lunes, 31 de marzo de 2014
EL CID CAMPEADOR EN COLOMBIA
CRONIQUILLA
EL CID CAMPEADOR EN COLOMBIA
Orlando Clavijo Torrado
Según el mito, don Rodrigo Díaz de Vivar o el Cid Campeador (1048 – 1099), consciente de que era mortal la herida recibida por una flecha cuando inspeccionaba desde su azotea el campo enemigo de la sitiada Valencia, ordenó que una vez falleciera lo prepararan como para entrar en combate, lo montaran en su caballo Babieca y tan pronto amaneciera abrieran las puertas de la ciudad y lo pusieran al frente de sus tropas. Los árabes lo creían cadáver, de modo que al verlo galopando decididamente y empuñando la espada sintieron gran temor y emprendieron la huida. Esa fue la batalla final del gran guerrero. Desde entonces, a ciertos personajes a los que les sacan provecho después de que han abandonado este mundo se los compara con el Cid Campeador. El común los llama “muertos productivos”.
En Colombia sí que hay casos semejantes, aunque no de leyenda sino de realidad. Pero tal vez el más notorio es el de Luis Carlos Galán Sarmiento. Su sacrificio le ha proporcionado a su familia ganancias incontables. En alguna época en que en el parlamento y en el gobierno pululaban los Lozano y Lozano, descendientes de los patricios de la Independencia, el tribuno Gilberto Alzate Avendaño resaltó cómo la república no acababa de pagarle a esa ilustre familia sus servicios, y por ello los tenía amamantándose siempre de la jugosa ubre del erario. Igual ocurre con los Galán, los que no necesitan trabajar como los demás colombianos. En efecto, don Mario Galán Gómez, el padre del inmolado caudillo, luego de ocupar la Contraloría General de la República, fue nombrado gerente nacional de Ecopetrol, destino que ocupó por más de una década. Ya se sabe que el sueldo allí supera en mucho al del presidente de la República, los privilegios abundan y que los hijos de cualquier funcionario de la más poderosa empresa del Estado cuentan con educación gratis en instituciones oficiales y preeminencia para estudiar en el exterior. La viuda de Luis Carlos, doña Gloria Pachón, fue enviada a la embajada de Francia por varios años; su hermana, Maruja Pachón, ocupó el ministerio de Educación, y el esposo de ésta, Alberto Villamizar, salió elegido, en la época de su concuñado, senador por el Nuevo Liberalismo y luego le resolvieron el problema de su desempleo dándole el no poco apetecido cargo de Zar Antisecuestro. A los hermanos del mártir tampoco les ha ido mal: Augusto fue ministro de Salud y embajador ante la Unesco, y Antonio, concejal de Bogotá y candidato a la alcaldía. La otra parentela también ha saboreado las mieles del mando escudados en la fama del primo, y así tenemos que Alfonso Valdivieso Sarmiento ejerció por un buen período como Fiscal General de la Nación. El que quiera más que vaya a que le piquen caña. Y para completar, Juan Manuel y Carlos Fernando, hijos del difunto, optaron por ofrendarse en el altar de la democracia como senadores. Al otro hijo del líder, Claudio Mario, tampoco le han faltado las buenas chanfas: dice Wikipedia que es analista político y actual Secretario de Cooperación Internacional de Cundinamarca. Sin embargo, para Luis Alfonso Galán Corredor, el pollo pelón de la familia, engendrado por Luis Carlos en el lecho de una empleada doméstica, la gloria de su padre hasta ahora lo empieza a cubrir, luego de pasar las verdes y las maduras como mensajero de un banco. Pero esto es otro cuento, así como la razón del cambio de jefe de escoltas días antes del asesinato al parecer porque el tal jefe sabía mucho de los romances del galante Galán.
En contexto paralelo, a la viuda y a los hijos de Rodrigo Lara Bonilla, de igual militancia en el Nuevo Liberalismo, la patria también les continúa pagando con suculentas prebendas el sacrificio de aquel, pero quizá no tanto como a los deudos de Galán Sarmiento. ¡Qué contraste con el trato dado a la viuda de Enrique Low Murtra!
Por supuesto que no son los únicos casos en que se replica la fábula del Cid Campeador triunfante después de muerto, pero aquí, a diferencia de España, las conquistas no son en los campos de batalla sino en las alfombras de la burocracia y en el poder de arriba. O, mejor, como se pregona rimbombantemente, en los campos de la democracia.
El pueblo colombiano es paradójico: odia a las oligarquías y vocifera en su contra pero no deja de votar por ellas.
orlandoclavijotorrado.blogspot.com
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30 de marzo de 2014.
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