jueves, 15 de enero de 2015
LOS CONCHUDOS
Para el semanario La Provincia
LOS CONCHUDOS
Orlando Clavijo Torrado
En estos días veíamos en familia un programa de televisión cuyo tema era el de un joven a quien un hermano lo recibió en su casa con la promesa de que se quedaría solamente unos días mientras conseguía trabajo y se establecía en apartamento arrendado, y resultó que el sujeto se amañó, se rehusaba a salir a buscar camello, no colaboraba en nada, de apetito insaciable no respetaba nevera ni cocina, se comía todo y hasta le echó el ojo a la cuñada. Así le pagó a su hermanito generoso y paciente.
A propósito del episodio, un amigo nos contó que a él en tres oportunidades lo habían cogido de cajita, o, mejor, le habían visto cara de marrano. La primera vez, un vecino, en su ausencia, le colgó un templete para la antena de televisión de un tubo de su patio de ropas. El afectado no vio otro remedio para la abusiva invasión que cortar el alambre; con esto le quitó soporte a la antena que cayó sobre las tejas del mismo vecino, le rompió algunas y los vidrios y la cortina de una ventana. Nuestro hombre temió una reacción violenta del tipo – un gigante de cerca de dos metros y malaspulgas - pero quizá lo frenó el reconocer que su colindante tenía la razón.
En otra ocasión, un médico, reconocido en la ciudad, paisano por más señas, también gigante como el protagonista del primer cuento, de buenas a primeras llegó a casa de nuestro amigo acompañado de un albañil. Venía a pedir que le permitiera abrir un hueco en una pared del patio que lindaba con su consultorio. Necesitaba instalar un aire acondicionado, y que la cola del aparato quedara en el patio del vecino. Nuestro amigo no podía creer que aquel galeno tan corbatudo y estirado se atreviera a tanto. Y por no entrar en polémica ni reclamarle que no lo creyera pendejo, apenas le respondió que lo lamentaba mucho pero que allí, en ese patio, sus hijos jugaban con balones, y de pronto le podrían dañar el aparato, eventos por los que él no estaba dispuesto a responder. Fue la manera más pacífica, decente y elegante de quitarse semejante proposición de encima.
Otra propuesta indecente – como el título de la película – se la hizo una pariente, maestra y abogada. Como es sabido, los maestros no pueden ejercer la profesión de abogados por su condición de empleados públicos. Consistía en que nuestro amigo – también jurisconsulto - le firmara demandas prácticamente a ciegas, trabajo por el cual ella le reconocería “alguito”. Ellos, entre sí, se gastan bromas, así que nuestro amigo no dudó en decirle que tenía güevo. Es lo que en la Costa llaman mandar cáscara. Y le agregó que fuera a que la lambiera un sapo.
En realidad, los caraduras, sinvergüenzas o conchudos – o caripelaos, como se les conoce en la provincia de Ocaña - , no tienen respeto ni consideración por el otro. En casos como los reseñados, se creen con derecho para invadir el predio ajeno, o para poner a los demás a su servicio, con qué desfachatez. Pordebajean a los demás sin inmutarse. Pero si creen que son más inteligentes y listos que su posible víctima incurren en grave error pues demuestran, por el contrario, estupidez. Mi abuelo repetía un refrán: más pendejo es el que cree a otro pendejo.
orlandoclavijotorrado@yahoo.es
twitter: @orlandoclavijo4
14 de enero de 2015.
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Datos personales
- Orlando Clavijo Torrado -
- Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
- Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario
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