viernes, 1 de febrero de 2013
CRONIQUILLA
TIERRA Y CAMPESINOS
Orlando Clavijo Torrado
No sé por qué pero a mi se me antoja que los científicos bogotanos que han examinado el tema agrario en cómodos despachos y salas alfombradas, señores de saco y corbata, impolutos y de manos de seda, poco saben en el terreno mismo y mucho en gruesos volúmenes de pura teoría.
Lo digo por lo que he visto, experimentado y analizado en municipios de mi departamento Norte de Santander, en donde no hay latifundios sino plantíos de pocas hectáreas, y lo predominante es el cultivo y la producción a baja escala. Así, un campesino con una vaquita que a lo sumo le rinde cinco litros de leche diariamente, apenas suficientes para alimentar a su familia y si acaso para vender dos, ¿qué industria lechera puede crear?, ¿podemos esperar de él que exporte a Centroamérica o a España?
¿Y qué diremos del que sólo puede sembrar una hectárea de yuca – que es lo común en nuestras fincas -? Como este podríamos traer más ejemplos.
Necesariamente, para producir en cantidades a escala mayor aptas para el consumo nacional y la exportación se requiere suficiente tierra, fuerte inversión de capital privado o de ayuda oficial, mano de obra calificada, vías de comunicación excelentes, infraestructura, tecnificación, sitios de acopio, entre otros factores. Lo otro es producir en una economía raquítica –una arroba de frijol, dos bultos de papa por finca, un costal de naranjas, diez huevos criollos para vender en el vecindario – con lo que el labriego ni sale de la pobreza ni aporta – porque no puede – a ninguna gran industria. Me consta cuando he ido a alguna población cómo una muchachita de la vereda recorre las calles medio día ofreciendo una gallina y pasa las verdes y las maduras para que se la compren. El padre de esta chica ¿qué granja avícola puede tener si apenas dispone de una gallina para la venta el domingo? ¡Ninguna! ¿Cuánta leche se requiere para fabricar una buena cantidad de queso o para producir otros tantos derivados como la mantequilla, el yogur, flanes, natillas y cremas? Miles de litros.
Ahora, no se olvide que el estado populista ha vuelto a nuestros campesinos miserabilistas, limosneros y perezosos con programas como Familias en acción, y que la tan cacareada Colombia rural no alcanza ni al 20 por ciento de los habitantes. Aquellas fincas en donde los racimos de guineos se caían de maduros y no bastaban ni los pájaros para consumirlos, el maíz se depositaba en grandes espacios, las ovejas teñían de blanco los potreros, en resumidas cuentas, toda esa abundancia que no se aprovechaba porque no eran los tiempos de ingenios y exportaciones, todo ello pasó a la historia. Si actualmente exportamos banano no es a causa de que se produzca en parcelitas sino en grandes extensiones por compañías que las pueden y saben cultivar. Las producciones como las dichas – de una gallina o una papaya para ofrecer en el pueblo – no generan riqueza para los campesinos y para la nación. Distinto cantar son las asociaciones convenientemente organizadas o cooperativas sólidas. Y a propósito de campesinos, otrora los campesinos eran verdaderos campesinos, distinto a hoy en que si una pareja de jóvenes – como lo vi en Cáchira hace poco - , por ejemplo, se encarga de administrar un fundo, no entienden su compromiso y solo quieren estar en el pueblo como veletas, a bordo de una motocicleta carretera arriba y carretera abajo, pegados al teléfono celular, en fin, en cualquier otro menester menos en atender la finca.
Entonces, atención al discurso de tierra para los campesinos. Hay que exigir sinceridad, honestidad y objetividad, y no dejarse engatusar por palabrerías, tesis políticas, estadísticas y estudios sofistas con fines cuestionables. ¡Ojo con lo que se puede estar tramando en La Habana y Oslo! Sí queremos campesinos, pero campesinos auténticos, pacíficos, desarmados, prósperos y no paupérrimos.
orlandoclavijotorrado.blogspot.com
Cúcuta, 30 de enero de 2013.
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