jueves, 27 de junio de 2013
PARA EL SEMANARIO LA PROVINCIA DE OCAÑA
METE CINCO Y SACA DIEZ
Orlando Clavijo Torrado
En verdad nadie se pone bravo si le regalan billullos. Como lo que no nos cuesta hagámoslo fiesta, el difunto Chávez se volvió loco con tanta riqueza petrolera y dio comienzo a una feria de dádivas, a muchos países en petróleo y a los colombianos que no dejan escapar una, en dólares contantes y sonantes. Así la gente de la frontera deteste al chavismo, la ganga que le ofrece de hacer la paparrucha consistente en que desde Venezuela se le puede enviar dinero a los parientes, falsos o reales, en Colombia, depositando allá una pequeña suma en dólares que se cobra aquí en dólares mejor cotizados, muchos la están aprovechando. La utilidad para el girador de la remesa no es inferior a quinientos mil pesos por mes. Para ello hay que tramitar un sencillo proceso que consta en una carpeta. Entonces, algunos individuos, con la malicia y la marrullería criollas, hasta a 500 carpetas se han hecho, que les representan doscientos cincuenta millones de pesos mensuales.
Repito, ¿a quién no le gusta la plata? Desde chicos mostramos esa ambición. Recuerdo que a los niños de mi escuela nos tocó una ganguita semejante. El padre de uno de los compañeros poseía una próspera tienda y nos invitó a que tan pronto saliéramos de clases fuéramos allí que él nos atendía y nos daba buenos vueltos. ¡Quién dijo miedo! La tienda se inundaba de muchachitos que querían útiles escolares, trompos y demás juguetes y hambrientos de gaseosa, pan, chicles, frunas, hambrositos, masmelos, diablito, galletas, colombinas y leche condensada, todo gratis, pero con ñapa. ¿Cuál era la ñapa? Una operación matemática muy simple: si yo daba cinco centavos por un caramelo, por ejemplo, Gustavo – así se llamaba el generoso condiscípulo – me daba diez de vueltos; por diez daba veinte, y por la moneda más alta que existía en esos años, la de cincuenta centavos, le entregaba al comprador un billete de un peso. ¡Y éramos tan descarados que le peleábamos al vendedor si nos devolvía menos de la tarifa! No señor: si yo daba veinte tenía “derecho” a cuarenta, no a treinta! ¡Tamaño negocio el de los compradores! Por supuesto, nuestros padres no estaban enterados de la maliciosa precocidad de sus inocentes retoños.
Don Leonardo, el papá de Gustavo, poca atención le prestaba a su establecimiento por estar en faenas de enamorado. Sí le llamaba la atención que la clientela se le había multiplicado y creía, por tanto, que las utilidades correspondían a ese aumento. Pero una noche tuvo la sensatez de echar una mirada por la gaveta de la plata y se llevó la sorpresa de que no había sino unas pocas monedas. Al día siguiente se propuso observar qué estaba ocurriendo y descubrió al buenazo de Gustavo regalando plata a diestra y siniestra con las golosinas y las bolas de cristal, los cuadernos, lápices de colores, en fin, que su bobarrón hijo le estaba terminando la tienda. Y nosotros - ¡qué pecado!, como dicen las mujeres – estábamos contribuyendo alegremente al acabose. ¡Pobre Gustavito, a quien pusimos “mete cinco y saca diez”! El rabo fue poco para la muenda que se ganó. Y a nosotros se nos acabó la felicidad.
Se dice que el derroche de los chavistas no va a durar mucho. La paliza que tendrá que soportar el engañado pueblo venezolano tendrá proporciones catastróficas. Y, obviamente, a los avivados “carpeteros” se les agotará la dicha como se nos desapareció a los mocositos de aquel entonces el disfrute de dulces y dinero de gorra.
orlandoclavijotorrado.blogspot.com
26 de junio de 2013.
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- Orlando Clavijo Torrado -
- Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
- Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario
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