martes, 23 de abril de 2013

PARA EL SEMANARIO “PROVINCIA DE OCAÑA” NUESTRA LUJERA DE HABLAO Orlando Clavijo Torrado En el Día del Idioma recuerdo con especialidad nuestros regionalismos y localismos en los que es rica la provincia. Me deleito oyendo las composiciones de Gustavo Quinn, cuyos cantos están llenos de los términos de la gente del pueblo y del agro, al final, el habla de todos, pues no hay a quien entre nosotros, por más culto que sea o cuidadoso en el lenguaje, no se le escape un “se pelotió” por decir “ se rodó”, o un “vagamundo” por vagabundo, o una “yerna” por decir “nuera”, un “todos dos” o “tos-dos” por decir “los dos”. Se cuenta que Jorge Luis Borges, tan esmerado y alto en el manejo del léxico en todas sus obras, en su charla coloquial empleaba voces y giros del común aún con los vicios y errores rechazados por la Academia. Repito que me complace particularmente oír el “Son de Quinn, Güicho y Moncho”. Es genial la descripción que hace del encuentro de dos orgullosos “camperos” en el alto de Sanín Villa que van rumbo a Ocaña después de muchos años de ausencia. Por el ansia de estar pronto en la tierra amada sienten “descoyunto”, la piel se les “engrifa”, se ponen “imbombos”, la cabeza se les “astilla”, y ante tantas emociones no hay otra salida que el uno se tome un “tapetusa” y el otro “se zampe” un “bolegancho”. Pero hay que acicalarse para la llegada; la vaina es que a uno se le rayaron ”los botines” mientras el otro sí tiene el “flux de paño” pero “simasito” se le acaba pues ya tenía 20 años. Sin embargo, por el vestido no hay que volverse “repelente”. ¿Y “qué talito” que el dedo se le caiga por tanto beber aguardiente rastrojero? ¡Ya voy Toño que eso vaya a suceder! Algunas palabras originales de tanta sonoridad y gracia de la región se vienen perdiendo, pero merced al enclaustramiento que se ha padecido por la distancia de los grandes centros urbanos y por las condiciones topográficas, se conserva un buen catálogo de voces. Soy atento receptor de cualquier palabra curiosa de los campesinos, principalmente, la anoto y procuro que me sirva para mis trabajos de investigación en algunos campos, el literario ante todo. Yo les oía a mis padres y a mis abuelos ciertas expresiones muy comarcanas, las que repito constantemente, mis hijos me las oyen y las replican, y así la cadena continúa para perpetuación de nuestro sabroso vocabulario único. Porque éste es, a no dudarlo, una “lujera”. orlandoclavijotorrado.blogspot.com 23 de abril de 2013.

domingo, 7 de abril de 2013

PARA EL SEMANARIO “LA PROVINCIA DE OCAÑA” LA TAZA DE CAFÉ Por Orlando Clavijo Torrado La tía Luz fue a parar a Barranquilla con su cónyuge por asuntos de negocios. Ambos eran paisas. Compraron un apartamento en un edificio de quince pisos. La tía Luz se sentaba todas las tardes a mirar en la lejanía los barcos que atracaban en el puerto, a leer y fumar cigarrillo. Poca atención prestaba al lote yermo que había a un costado del edificio, en cuyo extremo una choza se confundía con la maleza. En la mañana la tía Luz bajaba a la entrada del edificio en donde alegraba el entorno un pequeño jardín y allí se ocupaba de disponer el orden y cuidado de las flores. Nada nuevo ocurría hasta el día en que vio acercarse a un anciano andrajoso que llevaba en la mano una taza estropeada de peltre. Era evidente que buscaba bebida. La tía Luz tomó la taza, le pidió que la esperara, subió a su apartamento y a los pocos instantes bajó con la taza rebosante de café caliente. En verdad poco se fijó en la cara del hombre por servirle, pero sin duda se trataba de un ser desvalido, enfermo, que caminaba rengueando. Un día ella le preguntó que si podía guardarle “calentado” y él le respondió que sí, de modo que en adelante el viejo siguió pasando con un plato desvencijado para recibir el menú. Sin embargo, transcurrido cierto tiempo, mientras la tía Luz era cumplida el tipo se volvió irregular en su paso por allí y llegó el momento en que dejó de asistir. La tía Luz se quedaba con la comida guardada. Finalmente se resignó a no tener la visita de su estrafalario amigo. Cruzaban pocas palabras. En una ocasión él le preguntó el nombre: Luz; en otra, el apellido: Flórez; y la última vez le pidió que le diera el número de cédula. La dama, aunque encontró extraña la solicitud y considerando que el vejete no abrigaba malicia alguna, no se negó. Dijimos que el mendigo dejó de frecuentar el edificio. Pues bien: a las pocas semanas la tía Luz vio desde su balcón la llegada de una ambulancia de la Policía a la choza aquella, movimiento de personal uniformado de investigación y el arremolinarse de curiosos, pero no alcanzó ni a descifrar de qué se trataba y menos aún a comprender a cabalidad lo ocurrido. Había corrido un año desde aquel episodio cuando su marido recibió en la estación de vigilancia del edificio un sobre con sello de un juzgado, dirigido precisamente a Luz Flórez. “¿En qué te metiste ahora, mujer?”, le preguntó. “¿Y en qué me podía meter? ¿Acaso alguna vez me he metido en algún asunto judicial, he matado o robado?” le replicó ella sulfurada. Superada la discusión, los esposos abrieron el sobre: se trataba de una citación a ella de un juzgado civil. Angustiada, temerosa e incrédula concurrió al juzgado el día y la hora señalados. El magistrado costeño la tranquilizó: “No se preocupe, seño, que no ha sucedido nada malo para usted, sino, por el contrario, algo bueno: el señor XX la nombró heredera universal de sus bienes, consistentes en un extenso lote abandonado a un costado del edificio tal…” Epílogo: La tía Luz vive hace más de treinta años en los Estados Unidos: con el acopio de sus propios haberes y el producto de la venta del lote compró una lujosa casa en Miami. ¡Todo, por obsequiar a un menesteroso una taza de café! O mejor, a un supuesto menesteroso. orlandoclavijotorrado.blogspot.com 7 de abril de 2013.

sábado, 6 de abril de 2013

CRONIQUILLA LA CHIRACOCA Y EL DIABLO Orlando Clavijo Torrado En esta Semana Santa decidí cambiar el destino rutinario: Bochalema por Ocaña. Objetivo: cumplir con el deber religioso, descansar, y olvidarme ahora de Maduro y sus cretinadas y pedir para que el pueblo venezolano abra los ojos y el intelecto. La carretera de Cúcuta a La Donjuana, en regular estado, aunque transitable con ayuda de los voluntarios que por unas monedas avisan cuándo es el momento de seguir o detenerse. De Puente Unión a Bochalema la vía es excelente, flanqueada por un hermoso boscaje. En la posada a la que arribamos, el sanitario general no se llama wáter closet o simplemente wáter: no, allí se llama el “cielo”, de modo que quien se sienta en la taza lo hace en el “trono” como un rey. Entre trompetas desafinadas de la banda de guerra del colegio Andrés Bello transcurrieron todas las procesiones, muy lucidas por los pasos bien arreglados y la concurrencia masiva de feligreses. No hay tantos nazarenos como en Ocaña: apenas los suficientes para cargar los pasos; algunos de esos nazarenos, muy jóvenes, en guardia junto al Santo Sepulcro mascaban chicle moviendo sus mandíbulas fuertemente. El jefe de la cofradía se movía de aquí para allá en la organización de las procesiones por las calles siempre empinadas. Se trataba de un hombre menudo, de edad madura, manco, con una atroz cicatriz en la cabeza. Dos perros, al parecer padre e hijo, marcharon todo el tiempo detrás de un cargador del paso de San Pedro; seguramente el nazareno era su dueño. Ver a los niños cargando los pasos en miniatura fue un espectáculo enternecedor; ahí no entra la religiosidad sino el folklor y el show y para ellos vestirse de nazarenos, de obispos, cardenales y el papa Francisco es una recocha como para recordar más tarde. De los doce apóstoles, representados por adolescentes, se destacaba el Judas Iscariote, pero no por su aspecto fiero sino, por el contrario, por su inocencia y asombro. Era un Judas bueno. Pero me impresionaron sumamente las mujeres humildes del pueblo cargando la imagen preciosa y bien decorada de la Virgen María. ¡Qué verracas! Al ver mi cámara, posaron orgullosas. Volví a contemplar las llamadas carreritas de San Juan, aunque también corren María Magdalena y Pedro. Ella fue la primera que vio a Jesús Resucitado y quien de inmediato voló con el cuento a donde Pedro y Juan; éstos acudieron de prisa a comprobar el chisme a la capilla de la Virgen de la Cueva, en el parque del samán, en frente de la iglesia parroquial. Al colocarse frente al Resucitado, la mujer y los dos apóstoles le hacen una venia. Ahí se sosiegan todos y caminan con él en procesión hasta el templo principal. Como en Ocaña se aplaude cuando se encuentran, yo le pedí a los que estaban a mi alrededor que lo hicieran, y me acataron y el aplauso se extendió. Ni un solo borrachito se tambaleó por allí. Percibí que principalmente los turistas tenían en mente participar en los actos religiosos – como mis acompañantes y yo lo realizamos -, disfrutar de un clima suave y de la frescura de sus piscinas, caminar por el sendero paralelo a la quebrada Chiracoca que cuenta con unos parajes y unos remansos paradisíacos, y conocer la huella del diablo sobre una roca en aquel sendero y el monedero también del diablo – el “cajero electrónico” lo llaman los graciosos – , nombre que algún desocupado le puso a un pequeño agujero al que también le inventaron que tintinean en lo profundo las monedas que se echan. Además de ello, solo comer, dormir, jugar, integrarse en fogatas, reír, relajarse, cero televisión e internet, lo indispensable de teléfono celular, olvidar, descansar y recargar las pilas de paz interior y ánimo para proseguir la vida rutinaria. Porque esencialmente Bochalema, a 45 minutos de Cúcuta, ofrece todo ello, sin grandes pretensiones ni aspavientos. Y provoca volver. orlandoclavijotorrado.blogspot.com Cúcuta, 5 de abril de 2013.

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Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario

CERCA DE LAS ESTRELLAS

CERCA DE LAS ESTRELLAS
PORTADA

50 años del Diario La Opinión

50 años del Diario La Opinión
cena en el Club del Comercio - 15 de Junio de 2010 - Columnistas

Museo Antón García de Bonilla

Museo Antón García de Bonilla
Orlando Clavijo Torrado y Luís Eduardo Páez García junto a la foto del General Mateo Torrado, tío bisabuelo del primero, quien la donó. Don Justiniano J. Páez, abuelo del doctor Luis Eduardo, en su obra histórica al referirse a la guerra de los Mil Días, da fiel cuenta de las acciones del General Torrado en la contienda, en virtud a haber actuado como su secretario.

Museo Antón García de Bonilla

Museo Antón García de Bonilla
Hermanos Clavijo Torrado, Orlando, Nora, Edilia y Olga. Julio de 2010, Ocaña - Junto a la bandera con la imagen del Libertador Simón Bolívar bordada por señoras de Ocaña al conmemorarse el primer centenario de la independencia (1910).

EN EL AGUA DE LA VIRGEN

EN EL AGUA DE LA VIRGEN
Orlando Clavijo Torrado, sus hijos, nietos y primos.

CERCA DE LAS ESTRELLAS

CERCA DE LAS ESTRELLAS
CONTRAPORTADA

NI TAN CERCA DE LAS ESTRELLAS - Gustavo Gómez Ardila

NI TAN CERCA DE LAS ESTRELLAS - Gustavo Gómez Ardila
COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

MONOGRAFIA DE BUCARASICA - Olger García Velásquez

MONOGRAFIA DE BUCARASICA  - Olger García Velásquez
COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007

Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007
Con sus hijos, de izquierda a derecha Cesar Octavio, Jaime Mauricio, Silvia Andrea y Orlando Alexander Clavijo Cáceres

LANZAMIENTO LIBRO "CERCA DE LAS ESTRELLAS"

LANZAMIENTO LIBRO "CERCA DE LAS ESTRELLAS"
29 DE MAYO DE 2009. CÚCUTA.

En la Academia de Historia de Norte de Santander

En la Academia de Historia de Norte de Santander
Padre Edwin Avendaño, José Antonio Toloza (Q.E.P.D), Secretario de la Academia, y Orlando Clavijo Torrado