domingo, 7 de abril de 2013
PARA EL SEMANARIO “LA PROVINCIA DE OCAÑA”
LA TAZA DE CAFÉ
Por Orlando Clavijo Torrado
La tía Luz fue a parar a Barranquilla con su cónyuge por asuntos de negocios. Ambos eran paisas. Compraron un apartamento en un edificio de quince pisos. La tía Luz se sentaba todas las tardes a mirar en la lejanía los barcos que atracaban en el puerto, a leer y fumar cigarrillo. Poca atención prestaba al lote yermo que había a un costado del edificio, en cuyo extremo una choza se confundía con la maleza.
En la mañana la tía Luz bajaba a la entrada del edificio en donde alegraba el entorno un pequeño jardín y allí se ocupaba de disponer el orden y cuidado de las flores. Nada nuevo ocurría hasta el día en que vio acercarse a un anciano andrajoso que llevaba en la mano una taza estropeada de peltre. Era evidente que buscaba bebida. La tía Luz tomó la taza, le pidió que la esperara, subió a su apartamento y a los pocos instantes bajó con la taza rebosante de café caliente. En verdad poco se fijó en la cara del hombre por servirle, pero sin duda se trataba de un ser desvalido, enfermo, que caminaba rengueando.
Un día ella le preguntó que si podía guardarle “calentado” y él le respondió que sí, de modo que en adelante el viejo siguió pasando con un plato desvencijado para recibir el menú.
Sin embargo, transcurrido cierto tiempo, mientras la tía Luz era cumplida el tipo se volvió irregular en su paso por allí y llegó el momento en que dejó de asistir. La tía Luz se quedaba con la comida guardada. Finalmente se resignó a no tener la visita de su estrafalario amigo. Cruzaban pocas palabras. En una ocasión él le preguntó el nombre: Luz; en otra, el apellido: Flórez; y la última vez le pidió que le diera el número de cédula. La dama, aunque encontró extraña la solicitud y considerando que el vejete no abrigaba malicia alguna, no se negó.
Dijimos que el mendigo dejó de frecuentar el edificio. Pues bien: a las pocas semanas la tía Luz vio desde su balcón la llegada de una ambulancia de la Policía a la choza aquella, movimiento de personal uniformado de investigación y el arremolinarse de curiosos, pero no alcanzó ni a descifrar de qué se trataba y menos aún a comprender a cabalidad lo ocurrido.
Había corrido un año desde aquel episodio cuando su marido recibió en la estación de vigilancia del edificio un sobre con sello de un juzgado, dirigido precisamente a Luz Flórez. “¿En qué te metiste ahora, mujer?”, le preguntó. “¿Y en qué me podía meter? ¿Acaso alguna vez me he metido en algún asunto judicial, he matado o robado?” le replicó ella sulfurada. Superada la discusión, los esposos abrieron el sobre: se trataba de una citación a ella de un juzgado civil. Angustiada, temerosa e incrédula concurrió al juzgado el día y la hora señalados. El magistrado costeño la tranquilizó: “No se preocupe, seño, que no ha sucedido nada malo para usted, sino, por el contrario, algo bueno: el señor XX la nombró heredera universal de sus bienes, consistentes en un extenso lote abandonado a un costado del edificio tal…”
Epílogo: La tía Luz vive hace más de treinta años en los Estados Unidos: con el acopio de sus propios haberes y el producto de la venta del lote compró una lujosa casa en Miami.
¡Todo, por obsequiar a un menesteroso una taza de café! O mejor, a un supuesto menesteroso.
orlandoclavijotorrado.blogspot.com
7 de abril de 2013.
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- Orlando Clavijo Torrado -
- Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
- Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario
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