miércoles, 26 de marzo de 2014
CANONÁ
PARA EL SEMANARIO “LA PROVINCIA DE OCAÑA”
CANONÁ
Orlando Clavijo Torrado
En nuestros pueblos los apodos son usuales. Incluso, hay familias que se distinguen por alguno y se hacen tan comunes que los apellidos virtualmente desaparecen. Entonces, no se habla de los Sánchez, ni de los Ramírez, o los Gómez, porque nadie los conoce de esa forma. En cambio, si mientan a los “cotorros” ya se da por hecho que se hace referencia a los miembros de la familia Bermúdez, verbigracia. Cierta señora Celina, en Chitagá, tenía una cría de conejos en el solar de su casa. Algún día el conejo mayor, el gordo y más inquieto, se escapó por debajo de la cerca de malla metálica hacia el solar vecino, justamente el de la familia conocida como los “conejos”. ¿El apellido de ellos? ¡Uhm! Poco importa. Ocurrió que doña Celina mandó a una de sus nietas, de cinco años, a que, atravesando el portón que dividía los dos solares, se acercara a la casa vecina y le preguntara a la matrona, doña Stella, si allá se encontraba el conejo. La niña corrió y cumplió a su entender el encargo: “Doña Stella: que manda decir mi abuela que si aquí está el conejo?” La aludida le respondió: “Mijita: pregúntele a su abuelita que a cuál de ellos necesita: si a Luis, a José, a Pedro o a Matías”. La niña regresó y dio el recado al pie de la letra. Doña Celina no pudo menos que echarse a reir al comprender la confusión y le pidió a su nieta volver y aclarar a qué clase de conejo se refería. La emisaria, de nuevo frente a doña Stella, le explicó: “Mi abuelita dice que no es ningún conejo hombre sino conejo animal”.
Cuando en Cáchira había planta eléctrica municipal, con frecuencia salía de funcionamiento. Le preguntaban al empleado por la causa del apagón de luz e invariablemente contestaba: “Se quemó la chumacera”. Valga aclarar que se trata de una pieza importante en esa suerte de máquinas. Pues al abnegado servidor de la planta los cachirenses no tuvieron empacho en bautizarlo como “Chumacera”, y con ese remoquete se fue a la tumba.
Y vean este sobrenombre que le han endilgado en varios pueblos a algún parroquiano por usar una palabreja muy particular constantemente, que expresa algo que sucede con poco intervalo de tiempo, cada nada de tiempo: “ca-no-ná”, que se traduciría por “cada no nada”. Ejemplo: “María pare hijos canoná”. Otros ejemplos:
- ¿Cada cuánto pasa el bus de Ábrego para Ocaña?
- Canoná.
- ¿Cada cuánto llueve por Pamplona?
- Canoná.
Decía que a estos señores que usan “canoná” el “canoná” los pusieron exactamente así, “Canoná”. Sé que hay Canonás en Cáchira, Ábrego y Chitagá.
¡Cuánta sabiduría condensada en seis letras! ¡Todo un concepto del tiempo que los filósofos no han podido atrapar! Por supuesto que como se trata de lenguaje campesino, en ningún diccionario figurará la feliz expresión. Pero el pueblo sí la entiende.
orlandoclavijotorrado.blogspot.com
23 de marzo de 2014.
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- Orlando Clavijo Torrado -
- Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
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