jueves, 26 de febrero de 2015
PARA NO ABOGADOS
Para el semanario La Provincia, de Ocaña.
PARA NO ABOGADOS
Orlando Clavijo Torrado
De don Luis de Góngora y Argote arranca la escuela literaria que se llamó culteranismo o gongorismo en el siglo XVII. Su característica es el lenguaje recargado, oscuro, y con abuso de metáforas. De allí se pasó al actual eufemismo – que según la raíz griega es el hablar correctamente y ahora se convirtió en hablar y escribir con ocultamiento, maliciosamente -.
Se cuenta de un tal José Antonio Negrete, de Maracaibo, con pretensiones de hombre culto y bien hablado, que un día que estaba maluco del estómago le describió al galeno su desayuno así: “Ingerí al alba dos posturas de aves domésticas, asesoradas por un disco de maíz cándido, y todo humedecido con la infusión del néctar de la Arabia, en mezcla con el líquido perlino de la consorte del toro”. El médico no le entendió ni pío, por lo que la madre le tradujo: “Que se desayunó con dos huevos fritos, arepa y café con leche”.
Ese lenguaje cabalístico se ha impuesto en todos los campos. Por ello, voy a poner al día a mis lectores que no son abogados sobre algunos vocablos y giros, solo algunos, que se usan en la jerga judicial últimamente.
Sin embargo, conviene precisar que quienes empezaron con el rebuscamiento fueron las altas cortes. Antes todo el mundo decía “el artículo primero de la Constitución”. De un tiempo acá ellas enseñaron a decir “el artículo primero superior”, y la lleva el que no use el terminacho.
Empecemos, queridos lectores: familiarícense con los estilachos: antes se violaba el código penal; hoy se viola el “estatuto represivo” o el “estatuto represor” o, más elegante aún, la “codificación penal sustantiva”. En tales violaciones se aplicaba el código de procedimiento penal: pues, actualícense, ahora se dice “ordenamiento instrumental penal”.
La Fiscalía no es la Fiscalía sino el “ente acusador” (a Juan Gossain le parece éste el peor de los eufemismos). Y cualquier fiscalía delegada ahora se llama – si nos atenemos a las providencias de jueces y fiscales – “agencia fiscal”, de manera que en el Palacio de Justicia no encontrarán fiscales sino “agentes fiscales”. La ventaja es que allí no hay peligro de confundirse porque no hay más agencias y así pueden indicarle al policía de la entrada que van para la agencia fiscal número nueve. Claro que hay agentes fiscales por ahí en otros edificios, y ahí sí se pueden perder y tocar a la puerta de otras agencias, como las aduaneras, o las de transportes, o de trasteos, de empleos, de aseo o bancarias.
El juzgado desapareció: lo reemplazó la “oficina judicial”; también tiene otro sobrenombre – como dijo el campesino de Ábrego - , “célula judicial”, o, mejor todavía, “unidad judicial”. Cada “unidad” tiene un “operador”, un “operador judicial”, que era el que conocíamos como juez. Lo pueden saludar cortésmente por este nuevo nombre y decirle: “buenos días don operador”. Si tienen que ir al Palacio y les preguntan mientras los requisan que para qué necesitan al operador, ustedes no deben responder que para enterarse de si su proceso está en la primera o en la segunda instancia. No. Hablen de niveles. Acuérdense de su casa que tiene dos pisos o dos niveles: el juzgado es de primer nivel y el tribunal es de segundo nivel. Y nada de recursos de reposición y de apelación. Ese lenguaje es obsoleto: vuelvan a la geometría, a las líneas horizontal y vertical, de modo que ya no se menciona reposición sino “recurso horizontal”, ni apelación sino “recurso vertical”.
Dejemos hasta aquí el glosario. Espero que lo hayan aprendido. No lo olviden. ¡Ah!, y no olviden los huevos del maracucho: son posturas de aves.
orlandoclavijotorrado@yahoo.es
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25 de febrero de 2015.
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