miércoles, 22 de octubre de 2014
EL INDIO ECONOMISTA
Para el semanario La Provincia
EL INDIO ECONOMISTA
Las fauces del Gobierno para devorar por la vía de los impuestos cuanto huele que les llega en bienes o numerario a sus súbditos, son colosales.
Y su estómago no es menor. Colombia parece que es campeón en tributos con destino presuntamente al erario, y ha contado con genios diabólicos que se las arreglan para que nadie escape a la esculcada, valga decir la retención en la fuente, instrumento que pone a la víctima con las manos arriba y calzones abajo y sin poderse defender porque el dinero del sueldo, el contrato o el servicio, lo tiene el pagador.
Pero no nos alarmemos que ello ha sido tradicional, consuetudinario.
Encontré un escrito muy sabroso de don Mariano Ospina, fundador, junto con don José Eusebio Caro, del Partido Conservador, y presidente de la República a mediados del siglo XIX, escrito que para solaz de mis lectores resumo en pocas líneas.
Un labrador encontró dentro de una zanja un enorme hueso que, después de despojado de la tierra, resultó ser una muela descomunal.
Se dirigió al pueblo y lo primero fue llegar a la tienda principal en donde colocó, sobre el mostrador, la pieza estrambótica. La tendera no pudo menos que santiguarse y exclamar: "¡Virgen Santísima! Esa es la muela del Enemigo Malo, porque está negra".
En la venta se armó pronto la discusión y abundaron los pareceres, buscando, principalmente los versados, el origen de aquel hueso. El maestro de escuela lució su manejo de las matemáticas y luego de aplicar fórmulas dedujo que la muela pertenecía a un gigante de 1010 metros de altura. La concurrencia recibió con sorna tales cálculos; un guasón dijo que de ser ese el tamaño del gigante habría podido pasar el mar con el agua al ombligo.
El señor cura también le refutó aduciendo que Goliat, reconocido gigante bíblico, no medía más de seis codos y un palmo. El sacristán lo apoyó: "Hasta yo hubiera podido cogerle las barbas con la mano".
De pronto arribó una pareja de aborígenes que tomó asiento en el suelo junto a la puerta. Al señor alcalde, seguramente por verlos, se le despertó su erudición histórica y aventuró la siguiente tesis: "Esta muela debió ser de los antiguos (los indios) que comían carne humana". Poco le gustó a la india el comentario pues repuso: "Eso sí que no; esa muela no puede ser sino muela de Gobierno". Pero su marido no estuvo del todo de acuerdo, y acotó: "¡Qué burrada! ¿El Gobierno para qué necesita muela? ¿No ves que los gobiernos comen a tarascadas y engullen entero, como el caimán, lo propio y lo ajeno?". Concluye don Mariano Ospina que el indio seguramente militaba en la oposición.
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- Orlando Clavijo Torrado -
- Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
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