sábado, 6 de abril de 2013
CRONIQUILLA
LA CHIRACOCA Y EL DIABLO
Orlando Clavijo Torrado
En esta Semana Santa decidí cambiar el destino rutinario: Bochalema por Ocaña. Objetivo: cumplir con el deber religioso, descansar, y olvidarme ahora de Maduro y sus cretinadas y pedir para que el pueblo venezolano abra los ojos y el intelecto.
La carretera de Cúcuta a La Donjuana, en regular estado, aunque transitable con ayuda de los voluntarios que por unas monedas avisan cuándo es el momento de seguir o detenerse. De Puente Unión a Bochalema la vía es excelente, flanqueada por un hermoso boscaje.
En la posada a la que arribamos, el sanitario general no se llama wáter closet o simplemente wáter: no, allí se llama el “cielo”, de modo que quien se sienta en la taza lo hace en el “trono” como un rey.
Entre trompetas desafinadas de la banda de guerra del colegio Andrés Bello transcurrieron todas las procesiones, muy lucidas por los pasos bien arreglados y la concurrencia masiva de feligreses. No hay tantos nazarenos como en Ocaña: apenas los suficientes para cargar los pasos; algunos de esos nazarenos, muy jóvenes, en guardia junto al Santo Sepulcro mascaban chicle moviendo sus mandíbulas fuertemente. El jefe de la cofradía se movía de aquí para allá en la organización de las procesiones por las calles siempre empinadas. Se trataba de un hombre menudo, de edad madura, manco, con una atroz cicatriz en la cabeza. Dos perros, al parecer padre e hijo, marcharon todo el tiempo detrás de un cargador del paso de San Pedro; seguramente el nazareno era su dueño.
Ver a los niños cargando los pasos en miniatura fue un espectáculo enternecedor; ahí no entra la religiosidad sino el folklor y el show y para ellos vestirse de nazarenos, de obispos, cardenales y el papa Francisco es una recocha como para recordar más tarde. De los doce apóstoles, representados por adolescentes, se destacaba el Judas Iscariote, pero no por su aspecto fiero sino, por el contrario, por su inocencia y asombro. Era un Judas bueno. Pero me impresionaron sumamente las mujeres humildes del pueblo cargando la imagen preciosa y bien decorada de la Virgen María. ¡Qué verracas! Al ver mi cámara, posaron orgullosas.
Volví a contemplar las llamadas carreritas de San Juan, aunque también corren María Magdalena y Pedro. Ella fue la primera que vio a Jesús Resucitado y quien de inmediato voló con el cuento a donde Pedro y Juan; éstos acudieron de prisa a comprobar el chisme a la capilla de la Virgen de la Cueva, en el parque del samán, en frente de la iglesia parroquial. Al colocarse frente al Resucitado, la mujer y los dos apóstoles le hacen una venia. Ahí se sosiegan todos y caminan con él en procesión hasta el templo principal. Como en Ocaña se aplaude cuando se encuentran, yo le pedí a los que estaban a mi alrededor que lo hicieran, y me acataron y el aplauso se extendió.
Ni un solo borrachito se tambaleó por allí. Percibí que principalmente los turistas tenían en mente participar en los actos religiosos – como mis acompañantes y yo lo realizamos -, disfrutar de un clima suave y de la frescura de sus piscinas, caminar por el sendero paralelo a la quebrada Chiracoca que cuenta con unos parajes y unos remansos paradisíacos, y conocer la huella del diablo sobre una roca en aquel sendero y el monedero también del diablo – el “cajero electrónico” lo llaman los graciosos – , nombre que algún desocupado le puso a un pequeño agujero al que también le inventaron que tintinean en lo profundo las monedas que se echan. Además de ello, solo comer, dormir, jugar, integrarse en fogatas, reír, relajarse, cero televisión e internet, lo indispensable de teléfono celular, olvidar, descansar y recargar las pilas de paz interior y ánimo para proseguir la vida rutinaria. Porque esencialmente Bochalema, a 45 minutos de Cúcuta, ofrece todo ello, sin grandes pretensiones ni aspavientos. Y provoca volver.
orlandoclavijotorrado.blogspot.com
Cúcuta, 5 de abril de 2013.
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- Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
- Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario
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