miércoles, 11 de noviembre de 2015
EL CORAZÓN DEL CARNICERO
Para el semanario La Provincia
EL CORAZÓN DEL CARNICERO
Orlando Clavijo Torrado
Según la historia aceptada por la mayoría el general Gustavo Rojas Pinilla murió en su hacienda de Melgar, Tolima, el 17 de enero de 1975, cuando se apagó su marcapasos.
Pues no, protestan en Chitagá, no ocurrió así. Rojas murió por una falla del corazón que no era el suyo.
Quienes sostienen esta versión le compraron carne a Manuel. ¿Y cómo no iban a conocer a Manuel, el carnicero preferido del pueblo, y a su mujer, Timotea? Vivía la pareja muy modestamente; ni casa propia tenían. Mientras el esposo era de elevada estatura y musculoso, andando en los treinta años, su cónyuge era pequeña, flacucha y lucía un poco mayor que él.
Cualquier día Manuel enfermó gravemente. Lo llevaron al hospital de Pamplona pero allí diagnosticaron que se trataba de una afección para cuyo tratamiento no disponían de los necesarios recursos humanos y materiales. Lo remitieron a Cúcuta. Pero tampoco en la capital del departamento lograron brindarle una atención salvadora.
En aquella época los pobres ni podían soñar en viajar por avión. Si hoy aún es caro, en esos días sí que un pasaje aéreo costaba una fortuna. Sin embargo, apareció un avión que llevó a Manuel a Bogotá, y, sorpréndanse, al hospital Militar. Los chitaguenses no saben explicar quién envió el avión, y cómo se produjo la decisión y demás arandelas.
A pesar del equipo médico calificado y las técnicas avanzadas de dicho hospital, el carnicero murió. Sin embargo, su corazón siguió latiendo, nada menos que en el pecho del señor presidente de la república, el teniente general Gustavo Rojas Pinilla.
El cadáver de Manuel fue traído a Cúcuta y luego llevado a su tierra natal.
La vida le cambió a Timotea, mas no porque quedara desamparada sino porque le llovió dinero sin saberse de dónde. No era una pobre viuda sino una viuda rica. Y tanta riqueza chillaba en Chitagá. Así es que al poco tiempo emigró del terruño, dejando el recuerdo de su precario vivir allí y la murmuración de que había vendido el corazón de su marido.
He tratado de concretar datos, sin respuesta de nadie. Es mejor no preguntar. Que sucedió, sucedió, reafirman. Les replico que a Rojas le habían implantado un marcapasos y ellos me porfían que no, que era el mismo corazón de Manuel el que le palpitaba. ¿Y entonces – contraatacan – de dónde sacó Timotea tanta plata de la noche a la mañana?
Yo trato de refutarles, vanamente. Reconozco que como mito, como leyenda, es algo bonito, interesante y hasta gracioso. Ellos se empecinan, y como decimos por aquí, juran y comen mocos que la historia del corazón de Rojas Pinilla es esa.
De tanto insistir para que me revelen la fuente de tamaña historia, por fin lo consigo: la propia mujer de Manuel le hizo la confidencia a una amiga íntima, con la advertencia de que eso quedaba entre las dos.
orlandoclavijotorrado@yahoo.es
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11 de noviembre de 2015
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- Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
- Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario
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