jueves, 24 de diciembre de 2015
EL NIÑO BUENO
Para el semanario La Provincia
EL NIÑO BUENO
Orlando Clavijo Torrado
El cambio climático que trajo la corriente marina bautizada como el Niño - pegotico travieso que entre otras cosas ya va a cumplir en marzo próximo un año – implicó también el cambio en las celebraciones de fin de año por la orden de ahorrar agua y energía eléctrica. De por sí, la tradición de iluminar las viviendas profusamente y hacer pesebres, se está perdiendo, y viene ahora el Niño a limitar los horarios de prender las luces en parques, calles y casas. En efecto, cuando antes se podían mantener prendidos los coloridos bombillitos durante toda la noche, ahora solo la iluminación va de las 5 de la tarde a las 11 de la noche. ¡Vean con cuánto ha acabado el bendito Niño!
Viendo que el musgo fue prohibido para usar en los pesebres, recordaba cómo la costumbre de ir a recogerlo en los campos también desapareció. Costumbre y fiesta, al mismo tiempo. Costumbre, aprendida de los padres, a la que se le dio forma de fiesta pues marchar en familia y con amigos a los cerros vecinos no se hacía sin más ni más sino con tiples, guitarras y maracas, carne, papa, yuca y plátano para el asado o el cocido, y aguardiente suficiente. El aguardiente daba alegría y fuerzas para trepar, si era preciso, por las peñas, y arrancar pequeñas alfombras de verde tejido, piñitas o guichas. Los montes ofrecían diversas clases de musgos, desde el llamado “barbas de viejo”, que cuelga de los árboles, hasta el húmedo, esponjoso y con inefable olor a naturaleza viva.
Los materialistas enarbolaron la bandera de la defensa de los recursos naturales para atacar las creencias ancestrales religiosas de estos pueblos, y los ecologistas les dieron argumentos para que triunfaran. Al final, lograron la eliminación de la procesión del Domingos de Ramos con palmas, y los pesebres con musgo, ¿con qué resultado? Que los cataclismos no se detienen, los polos se derriten, muchas especies animales y vegetales se han extinguido o están a punto de extinguirse sin que el hombre nada pueda ejercer y aunque sobren las recriminaciones de que todo ello ha ocurrido por esto o aquello. Está probado que el mundo se renueva cíclicamente.
Más de una vez bajamos “pintones” mi compadre Víctor Reyes Álvarez y mi primo Antonio Vergel Barriga de la montaña por el camino de Pamplona a Cucutilla, hace ya varias décadas, con costales llenos de musgo. Y no solo los hombres contentos sino nuestras esposas y nuestros hijos. Cuando no había tantas prohibiciones. Menos la de estar felices en los preparativos del nacimiento del Niño Jesús, el bueno, el amable, el misericordioso.
orlandoclavijotorrado@yahoo.es
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22 de diciembre de 2015.
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- Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
- Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario
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