miércoles, 3 de septiembre de 2014
UN OLOR A QUIÉN SABE QUÉ
Para La provincia
UN OLOR A QUIÉN SABE QUÉ
Orlando Clavijo Torrado
En estos días me encontraba en una oficina pública sentado en un tándem – o sillas pegadas – a la espera de mi turno. De pronto llegó una mujer joven, con bastantes kilos de sobra, y se sentó a lo machote, estremeciendo todo el conjunto. Me sacudió bruscamente. Esto es, se sentó como una vaca.
Bueno, pensé, ¿qué es sentarse como una vaca? ¿Por qué se compara con una vaca a quien se sienta sin cuidado ni consideración con nadie, sin la menor cultura, o se desparrama o alza las patas sobre otra silla? (Aquí el término patas está bien usado). ¿Alguien ha visto a una vaca tomar asiento? ¿Y de qué forma puede una vaca sentarse en un mueble, pues la única forma que ellas tienen de descansar es echarse, como uno las ve en el potrero?
Este dicho me llevó a escudriñar otros igualmente simpáticos. Por ejemplo, aquel que equipara a algo simple con un beso de boba. ¿Quién sería el primero que besó una boba para que pudiera establecer la clasificación? No obstante, todos, hombres y mujeres, sin haber besado una boba, nos valemos de la expresión con naturalidad: sabe a beso de boba o tiene más gusto un beso de boba.
Ahora, ¿quién ha comido babas de perro? Creo que ninguno. Y sin embargo, cuando nos sirven un plato aguachento o sin calentar no vacilamos en rechazarlo porque sabe a babas de perro.
Pero hay otra comparación que es la medida de lo que no tiene medida: es el consabido “quién sabe qué”. Por ejemplo:
- ¿Es verdad que fulana de tal es muy fea?
- ¡Es cierto! Es más fea que quién sabe qué.
Para denotar que alguien es muy viejo o que es muy sabio, o que algo es en extremo doloroso, o que se siente mucha felicidad, se emplea la comparación de “más que quién sabe qué”: está más feliz que quién sabe qué, eso duele más que quien sabe qué, es más viejo que quién sabe qué, etc.
Nadie conoce puntualmente qué es “quién sabe qué”, es indescifrable, pero no hay duda que resulta un punto de comparación incomparable – no es redundancia aunque lo parezca -, un recurso fácil, y una muletilla más usada que quién sabe qué.
¿Quién la inventó? Innegablemente, como las otras expresiones que vimos arriba y muchas más, la inventó el ingenio popular, la malicia, el sarcasmo, y, por contraste, hasta la ingenuidad y la sencillez de la gente. En fin, su origen es más misterioso que quién sabe qué.
¡Ah! Les contaba que estas reflexiones me vinieron a raíz de que una tipa gorda se sentó como una vaca, etc…, etc… El final del cuento es que en realidad me fue muy útil el episodio para hacer un apretado y mínimo estudio sobre algunos dichos comunes. Mi turno, cabalmente, no demoró sino unos minutos. Cuando me llamaron para ser atendido dejé a la muchacha empacándose una tremenda empanada que le vendió un señor al que le permiten entrar a aquella oficina municipal con un inmenso canasto repleto de dicho producto. Los funcionarios abandonan sus puestos y todos se engullen con avidez el manjar; ninguno paga, lo que significa que tienen cuenta abierta con el hombre. Un fuerte olor a comida inunda el salón en donde se apretujan empleados y usuarios. Es una pestilencia más repugnante que quién sabe qué.
orlandoclavijotorrado@yahoo.es
3 de septiembre de 2014
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- Orlando Clavijo Torrado -
- Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
- Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario
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