martes, 6 de febrero de 2018
VENECOS
CRONIQUILLA
VENECOS
Orlando Clavijo Torrado
Conviene advertir que veneco no es un término despectivo sino coloquial. Así lo entendemos en esta frontera.
Si no es migración masiva, ¿que será para doña Ángela, o mejor, doña Cándida Holguín, el ingreso por el puente internacional Simón Bolívar de 40000 venezolanos diariamente, durante seis meses?
Hagamos un parangón para que se aprecie cuán humanitaria ha sido Colombia:
Primero: En años recientes, las deportaciones de colombianos indocumentados eran rutinarias, por decenas y centenares; en no pocas ocasiones la feroz Guardia Nacional corría a nuestros connacionales a balazos, y los asesinaban. Eran mentados los atropellos de la Guardia a los colombianos por cualquier motivo en las alcabalas. En cambio, a Colombia ingresan como Pedro por su casa los venecos, y nadie es expulsado. Por el contrario, magnánimos como somos, por tantas concesiones otorgadas a las avalanchas de vecinos han colapsado en Cúcuta la Registraduría Nacional del Estado Civil que les regala cédulas sin pasar por el protocolo solemne de jurar ser colombianos; el hospital Erasmo Meoz, al que tienen a punto de quiebra por la atención médica gratuita sin ningún inconveniente que les ofrece; y las escuelas públicas, que reciben proporcionalmente más niños venezolanos que colombianos, sin traba alguna.
Los venecos que trabajan se contentan con bajos sueldos, aumentando el desempleo que asfixia a la ciudad. Y para colmo, no faltan entre nosotros los funcionarios desubicados que les quieren obsequiar viviendas, cuando no las hay para nuestros desposeídos.
Segundo: Si bien nuestros campesinos cogían por trochas hasta las haciendas venezolanas, iban a trabajar. La mano de obra colombiana sostenía su agricultura. Muchos empresarios allí son colombianos; en cambio, aquí no hay ningún inversor ni industrial venezolano. La pretensión de los nuestros no era robar, ni apuñalar a quien les brindaba el plato de comida - como lo hizo un veneco en Bucaramanga - No. El colombiano es sumamente agradecido. Tampoco iban a mendigar en las calles.
Si es cierto que atiborrábamos sus bien surtidos supermercados, era por comprar por cantidades, aprovechando los bajos precios y el diferencial cambiario. Por el contrario, el millón de venezolanos que no ve la canciller, sin negar que en alto porcentaje es gente pobre y sin ninguna preparación, invadió nuestras ciudades y pueblos, y no aportan nada positivo pues se dedican al pordioseo, a la prostitución, a la drogadicción, y a causar inseguridad; son hostigantes y hasta peligrosos en los semáforos cuando por oleadas se abalanzan sobre los carros a limpiar los vidrios.
Los nuestros indocumentados no iban allá a enmugrar las ciudades, a dejar sus excrementos en las puertas de las casas como lo estaban haciendo los venecos en el barrio Sevilla de esta urbe, por lo que los valientes habitantes se levantaron airados, ni a tener relaciones sexuales públicamente en la cancha deportiva. Los emigrantes nuestros serían pobres pero decentes y pudorosos.
En tercer lugar, uno se pregunta por qué se viene tanta gente indigente a Colombia en donde todo es caro, si allá, ellos, por asistir a las manifestaciones de Maduro les pagan, les garantizan vivienda, gas, luz, comida y pasajes de un lugar a otro. ¿Es que no sirven ni para eso?
¿Qué clase de país es este que no sabe quién entra y quién sale; en cuyas fronteras reinan la incompetencia, el desorden, la abulia y la corrupción oficial; y que tiene de ministra de Relaciones Exteriores a una señora autista y complaciente?
La respuesta no la doy yo: la dio desde México hace mucho tiempo Gabriel García Márquez: un país de mierda.
orlandoclavijotorrado@yahoo.es
4 de febrero de 2018.
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- Orlando Clavijo Torrado -
- Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
- Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario
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