Para el semanario La Provincia de Ocaña
UN CANTO Y UNA DEVOCIÓN
Orlando Clavijo Torrado
Transcurridos veinte años me deleité en un disco LP – que conservo intacto - con el hermoso porro “Mi tierra”, en la voz de Nubia Ordóñez, de la autoría de Alfonso Carrascal Claro. Pero ya yo estaba cautivado por este aire por la interpretación que le había oído por allá por 1954 al padre Luis Antonio García Lemus, acompañado de su acordeón. Incluso, yo llegué a creer que la canción era creación del sacerdote. El padre le había hecho algunos arreglos en la letra como “Virgen de Torcoroma, de mi tierra la reina, con tus manitas santas, dame tu bendición”. En la letra de Alfonso Carrascal la alusión a la Virgen dice: “Si acaso yo no vuelvo, a ver tu verde valle, le pediré a la Virgen, me dé su protección: Virgen de Torcoroma, vela por mi terruño, con tus manitas blancas, dame tu bendición”.
Entonces, lo curioso de mi caso es que mi devoción por la Virgen de Torcoroma debía haberse cimentado cuando …
Mejor, voy a contar la historia. De niño estudié los primeros años de bachillerato en el Seminario Menor del Dulce Nombre. Casualmente, por el tiempo en que conocí al presbítero García. Los paseos a los que nos sacaban los sábados tenían como destino, por lo general, el monte de la aparición; algunas veces deambulábamos por la Ermita, Buena Vista, Pueblo Nuevo, el monumento a Cristo Rey y por cuanto caserío y cerro quisieran explorar los padres eudistas franceses, veteranos de las dos guerras mundiales, en doce horas de continuo caminar, desde las 6 de la mañana hasta las 6 de la tarde en que ya las luces de neón de los almacenes Everfit y Valher se habían prendido. Llenábamos los morrales de guayabas – que sí abundaban y nos servían hasta de bolas de béisbol -, y recogíamos semillas de jaboncillo para lavar los pañuelos empapados de sudor en el río Algodonal. ¡Era una delicia sacarles jabón a esas pepas!
Pero si bien la Virgen de Torcoroma me hizo un primer milagro al borrarme un “mezquino” (o pequeña verruga) de la mano nada más echándome agua tomada del manantial que corría por la espesura, aún no era su devoto absoluto. Aquello era un juego de niños, entre curiosidad, superstición y mínima fe. ¡Cuántas veces subí radiante al santuario por el camino empinado!
En verdad, fue el canto del padre García Lemus el que me hizo auténtico devoto. La letra me pareció bellísima y su ritmo sentido y alegre. Desde que lo oí, en aquella lejana época, la Virgen de Torcoroma se convirtió en mi santa venerada, mi protectora y aliada.
¿Son los prodigios de la música? ¿Pero también de nuestra patrona? No sé. Lo cierto es que la Virgen de Torcoroma entró a mi alma cantando.
orlandoclavijotorrado@yahoo.es
jueves, 17 de noviembre de 2011
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Datos personales
- Orlando Clavijo Torrado -
- Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
- Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario
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