miércoles, 7 de octubre de 2015
LAS COLADAS - Para el semanario La Provincia, de Ocaña
Para el semanario La Provincia
LAS COLADAS
Orlando Clavijo Torrado
¿O somos muy vivos o muy pícaros? Hay que ver cómo nuestro pueblo no desperdicia ocasión para sacar ganancia. Si es lo primero, en situaciones normales y tranquilas ello sería sencillamente una muestra de inteligencia y sagacidad, y merece aplausos; pero si el aprovechamiento se saca en las tragedias, es reprochable, y ya tales instintos se tornan en malévolos.
Sin más preámbulos, vamos al grano. En el departamento todos nos hemos dolido por la expulsión brutal de nuestros compatriotas por la soldadesca del dictador Maduro sin otra acusación válida que la de ser colombianos, y por ello, indeseables.
Se organizaron albergues para los infelices y tanto floreció la misericordia que una de las víctimas reconoció que nunca había visto semejante mundo de comida. La solidaridad de todo el país fue ejemplar.
Juana, María y Josefa (nombres ficticios) trabajaban en sendas casas de un barrio de clase media de Cúcuta, en oficios de aseo y aplanchada en días intermedios de la semana. Sus patronas, la señora de Ramírez, la señora de Sánchez y la señora de García (nombres también supuestos) se encontraban muy satisfechas con sus muchachas, pero desde aquel 19 de agosto en que el gorila de Venezuela cerró la frontera con Colombia por el límite con Cúcuta, Juana, María y Josefa no regresaron a sus trabajos.
Las matronas se unieron prontamente a las campañas de ayuda a los desplazados y es así que una vez adquiridos víveres y enseres en considerable cantidad se dirigieron a los albergues de Villa del Rosario. Sus generosos corazones querían aliviar tantas penurias de gente humilde y desharrapada perseguida por el tirano. ¡Oh sorpresa! ¿A quiénes encuentran entre los maltratados? Pues ni más ni menos que a sus empleadas, acostadas en colchones en el suelo, bajo una carpa.
Hasta ahí el testimonio radial de las caritativas damas. Ignoro qué cara pusieron las caripeladas que se estaban haciendo pasar por los infortunados que atravesaron el río Táchira a pie con sus cositas al hombro, y si sus patronas les reprobaron su descaro.
Si sé que un amigo reprendió a un amigo suyo, dueño de casa, que se alistaba a meterse bajo las carpas para que lo inscribieran entre los beneficiados con vivienda. Él mismo me refirió el episodio: le jarté la perra para que no fuera sinvergüenza. Me dio tanta indignación que hasta le menté la madre.
orlandoclavijotorrado@yahoo.es
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7 de octubre de 2015
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- Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
- Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario
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