lunes, 21 de mayo de 2018
LA MALDAD DEL GANADO MOCHO
Para El Informador del Oriente
Historias parroquiales
LA MALDAD DEL GANADO MOCHO
Orlando Clavijo Torrado
Para mi padre, el mayor Matamoros y el sargento Lamk eran más malos que el ganado mocho. Y según ese refrán suyo, eso ya era mucho decir. Y para corroborarlo refería episodios como el del soldado que tuvo que mostrarle las nalgas amoratadas a un general – anticipándose en varias décadas a Antanas Mockus – para que cesaran sus martirios, y otras crueldades, como las que vienen a continuación.
A Matamoros se le extravió una pluma estilográfica. Se le ocurrió que un soldado villacarense pudo habérsela robado. Entonces mandó a formación, y le hizo dar un paso al frente. Luego se paró sobre los pies del recluta y restregando sus tacones sobre los dedos de éste le preguntaba:
- ¿Verdad que usted y yo somos buenos amigos?
- Sí, mi mayor -, respondía el muchacho apretando los dientes del dolor.
- ¿Verdad que entre amigos no se roban?
- Sí, mi mayor.
- ¿Verdad que usted tiene mi pluma fuente?
- No, mi mayor.
Y así lo atormentó hasta que los pies le sangraron al joven, el que no podía evitar que se le escaparan las lágrimas. La tropa contemplaba atónita e impotente.
Tal fue el odio secreto que suscitó que en una ocasión en que salieron a terreno por los montes aledaños a Cúcuta, al trabarse el simulacro de batalla, un soldado que había puesto una bala de verdad en su fusil aprovechó para dispararle a este verdugo a la cabeza, pero falló en la puntería. El tiro le silbó en la oreja a Matamoros. De inmediato mandó a recoger el personal y regresar al cuartel. Allí pasó examinando a soldado por soldado y oliendo cada fusil, mas no pudo descubrir de dónde había salido el disparo que buscaba eliminarlo. La tropa tuvo la peor tarde y la peor noche. No los dejó descansar con trotes y toda clase de castigos.
Pero el colmo de estos dos malandros, deshonor del Ejército, ocurrió cuando sacaron a un pelotón a “cazar” conservadores a Arboledas. Las dos escuadras se esparcieron por el contorno de La Bucaramanga, en donde había una base militar. La operación corrió a cargo del sargento Lamk. Llegados a la vereda, este jefe les ordenó que se dirigieran a cierta casa en donde presuntamente había un rebelde conservador. Efectivamente, al advertir el tropel un joven campesino huyó velozmente de la casa. Lamk y los soldados lo persiguieron, pero el labriego fue más raudo. Corrió hasta el límite de la pequeña planicie, y de allí se descolgó por la peña, ganó el terreno bajo de un potrero, continuó corriendo, miraba hacia arriba, y cuando ya se creía a salvo de sus acosadores disminuyó el paso, acezante.
El sargento, al borde del llano, les expuso su plan a sus acompañantes: “Este desgraciado debe ir hasta aquella cerca de alambre – la señaló a lo lejos-y allí tiene que agacharse para pasarla. En ese punto es que lo consigo”.
Y como lo pronosticó el malvado, el mozalbete empezó a caminar más lento, miró por última vez a sus cazadores ya muy lejanos según sus cálculos, y llegó junto a la cerca. Entonces Lamk le dijo a un soldado: “présteme su fusil”. Con el arma bien sostenida y tomando puntería, disparó. En el sitio exacto en donde anunció que lo lograba, allí quedó tendido el campesino.
No podía negarse el tino de Lamk. Tenía fama. Y de malo, como Matamoros, más que el ganado mocho.
orlandoclavijotorrado@yahoo.es
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18 de mayo de 2018.
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Datos personales
- Orlando Clavijo Torrado -
- Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
- Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario
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