vertientes de la laguna de Maracaibo…” Hoy, ni siquiera el municipio de Puerto Santander, en nuestro departamento Norte de Santander, el más cercano a dicho lago, linda con él. De la península de La Guajira nos quedó un jirón pues lo otro lo fue tomando Venezuela poco a poco. El último episodio de despojo aconteció en 1987 cuando 100.000 soldados venezolanos y toda su aviación y flota marítima nos sacaron vergonzosamente de las costas guajiras. Se sabe que Jaime Lusinchi, el mandatario venezolano, ordenó apuntar hacia Bogotá, y por supuesto hacia Cúcuta. El presidente colombiano era nuestro coterráneo Virgilio Barco que tuvo que recular. Se ha tenido la convicción de que todo ha ocurrido porque la blandenguería y melosidad de la diplomacia rola de genuflexiones y unas mal interpretadas prudencia y política pacifista han permitido que cualquier colindante nos ataque y arrebate cuanto se le antoje. ¿De qué ha valido el título de ser un país adalid en respeto al derecho universal? ¿Qué nos sucedería si el nuevo mejor amigo del presidente Santos, el coronel Chávez, el hermano venezolano, que armó uno de los Ejércitos más poderosos del mundo, volviera a reclamar las ciudades de Barranquilla, Santa Marta y Cartagena?
Ahora que Nicaragua obtuvo semejante tajada de mar y ya nos desafía militarmente, ¿de nuevo nos correremos como gallinas? ¿Al fin comprenderá el gobierno nacional que al tiempo que tener la razón hace falta también tener las armas? Por algo la imagen de la justicia posee una espada.
Pero más que indignarnos por un fallo ya esperado y previamente aceptado – de modo que no cabe ninguna apelación - , debe sorprendernos – y yo lo estoy – por la indiferencia del pueblo colombiano ante la suerte de la soberanía de nuestro archipiélago de San Andrés, en contraste con las celebraciones públicas en Nicaragua. ¿Será a causa de que se trata de unos negritos lejanos, llamados raizales, bullangueros, que a los interioranos nos parecen simpáticos porque le sacan música hasta a una carraca de vaca? ¿En dónde hubo o se están organizando manifestaciones multitudinarias en toda Colombia contra la sentencia de la Corte Internacional de Justicia de La Haya? Esto en verdad es extraño si aquí somos revoltosos para todo, por el menor motivo y hasta sin motivo. Y no se trata de un llamado a un falso nacionalismo, del “dolor de patria” de que habla el expresidente Uribe y que para la periodista María Elvira Samper es un “dolor de estómago”, sino de algo tan natural como la identidad con la cuna de donde provenimos, del orgullo de contar con un territorio, una lengua, una idiosincrasia, un acervo social y cultural, un legado y un futuro. Si no sentimos todo eso, apaguemos y vámonos.
Con una apatía semejante, y conociéndonos los vecinos el punto vulnerable, y que somos buenos solo para hablar, divagar y escribir al punto que tenemos un Premio Nobel de Literatura, es concebible que vengan por el remanente. Lo único que ninguna otra nación ha pretendido es el altiplano cundiboyacense. El resto de Colombia está amenazado.
orlandoclavijotorrado@blogspot.com
30 de noviembre de 2012
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