martes, 18 de junio de 2013
PARA EL SEMANARIO “LA PROVINCIA DE OCAÑA”
ODA A OCAÑA (Segunda parte)
Orlando Clavijo Torrado
Al llegar, todo, al niño que yo era, lo asombraba: las luces de neón que anunciaban, entre saltos de brillantes colores a Everfit y a Valher, y la Rosa Blanca; el parque poblado de enormes árboles; los almacenes abigarrados; las potentes rocolas que giraban pequeños discos y lanzaban música con bajos profundos, hacían estremecer la plaza de mercado y botaban sobre los tragaluces del dormitorio de los castos seminaristas tonadas amorosas: “No es una serenata como todas las que he venido a darte al pie de tu ventana…Yo sé que si te miro me enternezco y si me das un beso me siento esclavo tuyo”; los cantos vallenatos de Escalona, poéticos y alegres que sacaban de las calles y salones la tristeza del bambuco y el pasillo; los retablos dorados de los templos; las columnas soberbias y el alto coro de la catedral de Santa Ana; los anchos corredores del Seminario; la pequeña capilla del Dulce Nombre, íntima y discreta; la estatua del más grande poeta de Colombia frente al colegio de su nombre; los campos colmados de guayabos, de barbatuscos, jaboncillos y caña dulce; el juego de beisbol en el Tíber con duras semillas de cualquier arbusto; las frescas aguas del Algodonal, en un sábado de paseo con el sol tan ardoroso que secaba los pañuelos sobre nuestras cabezas; recorrer a Pueblo Nuevo, Buena Vista y la Ermita, remontando las laderas resecas con la alegría y el vigor de los once años sin conocer el cansancio.
Un domingo, el Cristo Rey se nos vino encima. ¡Cómo parecía que besaba la tierra! Fue cuando el terremoto de Arboledas.
Todo era maravilla y novedad: tantos carros, hoteles y casonas, principalmente en la calle del Tamaco - donde el tío Luis Felipe -; la Luz Polar con su fábrica de bebidas gaseosas; tantos personajes a los que mi padre frecuentaba porque era político y afirmaba que debía visitar los directorios.
Era cierta la fama de las mujeres bonitas: de hecho, había tenido un anticipo de tanto pregón con mis primeras maestras Eulalia Barbosa y Aidé Navarro en la escuela parroquial de monseñor Rodríguez; los grandes no las dejaban dictar clase de tanto piropearlas; pero yo, el más pequeño, era su consentido.
Cuando regresé en la mocedad una bella prima me esperaba con el amor más puro.
A las seis de la tarde se oían los primeros rasgueos de las guitarras para la serenata que la novia sospechaba.
Pero, por fin, conocí el Agua de la Virgen a la que Luis Antonio García Lemus, el alto y apuesto sacerdote cantaba con su acordeón los versos de Alfonso Carrascal Claro -“por montes y cañadas entre notas alegres…Virgen de Torcoroma, vela por mi terruño, con tu manita santa dame tu bendición”-.
El camino retorcido y los ventorrillos esparcidos a su recodo.
El mismo relato de la aparición tiene la forma del milagro y el poema: Era hermoso el boscaje y el aire encantado. Al tiempo que el aroma de las flores inundaba el monte, y el agua curativa y refrescante nacía de la hojarasca, Ella brotaba del corazón del árbol derribado para hacer el dornajo que recogería la miel.
Quedé arrobado por tantas maravillas de Dios y de la breña tupida y el monte formidable. Me así, cual un infante, a la falda de la madre. Desde entonces siento que jamás me deja, me protege siempre y es mi guía.
Como un amante pertinaz sufro si no las veo asiduamente porque ya son dos amores eternos como si fueran uno solo, Ella y Ocaña, Ocaña y Ella, dos caras de la misma moneda: la Virgen de Torcoroma y Ocaña, o viceversa.
Cúcuta, mayo de 2013.
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- Orlando Clavijo Torrado -
- Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
- Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario
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