miércoles, 18 de marzo de 2015
EL PECHO EN LA VENTANA -Para el semanario La Provincia
Para el semanario La Provincia
EL PECHO EN LA VENTANA
Orlando Clavijo Torrado
¡Y dele con el magistrado Jorge Pretelt Chaljub! Cuando se fue a elegir al presidente de la Corte Constitucional la mayoría de sus colegas le dio su voto. Ahora, todos se lavan las manos. Que no sabían nada, que fue a mis espaldas, como dijo Samper, etc. Según el refrán, del árbol caído todos hacen leña. La prensa hablada y escrita se solaza descuartizando al doctor Pretelt, y el Fiscal General, Montealegre, antiguo militante del partido comunista y untado con Saludcop, está que come sabrosa carne de derecha. ¡Qué alharaca! ¡Ignoraban que existe corrupción en la justicia colombiana!
Ese asunto ya resulta enojoso porque se aprecia que tras una aparente rasgadura de vestiduras por la moralidad hay mucha hipocresía, interés político, vanidades, envidia –Pretelt no es el mediocre que han pretendido mostrar sino un jurista bien estructurado – y mil otras bajas pasiones.
Pensando, pues, en salir del antipático tema, del que mis lectores también de estar hasta la coronilla, rebusqué entre mis reminiscencias algo agradable y recordé un episodio del acompañamiento a un entierro de cierto personaje en un pueblo, en que de la gravedad y tristeza del trance se pasó primero a la curiosidad y luego a la franca risa. Estudiaba yo en aquel tiempo en el Seminario del Dulce Nombre, de Ocaña, y nos llevaron al funeral.
Ocurrió que una dama se sentó a la ventana de su casa - de aquellas hermosas ventanas antiguas en el primer piso que parecían un balcón a la calle - , y allí se puso a amamantar a su hijito. Una vez satisfecho el bebé, se durmió. En ese preciso instante empezó a desfilar frente a la casa el cortejo, y la joven madre se concentró en observar todo, el sacerdote y los acólitos que marchaban adelante, el féretro detrás, los dolientes, las autoridades, las congregaciones religiosas, los alumnos de varios planteles educativos, y la muchedumbre de amigos, vecinos y desocupados.
El primero que descubrió a la chica con el seno descubierto le susurró al del lado “mire aquella vieja con la teta al aire”, y ése le comunicó al otro, y así se fue corriendo la voz y las miradas se enfocaron hacia la ventana, de modo que pocos se quedaron sin contemplar el voluptuoso espectáculo. El muerto se echó al olvido y cundió la risa disimulada. Unos, incluso ya adelantados varios metros en la procesión, se volteaban procurando ver el hermoso pecho. Por supuesto que, las mujeres, enteradas de la razón de la atención de los felices varones, no participaban del desorden y con ojos de disgusto los reprochaban.
La muchacha permaneció en la ventana hasta que pasó el último de los desfilantes, que también fue el último que se extasió admirándole la teta.
Sólo en ese momento se dio cuenta ella de su descuido y guardó el equipo de alimentación.
orlandoclavijotorrado@yahoo.es
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18 de marzo de 2015
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- Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
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