jueves, 25 de junio de 2015
EL PASTOR RENCOROSO
PARA EL SEMANARIO LA PROVINCIA
EL PASTOR RENCOROSO
Orlando Clavijo Torrado
Nos enseñan que hay que tener paciencia y tolerancia ante cualquier circunstancia adversa y ante cualquier persona que casualmente surja por ahí para amargarnos la vida. Es una virtud cristiana que nos debemos esforzar por cumplir. De lo contrario, la vida se hace desesperante y la decepción por la impotencia nos vuelve frustrados.
Ahora, quienes apacientan un rebaño, como los sacerdotes católicos de nuestro medio o los pastores de las confesiones protestantes, que se paran ante un micrófono en su iglesia a predicar el seguimiento a Jesucristo y la santidad, sí que tienen que dar ejemplo porque de no obrar en su vida pública y privada de acuerdo a sus sermones, cometen, lo que yo llamo, una estafa moral a sus feligreses.
Pues en estos días me contaba un sobrino en la vecina ciudad de San Cristóbal la experiencia de un obrero suyo – mi sobrino es arquitecto –, adepto de cierta secta protestante, con su pastor.
Se distinguía el ministro como modelo de paz y cordura, exigente eso sí en que los diezmos fueran pagados sagradamente ya que si había algo que Dios detestaba era a los ladrones.
A este buen pastor y predicador, algún malandro que de pronto no iba a su culto, o si iba le entraba por una oreja y le salía por la otra la “palabra” (así llaman los protestantes a la Biblia), o quizá le importaba un pito la religión, o iba a lo que iba según su oficio, tal malandro, repito, como dijo el pastuso “le ha sabido robar el carro”.
En ese trance el pastor se olvidó de salmos y cantos, y le dio rienda suelta a su triste condición humana sacando a relucir su lado oscuro.
En ese momento se olvidó del perdón, de la caridad y la piedad con el pecador amante de lo ajeno y tronó así:
“Ayúdenme hermanos a pedirle al Señor para que el desgraciado y miserable que me robó el auto sea castigado severamente, que contraiga el peor cáncer, o un sida, o que lo atropelle un carro, o le pongan una bomba en su casa, o la policía lo rellene de plomo, o se muera de hambre debajo de un puente. En fin, que ese hijo de todo menos de Dios la pague bien caro. ¡Aleluya, hermanos!”
Todos contestaron “aleluya” menos el obrero del relato que quedó no solo perplejo sino asustado al oír la sarta de maldiciones del pastor.
“Esto no es conmigo”, se dijo. “Qué tal que por estar pidiendo yo tantas desgracias para el ladrón me caigan a mí”. Y tomó la decisión de retirarse de la congregación y jamás volver a asomar sus narices por allá.
orlandoclavijotorrado@yahoo.es
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24 de junio de 2015
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- Orlando Clavijo Torrado -
- Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
- Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario
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