miércoles, 31 de julio de 2013

PARA EL SEMANARIO “LA PROVINCIA DE OCAÑA” JUANCHO SIN MIEDO Orlando Clavijo Torrado Además del temor a Dios, en la Tierra existen otros temores: a algunos los pone pávidos un temblor pero no otras cosas; se dice que las mujeres le temen a los ratones, aunque no se trata de temor sino de repugnancia; mucha gente le teme a las alturas y algunos son claustrofóbicos; que hay que temerle a los vivos y no a los muertos, aconsejan; en fin, pocos ejemplares humanos pueden jactarse de no abrigar ningún miedo. En Ábrego había uno de ellos. Se llamaba Juan Ortiz. Era hermano del temible Simeón, bravo entre los bravos, tirando más bien a bandido, a sanguinario. Pero Juan, sin ser amante de las peleas, superaba a su hermano pues nunca se conoció que diera un paso atrás ni siquiera por estrategia. Su consigna era morir en el sitio, como los árboles que no se rinden, como el “palo de Cuco” que está en un extremo del parque y que jamás pudo ser derribado porque Cuco Rizo, su protector que vivía al frente, dijo que primero lo mataban a él antes que al árbol. Pero esa es otra historia. Si en Alemania tuvieron a su “Juan sin miedo” según el cuento de los hermanos Grimm, en Ábrego hubo un “Juancho sin miedo” quien vivía pregonando que en el momento en que sufriera de miedo se pegaba un tiro. “Yo no nací el día de los temblores”, decía. “Cuando Dios estaba repartiendo el miedo, yo llegué tarde”, repetía. Gilberto Alzate Avendaño escribió que hay un miedo que dispara y un miedo que huye. Juan Ortiz disparaba sin miedo. “El miedo es libre y el culillo es gratis y lo están repartiendo a domicilio”, se burlaba aludiendo a los pusilánimes. Cuando se necesitaba que alguien viajara a algún lugar peligroso ahí estaba Juan Ortiz para cumplir la misión. No lo amedrentaba la corriente eléctrica en un cable pelado, el sol ardiente, el frío del cerro Jurisdicciones a más de tres mil metros de altura, las tormentas y los rayos tan frecuentes en Ábrego por los que han perecido muchas personas. - ¿De verdad, Juancho, vos no le tenés miedo a la muerte? – le preguntaban. - ¿Miedo a la muerte? ¡Qué va! ¡El miedo es pa los pendejos! – respondía arrogante. Por ello sería que comía cuanto se le antojaba sin pensar en enfermedades. La gente admiraba más de este Juancho entre tantos Juanchos de la comarca su arrojo para atravesar en invierno los ríos Oroke y Frío cuando hasta las bestias se resistían a hundirse en sus aguas torrentosas. El último día de su existencia Juan Ortiz viajó a la vereda Casitas montado en un hermoso alazán. Ese día el río Tarra había abundado como nunca. Los campesinos se resignaban a mirar desde la orilla la furia del caudal sin poder arribar a sus hogares. Juan llegó, se apeó del caballo, contempló el río crecido y caminó inquieto por la pedregosa playa de arriba abajo. Todos esperaban que se lanzara a vencer el torrente como era su costumbre cuando lo vieron que echó mano del revolver y se disparó en la sien. ¡Por primera vez Juan Ortiz había sentido miedo! orlandoclavijotorrado.blogspot.com 31 de julio de 2013

miércoles, 24 de julio de 2013

PARA EL SEMANARIO “LA PROVINCIA DE OCAÑA” EL VALIENTE Orlando Clavijo Torrado No sé de dónde será originaria esta leyenda; estoy cierto, sí, que la oí en uno de los pueblos de la provincia de Ocaña, contada por un vaquero con mucha gracia. Dice el relato que apareció en la montaña cercana a aquel pueblo un tigre que empezó a cazar cuanto animal se le atravesara; arremetía contra ganado, aves de corral, marranos y cabros, lo que significaba pérdidas para los campesinos que cuidaban con esmero para la venta estas especies. El depredador era, sin duda, un tigre; varios aserradores lo habían oído rugir; además, lo delataba la forma cruenta como destrozaba a sus víctimas, de las que dejaba pocos restos. La fiera se volvió una amenaza pública. ¿Aparecería de pronto en algún camino veredal y atacaría a un parroquiano, particularmente a un niño? Por estos temores se reunieron en la plaza un buen número de vecinos para acordar cómo se iba a enfrentar el grave peligro. Se propuso que fuera una comisión tras el tigre pero esta propuesta fracasó porque faltaron voluntarios. La mayoría convino en que un solo hombre asumiera la riesgosa misión. Sin embargo, ¿dónde estaba ese temerario? El señor alcalde, que presidía la concentración, pasó la mirada por sobre la muchedumbre inquiriendo quién se ofreciera. De súbito, un sujeto que se agazapaba atrás del corrillo levantó la mano y habló: - Yo soy capaz de matar ese tigre; tan solo necesito una escopeta y suficiente munición. - ¿Usted? - preguntó el alcalde asombrado. Si aquí tiene fama de ser el más cobarde de todos los hombres. - ¡Jajaja! – rieron los demás. ¿De dónde sacó pantalones? ¡Jajaja! El aludido no se amilanó e insistió en su pedido. El alcalde se dirigió a la concurrencia y le dijo: - Nada perdemos con probar; démosle el arma y veremos con qué resulta. El hombrecito, un cañengo, esa misma tarde fue a la alcaldía a reclamar la escopeta y su provisión. Al amanecer del día siguiente marchó a internarse en la espesura. Anduvo largas horas con suma precaución, escondiéndose detrás de cada árbol para no ser visto por el animal y buscando la forma de sorprenderlo y darlo de baja. Cuando ya había traspasado el centro de la montaña oyó el rugido del tigre. ¡Qué sustononón!¡De quién son patas para correr! Se echó la escopeta al hombro, con el cañón hacia atrás, y ¡corre que te alcanza el tigre! Había recorrido no se sabe cuántos kilómetros a velocidades de campeón olímpico cuando tropezó con la raíz de un enorme árbol, cayó y la escopeta se disparó. El tiro, ¡oh prodigio!, fue a dar justo en la frente de la bestia y la derribó. Nuestro héroe se levantó y siguió corriendo un buen trecho sin mirar atrás pero al advertir que la hojarasca no crujía detrás de él, se detuvo, tomó aire y divisó. El cuerpo que yacía a la distancia no podía ser sino el del tigre. Entonces se regresó y comprobó que su enemigo estaba bien muerto La gente se agolpó en la entrada principal del pueblo por donde el hombrecito venía arrastrando por la cola a la corpulenta fiera. ¡Hurra!, gritaban. ¡Viva el valiente! Todos lo felicitaban y estrechaban. El alcalde anunció una recompensa. Por poco le adornan la cabeza con corona de laurel como a los antiguos gladiadores. ¡Nunca se había visto un entusiasmo tan grande! El ídolo del momento recibía tantos vítores y elogios a su osadía con una sonrisa de oreja a oreja. ¡Qué inmensa felicidad la suya! Pero – siempre hay un pero en toda historia – alguien que lo estaba abrazando percibió un olor no propiamente de flores, de montaña o de campo sino de desecho humano. Y como se trataba de una de esas personas sin tino ni modales le fue espetando la pregunta: - ¡Oiga, hermano, usted huele a mierda. ¿Se cagó? - Sí - le replicó el campeón. - No entiendo - dijo el otro. ¿Un valiente, un verraco, un hombre guapo que se caga en los calzones? La respuesta que le dio el hombrecito ha quedado en la memoria sempiterna del pueblo: - ¿Acaso usted no sabe que los hombres también se cagan de la arrechera? orlandoclavijotorrado.blogspot.com 23de julio de 2013.

jueves, 18 de julio de 2013

PARA EL SEMANARIO “LA PROVINCIA DE OCAÑA” ¿CAMPESINOS? Orlando Clavijo Torrado Ya quedó en un lejano pasado – aunque para algunos de nosotros no han pasado tantos años – la escena de aquel labriego que en la tarde regresaba del surco o del cafetal, se sentaba en el corredor de la casa, recibía una taza de café de su mujer, tomaba el tiple y entonaba canciones nostálgicas antes de consumir la última merienda del día, recogerse con toda su familia, rezar el rosario y entregarse al descanso en el sencillo lecho. El padre Rafael García Herreros en su libro de cuentos describe con maestría tan hermoso cuadro bucólico en el relato “Agua, para bañarnos las manos”. Se nos reprochará que tales son sueños románticos pues hoy es una verdad de Perogrullo que el mundo en pocas décadas ha evolucionado, y mucho. Que las costumbres, las ideas, las modas, el trato personal, las religiones, nada ha escapado al cambio, ni el clima siquiera. Nadie se hubiera figurado en semejantes tiempos a un campesino en la noche fabricándose un antifaz, planeando qué carretera iba a bloquear, preparando bombas molotov, metiendo en la mochila granadas de mano, y afilando el machete para atacar al otro día a los escuadrones antimotines. En aquellas épocas el campesino respetaba a las altas autoridades, escuchaba y acataba a los curas y la sola invocación divina era suficiente para que se quitara el sombrero y se sosegara. Hoy los que posan de campesinos miran a un vicepresidente de la República con desprecio e insolencia, expulsan a un general de la Policía Nacional de la llamada mesa de diálogo - ¡diálogo entre unas autoridades legítimas y unos supuestos campesinos beligerantes! -, rechazan a cuanto ministro de Estado les envía el presidente, ignoran al obispo de Tibú, y destituyen de hecho al gobernador del departamento y a los once alcaldes pues en absoluto son obedecidos en la vasta región llamada Catatumbo sembrada de coca, en donde los negociantes de ésta son los mandamases por la fuerza de las armas. Y lo grave de todo es que el presidente Santos “se las dejó pulsear” - para traer la expresión que se usa en el campo significando que a un varón nadie le puede tocar los testículos así como así o de lo contrario pierde su hombría -. Recuerdo en las dos ocasiones en que desempeñé secretarias en la gobernación del departamento las visitas de auténticos campesinos al gobernador, principalmente, con aquella nobleza y humildad que casi les impedía hablar, exponiendo las peticiones para que les arreglaran un camino o un puente artesanal, les levantaran una escuela o les pusieran el acueducto veredal. ¡Ni imaginar que llegara alguno educado en Rusia diciéndose campesino, con dominio de varias lenguas, y postulando pliegos de soluciones en términos que no cualquiera entiende a no ser que sea sociólogo o politólogo de una sofisticada escuela! ¡Aquellos eran de verdad campesinos, con su orgullo de serlo, sin complejos ni resignación, con su dejo propio, con sus palabras rudas y sus frases incoherentes por la timidez pero francas y directas! Por fortuna, ya se tienen noticias originarias de la zona agitada por la guerrilla de las Farc, de que la mayoría de campesinos auténticos se la están jugando por ser libres y no dejarse intimidar para asistir a los bloqueos de carreteras, incendiar domicilios particulares, oficinas publicas y carros como ocurrió en Tibú, secuestrar a toda una región, o atacar a la fuerza pública y perpetrar desmanes y atemorizar a la población como sucedió en Ocaña y aún continúa en Tibú. ¿Para reclamar por sus derechos y necesidades nuestros campesinos verdaderos obran así? ¡Nunca! Finalmente, digamos que este será otro triste capítulo de violencia de la historia de Norte de Santander iniciado el 10 de junio de 2013 por falsos campesinos. orlandoclavijotorrado.blogspot.com 17 de julio de 2013.
CRONIQUILLA EL CATATUMBO, ¿SIN DIOS Y SIN LEY? Orlando Clavijo Torrado Cuanto está ocurriendo en Tibú y seis municipios de la provincia de Ocaña no se produjo por generación espontánea. Hace algunos años escribí sobre el episodio que vivió el dirigente conservador Argelino Durán Quintero cuando uno de sus líderes en un corregimiento de la provincia lo recibió con traición, después de ser quien le organizaba a la gente, pegaba los afiches, quemaba los voladores, daba el discurso de bienvenida, y se encargaba del sancocho post-manifestación. El doctor Argelino no podía creer que su vocero incondicional, presidente de la Congregación de Nazarenos, le estuviera echando abajos a los oligarcas y al imperialismo y demás consignas archisabidas de la izquierda. Se asomó desde el balcón de la casa cural para comprobar si quien lanzaba aquellos gritos era el mismo que suponía, y sí señor, allí estaba Carmito, furibundo, portando una pancarta con la hoz y el martillo, a la cabeza de un pequeño grupo. Carmito y sus secuaces tuvieron consideración con el político: le permitieron abandonar el lugar sin hacerle daño. Después el exministro sería secuestrado por el Epl y moriría enfermo, en la misma zona. Hubo revuelo en la gobernación del departamento y una mediana preocupación en las directivas del Conservatismo; se aconsejó que le pusieran el ojo al Catatumbo, más diligencia a las vías de comunicación, las escuelas y la salud, pues la región estaba a punto de caer en manos del comunismo, pero la alharaca no pasó de allí y la desatención advertida desde aquellos años 70 del siglo pasado continuó. Hoy estamos viendo los resultados. Seguramente los cabecillas de las violentas revueltas en Tibú, Ocaña y los otros cinco municipios involucrados son hijos y nietos de aquellos primeros protestantes. Muchas conclusiones se pueden sacar de la revolución que se apoderó del Catatumbo. Veamos nada más cuatro. La primera a ojos vistas enseña que desde que el equipo de Juan Manuel Santos se sentó a reacomodar las instituciones y las leyes con las Farc en la Habana, la convulsión se extendió por los cuatro puntos cardinales. Los vientos de paro vienen de la isla. En segundo lugar, de hecho, en los seis municipios alzados las autoridades han sido destituidas. No se diga que allí mandan el gobernador y los alcaldes. En tercer lugar, el desprestigio del gobierno nacional ha sido tal que los supuestos campesinos despiden con cajas destempladas al propio vicepresidente de la República, sin respeto a su precario estado de salud y a ser antiguo camarada, a un general de la Policía Nacional y a cuanto ministro y alto delegado les envía el presidente, les importa un bledo el obispo de Tibú y desafían a la fuerza pública. ¿Se trata de un territorio sin Dios y sin ley? ¿Quién gobierna allí desde el 11 de junio de 2013 y quién gobernará en adelante? La cuarta conclusión es que el señor Juan Manuel Santos, como sostienen muchos correos electrónicos, quiere gobernar con las Farc. Si es así no tiene razón el internauta que comentó con mucha gracia que si Benedicto XVI renunció por falta de fuerzas, ¿Santos por qué no renuncia por falta de güevas? orlandoclavijotorrado.blogspot.com Cúcuta, 18 de julio de 2013

miércoles, 10 de julio de 2013

PARA EL SEMANARIO LA PROVINCIA DE OCAÑA CONFUSIONES Orlando Clavijo Torrado Parece nuevo pero no lo es eso de tomar por mujer a un hombre o viceversa debido a su indumentaria, su cabello, su calzado, sus aretes y adornos. El tema viene a propósito ahora que la homosexualidad se puso de moda, hasta en el Vaticano según lo reconoció el papa Francisco. No solo está de moda sino firmemente implantada por leyes y sentencias judiciales, por gobiernos y entes a granel que la respaldan. Dentro de poco los raros vamos a ser los heterosexuales, una verdadera minoría oprimida. Mencionaré dos ejemplos de confusión ocurridos en Cúcuta. En el primer caso, ya hace unos treinta años, el protagonista fue un amigo, a quien le pasó cuanto le pasó por estar de ocioso y buscando lo que no sirve, como le cantaleteó la abuela. Diego, en aquella época, tenía unos veinte años. Esa noche se fue a jugar a billar y a beber cerveza; allí se olvidó del tiempo, de modo que cuando terminó el último chico era la una de la mañana y cargaba una mediana borrachera. Vivía en el barrio El Llano. Al cruzar por el parque Mercedes Ábrego alcanzó a divisar una figura femenina de contorno hermoso y tentador. A Diego se le brotaron los ojos y se le abrió el apetito sexual. La ramera lo llamaba a señas y él se le aproximó y le preguntó por el precio de la acostada; ella le respondió, sin chistar una palabra e indicando con los dedos, que eran veinte mil pesos. El joven le manifestó que estaba bien, y marcharon los dos a una residencia por ratos. Llegados al cuarto, Diego se desnudó completamente y se recostó a contemplar a su conquista que le hacía striptease. Aquella escultura preciosa, con una flor en el pelo, de negras pestañas, maquillaje exquisito, pero escaso busto, se movía como una serpiente. Diego se hallaba boquiabierto, paralizado, embobado. De pronto llegó el momento en que la danzarina debía quitarse la ropa interior, momento que más esperaba su cliente. Con gracia y provocación empezó a retirarse la pantaleta de encaje. Cuando lo que guardaba allí quedó libre y se disparó como un resorte, Diego también saltó como un resorte de la cama, recogió sus prendas, bajó como pudo las escaleras de aquel antro y corrió espantado a su casa, mientras el mariposo entaconado lo perseguía gritándole: “vení mi amor, esperáme, terminemos, o al menos pagáme”. Para colmo de sus males, Diego vivía con sus abuelos, y éstos, ambos sordos, no oían los golpes en la puerta ni el clamor del nieto empeloto a punto de ser acometido por el pervertido. El otro caso sucedió hace poco. La matrona que me refirió el episodio recuerda que ella se encontraba en el balcón de su casa cuando vio acercarse al parquecito cercano, que posee dos enormes árboles, a una pareja joven, entrelazados y acariciándose. Lucían buenos trajes, pero por supuesto le llamó la atención el bluyín fino y la blusa espectacular de ella. Al llegar a un árbol, el chico le dijo a su pareja: “¿Quiere mear aquí?”. “¡Qué tipo tan irrespetuoso, qué vocabulario!”, pensó la dama del balcón. “Bueno, ¿y cómo podrá orinar esa muchacha si lleva ese bluyín tan apretado?” “¿Será tan descarada que se va a poner en cuclillas ahí?” Pues, señores, la señora estaba equivocada: el hombre se cuadró frente al árbol, y cual perro, pero sin alzar la pata, roció el tronco, y ¡oh, sorpresa!, su pareja, mandó su mano a la bragueta e hizo lo mismo que el otro. Hasta ese momento la escandalizada vecina descubrió que se trataba de un par de homosexuales. “¡Qué asco!”, exclamó para sí. “ Y si ambos son maricas, ¿para qué uno se viste de mujer?” “Cualquiera – me dijo – podría jurar que a la persona vestida de varón la acompañaba una hembra; engañaba el cuerpo esbelto, el rostro femenino, el caminar y los ademanes suaves”. Cuando comentábamos estos sucesos, un caballero anotó con humor: “Esas son mujeres con antena a tierra o con enchufe”. orlandoclavijotorrado.blogspot.com 9 de agosto de 2013

viernes, 5 de julio de 2013

EL HIGADO

PARA EL SEMANARIO “LA PROVINCIA DE OCAÑA” EL HÍGADO Orlando Clavijo Torrado La discusión de los dos labriegos había entrado en calor, ya el tono de la voz tomaba acento de grito, y las palabras fuertes, particularmente aquellas en que la madre sale a relucir, reemplazaban a los reclamos: “¡no sea tan h.p!”, “¡más h.p. será usted!”, “¡repítame eso!”, “¡que más h. p. será usted y píntela como quiera!” Entonces uno de ellos escupía en el suelo y retaba al otro: “si es tan arrecho píseme esta saliva”; el retado sabía que le estaban calibrando la hombría de manera que sin vacilar pisaba la saliva, señal para que el rival le lanzara la primera puñalada y éste le respondiera con una cuchilla igual o más grande pero no menor de 15 pulgadas. En una pelea así por lo general uno de los dos moría y el otro huía, si es que las heridas no lo dejaban tendido a la orilla del camino. Que existiera la costumbre de pisarle la saliva al otro como forma de aceptar un desafío la oí mencionar hace muchos años. No sé si hoy se conserve, mas sospecho que la modernidad la haya borrado y los campesinos de hoy ni la recuerden. Sin embargo, esos duelos no se sucedían solamente en los alrededores, cuando los labradores llenos de aguardiente retornaban a sus hogares, sino también en las calles del pueblo, por la tarde, ya que en la mañana habían asistido a la misa de nueve, habían vendido los frutos de la huerta y con el dinero recibido habían comprado el mercado de la semana. A continuación se sentaban en una cantina, ponían la mochila del mercado a un lado, pedían la música de su preferencia – rancheras y merengues y rumbas paisas -, y a las veinte cervezas era obligatorio formarle la furrusca al contertulio, arma blanca en mano. El combate no podía ser sino a muerte, implacable, o como decían ellos, “hasta sacarse la mierda de las tripas”. Un amigo presenció en su pueblo una riña de esas características, en medio de un cuadro tragicómico. El estaba de corta edad. En el momento en que comenzó la trifulca la madre lo había enviado a la plaza a comprar una víscera de res. Cruzó por el escenario trágico cuando un sujeto le asestaba cuchilladas a otro que yacía en el suelo y una mujer lo remataba a palo; los agresores eran madre e hijo. La gente no resistió contemplar la imagen tan terrible de aquel pobre hombre masacrado, con los intestinos afuera, y se retiró aterrorizada. Todos comentaban la sevicia con que lo habían atacado. Nuestro amigo regresaba ya de cumplir el recado y volvió a pasar por el lugar del crimen; como todo niño inquieto llevaba la compra mal envuelta en una hoja de bijao de modo que la mitad se salía. El horror de los parroquianos creció cuando vieron lo que llevaba el chico en sus manos: ¡un hígado! ¡No puede ser!, exclamaron. ¡Le sacaron hasta el hígado! ¡Claro, comentó alguien, ¿si le sacaron la menudencia por qué no le iban a sacar el hígado? - Oiga, niño, ¿usted fue capaz de recoger el hígado del muerto?, le dijeron. - ¡Cuál hígado del muerto y si esto es lo que compré en la pesa para el desayuno de mañana!, respondió el jovencito. Los paisanos respiraron tranquilos, algunos celebraron a carcajadas la confusión y el mandadero llegó a su casa a referir a su madre entre risas y miedo cuanto le había acontecido. orlandoclavijotorrado.blogspot.com 3 de julio de 2013.

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Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario

CERCA DE LAS ESTRELLAS

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50 años del Diario La Opinión

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cena en el Club del Comercio - 15 de Junio de 2010 - Columnistas

Museo Antón García de Bonilla

Museo Antón García de Bonilla
Orlando Clavijo Torrado y Luís Eduardo Páez García junto a la foto del General Mateo Torrado, tío bisabuelo del primero, quien la donó. Don Justiniano J. Páez, abuelo del doctor Luis Eduardo, en su obra histórica al referirse a la guerra de los Mil Días, da fiel cuenta de las acciones del General Torrado en la contienda, en virtud a haber actuado como su secretario.

Museo Antón García de Bonilla

Museo Antón García de Bonilla
Hermanos Clavijo Torrado, Orlando, Nora, Edilia y Olga. Julio de 2010, Ocaña - Junto a la bandera con la imagen del Libertador Simón Bolívar bordada por señoras de Ocaña al conmemorarse el primer centenario de la independencia (1910).

EN EL AGUA DE LA VIRGEN

EN EL AGUA DE LA VIRGEN
Orlando Clavijo Torrado, sus hijos, nietos y primos.

CERCA DE LAS ESTRELLAS

CERCA DE LAS ESTRELLAS
CONTRAPORTADA

NI TAN CERCA DE LAS ESTRELLAS - Gustavo Gómez Ardila

NI TAN CERCA DE LAS ESTRELLAS - Gustavo Gómez Ardila
COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

MONOGRAFIA DE BUCARASICA - Olger García Velásquez

MONOGRAFIA DE BUCARASICA  - Olger García Velásquez
COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007

Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007
Con sus hijos, de izquierda a derecha Cesar Octavio, Jaime Mauricio, Silvia Andrea y Orlando Alexander Clavijo Cáceres

LANZAMIENTO LIBRO "CERCA DE LAS ESTRELLAS"

LANZAMIENTO LIBRO "CERCA DE LAS ESTRELLAS"
29 DE MAYO DE 2009. CÚCUTA.

En la Academia de Historia de Norte de Santander

En la Academia de Historia de Norte de Santander
Padre Edwin Avendaño, José Antonio Toloza (Q.E.P.D), Secretario de la Academia, y Orlando Clavijo Torrado