martes, 25 de febrero de 2014
NI TANTO QUE QUEME AL SANTO
PARA EL SEMANARIO LA PROVINCIA DE OCAÑA
NI TANTO QUE QUEME AL SANTO…
Orlando Clavijo Torrado
Tenía yo poca edad cuando conocí al padre José María Jaramillo. No lo recuerdo con temor, pese a lo que oía de los mayores que lo pintaban como un hombre intransigente; tampoco lo recuerdo con resentimiento pues nunca recibí ningún maltrato suyo, aunque su fama de severo infundía prevención en los niños. El padre Jaramillo, un antioqueño de cierta estatura y complexión delgada, regentó varias feligresías de la provincia de Ocaña de la entonces diócesis de Santa Marta. No he podido saber de su paradero luego de que se desempeñó como párroco en los caseríos de Las Mercedes, del municipio de Sardinata, y de Aspasica, del municipio de La Playa, como tampoco dónde y cuándo murió (de encontrarse vivo a estas horas debería estar cercano a los cien años o más).
El padre Jaramillo representa una época en que los sacerdotes católicos – el protestantismo prácticamente no existía – ejercían gran influencia, y fungían como verdaderos líderes religiosos y cívicos y en oportunidades hasta políticos. Las costumbres se gobernaban por los preceptos de la Iglesia y en ello los sacerdotes desplegaban todo su celo. El presbítero Jaramillo era implacable con la moda femenina, con las riñas de gallos y los juegos de azar, con las serenatas y fiestas bullangueras, en fin, con cualquier manifestación de desorden que él no pudiera controlar. Se consideraba mujer alegrona en aquel entonces a la que hablaba mucho con los hombres, se reía con ellos y hacía bromas, pero de aquello nada o tal vez un tirito de vez en cuando. Pues bien: dicen que Jaramillo persiguió a una pecadora de tal calaña por todo un pueblo con un fuete en la mano hasta que la alcanzó y le dio una tunda. También en la iglesia usaba el látigo. Dama que llegara al tempo desprovista de velo o rebozo era expulsada sin consideración, y la que mostrara un milímetro de pecho se exponía a una fuerte reprensión y a la condenación al fuego del infierno con los demás demonios. Por supuesto que no tuvo que luchar contra el homosexualismo porque ni la palabra existía. En alguna ocasión, cuando descansaba en la casa cural a medianoche oyó sonar una guitarra a lo lejos. Ello fue motivo para que se levantara, se dirigiera al sitio del bullicio, tomara la guitarra del perturbador del sueño pueblerino y se la reventara en la cabeza; al muchacho le quedó el instrumento colgando del cuello como una corbata. Pero quizá su acción violenta no lo dejó dormir porque al día siguiente mandó a llamar al músico, le pidió perdón y le indemnizó el valor de la guitarra.
También era época de maldiciones de los curas. El padre Jaramillo le vaticinó a un sujeto que quiso apuñalarlo por la espalda que el brazo que había levantado para herirlo se le paralizaría y, dicho y hecho, a los tres días el frustrado asesino sufrió el efecto de la maldición.
Hoy, más o menos setenta años después, aquella exagerada rigidez de los ministros de Dios cedió y ellos mismos se relajaron tanto que la mariquería cundió. El papa Francisco ha emprendido una depuración del clero para sacar a los pedófilos aunque respecto a los gays sostiene que no es quién para condenarlos mientras que en 76 países son ilegales, en cinco se les aplica la pena de muerte y en algunos como Uganda acaba de decretarse la homosexualidad como crimen sancionado con cadena perpetua.
Conclusión: la humanidad siempre ha vivido en extremos. Entonces, no sabemos si aterrorizarnos con la mano dura de aquellos curas como José María Jaramillo o escandalizarnos con la permisividad de hoy, la falta de cultura y de modales, los irrespetos y la violación de todas las normas legales y morales.
orlandoclavijot@hotmail.com
24 de febrero de 2014.
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- Orlando Clavijo Torrado -
- Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
- Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario
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