martes, 30 de agosto de 2016
COLORÍN COLORADO
CRONIQUILLA
COLORÍN COLORADO
Orlando Clavijo Torrado
Mi nieta Valeria Clavijo Vásquez cursa el grado de transición en el colegio Calasanz, sede barrio Blanco, de la ciudad. Tal circunstancia me dio la entrada para participar en la reciente semana calasancia mediante una invitación a que contara cuentos en la actividad llamada “Abuelo, cuéntame un cuento”.
La experiencia para resaltar es la receptividad que tienen estos niños de edades entre los cinco y los seis años. Simplemente, asombrosa. Y, por supuesto, su viveza e inteligencia.
Les referí seis cuentos e historias: “La mariposa”, que compuse para el evento, “El hijo del diablo”, adaptado de un cuento del padre Rafael García Herreros, “Los niños, inventores de palabras”, sobre una noticia reciente, “El primero que anunció el nacimiento del Niño Jesús”, de mi cosecha, “La taza de café”, de una historia cierta, y “La niña perezosa que se perdió el eclipse”, también de mi autoría.
Luego de las narraciones les hice una evaluación, y creo que fue el mejor momento de la sesión porque afloraron esa candidez y esa transparencia infantil encantadoras, y las ocurrencias que tanto hacen gozar. La mayoría mostró su preferencia por el cuento “El hijo del diablo”. Cada uno expuso el episodio que le había impactado: una chiquilla dijo que el niño-demonio sacaba de pretexto para no asistir a la misa un dolor de barriga, mientras que otra destacó que el mismo personaje evitaba bañarse en la piscina para que no le vieran el rabo escondido; otro alumno se grabó la pelea del diablito con un compañero, y de esta pelea, la hinchazón en la mano porque el puñetazo que derribó al satancito se lo dio en los puros cachos disimulados en el cabello. Otro estudiante describió cómo el hijo del diablo se derritió en la mitad del patio de recreo cuando lo rociaron con agua bendita. De dicho cuento concluyeron - según me comentó después una profesora - que el diablo se disfraza de personas para inducirnos a hacer cosas malas. De “La mariposa” sacaron como lección que uno puede lograr lo que se propone.
La historia del niño Matteo, en Italia, inventor de la palabra “petaloso” para referirse a una flor, que está siendo analizada para su adopción por la Academia de la Lengua Italiana, tuvo su fruto inmediato: Valeria ya creó la suya: “tomatudo”, que sin duda significa algo lleno de tomate. Veremos qué dice la Academia de la Lengua Española.
¡Ah! Pero esto es lo mejor: todos recordaron, al día siguiente, que el abuelo de Valeria anunció la publicación, muy pronto, de un libro de cuentos con muchos dibujos.
orlandoclavijotorrado@yahoo.es
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30 de agosto de 2016
lunes, 22 de agosto de 2016
LA FÁBRICA
CRONIQUILLA
LA FÁBRICA
Orlando Clavijo Torrado
He estado recogiendo datos para hacer una biografía de mi progenitor que en el 2012 cumplió cien años de nacimiento. En la búsqueda de sus actividades encontré que …
Mi padre manejó en el pueblo la fábrica durante varios mandatos parroquiales, desde el del presbítero Eliécer Villamizar Rondón hasta el del pariente Jesús Emel Arévalo Torrado. Todo el mundo mentaba a mi papá como el de la fábrica, y en aquella época, a pesar de mi corta edad que medio entendía lo que era fabricar, yo no veía que él fabricara algo. Quien dirige una fábrica se llama gerente, y ese no era el nombre que recibía mi papá.
Cuando iban a inhumar a alguien, el sepulturero decía que necesitaba una pala y un barretón, y que había que pedirlo a la fábrica, en donde don Leoncio Clavijo.
Pues como siempre me intrigó la bendita palabra, por ello me puse en la tarea de averiguar el especial significado de “fábrica” con que los parroquianos, los campesinos, particularmente, se referían a mi papá. Encontré en Internet un viejo diccionario de Derecho Canónico, concretamente el traducido del francés y compuesto para España por el ilustrado sacerdote don Isidro de la Pastora y Nieto, editado en Madrid en 1848. Se trata de una obra monumental, semejante al Diccionario de Construcción y Régimen de la Lengua Castellana de Rufino José Cuervo.
A la palabra “fábrica” le dedica ocho páginas de doble columna. Comienza así: “En general es la renta o temporal afecto para la conservación de una iglesia parroquial, tanto para las reparaciones como para la celebración del servicio divino…La expresión de “fábrica de las iglesias”, tomada en el sentido literal, significaba antiguamente la construcción de las iglesia; también se dice en España e Italia fabricar una iglesia, una casa, etc…….Por último, la palabra “fábrica” servía y sirve todavía para designar el cuerpo o reunión de las personas encargadas de los bienes de la iglesia”.
En definitiva, todo cuanto se refería a los bienes de la iglesia se llamaba fábrica. De ahí provino el cargo de mayordomo de fábrica. El mayordomo administraba el dinero perteneciente a la parroquia y se encargaba de surtir y mantener la indumentaria de los párrocos, los objetos utilizados en el culto y en general, del buen estado del templo. Las funciones de los mayordomos de fábrica consistían en recaudar y administrar las rentas pertenecientes a la fábrica de la respectiva parroquia, etc. Sin embargo, lo único confiado a mi padre por el señor cura párroco eran una pala, un barretón, y de pronto una pica – zapapico, espiocha, picota o pico de punta y paleta, una variante de la herramienta llamada pico, dice el DRAE-. Eso, nada más, de modo que él nunca ejerció propiamente como mayordomo de fábrica, ni mayordomo de algo.
Con la expedición del nuevo Código de Derecho Canónico en 1983 desaparecieron el mayordomo de fábrica y la fábrica misma. Dos conceptos de que nadie hoy en día tiene la menor idea.
Quedó así despejada la inquietud que me desvelaba.
orlandoclavijotorrado@yahoo.es
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22 de agosto de 2016
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Datos personales
- Orlando Clavijo Torrado -
- Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
- Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario