lunes, 4 de agosto de 2014
EL DÍA DE SAN JUAN EUDES (I)
EL DÍA DE SAN JUAN EUDES (I)
Orlando Clavijo Torrado
Guardo inmensa gratitud con la Congregación de Jesús y María, conocida como de los eudistas, por la educación que me dieron en mi infancia y adolescencia en el amado seminario del Dulce Nombre de Ocaña. Recuerdo con esos sentimientos al padre francés Ambrosio Hays, mi primer rector, al siguiente, padre Leonardo Pérez – antioqueño -, al ecónomo, padre Reynaldo Acevedo – mutiscuano -, a los profesores, el sabio antioqueño padre Gregorio Ríos, Duarte – arboledano -, Cardona – caldense -, Naranjo – antioqueño -, Diego Jaramillo – igualmente antioqueño, entonces seminarista profesor y actualmente continuador del espacio radial fundado por el padre Rafael García Herreros El Minuto de Dios - , y al prefecto de disciplina, padre Emiliano Acero – santandereano -. Había otro sacerdote francés cuyo apellido no recuerdo, de baja estatura y rechoncho, de quien decían que era veterano de la Primera Guerra mundial. Es también inolvidable el hermano Marcos, el más humilde de la Congregación, con su sotana pobre y sucia, a quien le correspondía hacernos los mandados a la calle, reparar el piso del patio cuando se desprendían los ladrillos, tapar goteras, encargarse de las instalaciones eléctricas, tocar las campanas, servir de sacristán, arreglar el altar, monumentos y escenarios, en fin, fungir de hombre orquesta. Él también distribuía en cada pupitre las revistas de la Comunidad, a saber, Adsum, Caminos y Los Sagrados Corazones. El padre Hays rezumaba bondad por todos los poros; acumulaba una larga lista de obras de distintos y profundos temas de su autoría siendo un clásico en liturgia y ceremoniales. El padre Pérez vivía con el ceño fruncido; cargaba siempre en sus manos su famoso “librito rojo” que le indicaba cómo proceder ante cada conducta de sus regidos. Cuando lo iba a reprender a uno se le aproximaba bastante, le ponía su dedo índice en la mitad de la frente y ahí venía la vaciada. Más tarde en la universidad vine a saber de otro temido “librito rojo” el de Mao Tse-tung, emblema de la revolución comunista china.
El padre prefecto sí que cumplía a cabalidad su función. No sé si tenía formación castrense o estaba inspirado en la disciplina de los padres franceses pues lo cierto es que era tan rígido que a veces parecía inhumano. En cierta ocasión, luego de un paseo a una de las colinas circundantes de Ocaña, al llegar al seminario nos formó en dos filas al estilo militar, firmes y tiesos, y le preguntó al alumno Arévalo, de Ábrego, por qué había abandonado la fila cuando subíamos por el cerro, al tiempo que le aplicaba un puñetazo en el estómago. Arévalo se frunció y el prefecto lo mandó a enderezarse. El muchacho, ¿cómo se iba a enderezar con semejante golpe? Entonces el prefecto le propinó otro por la espalda y Arévalo se enderezó, así, por las buenas. A mí, de vainas no me pegó pero si me dio un tremendo sermón porque tuve que defenderme de un matoneo y le adorné la frente a mi contrincante con un bello chichón. (A este episodio me referí en otro artículo sobre el tema de moda, el matoneo).
Con todo, la educación impartida por los eudistas era incomparable. Para siempre quedó grabada en mi alma la intensa instrucción en valores como aquella profunda religiosidad y el temor a Dios, el respeto general, la humildad, la urbanidad, el civismo, los buenos modales y la castidad de cuerpo, alma y palabras. En cuanto a castidad que tanto nos inculcaban y tanto nos cuidaban, incluía la vigilancia por un padre del momento de tomar el baño bajo las doce duchas al aire libre a un costado de los dormitorios del segundo piso. Nos duchábamos con pantaloneta y era prohibido demorar la mano con el jabón de la cintura para abajo. Si acaso el padre advertía que el joven se entretenía algo más de lo necesario en restregarse le llamaba la atención severamente: ¡epa, epa, saque la mano de ahí!
(Continuará)
orlandoclavijot@hotmail.com
4 de agosto de 2014
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- Orlando Clavijo Torrado -
- Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
- Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario
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