jueves, 17 de abril de 2014
EL SÁTIRO
PARA EL SEMANARIO LA PROVINCIA DE OCAÑA
EL SÁTIRO
Orlando Clavijo Torrado
Hay muchos crédulos por ahí, pero cuando esa credulidad rebasa ciertos límites ya se convierte en tontería – bobería, mejor, - o en masoquismo o retrata un retraso mental o cultural espantoso.
Josefina, Macarena y Marina, las señoras de esta historia tomada de la vida real, se pueden matricular en cualquiera de las anteriores categorías o en todas. Agreguemos que son venezolanas. El venezolano es dado a confiar en brujos y santería. El difunto Hugo Chávez, por ejemplo, llevó su devoción por los personajes con poderes mágicos del más allá hasta los billetes de su república bolivariana.
Marina ya conocía al chamán Leovigildo, de San Cristóbal, en el estado Táchira. En su criterio, “era muy acertado”. “Todo me lo acertó”, repetía, y los mamadores de gallo le preguntaban con malicia que cuántas veces se lo había acertado. De modo que cuando Macarena le comentó su problema con el noviecito al que no podía retener pues el “mancito” un día la quería y otro no, Marina no dudó en recomendarle al afamado encantador y Macarena, desesperada, tampoco dudó en dirigirse al cerro en donde aquel vivía. No le importó la lejanía, ni lo abrupto del camino ni el peligro del sector.
Al llegar, la recibió un sujeto mal vestido, con sandalias llenas de tierra, de mirada lasciva y risa estruendosa. Por un mecanismo de rechazo recordó a su adonis, su enamorado, por el que daría hasta el alma, porque este señor que tenía en frente sí que parecía salido de una película de terror. El hombre la llamó de inmediato por su nombre: “Bienvenida, mi querida Macarena”. La muchacha se quedó admirada de que supiera su nombre, pero también la sorprendió semejante bocaza con unos dientes separados y renegridos. Con todo, ella iba a lo que iba. Venció el temor inicial que causaba aquel curandero de los males postizos y entró resuelta a ponerse en sus manos. El sujeto tomó dos tabacos ordinarios, los encendió, y empezó a chuparlos fuertemente. Los puros chispeaban vivaces. Macarena pensó para sus adentros que era un buen presagio pero el agorero la espantó al decirle que el fulano no se fijaba en ella porque en una relación anterior le habían puesto un espíritu de oscuridad para que siempre que un hombre se le acercara tuviera problemas, así que el único medio que existía para conjurar esa maldición era que él, el enviado del dios Chuchaycuro, la poseyera sexualmente para sacarle el espíritu malo y meterle un ser de luz o divino.
Ya dijimos que Marina fue quien guió a Macarena hacia el brujo. Ocurrió entonces que después de la sesión que acabamos de relatar las dos mujeres se encontraron y se chismosearon cómo les había ido. Macarena se mostraba muy asustada pero no por ello desconfiaba de la sabiduría del hechicero y sostenía una lucha interior entre entregársele o no, aunque predominaba la segunda opción.
Transcurría la plática entre las dos amigotas cuando atinó a aparecer Josefina. Para ésta, que resultó también clienta del adivino, no fue nada nuevo lo del tabaco pero al oír aquello de las relaciones sexuales les dijo: “¡Qué coincidencia, muchachas, a mí también me pidió igual cosa?” “Y usted accedió?”, le preguntaron las otras. Josefina les respondió: “Esa es precisamente una de las claves para que el trabajo tenga efecto y no se dañe: no contar nada, guardar el secreto”. Y añadió, sin guardar secreto alguno: “Pero esto no es todo: a mí me pidió tres cosas más: plata, y no poca, que le llevara un gay (ya le eché el ojo a un bobo marica del barrio), y estiércol de dos animales salvajes, de un mico y un león. La mierda la recogí en el zoológico de Capacho”. Dicho esto se alejó disculpándose: “Perdonen, chicas, que las deje, pero es que hoy tengo cita con el gran maestro Leovigildo; voy rápido a la casa a cambiarme el brasier negro por uno blanco porque él no admite mujeres con brasieres de ese color. Chao. Me coge la noche.” Y se marchó ante la mirada atónita de sus contertulias que no entendían el arrebato.
De Josefina y Marina se sabe que cayeron en las sucias garras del chamán. ¿También caería Macarena por recobrar a su amor veleidoso? Es un misterio entre ella y el sátiro.
orlandoclavijotorrado@yahoo.es
16 de abril de 2014
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- Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
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