sábado, 13 de febrero de 2016
LA CONDUERMA Y LA ESCARMONÍA
CRONIQUILLA
LA CONDUERMA Y LA ESCARMONíA
(Una década atrás, como un homenaje a Pablo Peñaranda Navarro publiqué la Croniquilla “Las voces del barbecho”. Tomando de inspiración dicho tema, lo amplío en esta oportunidad pues en aquella ocasión quedó mucho por recordar).
Pablo Peñaranda, así, simplemente, vive en Ocaña hace muchos años. Se vino de Ábrego, en donde nació, al ser nombrado como empleado de un juzgado; en este cargo se pensionó. Está casado con mi prima hermana Marlene Torrado Arenas.
Si hay alguien que sepa historias de Ábrego, particularmente de la vereda El Hoyo, es Pablo. Se trata de relatos picantes, que él refiere con mucha gracia.
Por ejemplo, el caso de la vieja a medio coger, es fabuloso. Dice el cuento que cierto individuo, de El Hoyo, de corta estatura, le echó el ojo a una fulana bonita, bastante alta, lo que llamamos “pencota ”. Al fin la dama aceptó los requiebros del enamorado, y convino en que se encontraran en algún lugar apartado del campo, propiamente en una casa abandonada. El hombre acudió allí muy cumplido y luego llegó la chica. Entre palabras dulces y galanterías, el donjuán quebró la resistencia de ella para que se le entregara. Se “escalzonaron” ¡y manos a la obra! Allí mismo, de pie. Pero el hombre era tan pequeño que no alcanzaba a llegar al nivel a donde debía para lo suyo. Hicieron muchos esfuerzos, mas todo era inútil. La muchacha, entonces, le dio la solución: “andá y buscás unos ladrillos a ver si montado en ladrillos alcanzás”.
El tipo, apurado y ansioso, fue por los alrededores en su busca, y en efecto, los halló no muy lejos. Ya, con los ladrillos al hombro, regresó al punto en donde la había dejado, pero la mujer ya no estaba. Dicen que las ganas pueden más que el miedo y la vergüenza. En su propósito, empezó a recorrer las viviendas vecinas y a preguntar: “¿Ustedes no han visto por aquí a una vieja a medio coger?”.
Pablo era subalterno del juez superior Edmundo Sarmiento Núñez. A dicho juzgado estaba citada para declaración Clara Acosta, una campesina de Ábrego. Esta le había manifestado días antes a Pablo que no podía asistir a la cita en la fecha señalada. De modo que cuando el doctor Edmundo preguntó por la ciudadana, Pablo le respondió:
- Clara no va a poder venir.
- ¿Por qué? – preguntó el juez.
- Porque le dio una “conduerma”, y una “pesantina” con “escarmonía”.
- ¿Y eso qué es? – dijo el doctor Edmundo. Pablo, que se conoce todos los términos de nuestros labriegos, le explicó detalladamente. El doctor Mundo (como le decimos coloquialmente) se estalló de la risa.
Y rematemos con estas otras anécdotas de la cosecha sabrosa de Pablo:
Una señora, también de El Hoyo, fue a consulta del médico, al que le expuso su caso, bastante grave si miramos los síntomas:
- Dotor, pues lo que tengo es que la leche la gomito, el pan me jiede, el plátano no me entra, y los huevos medio así.
Ahora, la candidez y la desmemoria de este otro campesino no tienen comparación. Pero aclaremos previamente que en la provincia de Ocaña al pene no se le llama pene sino “bolo”.
Va el muchacho al médico por un problema de infección. El galeno lo reprende primero:
- No sea vulgar, no se dice “bolo” sino pene, ¿entendió?
- Sí, dotor, sí entendí – respondió el paciente con humildad.
- Pues vaya a la ´Botica de los pobres´, en la esquina, y dice que le vendan un ungüento para infección del pene; aquí en esta fórmula va el nombre.
El joven se dirige a la farmacia, repite la palabra pene, pene, pero al llegar ya se le ha olvidado, de manera que se regresa y le pregunta al médico:
- Dotor: ¿cómo fue el sobrenombre que usted le puso al “bolo”?
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- Orlando Clavijo Torrado -
- Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
- Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario
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