viernes, 25 de noviembre de 2011

EL SUTE

PARA “IMÁGENES” DE LA OPINIÓN

EL SUTE, PARTE DE LA HISTORIA DE CÁCHIRA
Por Orlando Clavijo Torrado
Aquella estatuilla elaborada en cerámica, de 28 centímetros de alto, me llamó la atención. Representa a un hombrecillo deforme, con los ojos saltones y la roja lengua expuesta; su cabello cano, semicubierto por un sombrero raído; viste una ruana repleta de remiendos y un pantalón corto de igual surtido; los sufrimientos y el dolor han tallado su feo rostro. Los pies miran a lados opuestos, uno hacia afuera y otro hacia adentro. Está en actitud de marcha apoyado en un tosco bastón de tallo seco (él mismo pulía, sin otras herramientas que sus manos y uñas, una rama para fabricarlo). Su figura evoca al Jorobado de Notre Dame, magistralmente caracterizado en la película.
La “cerámica” se encuentra entre los adornos de la sala que mis anfitriones - mi cuñado Hernando Rincón Reyes y mi hermana Edilia – Yiya – escogieron para su casa en Bucaramanga. Mi cuñado es oriundo de Cáchira y de allí viene la predilección por el personaje. Con su información y los datos que me suministraron otros cachirenses como Juan Mendoza Flórez y Héctor Morinelly Flórez reconstruí la trayectoria vital del protagonista.
Dicen que pueblo que se respete tiene su bobo. ¿Habrá en Colombia un monumento al bobo del pueblo? Antes que todo, entendamos qué es el bobo del pueblo. Es aquel individuo, hombre o mujer, humilde, servicial, en ocasiones demente, otras extravagante, las más de las veces sordomudo, cojo, bizco, en fin, minusválido, pero siempre querido, terror de los niños y al tiempo su deporte y ocasión de gozadera cuando lo hacen rabiar y lo provocan para que los corretee y les lance piedras y garrotazos fallidamente. En otros tiempos, por bobo del pueblo se conocía a todo cristiano raro por su traza, por sus dichos, forma de vivir y, comúnmente, objeto de risas y bromas. Hoy, la figura como tal desapareció. Podía haber uno o más bobos; en las poblaciones pequeñas bastaba con un solo bobo, mientras que había unos cuantos en las ciudades, sin que signifique que éstas estuvieran llenas de bobos. (Aclaremos que en todas partes abundan los bobos electores de los vivos que al final los defraudan). En Cúcuta fueron famosos Carlos Julio, la loca María, Elisa, Siete Machos y Carevieja. En Pamplona, el bobo del carbón con su jauría detrás. En Ocaña, Colinos, El Armadillo, Carlota la media rota, Alejo Castro, Juan Panochas, Jupajupa, Paba el chivo, Peyo, La Pispicia, El Cagao y la pareja de esposos Rufina y David. En Ábrego, Marcos Páez, Alejandro Mogollón (que vivió 100 años), Joaquín Manzano, Atanasio, Vita la surrucuca, El Zorro y Felipe Jiménez, el de los famosos bandos leídos en cualquier trozo de papel y nacidos de su revuelta imaginación, como este: “bando tercero jural, bien pa ustedes señores, las mujeres que se bañen bien la paloma..”
En el mismo Cáchira, con Sute hacían el conjunto de bobos Tatareto, Planchita y Pedro Pipas, quien inmortalizó la frase “siento la cabeza como una camorrera de pollos”. Estos personajes pintorescos se nombran en una canción cachirense.
De algunos de esos rasgos participaba nuestro héroe. ¿Su nombre? No, su sobrenombre, puesto que pocos sabían el primero: todo el mundo lo conocía como el Sute.
¿Qué es un sute en nuestro lenguaje nortesantandereano? El hermano Rodulfo Eloy (Ramiro Pinzón Martínez) en su obra La ensaladilla en el folclor nortesantandereano define así a los sutes: ”Además del sentido oficial de enclenques, señalado por el Diccionario, es un nombre genérico de los niños pequeños, sean enclenques o no; un sute es equivalente a un pelado (pelao) en otras partes”. Vale también por persona subdesarrollada físicamente, desvalida y, por su propia apariencia, insignificante socialmente y hasta despreciada. Llamar a otro “pobre sute” constituye una ofensa grave pues da igual que llamarlo un don nadie.
Empero, respondamos la pregunta ¿algún pueblo en Colombia le ha hecho un monumento a su bobo? Yo no tengo datos al respecto, por lo que sostengo – salvo prueba en contrario – que Cáchira, en nuestro departamento Norte de Santander, es el único pueblo que ha homenajeado a su personaje típico. El Sute, como el páramo de Guerrero, las cascadas y lagunas, encarna el sentido de pertenencia de los cachirenses. Tan cierto que su funeral fue apoteósico; no se quedó un alma en casa por acompañar a su bobito muerto.
En Cáchira sólo dos eminentes servidores habían merecido la consagración del bronce: el padre Luis Eduardo Montagut Torrado, a quien se levantó una estatua en el atrio de la iglesia, y el dirigente político Miguel Durán Durán, cuya memoria perpetúa un pequeño busto frente al hospital que lleva su nombre. Al poco tiempo del deceso del Sute la ciudadanía clamó por honrarlo de la misma forma que aquellos doctos e influyentes varones. Todos contribuyeron para la elaboración de una estatua, la que fue colocada en un principio al final del mismo atrio pero un alcalde decidió que ese no era el sitio adecuado y la trasladó a la entrada del pueblo en donde hoy se encuentra, a manera de bienvenida. Réplicas de la estatua se venden en tiendas de artesanías de Bucaramanga y Cáchira en materiales tan disímiles como porcelana, madera y cerámica. El Sute también ha inspirado almanaques y fotografías de souvenirs.
Hermenegildo – o Hermeregildo, como pronuncia el pueblo – o Merejo- Acevedo nació el 14 de abril de 1899, de la unión de Valentina Acevedo y caballero desconocido, atribuyéndose la paternidad a Leopoldo Reyes, de quien es seguro que le sirvió de padrino con su esposa Crisanta Mora. Se nombran como abuelos maternos a Marcos N. y Genara Celis. Fueron sus hermanos Socorro, José del Carmen, Leopoldo, con similares deficiencias que el Sute, y Silvino, mayordomo de don Daniel Mora Reyes, de los mayores finqueros de Cáchira.
El Sute sí nació como el Niño Jesús, en unas pobres y humildes pajas. La choza estaba ubicada en el sitio El Saladito, perteneciente a la finca Santa Rosa, en donde luego se fundó el barrio San Miguel Arcángel. Es tradición que al ver lo que había parido, una criatura con las piernas sueltas y trastocadas y sin paladar, la madre sufrió un shock, del que la sacó la partera quemando plumas de gallina y dándole a inhalar el humo. En contadas oportunidades no pronunciaba sino las palabras “joda”, “salan”, “aguja” y “me voy pal Guayabo”; emitía sonidos como ga, gu, go, bufaba y a veces parecía que cantaba. No llegaba a los 1.60 metros de estatura.
La infancia del Sute transcurrió en la finca Las Lagunas, en la vereda Ramírez, hoy propiedad de Héctor Ramírez. Esta vereda Ramírez es de gran renombre por estar allí el latifundio La Hacienda, cuyo epicentro es una casona del siglo XIX, de paredes pisadas de un metro de espesor, con amplias habitaciones, corredores y sótanos como mazmorras. La legendaria Hacienda constituye la propiedad más extensa en el contorno como que abarca los municipios de Cáchira, Villacaro y Arboledas; su dominio comprende también las fincas Los Pozos y Sardinata, propiedad del doctor Germán García Durán, ex embajador en el África, y de doña Aura, residente en Bogotá, hija natural del doctor Miguel Durán Durán, casada con don Miguel Vásquez, ya fallecido, enlace del que nacieron tres hijas; propiedad, igualmente, de los Durán Durán, de los Barco Vargas, de la familia Cuadros, del insigne poeta Jorge Gaitán Durán, trágicamente desaparecido, y de su hermano Eduardo, hoy residente en los Estados Unidos, quien fue ministro de Agricultura (en una visita que hice a La Hacienda durante unas vacaciones universitarias encontré en un sótano un pergamino que la alcaldía de Pereira le concedía como reconocimiento por sus servicios a la ciudad. ¡Oh paradoja! ¡Con cuánto cariño y entusiasmo le otorgarían tal distinción - ¿o sería pura zalamería ? - , y véanla a donde fue a parar, a una caja de cartón rota y sucia!). A La Hacienda solían llevar en los asuetos escolares al futuro presidente de la República Virgilio Barco Vargas, siendo un niño, como un pequeño rey, impecablemente vestido, sin permitirle que se metiera al potrero a mirar el ganado ni oler la boñiga.
Volvamos a la vida del Sute. Sólo a los 17 años vino a conocer Cáchira; allí se amañó y nunca más regresó al campo. Entonces, se convirtió en el parroquiano más popular. Los muchachos le hacían señas con los puños de algo rodando, por imitar el movimiento de sus pies, lo que lo enfurecía. Dormía en las bancas de la iglesia, o en donde la noche lo sorprendiera, pero su casa preferida era la de Campo Elías Sepúlveda. Cuando por los achaques de la vejez quedó imposibilitado para errar por las calles, la alcaldía municipal le proporcionó un albergue en el mismo sitio ocupado después por Telecom. Su equipaje consistía en un atado de escobas confeccionadas con ramas de ayuelo – una planta de tierra fría - , ropa que destrozaba y cobijas a las que la mugre volvía pardas. Abastecía al pueblo de escobas y si nadie salía a recibirlas se daba mañas para entrarlas por los solares o por algún lado. Pantalón que le regalaban era pantalón recortado por él, remendado con aguja de coser costales de fique y adornado con cabuyas. Nunca se despojaba de su ruana, también llena de remiendos, como se dijo. Vivía de la caridad pública; las monedas que le regalaban las llevaba a su hermano Silvino. Pero les colaboraba a las señoras en labores domésticas como barrer, moler el maíz para las arepas y tostar el café.
Nadie como el Sute para arrimarle fuego a los voladores: ahí estaba en todos los festejos y nunca sufrió un percance con la pólvora. Mujer con minifalda recibía su regaño; algunas pícaras muchachas cruzaban las piernas delante de él para verlo bufar de la rabia, aunque sí gustaba de tocarles las pantorrillas y echarse a reír. Tomaba el baño en el río Cáchira y en el caño de Chorreritas y se rasuraba la barba con candela de cigarrillo. Recogía cuanto papel había en el suelo y lo quemaba. Su lugar preferido en el templo era el confesionario. Consciente de lo que hacía, se reía a gusto cuando comenzaba a soltar sonoros pedos (o peos, como dice en nuestro medio desde el analfabeta hasta el más culto) en plena celebración de la misa. En veces se sentaba en la última banca, con el mismo propósito, por lo cual la gente lo dejaba solo. En una ocasión en que no se pudo elegir reina de las fiestas, los chistosos del lugar, entre ellos Antonio Acevedo (Curtes) y Víctor Gama, emborracharon al tontico, lo vistieron de rey y colorines, por carroza le fabricaron una zorra o carreta pues él le tenía pavor a los carros, y así lo pasearon por el pueblo.
El Sute contó con todas las contemplaciones para el final de su existencia. En la casa de propiedad municipal asignada por el alcalde Optimio Velandia recibía los cuidados de una enfermera dispuesta permanentemente. Murió de un infarto cardíaco a los 85 años el 9 de julio de 1984. Desde aquel día empezó su gloria, cultivada como al más querido y recordado de los cachirenses.
PARA LA REVISTA “IMÁGENES” DE LA OPINIÓN
Personajes típicos de nuestros pueblos.
¿PACHA ENLOQUECIÓ DE AMOR?
Orlando Clavijo Torrado

Bucarasica, pese a estar situado a sólo 95 kms.de Cúcuta y 109 de Ocaña, es el municipio más olvidado del departamento Norte de Santander. Desde su nacimiento, el 24 de abril de 1893 como pueblo propiamente dicho, perteneció hasta 1980 a la provincia de Ocaña, mas hoy allí no quieren saber de él, ni lo nombran, ni lo conocen. En Cúcuta corre igual suerte. Un alcalde, don Adán Garavito, intentó entrevistarse cuatro veces con el gobernador de turno, y desesperado acudió al diario La Opinión para quejarse. Allí le hicieron una entrevista, la que titularon, en términos semejantes:” Le cierran las puertas de la gobernación al alcalde de Bucarasica”. ¡Santo remedio! El mismo día lo llamó la secretaria del mandatario para informarle que éste lo estaba esperando.
De contarse con una buena carretera se podría ir de Cúcuta en un tiempo máximo de hora y media (en una oportunidad, aún con la carretera maluca de siempre pero en una potente camioneta, estuvimos en una hora en el caserío). Actualmente es preciso disponer de tres a cuatro horas para llegar, si por azar habilitan el paso. Esto indica el abandono absoluto de los entes departamentales y de todos los dignatarios que en los últimos lustros han ocupado el palacio de la Cúpula Chata. Sin duda que, cuando el municipio era considerado como integrante de la provincia de Ocaña, los gobernadores de dicha comarca, a saber, Lucio Pabón Núñez, Argelino Durán Quintero y David Haddad Salcedo, le brindaron toda su atención. Paradójicamente, la carretera que atraviesa sus corregimientos La Sanjuana y La Curva, que conduce a Ocaña, se encuentra pavimentada, en razón a tratarse de una vía nacional.
Con su altura sobre el nivel del mar de 1125 metros ofrece un delicioso clima que parte de los 22º centígrados y puede alcanzar los 30º en intenso verano.
Empero, otra particularidad distingue – o mejor, distinguía - a Bucarasica: su personaje típico, Ana Francisca Bayona Gaona, con cédula de ciudadanía número 1.094.114.197 reciente, expedida en Cúcuta, para que pudiera acceder a los servicios médicos. Al nombrarla así, ni los bucarasiquenses saben de quién se trata: es ni más ni menos que Pacha, Pachita, la loquita Pacha.
Aclaremos: Pacha ya no es Pacha; ahora se llama Olga Lara. Sin que se conozca de dónde lo sacó, ese fue el nombre que le dio a la enfermera momentos antes de que a regañadientes se montara por primera vez a un carro. Pacha había tenido un accidente casero y era preciso hacerla ver de un facultativo. Y así fue como de su tranquila Bucarasica vino a morar al barrio Caobos de Cúcuta, junto a su hermana Flérida, el esposo de ésta y ex alcalde Medardo Rincón, y sus sobrinos.
Interróguesele si quiere regresar a su patria chica y responderá que no porque los liberales son muy malos. Sin embargo, cuando estaba allí y se le anunció que debía ser trasladada pedía que no lo hicieran porque en Cúcuta había muchos liberales. Adelante explicaremos la causa de su fijación de ideas contra los hermanos rojos.
¿De qué está hablando Pacha? De los años 40 del siglo pasado. Entonces, se le congelaron la memoria y todas sus vivencias.
Pacha vino al mundo en el modélico hogar conformado por Marcelina Gaona – ella nativa del lugar – y el abreguense Ángel Bayona. Hagamos un paréntesis para recordar que los colonizadores del actual Bucarasica procedían de Ábrego, y que a medida que se regaba como pólvora la fama de la feracidad de sus suelos, comenzaron a llegar copiosamente gentes de Santander y Boyacá, y de los cercanos Gramalote y Sardinata. En las dos primeras décadas del siglo XX se había establecido un grupo de comerciantes “turcos”, que en realidad eran jóvenes oriundos de Italia, Siria y Palestina, escapados de su tierra para no ser reclutados e involucrados en la Gran Guerra o Primera Guerra Mundial. Por ello fueron familiares en Bucarasica, entre otros, los apellidos Hellal, Stabilitto, Aljure, Forgioni, Chaya y Troconis.
La prole Bayona –Gaona estuvo compuesta por Rosario, Carmen Reyes, Elvira, Oralia, María Antonia, Flérida y Ana Francisca, nacida en 1927.
Pacha eligió como su principal ocupación la de escogedora de café en la hacienda El Balcón, a menos de un kilómetro del poblado. Al preguntársele si tiene plata contesta que ya se gastó los cuatro reales que le pagó su patrona doña Sara Peñaranda de Pérez por el trabajo de la semana.
Pacha también bordaba y ya enferma lo continuaba haciendo. Entona aún viejas canciones como el bolero “Tu duda y la mía”, y “Senderito de amor” que para ella es “Sombrerito de amor”. Es lectora constante de cuanto caiga en sus manos, y lee con buena entonación indicando en voz alta los signos de puntuación. Ejemplo: Jesús dijo a Pedro: dos puntos y abre comillas "Vuelve la espada a la vaina” punto y cierre comillas.
Por haberse detenido su entendimiento en la aurora de su vida nombra al padre Eliécer Villamizar Rondón, párroco de 1939 a 1945, a la madre de éste, doña Ana, y a personas de aquella época, cuyos nombres le pone a la gente actual según se le parezcan. Así, a la psicóloga Vilma Quintero Rojas la llama “la diosa”; Edilma Rodríguez, dueña de un restaurante del pueblo, es para ella Albertina (nadie sabe hoy en día quién fue Albertina). Designa los sitios con los nombres de las familias que conocía en el momento en que le sobrevino la demencia: la casa de las Barrera – por aludir a las hijas del jefe político don Rubén Barrera - y la casa de las Tamaritas (Elvira Támara y hermanas). A todos los médicos los llama el doctor Ruiz.
Decíamos arriba que tenía una fijación contra los liberales. Simplemente, ocurre que el año 1944, cuando ella perdió la razón, hace parte del período que va de 1930 – fecha de la caída del Conservatismo y ascenso del Liberalismo – a 1946 – año en que el Conservatismo recupera el mando -, 16 años en que se desata la ira de los “cachiporros” contra los “godos” en todo el país, y en el ámbito municipal, los liberales, principalmente de la vereda Malabrigo, de Ábrego, y Sardinata, se entregaron a cometer tropelías contra los habitantes del pueblo de mayoría conservadora, asesinan al hermano del padre Prisciliano Yaruro y a Basiliso Vargas, van en busca del cura, que logra huir, y profanan el templo con actos repudiables como defecarse, beber aguardiente en el cáliz, regar las hostias y pisotearlas, y tomar la capa de San Pedro para torear. Todo ello lo retuvo Pacha en su recuerdo. En esta era cibernética diríamos que se le quedó grabado en el disco duro.
En sus primeros años de juventud Pacha soñaba con semejarse a las modelos que aparecían en los figurines, y a las artistas de los folletines que alguien llevaba de Ocaña o Cúcuta esporádicamente. Todo le sonreía a su alrededor, su alegre juventud cantaba, y por las noches se sentaba junto a la entrada de su casa a contemplar el cielo intensamente azul colmado de estrellas, muy característico de Bucarasica. Bordaba por placer cuando no estaba en otra labor tan femenina como escogedora de café. Era una chica de tez blanca y sonrosada, esbelta, bonita, vanidosa y vestida primorosamente; sólo hacía falta que apareciera su príncipe azul.
Pues éste realmente apareció. Pero no propiamente en la figura de un joven apuesto de capa y espada, cabalgando un corcel blanco, sino encarnado en un servidor público, ataviado de botas y vestido verde oliva, cartuchera y revólver al cinto, y fusil Mauser al hombro. El hombre duplicaba en edad a Pacha mas no fue óbice para que ella quedara prendada y, por supuesto, para que él, un cazador de doncellas, emprendiera pronto la conquista.
El romance se acentuó y los amadores acordaron unir sus vidas para siempre; sin embargo, ella no tenía sino quince años y sus padres no aceptaban la relación, de manera que no quedaba sino la fuga.
En un abrir y cerrar de ojos la jovencita desapareció de su hogar, pero al día siguiente llegaron noticias de que la habían visto en la vecina población de Sardinata del brazo de un agente de la Policía Nacional. Sin pérdida de tiempo su padre, Ángel, y su hermano Carmen Reyes, pusieron pies en polvorosa y lograron llegar al cuartel de policía en donde efectivamente la encontraron. Dialogaron de forma persuasiva con ella y sin oponer resistencia ni argumento alguno accedió humildemente a retornar con sus protectores. No está confirmado que el salteador del inocente corazón de Ana Francisca hubiere estado ya casado, mas el rumor generalizado apunta hacia ese hecho. Las ilusiones de Pachita se truncaron y lloró febrilmente su desamor. Suspiraba y permanecía largas horas en silencio.
Con todo, nuestra protagonista continuó su vida rutinaria, solamente interrumpida por un casual viaje a Toledo para acompañar a la señorita Sara Pérez – Sarita - , hija de su patrona, quien iba a visitar a su hermana Dionisia, casada allí con don Esteban Mora. Las dos iban acompañadas de un obrero de la finca, Elí Lizcano.
El obrero cumplió su encargo dejando a Sarita y regresando con Pacha. La creencia común se endereza a que el trastorno de la muchacha aconteció luego de cruzar una quebrada. De allí en adelante empezó a delirar. Pasados los días se tornó agresiva, se sumió en el mutismo, y la invadió un desasosiego que la hacía caminar todo el día, calle arriba y calle abajo, sin detenerse. Nunca más volvió a reír. Sin causarles ningún daño, sacaba a los bebés de sus cunas, los arrullaba y los paseaba un rato y luego los devolvía a sus madres. Se dedicó a fumar tabaco fuerte y luego optó por masticarlo. Hubo un tiempo en que llegaba a las tiendas y sacaba sin permiso los tabacos; su familia la amonestó por esos robos, mas ella respondió que no los estaba robando: son cogidos, dijo. Hoy le cambiaron el hábito de mascar tabaco y en su lugar le suministran semillas de cardamomo y canela.
Superada la etapa de agresividad, volvió a hablar frases cortas y se convirtió en mandadera de las señoras que le pedían ir a las tiendas a comprarles los víveres para la cocina. Correcta con los vueltos, en términos tajantes le exigía al tendero: faltan doscientos pesos.
Ya en su nuevo hogar la agitación terminó. Desprecia la televisión, consume con satisfacción su plato favorito que consiste en arroz seco, huevo frito, plátano chocheco y café al por mayor, y solo se interesa por su sobrino el ingeniero Hugo Rincón, el que la consiente y la carga. Se inquieta cuando éste no aparece pronto y pregunta, según sus palabras, que en dónde está “el hombre ese”. Por lo general se mantiene acostada, cuenta los días que faltan para que le lleven la comunión, y cuando pide la porción para mascar y se le pregunta que para qué quiere la mascada responde filosóficamente que para no hacer nada.
Con la venida de Pacha a Cúcuta, Bucarasica se quedó sin personaje típico, que reinó por cerca de siete décadas, por encima de los folklóricos borrachitos Pacho Gallo (“a Gallo no le maman gallo” ) y Pablo Antonio Suescún, el de las coplas maliciosas.
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Fuentes: 1. “Cerca de las estrellas. Registro histórico, minucioso y documentado de Bucarasica, población de la antigua provincia de Ocaña, en el departamento Norte de Santander, Colombia”. Orlando Clavijo Torrado. 376 páginas. Imprenta Nueva Granada, Cúcuta, febrero de 2009.
2. Archivo particular del autor.
3. Raquel Rincón Bayona, a quien le agradezco infinitamente por su gentil colaboración con importantes datos sobre su tía.
PARA EL SEMANARIO “LA PROVINCIA DE OCAÑA”

BOMBA CON CEBOLLITAS
Orlando Clavijo Torrado

Por muchos años los fuegos de artificio – morteros, tumbarranchos, sonajeros, buscaniguas, martinicas, voladores cuartos y quintos (porque llevaban cuatro o cinco truenos), las luces de Bengala, los toros y vacas de candela y las recámaras - acompañaron las fiestas de Navidad y año nuevo. Su comercio era libre, callejero, vendidos por cualquiera y adquiridos por grandes y pequeños. Ahora están virtualmente prohibidos y hasta penalizados principalmente por protección a los niños.
Bueno: con los de mi generación hablamos de estos asuntos y le damos gracias a la Providencia porque en aquellos tiempos nos protegió al máximo ya que nosotros sí que jugábamos con candela. Los percances eran esporádicos y no como hoy que ocurren a diario. Sólo viene a mi memoria que al secretario de un juzgado se le enredó en una pierna un alambre desprendido de una bola de candela que pateaba, pues ese era un juego normal. ¿Normal? ¡Sí, y además divertidísimo! Mirando desde la atalaya de la madurez deducimos que eran juegos salvajes, atrevidos, y que a no ser por la misericordia divina, quién sabe si viviríamos. El mozalbete aquel sufrió tales quemaduras que debió permanecer varios meses en cama.
Se le tenía una confianza infinita a la pólvora (en muchas tiendas se expendía sin restricciones la dinamita; la única precaución radicaba en mantenerla mojada para evitar una explosión; esa dinamita se utilizaba para pescar). ¡Válgame Dios!
Dentro de este contexto me remonto a un hecho protagonizado por un compañero de estudio en el Seminario Menor del Dulce, muy ligado a mí por el afecto y la sangre: llegaron las vacaciones de fin de año y nuestro héroe quiso llevar a su patria chica una buena cantidad de “cebollitas”, artefactos que estallaban a la menor fricción pero cuya mayor gracia consistía en lanzarlas al piso y que ojalá reventaran debajo de las naguas de una vieja; también servían para asustar muchachas, en fin, para la gozadera; él pretendía obtener suficiente lucro con su venta. Yo lo acompañé a buscarlas. Nos indicaron un sitio del que recuerdo que había que atravesar el río Algodonal. Éramos, más que adolescentes, unos niños, de modo que energía y arrestos no nos faltaban. En una casa humilde vivía el polvorero. Mi amigo empacó el cargamento propio para una guerra en su baúl de madera, amortiguado entre cobijas y ropa. Y así se enrumbó para su pueblo en un bus de Peralonso. El carro cruzó por llanos y hondonadas, climas calurosos, medios y fríos, saltó por piedras, baches, terraplenes y charcos. Para humanos y carga, por aquellas mal llamadas carreteras, los autobuses eran unas batidoras. Entre tanto, mi condiscípulo, sufra en secreto y rece porque no volaran en átomos al cielo. ¡Uf! Por fin llegó a su destino; todos estaban sanos y salvos. Ni el chofer ni los pasajeros se enteraron de que habían viajado con una bomba de tiempo a bordo. ¡Y a vender “cebollitas” se dijo! Me contó que no le quedó ni una y que fue jugosa la ganancia. ¡Ah! y que se rió de lo lindo viendo correr a las viejas.
Después de esto, ¿cómo se nos podía calificar? ¿De imprudentes, temerarios, irresponsables, suertudos? Todo junto, pero por encima de ello, ¡jóvenes!
Hoy, ya a la edad serena, aconsejamos, como en los espectáculos de ilusionismo peligrosos por televisión, no hacer nada de lo narrado antes, ¡ni locos!

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jueves, 17 de noviembre de 2011

Para el semanario La Provincia de Ocaña

UN CANTO Y UNA DEVOCIÓN
Orlando Clavijo Torrado

Transcurridos veinte años me deleité en un disco LP – que conservo intacto - con el hermoso porro “Mi tierra”, en la voz de Nubia Ordóñez, de la autoría de Alfonso Carrascal Claro. Pero ya yo estaba cautivado por este aire por la interpretación que le había oído por allá por 1954 al padre Luis Antonio García Lemus, acompañado de su acordeón. Incluso, yo llegué a creer que la canción era creación del sacerdote. El padre le había hecho algunos arreglos en la letra como “Virgen de Torcoroma, de mi tierra la reina, con tus manitas santas, dame tu bendición”. En la letra de Alfonso Carrascal la alusión a la Virgen dice: “Si acaso yo no vuelvo, a ver tu verde valle, le pediré a la Virgen, me dé su protección: Virgen de Torcoroma, vela por mi terruño, con tus manitas blancas, dame tu bendición”.
Entonces, lo curioso de mi caso es que mi devoción por la Virgen de Torcoroma debía haberse cimentado cuando …
Mejor, voy a contar la historia. De niño estudié los primeros años de bachillerato en el Seminario Menor del Dulce Nombre. Casualmente, por el tiempo en que conocí al presbítero García. Los paseos a los que nos sacaban los sábados tenían como destino, por lo general, el monte de la aparición; algunas veces deambulábamos por la Ermita, Buena Vista, Pueblo Nuevo, el monumento a Cristo Rey y por cuanto caserío y cerro quisieran explorar los padres eudistas franceses, veteranos de las dos guerras mundiales, en doce horas de continuo caminar, desde las 6 de la mañana hasta las 6 de la tarde en que ya las luces de neón de los almacenes Everfit y Valher se habían prendido. Llenábamos los morrales de guayabas – que sí abundaban y nos servían hasta de bolas de béisbol -, y recogíamos semillas de jaboncillo para lavar los pañuelos empapados de sudor en el río Algodonal. ¡Era una delicia sacarles jabón a esas pepas!
Pero si bien la Virgen de Torcoroma me hizo un primer milagro al borrarme un “mezquino” (o pequeña verruga) de la mano nada más echándome agua tomada del manantial que corría por la espesura, aún no era su devoto absoluto. Aquello era un juego de niños, entre curiosidad, superstición y mínima fe. ¡Cuántas veces subí radiante al santuario por el camino empinado!
En verdad, fue el canto del padre García Lemus el que me hizo auténtico devoto. La letra me pareció bellísima y su ritmo sentido y alegre. Desde que lo oí, en aquella lejana época, la Virgen de Torcoroma se convirtió en mi santa venerada, mi protectora y aliada.
¿Son los prodigios de la música? ¿Pero también de nuestra patrona? No sé. Lo cierto es que la Virgen de Torcoroma entró a mi alma cantando.

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viernes, 11 de noviembre de 2011

PARA EL SEMANARIO LA PROVINCIA DE OCAÑA

TIEMPOS MODERNOS
Orlando Clavijo Torrado
“Así, aunque la democracia puede referirse a una doctrina o principio de gobierno, una serie de procedimientos institucionales o una serie de comportamientos, la idea principal es la distribución descendente del poder y la participación activa del pueblo para influir en el rumbo y los resultados….(Pero ) El gobierno del pueblo siempre tiende a disminuir las restricciones y, por lo tanto, tiende a la mediocridad”. Brian Orchard.
En mi criterio, además del leve retroceso del Partido Conservador, el acontecimiento trascendental en el departamento como consecuencia de las últimas elecciones es la continuación de la línea Atalaya en la gobernación con Edgar Díaz. (Atalaya, para los lectores que no conocen a Cúcuta, es una ciudadela de unos quinientos mil habitantes, producto de continuas invasiones de campesinos pobres de los diferentes municipios del departamento, ubicados en la escala socioeconómica entre los estratos del 0 al 2. De allí emergieron el presente gobernador William Villamizar y los alcaldes de Cúcuta Pauselino Camargo – muerto por las AUC por sus vínculos con la guerrilla del ELN -, Ramiro Suárez - preso actualmente por homicidio de uno de sus asesores - , y María Eugenia Riascos, la actual mandataria, cuyo paso no tiene parangón en ineficiencia). Ese es el hecho escueto e histórico.
Ello está diciendo que los dignatarios no salen ahora, como ocurrió por mucho tiempo, de los exclusivos clubes sociales. Se cumple así la proclama de Abraham Lincoln del gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, lo que no compartía Francisco de Paula Santander para el que quien debía gobernar era la clase aristocrática por dos razones: primera: tiene el arte y la experiencia para mandar y, segunda: como es rica, no necesita robar. Repito, sin juzgar, lo dicho por nuestro “Hombre de las leyes”.
¿Fueron estas elecciones un desastre para los dos partidos tradicionales? Por ahí va el asunto. Sin embargo, creo que el origen hay que buscarlo en el zaperoco protagonizado por la vanidad y la ambición de importantes dirigentes con disidencias que empezaron a debilitar sus bandos. Valgan los ejemplos de Álvaro Gómez Hurtado (Salvación Nacional), Misael Pastrana (Partido Social Conservador) y Luis Alfredo Ramos (Equipo Colombia), en el campamento azul, y Alfonso López Michelsen (Movimiento Revolucionario Liberal), Ernesto Samper Pizano (Poder Popular, agrupación desaparecida en 1990 y a la que perteneció Álvaro Uribe Vélez), Germán Vargas Lleras (Cambio Radical), y el mismo Álvaro Uribe Vélez (Partido de la Unidad Nacional), en el campamento rojo. Con semejante ejemplo ya nadie respeta a los dos partidos históricos. Como liberales y conservadores firmes no quedamos sino los viejos. Los jóvenes agarran para donde se les antoja, sin mirar la sustancia – que no la hay -, arraigos, congruencia, nada, y así se afilian un día sin mayor discernimiento ni compromiso al movimiento en boga, PIN, PAN, PUM, AFRO, ASI, ASA, ASAO, Medio Frito, el Partido MIO, el TUYO, AICO, PAICO, Partido Verde, Partido Amarillo Pollito, etc. Los principios son lo de menos. Lo fundamental es el ensayo, la independencia, lo novedoso, en fin, romper con el pasado. Ser liberal o conservador ya no se usa.
Soplan fuertes vientos de cambio en todos los órdenes. De hecho, un bebé de hoy, de dieciocho meses, comprende tanto como un jovencito de diez años hace cincuenta.
En materia religiosa, ni se diga el desmadre. Según estadísticas, únicamente en EE.UU. existen 21.000 iglesias protestantes, al punto que afloran sectas de solo dos personas, marido y mujer. Colombia no está exenta de estas oleadas de locos movimientos, y de igual modo que en cada garaje funciona un partido político, también se encuentran iglesias a gusto del consumidor: “Jesús es amor”, “Aleluya, hermano”, “Sálvese quien pueda”, “Los discípulos de los fines de semana”, etc.
Así estamos, señores. Son tiempos modernos, ¡y bien modernos!

orlandoclavijotorrado.blogspot.com

martes, 1 de noviembre de 2011

CRONIQUILLA
LOS 28 AÑOS DE CRONIQUILLA
Orlando Clavijo Torrado

Esta columna viene saliendo en La Opinión como un ejercicio semanal desde 1983 con cierta regularidad y en los últimos tiempos con bastante irregularidad debido, según me informan algunos voceros del diario, a reprogramación en los espacios de los columnistas para darles cabida a más colaboradores. Ahora, como decía don Antonio Garcìa –Herreros de Sabatina, sale cuando puede. Esporádicamente Croniquilla se publicaba en el Diario de La Frontera, hoy desaparecido, cuando perteneció al brillante historiador ocañero Mario Javier Pacheco. Por allá por 1988, con el mismo propósito de brindar un mensaje con algo de picaresca, Croniquilla tenía una hermana gemela llamada Cosquillejas en el también ya extinguido diario El Comercio que dirigía el apreciado pariente y excelente jurista radicado en Bogotá Helí Abel Torrado Torrado.
A estas alturas estoy preparando una edición de Cien Croniquillas Escogidas, teniendo como criterio para la selección entre las más de l000 columnas que han visto la luz pública, aquellas que los lectores señalan como de su mayor gusto. Este proyecto va de la mano con las biografías de mi padre quien el próximo año cumpliría cien años de nacimiento, y de mi tío bisabuelo el general Mateo Torrado Pérez, actor de la guerra de Los Mil Días en Ocaña, El Carmen y Sur del Cesar, quien contó como secretario a don Justiniano J. Páez, luego destacado historiador.
Croniquilla se viene publicando de cuando en vez en el semanario La Provincia de Ocaña por invitación y gentileza de su director Carlos Jorge Vega. Allí continuará, Dios mediante y puntualmente, en salidas semanales. El aprecio con que me distingue, entre tantos inmejorables amigos y parientes, este completo periodista, así como el presidente de la Academia de Historia de Ocaña don Luis Eduardo Páez García, nieto de don Justiniano, refuerzan mis vínculos con la amada comarca de donde procede mi sangre, en donde recibí la primera lección de literatura y el aliento para su cultivo, y en donde ejercí mi primer cargo público como juez promiscuo del circuito. Además de en La Provincia por internet, igualmente, mis amables lectores podrán ver a Croniquilla y el resto de mis escritos en mi blog, como siempre, ingresando así: orlandoclavijotorrado.blogspot.com.
Debo agradecer a La Opinión su cordial acogida a mis artículos en casi tres décadas y reconocer que en muchas ocasiones el título de columnista opaca el de otras intervenciones en mi vida como las de diputado a la Asamblea del Departamento, ha largo rato, secretario de hacienda y director de Justicia del Departamento, Procurador Judicial Encargado, abogado asesor de Incora, juez en distintas categorías, fiscal delegado ante los jueces penales del circuito especializados, miembro de las Academias de Historia del Norte de Santander y de Ocaña y de los Centros de Historia de Ábrego y Convención y abogado litigante. ¿Y mis lectores? El reclamo de algunos de por qué no he vuelto a escribir, o aquel saludo de otros que apenas me dicen “no lo veo pero lo leo”, son voces de estímulo que merecen mi eterna gratitud.
orlandoclavijotorrado.blogspot.com

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Cúcuta, 31 de octubre de 2011.

Datos personales

Mi foto
Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario

CERCA DE LAS ESTRELLAS

CERCA DE LAS ESTRELLAS
PORTADA

50 años del Diario La Opinión

50 años del Diario La Opinión
cena en el Club del Comercio - 15 de Junio de 2010 - Columnistas

Museo Antón García de Bonilla

Museo Antón García de Bonilla
Orlando Clavijo Torrado y Luís Eduardo Páez García junto a la foto del General Mateo Torrado, tío bisabuelo del primero, quien la donó. Don Justiniano J. Páez, abuelo del doctor Luis Eduardo, en su obra histórica al referirse a la guerra de los Mil Días, da fiel cuenta de las acciones del General Torrado en la contienda, en virtud a haber actuado como su secretario.

Museo Antón García de Bonilla

Museo Antón García de Bonilla
Hermanos Clavijo Torrado, Orlando, Nora, Edilia y Olga. Julio de 2010, Ocaña - Junto a la bandera con la imagen del Libertador Simón Bolívar bordada por señoras de Ocaña al conmemorarse el primer centenario de la independencia (1910).

EN EL AGUA DE LA VIRGEN

EN EL AGUA DE LA VIRGEN
Orlando Clavijo Torrado, sus hijos, nietos y primos.

CERCA DE LAS ESTRELLAS

CERCA DE LAS ESTRELLAS
CONTRAPORTADA

NI TAN CERCA DE LAS ESTRELLAS - Gustavo Gómez Ardila

NI TAN CERCA DE LAS ESTRELLAS - Gustavo Gómez Ardila
COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

MONOGRAFIA DE BUCARASICA - Olger García Velásquez

MONOGRAFIA DE BUCARASICA  - Olger García Velásquez
COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007

Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007
Con sus hijos, de izquierda a derecha Cesar Octavio, Jaime Mauricio, Silvia Andrea y Orlando Alexander Clavijo Cáceres

LANZAMIENTO LIBRO "CERCA DE LAS ESTRELLAS"

LANZAMIENTO LIBRO "CERCA DE LAS ESTRELLAS"
29 DE MAYO DE 2009. CÚCUTA.

En la Academia de Historia de Norte de Santander

En la Academia de Historia de Norte de Santander
Padre Edwin Avendaño, José Antonio Toloza (Q.E.P.D), Secretario de la Academia, y Orlando Clavijo Torrado