CRONIQUILLA
EL
PAPA EN EL BAÑO
Orlando
Clavijo Torrado
Las
noticias transcendentales en estos momentos en Colombia – mes de abril de 2017 – para los que nos lean
dentro de unos años - son: la corrupción
general - todo el mundo, en especial en
el gobierno, está robando desaforadamente -, los acuerdos de Santos con las
Farc para cambiar paz por leyes, instituciones e impunidad, y la represión
sanguinaria del dictador Nicolás Maduro contra el pueblo inconforme en
Venezuela. Pero estas noticias atosigan. Hasta en la sopa encuentra uno los
mismos temas: corrupción, dictadura y paz.
Por
ello, hastiados, preferimos a veces hablar de cosas intrascendentes, para
darnos un respiro, o hasta un solaz. Y es por ello que traigo a colación que el
sábado 25 de marzo, en Milán, el papa Francisco se bajó del papamóvil, y se
metió a un baño químico – baño público – e hizo sus necesidades. De pronto no
fueron muchas porque se demoró muy poco.
Por
supuesto que no hubo escándalo pues no había razón para ello, pero si sorpresa,
ya que ningún romano pontífice ha tenido salidas de ese tono, muy propios de la
sencillez y la humildad de Francisco. Cuando más, en cuanto a tales
curiosidades, se conocía de los últimos papas, que Juan XXIII parecía una
chimenea fumando.
Me
puse a cavilar cuál hubiera sido la reacción de ciertas señoras al saber que el
papa también orina. Por ejemplo, Ana Celia Rolón, una prima segunda, a quien se
le apareció la Virgen en una piedrita y le reprochaba a uno el no verla porque de seguro estaba en
pecado mortal, se habría escandalizado.
Para mi tía Julia Torrado todo ello serían mentiras de la prensa porque el
Santo Padre es precisamente eso, un santo. Ofelia López, la esposa de un tío,
también habría rechazado el acto humano del sucesor de Pedro porque por algo
era llamado así, distinto a los demás mortales. En fin, para aquellas piadosas
mujeres, a las que despectivamente llaman beatas, algo como que el Sumo Pontífice
se abra la sotana y haga chichí no cabría dentro de ningún concepto; eso es
imposible, sostendrían tercamente.
Mi
madre sí lo hubiera aceptado como muy
normal, y habría dicho, con su natural desparpajo, que nada tenía de raro pues se
trataba de un hombre como cualquiera.
Otra
señora, también fresca – como dicen hoy los jóvenes-, habría ido más lejos en
su apreciación y de seguro apelaría al adagio antiguo: santo que caga y mea, ni
el diablo que se la crea.
Vean
ustedes a donde lo llevan a uno las noticias trilladas: a buscar un escape,
aunque sea a costa de un ordinario acto fisiológico de alguien que simplemente
no se aguanta las ganas y lo hace en público. Con la diferencia, claro está,
que ese alguien es nada menos que el papa. Bueno… y que no lo hace tan en público
sino en un recinto privado ubicado en la calle. Amén.
…
21
de abril de 2017.
No hay comentarios:
Publicar un comentario