jueves, 12 de febrero de 2015
AL QUE NO QUIERE CALDO...
PARA EL SEMANARIO LA PROVINCIA DE OCAÑA
AL QUE NO QUIERE CALDO…
Orlando Clavijo Torrado
En algunos el racismo es latente, reprimido, y en otros es confesado y predicado abiertamente y sin pudor ni visos de arrepentimiento. A esta última clase pertenece el señor de esta historia.
Ocurrió en Cúcuta. Esta familia, llegada del occidente del país, estaba compuesta de una pareja joven y tres niñas. Les faltaba el varón, y en verdad que lo deseaban.
Era gente humilde, asentados en una barriada, que se sostenían con el salario del padre. El amor, el respeto y la unión reinaban en el sencillo lar. Todos eran blancos, tan blancos que los niños vecinos los llamaban burlonamente a veces zancas de yuca y en otras sangreyuca.
De pronto el matrimonio decidió cumplir su sueño, y así encargaron bebé. Les llegó un cucuteñito. La madre estaba feliz mas no el padre porque el muchachito resultó de piel oscura. Y él detestaba a las personas llamadas de color. Le dijo a su mujer que ese negrito era un contrabando, que no podía ser suyo por cuanto él y ella eran blancos y que por ningún lado de los dos se conocía un solo negro. La tormenta se apoderó del hogar. El marido no dudó en acusar a su esposa de infidelidad, y al final de tantos reproches y disgustos el tipo se marchó de la casa. La mujer quedó ahora con la carga de alimentar y sostener a cuatro criaturas.
La triste situación la vino a solucionar tres años después, sin proponérselo, una hermana del hombre que llegó en busca de su parentela. Ella no conocía a su cuñada ni a sus sobrinos. Por referencias ubicó la dirección de la casa en donde estos moraban.
La visitante se alegró bastante al encontrarlos, pero al ver a su sobrinito negro se quedó en suspenso. La madre pensó para sí: “¡Otra racista! ¡Está rechazando a mi hijo!” Sin embargo, la tía no pasaba por tales sentimientos sino que, por el contrario, se había paralizado de la emoción. Ya repuesta exclamó con gran alboroto: “¡Es divino, es hermoso!” “¡Y qué sorpresa, cuñada!” “Sorpresa de qué?”, preguntó la mamá. “El parecido con mi bisabuelo. Es igual a él según los retratos que tenía mi padre”.
Lo alzó en sus brazos y lo acarició tiernamente; el infante le correspondía con gracias y reía mostrando sus dientes blanquísimos.
La madre le narró, entonces, lo acontecido a raíz del nacimiento de este niño, por lo que la otra anunció: “Esto no puede ser. De inmediato me voy a buscar a mi hermano. Tiene que entender que si le nació un hijo negro no es culpa de nadie sino herencia de nuestro bisabuelo paterno”. Y en efecto localizó a su hermano, le aclaró la gran duda y lo trajo de vuelta a casa.
El final de la historia es feliz pues el hogar se recompuso y reanudaron la vida armoniosa que tenían antes.
Como nunca, se cumplió el sabio refrán: “Al que no quiere caldo se le dan dos tazas”.
orlandoclavijotorrado@yahoo.es
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10 de febrero de 2015.
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Datos personales
- Orlando Clavijo Torrado -
- Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
- Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario
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