viernes, 25 de julio de 2014
EL LITRO DE ACEITE
PARA EL SEMANARIO LA PROVINCIA
EL LITRO DE ACEITE
Orlando Clavijo Torrado
En este caso que parece de película pero ocurrido realmente, vemos una manifestación de sangre fría pasmosa.
En aquel tiempo el principal mercado público de Cúcuta estaba ubicado entre las avenidas 5ª y 6ª y las calles 6ª y 5ª , ubicación que le dio el nombre de Mercado de la Sexta. Hoy en día aún funciona, un tanto disminuido, a disgusto de las autoridades que no han podido erradicar a los centenares de vendedores ambulantes.
Los rateros también iban a hacer mercado, pero a costa de los demás. Y no solo llevaban qué comer a sus guaridas sino buen dinero pues el apeñuscamiento de la gente les permitía esculcar bolsillos de señores y abrir carteras de señoras. El grito de “¡ladrón, ladrón!” para avisar que acababa de producirse una víctima era frecuente. La Policía surgía tardíamente, el delincuente se escapaba, el esquilmado se quedaba atolondrado y entristecido, y el bazar proseguía normalmente. El cleptómano se alejaba unas horas del sitio y luego reaparecía haciéndose el majadero a la espera de otro marchante descuidado.
El caballero del relato se aprovisionó de cuanto producto encontró, de modo que le resultó una maleta bastante grande dentro del canasto, que no pudo llevar en las manos y debió cargarla al hombro. Coronando el canasto repleto de víveres colocó un litro de aceite de cocina en envase de vidrio que se usaba en la época. Así, satisfecho de las compras, empezó a subir por la avenida 7ª y llegó a tomar la calle 13; dicha calle, por aquel tiempo, lucía un andén elevado. Allí, justamente, digamos, encaramado, se encontraba el muchacho que lo iría a robar. Tan pronto el tipo del canasto arribó a la calle y quedó bajo el andén, al ladronzuelo le resulto fácil agarrar el litro de aceite, y salió a correr.
Nuestro héroe, a pesar de que iba agobiado por el peso de semejante paquete y sin mucha libertad de movimiento, se percató de la rapiña. Entonces, descargó aquello en plena calle, sacó de la pretina un revólver, y persiguió al caco. Le dio alcance pronto y a pocos metros le disparó. El tiro fue certero, en la mitad de la nuca. El hurtador cayó muerto al instante.
En seguida, el ciudadano de esta verídica historia guardó tranquilamente el arma y se acercó junto al cuerpo. Ni siquiera lo observó sino que reparó en que el pillo había soltado el litro de aceite y éste estaba intacto. Lo recogió, lo volvió a poner encima del mercado y reanudó la marcha hacia su hogar, sin inmutarse, ni chistar, ni mirar a nadie. Corrijo: el señor sí dijo algo, muy parco: “este hijueputa nunca más volverá a robar”.
Todo el mundo presenció mudo la escena. Sólo un guasón que llegó de último rompió el silencio con una pregunta: “¿Por un aceite le midieron el aceite?” “No – le respondió otro – Lo fritaron de un pepazo”.
Habría que ver a las decenas de transeúntes que se detuvieron picados por la curiosidad, estupefactos, con los ojos abiertos al máximo, los labios apretados y contenida la respiración. Pero al poco se repusieron y continuaron con los afanes de ir y venir por los almacenes y hacia los puestos de venta en La Sexta en busca de la yuca blanca, la carne blandita y las hortalizas y las frutas frescas.
orlandoclavijot@hotmail.com
23 de julio de 2014
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Datos personales
- Orlando Clavijo Torrado -
- Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
- Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario
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