miércoles, 12 de diciembre de 2012
PARA EL SEMANARIO “LA PROVINCIA DE OCAÑA”
LAS SUCIAS BOTAS SALVADORAS
Por Orlando Clavijo Torrado
El pueblo del que salió nuestro personaje posee un clima frío, en donde algunos todavía usan ruana y por supuesto en el campo no falta. Se producen allí el trigo y la papa; el tomate solo se ve por su color en los cachetes de estos alegres paramunos nortesantandereanos.
Don Luis vino de Antioquia cuando viajaba al arrimo de su padre que tenía una especie de carro-casa en el que transportaba diversas mercancías. Se enamoró de la más bonita del pueblo y se casó. Montó una tienda que prosperó en poco tiempo. El Paisa – como todos empezaron a llamarlo – llegó a ubicarse entre los caballeros potentados y dirigentes cívicos de allí.
Justamente por contar ya con un buen capital y tener la necesidad de viajar a Bogotá a conseguir surtido le ocurrió el gracioso percance que referiré a continuación, verídico como el que más, sin exageración ni mentira alguna, pues este paisa sí era exagerado como todos pero no mentiroso.
En aquella jornada a la capital le tocó por fuerza de compañero en el autobús a un individuo bastante desgreñado, sucio, de ropa pobretona y unas inmensas botas de caucho. A don Luis no le quedaba alternativa: o se acomodaba a aquel compañero de viaje o renunciaba a viajar. Pero es el que el hombre apestaba. El Paisa echó mano de una loción que guardaba secretamente y empapó un pañuelo con el que se cubría la nariz simulando estar acatarrado. Con todo, la pestilencia seguía.
Apenas el automotor había andado poco tramo fuera del pueblo cuando irrumpió una cuadrilla de asaltantes. Don Luis raudamente le suplicó a su compañero que le guardara en el calzado el fajo de dinero, considerable, por cierto; el tipo lo miró extrañado y luego de un momento de vacilación accedió a tomar el paquete y lo hundió entre una de sus botas.
Los cuatreros se subieron al bus y muy aplicados esculcaron maletas, maletines, bolsos, tulas, bultos y cuanto empaque encontraron. Luego les ordenaron a los pasajeros: “¡A bajarse todos!” Y todos obedecieron calladamente, pues más valía no exponerse a un balazo. Una vez que estuvieron en tierra, los pillos los requisaron meticulosamente, mas no contentos con haberles robado la plata, anillos, cadenas y carteras, los conminaron a que se quitaran los zapatos.
Don Luis calmadamente se quitó los suyos; allí no había un céntimo. Aún no habían llegado los malandrines al lugar en donde se había sentado el sujeto aquel hediondo para despojarse de las botas, cuando percibieron el fuerte olor que apenas empezaba a salir sin haberse quitado una, y se retiraron precipitadamente asqueados. De lejos le gritaron: “¡Cuidado, hermano, se quita las botas, porque le pegamos un tiro!” El chofer se unió a las protestas: “No, señor, yo no lo llevo a usted con esa pecueca”. Entonces don Luis tuvo que abogar por su compañero y convencer al chofer para que le permitiera viajar. Ya dentro del carro, y alejados los apaches, el Paisa le pidió el manojo de billetes y el sujeto procedió a quitarse la bota millonaria y honradamente devolvió todo, eso sí, impregnado de lo que científicamente se llama “Podobromhidrosis” y en nuestro ordinario lenguaje colombiano se conoce como olor de patas o simplemente pecueca.
Don Luis respiró aliviado por no haber perdido nada en el asalto y haber recuperado su caudal. Le quedó sumamente agradecido a su compañero y hubiera querido hasta besarle los pies, ¿pero cómo?
orlandoclavijotorrado,blogspot.com
11 de diciembre de 2012.
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Datos personales
- Orlando Clavijo Torrado -
- Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
- Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario
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