lunes, 6 de septiembre de 2021
ORACIÓN Y ACCIÓN- (Para La Linterna Azul).
ORACIÓN Y ACCIÓN
Orlando Clavijo Torrado
Hay profusión de candidatos a la presidencia de la República para el período 2022-2026. Sobresalen los de la gama de aquellas agrupaciones con llamativos nombres que son afines a la izquierda. En términos de religión, no quieren saber nada de ella. De Gustavo Petro se sabe desde mucho tiempo atrás que ha prometido quitar los crucifijos de todos los lugares oficiales, y prohibir el culto en las iglesias, que serán convertidas en cualquier cosa. Del candidato y exrector de la Universidad de los Andes, Alejandro Gaviria Uribe, se sabe su ateísmo pregonado cuando era ministro de Salud del presidente Juan Manuel Santos. Por el lado liberal las cosas tampoco andarían bien para la religión. Los goditos, como dicen por ahí, serían la única esperanza para que los creyentes podamos seguir practicando libremente nuestras convicciones cristianas, herencia bien antigua anterior a nuestros cuartos y quintos abuelos.
Yo siempre he sostenido que solamente rezar encerrados en nuestras casas o en los templos no nos salvará de la ola socialista o comunista. Por supuesto que no saldremos a tirar piedra, ni a incendiar y matar por defender la fe, pero al menos cumpliremos con señalar el peligro y divulgar los errores de los incrédulos por medio de las columnas periodísticas y las redes sociales, o con nuestra propia palabra dirigida a los allegados.
Pero, por encima de todo, el medio más eficaz es salir a votar por los candidatos que representan a la amplia mayoría católica, y en el caso de la elección para presidente, por quien recoja la posibilidad de triunfo.
Todo este exordio para traer a colación una historia que siempre me ha conmovido – y convencido – porque es un claro ejemplo de lo que puede lograr la combinación de la oración y de la acción.
Tal ejemplo lo dio doña Amelia Bastos, una intrépida líder católica del Brasil, o más que líder, una verdadera heroína.
Esta es la historia, resumida:
Corría el año 1962. Doña Amelia Bastos oyó con atención y preocupación el diálogo de su marido con algunos amigos. Hablaban de la apertura ya manifiesta del presidente João Goulart al comunismo. Ante la pasividad de todos, Brasil estaba siendo entregado a la influencia de Moscú, Pekín y La Habana.
El presidente João Belchior Marques Goulart, conocido como Jango, tenía un cuñado marxista que se entendía con las guerrillas de la misma ideología. ¡Qué coincidencia! ¡Aquí el presidente Santos tiene un hermano comunista que jugó el mismo papel con las Farc y que mucho le sirvió para los arreglos en La Habana!
Y otra coincidencia: Jango gobernaba, como Juanma, por decretos estilo fast track y semejantes a las leyes habilitantes de Maduro.
Ello le hizo reflexionar al mariscal Humberto Castelo Branco, católico ferviente, así: “Cuando un presidente se propone anular el Congreso y suplantar la Constitución, la acción militar en defensa de la legalidad, no solo se justifica, sino que se impone”.
Cabe precisar que Goulart era claramente izquierdista, mas no un comunista abierto. Les declaró la guerra a los terratenientes, muchos de los cuales fueron asesinados, y familias campesinas perseguidas por sus guerrilleros se refugiaron en las ciudades. Jango tenía una propiedad de alguna significación, una finca heredada de 17 kilómetros cuadrados, pero cuando tuvo que tomar las de Villadiego por la frontera con Uruguay, era dueño de 78.000 kilómetros cuadrados de tierra.
Amelia Bastos había sido maestra de escuela, y disfrutaba de su hogar como esposa de un médico castrense retirado. No podría creerse que, en tan pequeño cuerpo, de 45 kilos de peso, y con 59 años de edad, cupiera tanta firmeza, tan clara inteligencia, e incomparables astucia y valentía.
Es cierto que, entre la clase media, los industriales, los profesionales y al final los militares, provocaron el derrocamiento de Goulart, pero las mujeres fueron tanto o más decisivas. Y entre ellas, el rol estelar lo desempeñó doña Amelia. ¿Cómo logró poner en fuga al todopoderoso Jango?
Empezó por reunirse con dos amigas vecinas a rezar, luego con otras señoras de la cuadra, el movimiento se extendió por todos los pueblos y ciudades, y el 12 de junio de 1962 se hizo la primera reunión con centenares de orantes. Surgió así el primer cabildo de CAMDE (Campaña de mujeres por la Democracia) en Río de Janeiro. El ejemplo de doña Amelia cundió: otro grupo de mujeres se organizó en la LIMDE (Liga de mujeres demócratas) en Belo Horizonte.
Cuando Jango llenó su gabinete de comunistas, las mujeres contraatacaron. Encabezadas por Amelia Bastos, el 19 de marzo salieron a la “Marcha de la familia con Dios hacia la libertad”. São Paulo, la mayor ciudad de América y de las más grandes del mundo, se vio inundada en sus vías comerciales por 600.000 damas que pedían libertad y democracia y “apretaban sus rosarios contra el pecho”.
Omitimos por brevedad el resto de episodios y cómo al mariscal Castelo Branco se le unieron otras unidades militares, y sitiaron el palacio de Planalto.
Caído el régimen prosoviético el primero de abril de 1964, doña Amelia protagonizó también la marcha el día siguiente de un millón de personas en Río de Janeiro, la que ella denominó “De acción de gracias a Dios”.
¡Una mujer, con una camándula por toda arma, había salvado al Brasil del comunismo! Al menos por aquel tiempo.
orlandoclavijotorrado@yahoo.es
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5 de septiembre de 2021
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