miércoles, 16 de diciembre de 2015
RECUERDOS DE NAVIDAD
Para el semanario La Provincia
RECUERDOS DE NAVIDAD
Orlando Clavijo Torrado
Para amar la Navidad hay que haberla vivido en la niñez gratamente.
En el pueblo, mi padre desempeñaba un papel importantísimo: él se encargaba de adquirir la pólvora – incluida la vaca-loca o toro de candela – justamente en Ocaña; en compañía de otros caballeros recogía el dinero para echar la casa por la ventana el día de la novena asignado al centro urbano, el 24; igualmente, se ocupaba de organizar la salida de los “disfrazados”, siendo su especialidad los enanos. No hay duda de que era un maestro en buscar un gran canasto, acomodarle unas cortas manos y sobreponerle un inmenso sombrero de modo que el muchacho que se metiera allí, por alto que fuera, siempre daba la talla del enano. Al elegido le pintaba en el estómago la cara; de ahí en adelante la gracia corría por cuenta del hombre: la mejor, fruncir con elasticidad la barriga para hacer gestos sumamente cómicos.
He recordado en otras crónicas que los de mi época manejábamos totes, martinicas, bengalas, volcanes y triquitraques, y hasta nos llenábamos los bolsillos, sin que a nadie le ocurriera ningún percance. Únicamente recuerdo que a un amigo que vive hoy en Cúcuta se le enredó en la pierna un alambre con tiras de tela de la bola de candela que pateaba; las lesiones lo tuvieron varios meses en cama; dicho juego, tradicional y peligroso, era permitido y practicado a la luz pública. Con ser todo aquello tan riesgoso, y visto ahora como costumbres semisalvajes, repito que, por paradoja, raramente se presentaban quemados.
Las poderosas y retumbantes “recámaras” de decenas de tiros que remataban con una bomba estremecedora se prendían a la hora de la elevación, tan pronto la banda municipal terminaba de interpretar el himno nacional. Con semejante bombazo saltaban las viejitas que ya habían cogido el sueño a mitad de la misa. También de vez en cuando un volador se colaba en el templo espantando hasta el cura, pues la pólvora la quemaban en el atrio.
Todos los chicos nos enrolábamos como pastores, y cante que cante villancicos en el coro de la iglesia.
El pesebre disparatado que le ayudábamos a armar a la mamá colocando encima de la choza un avión, al lado de los reyes magos un camión de madera, un caballo azul más grande que las casas, las niñas, sus muñecas de trapo, y los espejos como lagos; el árbol de Navidad creado de un chamizo, adornado con copos de nieve que eran trozos de algodón; la misa de medianoche el 24 de diciembre; los regalos bajo la almohada dejados por el Niño Dios; los juegos de aguinaldos al dar y no recibir, a la pajita en boca, a la estatua, al sí y al no, a la palmada; los “disfrazados” sangripesados que perseguían a las muchachas para abrazarlas o el diablo o la muerte que asustaban a los niños; la banda municipal que tocaba en la noche y en la madrugada; el estreno; los tamales, la chicha o el masato, la conserva y la natilla preparados por la madre. En fin, un manojo de recuerdos de unas navidades felices en la infancia al lado de unos padres de los que aprendimos a amarlas y disfrutarlas pues ellos mismos irradiaban el amor y la felicidad de tan inefable temporada.
orlandoclavijotorrado@yahoo.es
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15 de diciembre de 2015.
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Datos personales
- Orlando Clavijo Torrado -
- Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
- Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario
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