martes, 5 de febrero de 2013
PARA EL SEMANARIO LA PROVINCIA DE OCAÑA
EL OVEJO PASADO A CUCHILLO
Por Orlando Clavijo Torrado
En verdad se ignoraba por qué le habían acomodado el mote de Ovejo. ¿Tal vez debido a su baja estatura, su cuerpo relleno y su piel blanca? ¿Tenía lana o era velludo? No, propiamente. En cualquier caso, todo el mundo lo distinguía como el Ovejo. El nombre se le había borrado; pocos sabían que se llamaba Pedro. Pedro Rodríguez. Estaba muy joven y se había enganchado en la compañía encargada de abrir la carretera que conectaría al caserío con la carretera central. Al Ovejo le habían confiado una potente excavadora Caterpillar. (La gente del lugar le tenía otro nombre al aparato: la catapila). Tener a su mando una catapila lo hacía muy feliz; tal honor no se le dispensaba a cualquier trabajador carreterano. Su mamá Griselda también vivía orgullosa del alto puesto de su único hijo. Y la verdad es que el Ovejo se veía bien alto al frente del volante de la catapila.
Aquel día fue el día de la Virgen del Carmen. El administrador de la compañía dispuso brindarles a los operarios un ágape a todo dar, con suficiente carne y cerveza. Para el efecto había encargado un ovejo; el que le trajeron de Venezuela, de 15 meses, pesaba 65 kilos. Era un magnífico ejemplar de raza blakc belly o barriga negra. Una semana antes lo habían llevado al campamento. Algunos obreros opinaban que un animal tan hermoso no debían sacrificarlo.
Miguel era el amigo más fiel de Pedro Rodríguez y no estaba al tanto de los preparativos para la comilona, de manera que cuando le oyó comentar al administrador que habían matado al ovejo de una puñalada en el cuello, sintió un gran terror y corrió a comunicarle al primero que se encontrara, que fue su compañero Hernán. “¡Hernán, mataron al Ovejo!”, le dijo en el paroxismo del dolor. Su colega se llevó las manos a la cabeza y exclamó:”¡No puede ser! ¡Si yo lo vi esta mañana recochando con la novia! ¡En seguida voy a avisarle a la tía que vive cerca!”. Miguel, mientras tanto, siguió esparciendo la noticia.
Hernán estuvo en pocos minutos en casa de doña Gertrudis, la tía de Pedro Rodríguez, y haciendo un gran esfuerzo le anunció la desgracia. Aquello fue la barahúnda, todo el mundo lloraba, llamaban al Ovejo, la señora se preguntaba “¿Por qué, Ovejito, te fueron a asesinar tan miserablemente?”, y se desmayó, pero una vez repuesta dijo que no quedaba más remedio que enterar a la madre de Pedro. “¡Pobre hermana mía!” – se lamentaba -. “¿Cómo podré darle semejante novedad?”. Y se alistó para salir a buscar un teléfono de aquellos que Telecom tenía instalados en el parque del pueblo.
Por fortuna Hernán se ofreció a acompañar a Gertrudis. En el trayecto apareció otro compañero quien le preguntó si no pensaba ir a la comida de ovejo. “¿Y es que todavía tienen el descaro de tragárselo?”, reclamó doña Gertrudis. “Sí, y bien asado, ¿entonces para qué es un ovejo sino para comérselo? replicó el muchacho. “Para eso lo compró la compañía y lo tenía engordando”, agregó. “Ay, mano- dijo Hernán – yo pensé que al que habían matado era a nuestro amigo el Ovejo”. El otro le respondió: “¡No sea toche! Ese está vivo y a estas horas ya se estará comiendo a su tocayo”.
Doña Gertrudis enjugó sus lágrimas y una vez aclarados los disparates volvió a llorar pero de risa.
Aunque parezca un cuento, no lo es. Todo ocurrió en uno de nuestros queridos pueblos nortesantandereanos hace largos años. Los nombres se han cambiado pero el Ovejo sigue siendo el mismo.
orlandoclavijotorrado.blogspot.com
3 de febrero de 2013.
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- Orlando Clavijo Torrado -
- Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
- Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario
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