jueves, 14 de noviembre de 2013
SECTARISMO
PARA EL SEMANARIO LA PROVINCIA DE OCAÑA
SECTARISMO
Orlando Clavijo Torrado
Colombia está pasando del bipartidismo al multipartidismo sin grandes esfuerzos ni traumatismos. Algunos viejos nos aferramos al partido de toda la vida, de los padres, de los abuelos, de la familia. En contraste, de unos años acá la gente se sale de los dos célebres partidos y se adhiere a las recientes formaciones con nombres impactantes, o quienes no han militado en alguna facción, como es el caso de los jóvenes, también abrazan cualquier grupúsculo. Lo que menos interesa es la ideología. Importa lo novedoso, lo aventurero o cuanto rompa con lo tradicional en el sueño de que a través de otras banderas las cosas cambiarán, de que la prosperidad, la oportunidad para todos, la justicia, la salud, la vivienda, el trabajo, en fin, la dicha general, ahora sí se harán realidad. No hay ningún partido, ni viejo ni nuevo, que no ponga a soñar a la gente, que no prometa la felicidad terrenal.
Estos saltos de un partido a otro sin ponerse colorado se llama transfuguismo. Éticamente es obvio que no está bien. Sin embargo, he notado que los tránsfugas no son visiblemente sectarios. Son sectarios los de las extremas, derecha e izquierda, pero los de partidos emergentes, que a veces no son ni chicha ni limonada, que navegan en aguas indefinidas, que tiran para todos los lados, esos tienen la virtud de carecer de sectarismo.
En estos días el columnista de La Opinión Olger García Velásquez, liberal inconfundible, memoraba a propósito del centenario del nacimiento del doctor Lucio Pabón Núñez cómo en las épocas en que se movió este personaje nuestro el sectarismo era el común denominador, y cómo personajes que conocimos en las últimos años de su vida predicando y practicando la concordia y la amistad entre todos los colombianos, tal el caso de Carlos Lleras Restrepo, en los mismos tiempos de Pabón ordenaba a los liberales no saludar a los conservadores, y si había un conservador en la familia también aislarlo. Gilberto Alzate Avendaño denunciaba que hasta de las páginas sociales de El Tiempo lo habían desterrado.
Extrañamente, cuando el sectarismo ya se estaba difuminando, nuestro coterráneo Virgilio Barco Vargas lo revivió en su período presidencial de 1986 a 1990 decretando la expulsión de todo individuo conservador de los cargos del gobierno. Ello le costó al estado millonarias indemnizaciones por despidos injustos de padres y madres de familia que dependían en ocasiones de empleos desempeñados durante muchos años. En el departamento Norte de Santander los gobernadores de esa amarga temporada, todos liberales, naturalmente, cumplieron a cabalidad la orden presidencial. Sé de muchas personas que demandaron el decreto de insubsistencia. El tesoro departamental pagó los platos rotos y contra nadie, hasta el momento, que se conozca, se ha hecho efectivo el reintegro de los dineros pagados a los demandantes, como lo dispone la ley.
El sectarismo era una plaga infame. Ni estadistas de la altura de Alberto Lleras Camargo, tan magnánimo y sereno al final de su carrera política, se libraron de su contagio. Recordaba Fernando Villa Quintero, liberal de raca mandaca y antiguo columnista de La Opinión, en un artículo publicado el 4 de marzo de 2010, que su amigo Felipe Zuleta Lleras, nieto de Lleras Camargo, le refería que su abuelo no llamaba a los conservadores como tales sino como “los hijueputas godos”.
Ojalá que nunca más el sectarismo regrese a Colombia. Mejor aún, que ni se vuelva a mencionar ni a utilizar en ninguna parte, menos en los libros y en la prensa, y con mayor razón en ningún gobierno.
orlandoclavijotorrado.blogspot.com
orlandoclavijot@hotmail.com
13 de noviembre de 2013.
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