lunes, 23 de septiembre de 2013
LOS VENENOS DE LA CONSTITUCIÓN
CRONIQUILLA
LOS VENENOS DE LA CONSTITUCIÓN
Orlando Clavijo Torrado
En el trance en que nos tiene Nicaragua con sus reclamos, nuestra propia Constitución Política de 1991 es paradójicamente nuestro peor enemigo y vienen de allí nuestros males. Como es sabido, la orientación ideológica de la hoja de ruta fue liberal-comunista puesto que en la Asamblea Nacional Constituyente las parcialidades de esas tendencias predominaron. En efecto, de los 70 delegatarios 25 eran del Partido Liberal; de la Alianza Democrática M-19, un partido marxista, 19; de la Unión Patriótica, otro partido marxista, 2; de los movimientos indígenas, también de tendencia izquierdista, 2; del Movimiento de Salvación Nacional orientado por Álvaro Gómez Hurtado, 11; del Partido Social Conservador, el embeleco de Misael Pastrana, 9; de la Unión Cristiana, 2. En total, las banderías liberales y de izquierda tuvieron 48 representantes, doblegando a las fuerzas de la derecha que no sumaron sino 22. Además, muchos conservadores cómodos se sumaron a sus naturales contradictores.
El viejo marxismo ha predicado que no existen naciones sino la hermandad mundial en que, por supuesto, un hermano mayor se impone sobre los demás.
Sin más preámbulos, digamos que en el abrebocas del texto, en las primeras líneas, llamada la invocación, al “pueblo de Colombia…” lo comprometen los delegatarios a “impulsar la integración de la comunidad latinoamericana”. Por ese lado ya vamos perdiendo. No nos podemos pelear por ningún motivo con los vecinos, menos aún con los hermanos, en este caso los hermanos nicas, o los hermanos venezolanos o ecuatorianos, A los hermanos todo se les perdona.
Y para que no quede duda de estos nobles propósitos el artículo 9º de la misma Constitución dice en su parte final que “la política exterior de Colombia se orientará hacia la integración latinoamericana y del Caribe” (por Caribe léase Cuba y Nicaragua). ¡Otro tatequieto para que Colombia permita que la despojen de sus mares! No hay que rechazar las travesuras de los hermanitos del Caribe sino celebrarlas. Y no cabe excusa para no aceptar el fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya del 19 de noviembre de 2012 que nos arrebató 75.000 kilómetros cuadrados de franja marina, o más de 90.000 kilómetros cuadrados según el país centroamericano, cuando el mismo precepto puntualiza que “las relaciones exteriores del Estado se fundamentan…en el reconocimiento de los principios del derecho internacional aceptados por Colombia”. Otro nudo en la soga que aprieta el cuello de nuestra pobre patria.
Insistiendo en la misma doctrina, el artículo 227 proclama que “El Estado promoverá la integración económica, social y política (¡ojo!, la integración política) con las demás naciones y especialmente, con los países de América Latina y del Caribe…inclusive para conformar una comunidad latinoamericana de naciones (el sueño de Hugo Chávez)…”
Ahora, el artículo 96 en su numeral 2º, literal b, le otorga la calidad de nacionales colombianos a “Los Latinoamericanos y del Caribe por nacimiento domiciliados en Colombia… de acuerdo con la ley y el principio de reciprocidad...” Vamos a ver qué otros países son tan generosos y responden con reciprocidad.
Finalmente, para comprobar que nuestra Constitución es nuestro propio cuchillo citemos solamente los incisos 2º y 3º del artículo 101: “ …Forman parte de Colombia, además del territorio continental, el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, la isla de Malpelo, y demás islas, islotes, cayos, morros y bancos que le pertenecen”. Léase bien y mírese la redacción palabra por palabra: que le pertenecen. ¿A quién? ¿A las islas, islotes y cayos? No. A Colombia. Esto constituye una afirmación ambigua.
Estimo que el artículo 3º de la antigua carta era más preciso y tajante en este punto. No reconocía como países limítrofes sino a Venezuela, Brasil, Perú, Ecuador y Panamá. Claro que ni en 1886 ni en 1991 se barruntó que una Corte Internacional, a cuyos designios se sometió Colombia, aplastaría con sus doctrinas nuestra Constitución.
¡Grave situación, Sancho, la que afrontamos!, diría el Quijote. De un lado, fungimos como feroces defensores del derecho internacional, y de otro, vociferadores contra el mismo porque nos dieron de la propia medicina.
Como en la famosa película, estamos atrapados sin salida.
orlandoclavijotorrado.blogspot.com
23 de septiembre de 2013.
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