jueves, 23 de octubre de 2008

CRONIQUILLA

UNA COLA SABROSA
Orlando Clavijo Torrado

Las colas hay que disfrutarlas, no hay duda. Como sean: largas, torcidas, apretadas. Y aunque parezca un contrasentido, las colas se respetan. De no saberlas aprovechar cuanto se pueda, el desespero y el estrés lo dominan a uno y necesariamente llega cargado de ira cuando por fin esté frente a la señorita. (A todas las damas de las ventanillas se las trata, sin variar, de señoritas).
Dado a que ya aprendí la técnica de controlar mis nervios en las colas, en la última que hice en estos días gocé oyéndole la lengua – que a veces le jalaba – a un caballero ya pensionado, quien según su historia relatada a los cuatro vientos, trabajó en Salud Departamental.
Como en un momento me nombró como su tío y en broma le respondí que no tenía sobrinos ni tan viejos ni tan feos, el tipo encontró ocasión para hablar de los cambios en las costumbres. “Usted tiene razón - aceptó moviendo la cabeza - , ya se me pegó la manía de llamar tío a todo el mundo. ¡Ni que estuviéramos en España! ¡Qué costumbre tan horrible! ¿Y qué le parece como le dice la mamá a la hija hoy en día: mami? Y ahora la mujer llama al marido bebé, así sea un kingkong – un mazorcón, le acoté yo - . Si uno le pregunta a una vieja por el tipo con el que anda contesta que es el novio, y ya la ha barrigoneado tres veces. ¡No, ese no es ningún novio, es el mozo! ¿Por qué no llaman las cosas por su nombre?”
En algún momento comenté que seguíamos dominados por la madre patria pues para la muestra estaba que nos ponían las tarifas telefónicas que se les antojaban y no había nadie que impidiera sus atropellos. El interlocutor me apoyó en un ciento por ciento y mi comentario le dio pie para embestir contra la corona española. “No entiendo, empezó, cómo un príncipe de ese rango, lo más alto de lo más alto, se busca una mujer que ha sido más recorrida que un circo, plebeya, baja, en lugar de buscar una princesita virgencita, así de pura – aquí el hombre se chupaba los dedos - . Es como si un gobernador o un alcalde fueran a conseguir esposa en el Tierrero, al lado de la Terminal. ¿Y qué tal el presidente de Francia, de los más poderosos del mundo, que puede escoger la hembra que quiera, empatándose con una cabaretera, ah?”
Yo le expliqué que las monarquías se estaban extinguiendo y ya no había princesas disponibles. En cuanto al presidente francés preferí no opinar. El señor me reviró: “Pero por más que sea. Yo que soy un llevado, estrato uno, no busco una puta para casarme”.
El simpático reclamante acaparó la atención de todos. Cual un mono que salta de rama en rama, de un tema iba sin pasar saliva a otro, de la salud a la educación, de ésta a la política, por ahí derecho al gobierno, cuestionó a los paramilitares, analizó los paros, como consecuencia sacó a bailar a la guerrilla y a los indígenas que pretenden tumbar a Uribe, y ya comenzaba a despotricar contra la administración municipal por el estado vergonzoso de las vías, cuando me tocó el turno y abandoné la cola.
Reafirmo mi concepto del principio: las colas se pueden convertir en un deleite ya que en ellas se oyen cosas insospechadas, se conocen caracteres, e incluso se aprende si uno está atento a tomar nota.
Confieso que nunca le había sacado tanto gusto a una cola. A pesar de lo chiquita, de apenas quince minutos.

orlandoclavijot@hotmail.com


Cúcuta, 23 de octubre de 2008.

viernes, 17 de octubre de 2008

AL PAN, PAN, Y AL VINO, VINO

CRONIQUILLA
AL PAN, PAN, Y AL VINO, VINO
Orlando Clavijo Torrado
Hay que preguntar al que sabe. De ahí que para salir de dudas le escribí a un duro en gramática española, al maestro Fernando Ávila, que mantiene una agradable columna en el quincenario Ámbito Jurídico, el periódico de nosotros, los juristas. Las palabras en cuestión son secuestro y falencia. No piensen mal: yo sé lo que significa secuestro. Entiendo que el policía que lo para a uno en la calle y le pide su identificación y los documentos del carro, lo retiene. Son sinónimos más aproximados a un acto semejante, según el DRAE, mantener o detener en un sitio. También lo retiene a uno el arbitrario celador que no lo deja pasar a la oficina que busca. Esas retenciones son momentáneas, sin duda molestas y hasta desesperantes. Pero otra cosa es que una persona ande por la carretera y de pronto salten de los matorrales varios tipos armados, la conminen a apearse del vehículo y a que siga hacia la montaña con ellos mientras le apuntan por la espalda o la nuca. Y no la retienen para brindarle unas vacaciones en un lugar paradisíaco sino en un cambuche, y por el tiempo que ellos determinen y no por el que desea la infortunada. Eso se llama secuestro, sin complacencias, sin ambages, sin eufemismos, como los que usa la guerrilla y sus partidarios para quienes las presas equivalen a retenidos y no a secuestrados, a sus ataques y acciones de toda índole incluida la del narcotráfico los llaman conflicto armado interno, el Ejército legítimo es un actor de dicho conflicto, y los civiles que los combatían eran paramilitares. Han logrado imponer algunos de estos términos, y valga repetirlo, entre ellos el de retención, como se ve a veces en comunicados.
El catedrático Ávila me confirmó lo sabido pero que deseaba oírlo de una autoridad como la suya. Está de acuerdo conmigo en la diferencia entre una retención y un secuestro. Y para disipar el equívoco y cerrar la discusión trae la definición del Diccionario de la Real Academia Española – DRAE - :
Secuestrar.
(Del lat. sequestrāre).
1. tr. Retener indebidamente a una persona para exigir dinero por su rescate, o para otros fines.
2. tr. Tomar por las armas el mando de un vehículo, ya sea un avión, un barco, etc., reteniendo a la tripulación y pasaje, a fin de exigir como rescate una suma de dinero o la concesión de ciertas reivindicaciones.
3. tr. Depositar judicial o gubernativamente una alhaja en poder de un tercero hasta que se decida a quién pertenece.
4. tr. Embargar judicialmente.
La otra palabrita es falencia. Confieso que a mí no me gusta, no sé por qué, me suena a muletilla y propia para posar de exquisito en el lenguaje. De otra parte, no es ningún colombianismo. Para quienes no leen Ámbito Jurídico, les transcribo aquí mi pregunta y la respuesta:
“Veo que ministros, gobernadores, maestros, políticos, periodistas, se llenan la boca hablando de las falencias, para referirse a las carencias de algo. Sin embargo, en ningún diccionario encuentro otros significados distintos a ´engaño´, ´error´ o ´quiebra comercial´.
“Respuesta: El sentido original de la palabra falencia es efectivamente el de ´engaño´o ´error´. El DRAE registra una segunda acepción, reportada por Nicaragua, ´quiebra de un comerciante´. Y hay una tercera, reportada por Argentina y Perú, ´carencia´, ´falta´ o ´privación´. Este último significado corresponde al uso por el que usted pregunta”.
Gracias, profesor. Ya entendí. ¡Ajá! ¡Nos volvimos cholitos peruanos, o mejor argentinos, che! El Diccionario Enciclopédico Larousse Ilustrado 2008, tres años más reciente que el DRAE define así: “falencia: s.f..Argent. En lenguaje administrativo, quiebra de un comerciante. 2. Carencia, defecto”. Queda entonces confirmado: ahora hablamos a lo argentino. ¿Será porque Shakira es novia de Antonio de la Rúa y se le pegó su acento?
orlandoclavijot@hotmail.com

Cúcuta, 16 de octubre de 2008.

miércoles, 8 de octubre de 2008

¿ES LEGAL EL 10%?

CRONIQUILLA
¿ES LEGAL EL 10%?
Orlando Clavijo Torrado

El rector de una importante institución educativa, con varias especializaciones y títulos a su haber, no en broma o en recocha sino con toda la seriedad se me enfrentó en firme discusión sobre el tema, y como se dice coloquialmente, mataba y comía del muerto por la tesis de que el 10% que cobran en la mayoría – si no es en la generalidad – de las oficinas del gobierno por conceder un contrato, es legal.
Este mismo criterio lo oí también en una reunión de boca de concejales y activistas políticos en algún municipio de nuestro departamento. Y conste que no estoy inventando; relato lo que mis castos y absortos oídos percibieron en las dos ocasiones.
Lo que supere el 10% constituye delito, es abusivo, pecaminoso, denota mucha hambre, aseguran los defensores de tal esperpento.
Para afirmar que algo es legal, según pregona Perogrullo, tiene que estar escrito en una ley. En consecuencia, les pedí a mis interlocutores que me mostraran el estatuto que consagra algo semejante a que todo funcionario público tiene derecho a embolsillarse el 10% del monto de los contratos y compras que haga para el servicio oficial o la comunidad, porque yo, como abogado - ¡qué vergüenza! – no conocía esa ley, y eso que devoro cada ejemplar quincenal del periódico de nuestro gremio, Ámbito Jurídico, muy completo y científico por cierto. La respuesta fue simplista: es legal, así se viene cumpliendo, y todo el mundo lo hace.
Por supuesto que el otro argumento, que la costumbre hace ley, tampoco es válido pues los abogados sabemos que ello sólo opera en el ámbito comercial principalmente, en casos restringidos, pero nunca en cuanto a actos indebidos. Si la mayoría fuma maracachafa no entraña que yo tenga que entrar en el vicio. Lo mismo sucediera si el homosexualismo se extendiera: esa costumbre no me obliga a volverme gay, salvo, por supuesto, que dejaran de gustarme las mujeres.
La relajación de la moral, la falta de escrúpulos, la ausencia de sólidos valores, la inconsciencia en el deber de honrar el juramento de cumplir bien y cabalmente la Constitución y las leyes, y de honrar a la Patria en sus recursos, en su progreso y en la asistencia a los más pobres, la ambición de dinero fácil, la comodidad de justificar lo injustificable, son sin duda los factores que han erigido el soborno o la coima a categoría de ley. Pero no se aclara que es la ley de los corruptos, de los ladrones.
Ante concepto podrido tan generalizado, algún legislador valiente y transparente tendrá que proponer la expedición de una ley muy explícita en que se diga en términos sencillos y perentorios que contrario a lo que se cree, está prohibido exigir ningún porcentaje, ni el cómodo 10% como lo llaman, ni otro, por celebrar un contrato o adquirir bienes o insumos con destino al funcionamiento del aparato estatal o para el servicio del pueblo colombiano.
De otro modo, la segunda parte del juramento - “si no cumplieres (con la Constitución y las leyes) que Dios y la Patria os lo demanden” - seguirá siendo rey de burlas, y los porcentajistas no pararán de enriquecerse con el erario, toteados de la risa pues no hay quien les reclame.

orlandoclavijot@hotmail.com


Cúcuta, 18 de junio de 2007.

EL GRAN DIA

CRONIQUILLA

EL GRAN DIA
Orlando Clavijo Torrado

En tiempos no muy lejanos, menos de 40 años quizá, por disposiciones oficiales el 12 de octubre se conmemoraba solemnemente. Estudiantes de escuelas y colegios lucían el uniforme de gala para asistir a la misa de la ocasión y el desfile público. A estos actos concurrían las autoridades y personajes del lugar “muy tiesos y muy majos” (elegantes) – como dice la poesía de Pombo -. Se instauró el culto y la retribución a la naturaleza con la ceremonia de la siembra del árbol mientras se entonaba su himno : “Plantemos nuevos árboles/ la tierra nos convida/ plantando cantaremos/ los himnos de la vida/ con cánticos que entonan/ las ramas y los nidos/ los ritmos escondidos/ del alma universal..”. No se olvidaba honrar a nuestro continente y por ello se cantaba el himno de las Américas : “Cuando el horizonte encubierto está/ en tierras bañadas de felicidad/ unidos cantemos y con devoción/ este canto alegre y lleno de amor:/ ¡Dios salve a América, tierra de paz!/ y que en sus campos florezca/ la guirnalda de fraternidad/ y que siempre en su cielo/ brille el sol de libertad/ ¡Dios salve a América, tierra de paz!”. Las doctrinas extrañas que se inmiscuyeron en la Constitución Política de 1991 decretaron en el artículo 9º - susceptible de ser demandado - una suerte de antiamericanismo ya que según su inciso segundo Colombia se integrará solamente con Latinoamérica y el Caribe. Esto es, que ya no somos americanos, valga aclarar, del continente americano.
Volviendo a la conmemoración, de caer en un día entre semana no era laborable. La fecha se llamaba orgullosamente Día del Descubrimiento de América, también Día de la Raza, y Día del Árbol. Después vinieron otros nombres cargados de pasión ideológica y ya no se quiso hablar de Descubrimiento sino del Encuentro de Dos Mundos, hasta llegar a renegar de aquel acontecimiento que se ha comparado en su importancia y trascendencia con la llegada del hombre a la Luna.
¡No importa tanto desaire e ingratitud, Gran Almirante Cristóbal Colón! ¡Aún quedan en la tierra que descubriste hombres y mujeres que admiran tu hazaña, te rinden honores y proclaman loor a tu nombre!
¡Qué bueno fuera que los estudiantes supieran al menos – no que ahonden porque sería pedir mucho – algo de la vida y la obra del Descubridor. De sus conocimientos avanzados en cosmografía y astrología que le permitieron seguir el curso de las estrellas. De su desilusión y su decisión final de presentar su plan de un nuevo camino a la India a los monarcas de Francia y Portugal, hasta que la reina Isabel de Castilla le paró bolas, cosa que no hizo su esposo Fernando, frío, calculador y explotador. Qué bueno que supieran los muchachos estos breves datos: La empresa consistente en armar las naves costó 2.500 escudos. La Pinta – comandada por Martín Alonso Pinzón - y la Niña – al mando de su hermano Vicente - eran carabelas. La Santa María, nao. Fueron 90 los héroes de los tres navíos. El viernes 3 de agosto de 1492 partieron de Palos rumbo a Las Canarias. No había comenzado el viaje cuando allí hubo el primer saboteo por Martín Alonso en su carabela. Estos Pinzón se distinguían como navegantes pero le dieron mucho qué hacer al Almirante; como dicen los jóvenes por ahí, eran unas caspas. Antes del gran día, Colón escapó de varios atentados; la última amenaza ocurrió el 10 de octubre: le dieron tres días para descubrir algo o lo mataban. La campana lo salvó en la madrugada del 12.
Pocos hombres registra la historia con el empuje y el valor temerario de Cristóbal Colón, con su estoicismo, su religiosidad, su lealtad a los monarcas y a las leyes y su templanza. En su caso, decir que su obra es imperecedera no es una palabra más. ¡Y pensar que su vida concluye entre agravios, el olvido y la pobreza!
Aunque ahora no sea obligatorio, yo sí izaré el tricolor nacional este glorioso 12 de octubre.

orlandoclavijot@hotmail.com



Cúcuta, 7 de octubre de 2008.

sábado, 4 de octubre de 2008

viernes, 3 de octubre de 2008

VERBENA OCAÑERA


CRONIQUILLA
VERBENA OCAÑERA
Orlando Clavijo Torrado

No solo “el 13 de mayo la Virgen María, bajó de los cielos a Cova da Iria”, sino que es la fecha escogida por la Asociación de Colonias de la Provincia de Ocaña para celebrar una pomposa verbena en el Polideportivo de Quinta Oriental tras varios objetivos como son la integración de los habitantes de la comarca comprendida por los municipios de Ocaña, Ábrego, San Calixto, Hacarí, Convención, El Carmen, La Playa, T e o r a m a, El Tarra, La Esperanza, Bucarasica, Cáchira y Villacaro, la solidaridad entre todos los presentes en Cúcuta, el mantenimiento de los valores que han caracterizado a las gentes marcadas por la ocañeridad, y el apoyo a obras de beneficio común del orden cultural, religioso y económico.
El famoso Paolo se encargará de amenizar el encuentro con su conjunto musical, amén de otros artistas, y por supuesto se podrá degustar la arepa ocañera genuina con su cáscara como galleta, y la deliciosa sopa de fríjoles que nada más en el caserío El Tarra, antes de llegar a Ábrego, ya se consigue, sin olvidar los tamales de arroz, y la gran gama de platos típicos.
Según los organizadores, con un bono de $ 10.000 se puede uno pegar un almuerzo, dos platos de carne y la cerveza necesaria. Los bonos están por todas partes, o si prefieren pídanlos por teléfono y se los enviaremos de inmediato.
Reitero la invitación para todos los cucuteños nativos o por adopción como nosotros, para que compartan con los amables güichos, y para todos los oriundos de los pueblos de la Provincia ya mencionados, de manera que esperamos ver en el bazar a Pepe, Ticho, Chiche, Yiya, Lucho, Güicho, Lalo, Moncho, Memo, Concho y Concha, Chucho y Chucha, Mene, Tato, Chava, Juya, Mincho, Chito, Chelo y Chela, Beto, Nando, Goyo, Pacho, Mono, Boncho, Quico, Chepe, Tavo, Ia, Ico, Chon y Tin (habrá traductores para quienes no dominen este lenguaje).
¡Qué buena causa la de la Asociación de Colonias de la Provincia de Ocaña! Si vos vieras.
Cúcuta, 3 de mayo de 2007.

NOTICIAS DE LAS COLONIAS DE OCAÑA

CRONIQUILLA

NOTICIAS DE LAS COLONIAS DE OCAÑA
Orlando Clavijo Torrado

Mirando que se aproxima el tricentenario de la aparición de la Virgen María en el cerro de Torcoroma, la Asociación de Colonias de la Provincia de Ocaña en esta ciudad, ahora restablecida, se encuentra muy activa, al igual que otras colonias en distintas ciudades del país, tales como las de Barranquilla, Medellín y Bogotá. En esta última se realizó el 16 de agosto un gran bazar en el parque de la iglesia de la Torcoroma en beneficio del Asilo San Antonio de Ocaña, institución que brinda alero y manutención a ancianos desamparados, y cuyo sostenimiento trata de salvar monseñor Leonel Pineda Guerrero, mi antiguo compañero en el Seminario del Dulce Nombre; esto es, que el asilo está tan desamparado como sus huéspedes; cualquier ayuda es bienvenida.
Comentaba que en Cúcuta la Asociación se reavivó. De ese fervor es fruto la Asamblea General celebrada en la Casa de la Cultura La Torre del Reloj el 21 de julio en donde fueron elegidos los miembros de la Junta Directiva. A su turno, ésta, el 28 del mismo mes escogió a los siguientes dignatarios: Presidente, Beatriz Tarazona Bravo; vicepresidente, Gonzalo Álvarez Díaz; tesorero, Guillermo Peñaranda Álvarez; revisor fiscal, Nelson García García; secretaria, Ana Mercedes Yaruro Navas; comité de divulgación, Orlando Clavijo Torrado; comité de salud, promoción social y trabajo, Álvaro Goyeneche Illera; comité de actividades religiosas, María Agripina Peinado Carvajalino; comité de deportes, Pedro Jesús Téllez Durán.
Y como el asunto era diciendo y haciendo, se organizó la novena que comenzó el 7 de agosto en la capilla ubicada en el sector El Rosal del barrio Blanco consagrada a la advocación de Nuestra Señora de las Gracias de Torcoroma cuya aparición, conviene recordar, ocurrió en la primera quincena de agosto de 1711 al labriego Cristóbal Melo y sus hijos José y Felipe cuando derribaron un árbol del que se proponían sacar un dornajo o canoa para múltiples usos como echar la miel o la comida de los animales. Traigamos algunos datos sobre esta aparición. Según el autorizado documento del padre Joaquín Gómez Farelo de 1805 “Comenzaron a tallar allí mismo la "canoa" y a poco de dar los primeros hachazos, quedó a luz "una imagen de María Santísima mi Señora a modo de Concepción, de medio relieve, juntas y puestas las manos sobre el pecho, con acción del rostro como dirigido al cielo, con su corona imperial, parada sobre su media luna, todo del color del mismo palo, la cual vista y reparada por el buen Cristóbal Melo, metiendo las manos al hijo que a la sazón era el que cortaba con la hacha, le detuvo el golpe, y postrados padre e hijos, adoraron aquella rica Joya, de la que se dice despedía de sí no sólo una gran luz, sino el aromático olor de todo el árbol como cuando lo cortaron..." Sin embargo, no faltan los escépticos y burlones como el historiador Manuel Ancízar, quien por los años 1850 recorrió la región de Ocaña recogiendo datos para su famosa Peregrinación de Alpha, y para el que si la talla de la Virgen era obra del cielo, por esos contornos andaban mal de talladores. En el mismo lugar brotó una fuente de aguas milagrosas, aún superviviente pese al calentamiento global.
Cohetones y música animaron la concurrida novena que culminó con una solemne misa celebrada por el padre Antonio Martínez, capellán titular de la capilla.
La nueva junta directiva de la Asociación de Colonias de la Provincia de Ocaña está motivada para implementar la integración y desarrollar proyectos de beneficio social.

orlandoclavijot@hotmail.com


Cúcuta, agosto de 2008.

MI PARAÍSO PARTICULAR

CRONIQUILLA

MI PARAÍSO PARTICULAR
Orlando Clavijo Torrado


Recordando el consejo de evocar momentos o lugares placenteros para descansar o conciliar el sueño, una noche de estas lo apliqué, con inmediato resultado. Me trasladé a mi sitio preferido de niño, al que yo llamaba mi propio jardín terrenal, fiel copia del dibujado en las Cien Lecciones de Historia Sagrada. Se hallaba ubicado en el solar de la vieja casa que luego mi padre regaló a mi abuelo, quizá a menos de un centenar de metros, en la pendiente que terminaba en la quebrada. Esta, mirada hoy, no dista medio kilómetro de la casa, pero las distancias y los tiempos de los niños son enormes, de modo que por aquella época la quebrada estaba ubicada a una larga e interminable jornada. Es decir, a mí se me antojaba sumamente remota, por lo que pocas veces me aventuré por esas lejanías: ello estaba prohibido en virtud a los “inmensos peligros” que implicaban para un niño, en la perspectiva paterna. Pero ¡qué agua tan pura y rumorosa corriendo entre lajas e inmensas rocas!
Así, mi paraíso privado estaba en la mitad del camino entre la casa y la quebrada. Consistía en una planada, cuyo piso permanecía tapizado de hojas de guamo y, en donde, por supuesto, no faltaban las frutas del árbol utilizado para sombrío del café. Sí, las guamas, en su extraña presentación en forma de sable, de gruesa corteza con numerosos estuches dentro, de dulce algodón, que guardaban la semilla. ¡Qué sabrosura de confite! Pero alrededor había también aguacates – que dejaban caer ya en sazón en aquella alfombra sus frutos - ; zapotes, que regalaban pepas cubiertas de barbas, duras de abrir; escondido, un árbol de pomarrosa; plataneras cargadas de racimos de guineos al alcance de la mano, que sin poder contener las pecas y la miel se rajaban de maduros; y en el contorno, naranjos y limoneros. Además, palmas de lucaica – lucua – y otros arbustos. Las chicharras, adheridas a los grandes árboles, cantaban con ahínco en el verano, hasta tanto la mano infantil las apresara de súbito. Completaban mi pequeño edén mariposas de hermosos colores y pájaros de matizados plumajes que revoloteaban inquietos entre el follaje y las flores y ponían una música inigualable.
Bajo aquel verde domo, acariciado por el fresco viento y al acorde del murmullo lejano de la quebrada, reposaba y soñaba a mis anchas, sin perturbación alguna. ¿Díganme si no era aquello el paraíso terrenal?
¿Y díganme si con recuerdos semejantes el sueño se resiste en llegar? En absoluto.
Evoquen, queridos lectores, sus mejores momentos o los ambientes o sitios agradables de cualquier etapa de su vida y comprueben los beneficios. ¡Felices sueños! ¡Feliz relax!

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Cúcuta, 14 de abril de 2006.

BIEN DATIADO

Para el semanario “La Provincia de Ocaña”
BIEN DATIADO
Por Orlando Clavijo Torrado
Muy juicioso tomé posesión de mi primer cargo público, como juez promiscuo del circuito de Ocaña. En aquellos años mandaban en el mercado abogadil los doctores Edgar Franco Pallares, Santiago Rizo Lobo, Luís Noguera Pérez, Fernel Arenas Gerardino, Carlos Lemus, Sanin Mena, entre otros. El Tribunal Superior lo componían Urbano Pérez Sepúlveda, Jorge Enrique Sánchez García, Joaquín Mansilla Chaustre y Edilberto Monsalvo. Fungía de Procurador Provincial Rafael Sarmiento Figueroa.
Por supuesto, me integré y me integraron al club de juristas, que no rebajaba los fines de semana bebeta con “picada” o sancocho de ave de corto vuelo; los pasapalos eran rebanadas de mango biche. Pero, en honor a la verdad, hay que decir que los asociados tampoco perdían la misa dominical de las 9 de la mañana oficiada por monseñor José Francisco Rodríguez Salazar, de quien había recibido yo la primera comunión.
¿Eran tan devotos los abogados litigantes, los magistrados y los jueces? Bueno: alguien echó a correr la bola de que el interés por la misa dominical se debía a que el señor cura de la catedral estaba excelentemente informado respecto a lugares non sanctos, con pelos y señales. Aclaremos: los veedores de la moral pública – o quizá veedoras – se ocupaban de llevarle al presbítero Rodríguez los chismes sobre apertura de salones para caballeros atendidos por damas facilongas, y monseñor, en su sacro celo por la virtud, destinaba buena parte de su homilía para increpar esos avances de la inmoralidad en la casta ciudad. “¡No es posible – tronaba desde el púlpito – que en la calle tal con carrera tal, número tal y pascual, esté funcionando desde el miércoles pasado una casa de citas!” El siguiente domingo el prelado “informaba” que a la salida para Ábrego o para Río de Oro habían instalado otro burdel, en fin, por lo regular el párroco, como se dice hoy, vivía bien datiado sobre el particular.
No sé si sería verdad o mentira, pero comentaban entre los mismos colegas que en pleno sermón unos sacaban disimuladamente una libretita, alegando que no querían perderse ninguna de las sabias enseñanzas del predicador. “Ya voy, Toño”, le replicaban, “¿acaso no te vi anotando la última dirección de las putiérrez que el padre dio?”

orlandoclavijot@hotmail.com
Cúcuta, 24 de julio de 2007.

PALABRAS AL FINAL

CRONIQUILLA

PALABRAS AL FINAL
Orlando Clavijo Torrado

El viernes 11 de abril culminó el programa rememorativo de los 180 años de la Gran Convención Nacional ocurrida en Ocaña. Como cierre se celebró una sesión conjunta de las Academias de Historia del Norte de Santander y de Ocaña en el templo de San Francisco, epicentro del magno acontecimiento y hoy de su conmemoración. La Academia de Historia del Norte de Santander honró con el encargo de delegados suyos al doctor Luis Eduardo Lobo Carvajalino, al padre Edwin Leonardo Guevara y al suscrito, miembros correspondientes igualmente de la de Ocaña.
La sesión conjunta se clausuró con la siguiente reflexión del autor de esta nota:
“Hay hechos sin duda memorables como este de la Gran Convención, de los que se forja el destino de una nación, ya que como es sabido tenía como derrotero crear una nueva constitución y tratar de salvar la unidad de las tres naciones que conformaban hasta entonces la Gran Colombia. Son hechos que marcan para siempre hombres y lugares.
Empero, si se deja al arbitrio de la frágil memoria de los hombres tales sucesos, pueden caer en el olvido.
Surge, entonces, la importancia del historiador que se encarga de registrarlos, de plasmar para la posteridad en las páginas de un libro tanto las minucias – que también se conocen como la petit histoire – como los hechos macros, las batallas estruendosas, los movimientos de los pueblos que cambiaron su rumbo, los gestos decisivos de los dirigentes.
A su vez, las Academias de Historia aglutinan a estos notarios de la humanidad, los impulsan, los catapultan, de modo que en una simbiosis maravillosa éstas se nutren de aquellos y los narradores encuentran el alero en ellas, su aval y su sello.
Quiero rendir especial reconocimiento a la Academia de Historia de Ocaña, la que ha nucleado todos estos actos recordatorios, pero antes los ha ideado, inspirado, alentado y dirigido.
Gracias a la Academia de Historia de Ocaña cuanto se desarrolló en esta semana evocando que hace 180 años aquí mismo se cumplió la Gran Convención, todo ello, repito, se convirtió en otro hecho histórico.
No hay quien no se sienta obligado frente a todos sus miembros, y en especial frente al merecimiento de su presidente don Luis Eduardo Páez García, porque si bien la Gran Convención no fue un triunfo de nadie, esta conmemoración sí fue un triunfo de la Academia de Historia de Ocaña”.

orlandoclavijot@hotmail.com

Cúcuta, 21 de abril de 2008.

¡HUMANO, MUY HUMANO!

PARA “LA PROVINCIA”

HUMANO, MUY HUMANO
Orlando Clavijo Torrado

Siguiendo con anécdotas de los dos cultos y apreciados jerarcas que han honrado la diócesis de Ocaña, los monseñores Rafael Sarmiento Peralta e Ignacio Gómez Aristizábal, hoy referiré una muy simpática de este último, también destacado por su simpatía, un antioqueño de todo el maíz como él mismo se definía y el que no anhelaba las estatuas de los santos ni de los héroes, conforme se lo oí una vez, porque “qué jartera estar uno parado ahí todo el tiempo al sol y al agua”.
El episodio viene como anillo al dedo en estos tiempos en que se está cuestionando acerbamente a la Iglesia Católica por la conducta de algunos de sus ministros en materia sexual. No hay ninguna indulgencia con ellos, olvidándonos que son seres humanos, que sienten las mismas palpitaciones debajo de la camisa y debajo de los pantalones que los demás varones cuando ven desfilar una esbelta dama – me refiero a los curas normales pues de los otros no puedo escribir porque contrarían mis gustos y experiencias -. No podemos asumir que su castidad, su caridad y su comportamiento que esperamos sea acorde con su prédica, se resquebrajen en lo más mínimo, y les exigimos que sean santos y modelos por haber escogido tal destino, pero no nos ponemos en su débil pellejo.
El caso es que monseñor Gómez coincidió en una visita a cierto pueblo, que es mejor no mencionarlo, con el recordado dirigente político David Haddad Salcedo. En algún momento el ex gobernador se dirigió al despacho parroquial mientras el obispo se ocupaba de otros asuntos. El doctor David vio cómo el señor cura párroco abrazaba apasionadamente a la secretaria del despacho parroquial, igual que cualquier enamorado feligrés. Su asombro fue infinito. No podía creer que el respetado sacerdote de aquella comunidad se dedicara con tanto entusiasmo al amacise, sin negar claro está que la muchacha no desmerecía para una faena semejante.
Alarmado, buscó al prelado y le contó cuanto acababa de presenciar. Sus principios conservadores y cristianos esperaban una reacción severa y ejemplarizante. Monseñor Gómez Aristizábal lo oyó atentamente, esbozó una sonrisa y le contestó:- ¡Ay, doctor David, me parece poco apropiada la conducta del padre…, pero lo que hizo es humano, muy humano!
El quejoso se quedó descorazonado y un tanto escandalizado por la que consideró suma tolerancia de su excelencia, pero sin duda no era tal sino verdadera comprensión.

orlandoclavijotorrado@yahoo.es


Cúcuta, 1º de septiembre de 2007.

CURIOSOS CARNAVALES

CRONIQUILLA

CURIOSOS CARNAVALES
Orlando Clavijo Torrado

Algo pasó con la Croniquilla titulada Las marranadas de diciembre que debía de salir el Día de Inocentes y se embolató. Si Dios lo permite, tal vez este año la podamos publicar.
Entretanto les cuento que yo también me fui con la familia a “jugar a los carnavales” a Ocaña, del 3 al 6 de enero. Por cierto que nos ganamos varios baños porque nos sorprendieron con la ventanilla del carro abajo, y ¡tengan para que lleven su baldado de agua! Hasta el bebé de dos meses que llevábamos jugó a los carnavales al recibir un manto de espuma blanca, afortunadamente inofensiva, no tóxica, que se seca al instante. Averigüé que arribaron allí varios camiones con dicho spray, de fabricación argentina, provenientes de Cali, y que se gastaron varios miles de latas.
De todas formas es de celebrar que ya no tiren harina, aceite de carro y tinta como en otros años, y suciedades. En el tiempo en que arrojaban orines y excrementos cuentan que individuos de las Autodefensas recogieron a tres o cuatro patanes, les aplicaron una terrible azotaina y les advirtieron que de continuar en los desmanes ya no recibirían golpes sino la ejecución. Santo remedio. Nadie lo volvió a hacer. Sin embargo, ahora surgen los rezagos ya que vimos que de un camión ganadero lanzaban agua con boñiga.
La gente, ataviada con un sombrero de fibra, ropa de sport para lo que se venga y un poncho al hombro, se divierte de tres formas: bebiendo licor hasta que el cuerpo aguante, echando agua y espuma a diestra y siniestra – con mayor entusiasmo los niños y los jovencitos - y danzando en la noche con una docena de afamados conjuntos musicales en el coliseo cubierto Argelino Durán Quintero o en discotecas. Empero, aunque coronaron reina a la medianoche del 3 en el parque “29 de mayo “ o Santander, no se ve una sola carroza que al contrario sí preparan, variadas y con lujo en Río de Oro para la fiesta de los Reyes Magos, particularmente para el bello y tradicional espectáculo de la matada del tigre. Así entienden en Ocaña los carnavales de enero.
Emprendimos el retorno felices, despreocupados porque en la carretera, en el área rural, no teníamos que cuidarnos de las rociadas, mas habíamos calculado mal: en la entrada a La Playa había chicos con vasijas repletas de agua a los que alcanzamos a divisar, de manera que nos escapamos de sus gracias; y extrañamente, ¿quién iba a pensar que en el caserío El Tarrita, jurisdicción de Ábrego, tan lejos de Ocaña, también jugaban a los carnavales? Es la verdad: los chorros de agua estaban a la espera del desprevenido viajero y por ir totalmente ajenos al peligro, allí nos dieron el último enjuague.
En suma, para decir que uno sí participó en los carnavales debía, o haberse amarrado una juma tumbadora, o haber bailado al menos una noche entera, o salir empapado como un pescado. Más de lo último nos tocó a nosotros. Valga aclarar, eso sí, al principio con la cara de susto que produce una lavada intempestiva y después reventados de la risa.

orlandoclavijot@hotmail.com


Cúcuta, 12 de enero de 2007.

CHEPE AL CONCEJO DE OCAÑA

CRONIQUILLA

CHEPE, AL CONCEJO DE OCAÑA. MONSEÑOR SALAZAR
Orlando Clavijo Torrado


Hay un buen contingente de electores que repudia a los corruptos y a los ineptos y desea llevar a las alcaldías y a las corporaciones representativas del pueblo a individuos transparentes, capacitados y de carácter, pero se pierden en la encrucijada de hallar a esos especímenes. En Ocaña, por fortuna, tienen a su disposición a un candidato de excelencia para el concejo municipal, al que no vacilo en recomendar no solo por la cercanía familiar y por conocerlo desde su niñez sino porque desde su época universitaria se labró un liderazgo que ha mantenido entre la juventud, gracias a su inteligencia, su rectitud, su simpatía que se traduce en solidaridad y colaboración para todos, su claridad de juicio, y su visión objetiva y equilibrada expresada firmemente pero en términos respetuosos y con argumentos válidos. Es una promesa para una buena gestión en la administración municipal o en otros estadios públicos a la vuelta de pocos años, mas por ahora su elección el próximo 28 de octubre constituirá una ganancia para el cabildo ocañero que se remozará con unidades intelectuales de su talla. Me refiero al joven administrador de empresas José Fernel Peñaranda Torrado, conocido popularmente como Chepe.
Por consiguiente, reitero que en estos momentos en que buena parte del electorado se desvive por encontrar honestidad, incontaminación y espíritu de servicio sin utilitarismos, es de celebrar y aprovechar la participación de jóvenes como Chepe en los asuntos de interés público, porque en sus proyectos sólo cuenta justamente el trabajo que beneficie a la comunidad en general. Le oí que su agenda como concejal privilegiará el deporte y la cultura. No hay duda de que José Fernel Peñaranda Torrado será un excelente vocero de los ocañeros en el concejo municipal. Póngale la firma.
***
Monseñor José Estanislao Salazar Mora entró a los dominios eternos, hora en que su valor intelectual, religioso y social debe empezar a sopesarse no solo en su proyección local y provincial, sino departamental y nacional, ya que su riqueza humanística lo posicionó entre las grandes inteligencias contemporáneas. Serán siempre recordadas sus homilías – según algunos a veces demasiado extensas – matizadas con trozos en latín, sapientes, profundas, provechosas, así como será reconocida su producción literaria que comprende historia, cuestiones espirituales, prosas diversas y poesía.
Tuve la oportunidad de asistir a la velación en la iglesia de San Agustín en donde se desempeñaba como párroco, y al solemne funeral en la iglesia catedral de Santa Ana, ocasión para que el pueblo ocañero le manifestara el respeto y el cariño con que lo rodeó durante su largo ministerio. Percibí cierta insatisfacción porque el homenaje programado no guardó proporción con la trascendencia de monseñor Salazar, pero no importa, la posteridad se lo rendirá como él se lo merecía.

orlandoclavijot@hotmail.com


Cúcuta, 13 de agosto de 2007.

UN MONSEÑOR DE TODO EL MAÍZ

CRONIQUILLA

UN MONSEÑOR DE TODO EL MAIZ
Orlando Clavijo Torrado

Gran alborozo entre quienes fuimos sus feligreses ha despertado el nombramiento de su excelencia Ignacio Gómez Aristizábal como Administrador Apostólico de la diócesis de Cúcuta, a quien le damos desde ya una calurosa bienvenida.
Monseñor Ignacio – así se le llamaba - fue el segundo obispo de la diócesis de Ocaña a la que guió por veinte años, desde el 20 de octubre de 1972 hasta el 4 de diciembre de 1992 en que asumió como arzobispo de Santa Fe de Antioquia. Ya declarado emérito, obsequió el báculo del arzobispado a la Fundación Amigos del Museo de El Peñol, su tierra natal.
Se trata de un antioqueño muy simpático, de todo el maíz – como se define él mismo- , de los que cuando estornuda bota el afrecho lejos, enemigo de la publicidad, las poses y de que le hagan estatuas porque “qué jartera, uno ahí parado al agua y al sol día y noche” según nos dijo a un grupo de amigos en cierta reunión mientras contemplaba el bronce de un personaje.
Encarna la informalidad, la honestidad, la caridad y una ejemplar humildad.
En Ocaña – como lo recordó en reciente columna el doctor Olger García Velásquez – dejó una huella comparable a la de su antecesor monseñor Rafael Sarmiento Peralta, por las obras sociales emprendidas, las comunidades religiosas apoyadas – entre ellas el Convento de Clausura de la Hermanas Dominicas Nuestra Señora de las Gracias de Torcoroma -, el cuidado de todas las parroquias y, reitero, por la afabilidad en el trato, que lo hizo respetado, acatado y querido en toda la provincia. Y no solo ello, sino recordado no obstante el paso de los años.
En verdad, esta clase de pastores no se dan todos los días, y para las comunidades constituye una bendición y una suerte tenerlos.
Bien quisiéramos que la permanencia de monseñor Ignacio en Cúcuta se prolongara, mas, así sea corta, estamos seguros que se traducirá en magníficos frutos espirituales y temporales.

orlandoclavijot@hotmail.com


Cúcuta, 29 de enero de 2008.

INTELIGENCIA - PARA EL SEMANARIO "LA PROVINCIA DE OCAÑA"

INTELIGENCIA
Orlando Clavijo Torrado

Habían pasado nueve años desde mi partida de Ocaña, propiamente desde mi retiro del Seminario Menor del Dulce Nombre debido a mi pobre vocación para el sacerdocio pues las tentaciones de los tres enemigos del alma - el mundo, el demonio y la carne (la carne femenina) - no me daban tregua. Ahora regresaba con certificaciones de aprobación de estudios de Derecho en la Universidad Nacional de Colombia. El doctor Lucio Pabón Núñez me conocía y era amigo de mi padre, por lo que lo busqué en la Universidad La Gran Colombia en donde era rector, para que me impulsara en mi aspiración de ingresar a la Rama Judicial. Se desempeñaba como presidente del Tribunal Superior del Distrito Judicial de esta ciudad el doctor Urbano Pérez Sepúlveda, excelente amigo y seguidor del caudillo Pabón Núñez. Para mi fortuna, a los pocos días de la entrevista llegó a mi apartamento un telegrama en el que el mismo presidente del tribunal me comunicaba el nombramiento de juez promiscuo del circuito de Ocaña. El alto y delicado destino significaba una primera instancia en asuntos penales, civiles y laborales de que no conocieran los jueces municipales y una segunda instancia en todas las contiendas asignadas a dichas autoridades.
Los cargos en el Poder Judicial estaban divididos paritariamente por aquella época entre conservadores y liberales. El juzgado que me correspondió le “pertenecía” al Partido Conservador.
Muy feliz de desempeñar mi primer empleo público, a mis 24 años, volé de Bogotá a Cúcuta y de ésta a Ocaña, aterrizó la avioneta en el modesto aeropuerto, y allí le indiqué al chofer del taxi que me llevara al hotel Sevilla.
No demoré mucho en el hotel pues me hallaba en ascuas por reencontrarme con la ciudad en donde habían transcurrido felices mis primeros años de bachillerato. Postergué el saludo debido a mi tío Eliécer Torrado Torrado en La Piñuela, a mi tío abuelo Luis Felipe Torrado, allí en El Tamaco, y a los demás familiares, y me dirigí al parque para hacerme lustrar el calzado, volver a sentir la sombra de los árboles amigos, y rememorar las retretas y los instantes en que con mi padre nos sentábamos en los escaños, y para oír a los lugareños y enterarme en algo de los sucesos en los casi dos lustros de ausencia. Contemplé las imponentes fachadas de la catedral y del palacio municipal; en éste, mi flaca figura despacharía como todo un señor juez. Nadie me reconoció, nadie me saludó, ni reconocí por el momento a ninguno. Ese anonimato me dio libertad para mirar y fantasear a mi gusto.
Sin embargo, mientras el embolador agitaba el trapo sobre mis zapatos, se acercó un joven y me preguntó sin más preámbulos: “¿Usted es el doctor Orlando Clavijo Torrado?” Le respondí que sí. Entonces el muchacho dijo que venía de parte de don Juan M. Luna, quien me enviaba un saludo afectuoso y una esquela.
Don Juan M. Luna, un patriarca respetable, era el presidente del Directorio Provincial Conservador, jefe indiscutible en la Provincia, el alter ego del doctor Pabón en la comarca, y acatado en la capital del departamento. Abrí el papel y leí con atención. El signatario me daba una bienvenida cordial, me expresaba el regocijo del Partido por tenerme entre sus servidores en la justicia, los deseos de una buena gestión en la que podría contar con el mismo dirigente y con la colectividad, y finalmente me recomendaba con todo respeto a las personas que contaban con el aval del Partido en la nómina de mis colaboradores. Por aquellas calendas no existía la tira cómica de Condorito, pero un ¡Plop! debió sentirse en la plaza.
Sí, porque, ¿cómo explicar que momentos antes fuera un perfecto desconocido, y a los pocos minutos de estar allí sentado un mozalbete me hubiera descubierto en medio de un buen número de parroquianos? ¿Así de adelantado estaba el servicio de inteligencia en Ocaña? “Ay lindo – me explicaron después – no te olvidés que en Ocaña todo se sabe”.

Cúcuta, 5 de julio de 2007.

EL AFAN

PARA EL SEMANARIO LA PROVINCIA DE OCAÑA

EL AFAN
Por Orlando Clavijo Torrado

Quizás ví a don José Humberto Carvajal Cárdenas en el hotel Real aquel jueves 10 de abril de este año mas no lo recuerdo con precisión. Supe después que era vendedor ambulante, procedía de Bucaramanga y contaba con 61 años de edad.
De súbito acortó su estadía en Ocaña y decidió adelantar el viaje a su ciudad natal. Había escrito en la planilla del hotel como día de salida el viernes. Separó un pasaje en Cotaxi y cuando llegó la hora de partir, pasado el mediodía, un afán inusitado lo acosó. El joven recepcionista del hotel lo calmó: espere que vengan a recogerlo o si prefiere pido un taxi para que lo lleve al sitio de salida.
El señor Carvajal no atendió las sugerencias. Abandonó precipitadamente la habitación portando su maleta, y salió a la calle caminando a zancadas. De verdad que tenía prisa. Temía perder el tiquete y un buen puesto en el autobús.
En la noche ya se conocía la noticia. El autobús de Cotaxi se había estrellado contra una “mula” o tractocamión y habían perecido cinco pasajeros, entre ellos José Humberto Carvajal Cárdenas.
¿Cuál era, entonces su prisa?
Recordé la historia del siervo aquel que se encontró a la muerte en el mercado de cierta ciudad, y le hizo una señal, de modo que el hombre intimidado fue a contarle a su amo y luego huyó despavorido a otra ciudad a quinientas millas. El amo le reclamó a la muerte el porqué le amedrentaba a su servidor, y la muerte le contestó: no asusté a tu siervo sino que le indiqué que me esperara en la ciudad que queda a quinientas millas de aquí.

orlandoclavijot@hotmail.com


21 de abril de 2008

CRONIQUILLA -LA MUERTE DE MARCOS

La muerte de Marcos
Por Orlando Clavijo Torrado
Este Marcos no se relaciona con ningún personaje famoso, por ejemplo el evangelista, o el ex presidente de Filipinas Ferdinand Marcos, o con algún sabio, un futbolista, un narcotraficante, o un cantante. No, se trata de un hombre humilde, de un pueblo olvidado, pero que constituyó “mi personaje inolvidable” (como los que traía ´Selecciones´) en una época de mi infancia. Paradójicamente, lo recuerdo no porque me hubiera proporcionado grandes satisfacciones; no, es que nunca me brindó alguna. Lo único que de él recibí fueron sustos, lo único que siempre me inspiró fue miedo; aparecía cuando menos se lo esperaba, su sombra estaba en todas partes. Marcos dominaba el lado tenebroso de mi mundo. ¿Por qué? Porque era loco, el loco del pueblo, y loco furioso.
Marcos era, además, manco. Sin embargo, poseía una fuerza extraordinaria que tanto le servía para echarse al hombro un grueso atado de cañas o de troncos, como para derribar las trancas de las puertas, los muebles, cajas y cuanto objeto pesado le obstaculizaran el ingreso a un domicilio en horas nocturnas, su deporte favorito. Lo hacía nada más por pedir un vaso de agua o una taza de café. Pero con su sola presencia, obligaba a las madres a recoger en las alcobas a los hijitos atemorizados. Recuerdo la rutina de mi padre a las siete de la noche colocando no solo en la puerta de la sala sino en la puerta sobre el entablado que daba al acceso al solar, pirámides de cosas, entre esas el pilón de machacar el maíz para las arepas. Para Marcos todo aquello eran juguetes, de un empujón en un segundo los desparramaba.
En cada cambio de luna, al orate le afloraban ímpetus violentos que proyectaba en mandobles asestados al empedrado de la calle. La policía se veía obligada a someterlo por la fuerza y a amarrarlo al vetusto mango de la plaza; a veces lo conducían al calabozo, pero si permanecía allí una hora era porque aún no se le había antojado salir: con facilidad hacia ceder las cerraduras y de nuevo era hombre libre, o, mejor, loco suelto.
Su mirada fiera intimidaba a los niños. A mí, debo confesarlo, una vez en que me dirigía con una hermana menor a una finca cercana de mi padre, me aterrorizó como nunca lo había sentido en mi corta vida. El loco descansaba de pie apoyado en un barranco, teniendo a su lado una carga descomunal de varas. Y valga aclarar que no nos embistió. Todo lo que hizo, inmóvil en la vera del camino, fue seguirnos con su vista furibunda, hasta que la distancia ganada con pies temblorosos nos puso fuera de su alcance. Ya me veía yo y veía a mi pobre hermana acuchillados, masacrados, con el inmenso machete que le colgaba de un lazo amarrado en su cintura. ¿Cómo podría defender a mi inocente hermanita?
Pero un día corrió la especie de que Marcos se hallaba agonizante. El párroco del lugar (el reverendo José Francisco Rodríguez, quien fue luego nombrado monseñor y vicario de la diócesis de Ocaña) acudió solícito a suministrarle los auxilios de la religión. Los curiosos, entre los que la chiquillería formaba mayoría, invadían la sala en donde expiraba el demente, el andén y la calle contiguos.
El sacerdote recitaba salmos, absolvía al penitente de sus locos pecados, y ya comenzaba a instarlo para que repitiera con él las oraciones finales, las del buen morir, en medio de los sollozos de los allegados, cuando Marcos dio un salto y se incorporó en el lecho, escupió fuerte y arrojó algo, y bramó una maldición. El reverendo y el respetable público que se encontraban cerca echaron súbito reverso hacia la calle y los de la calle fueron empujados a correr hacia abajo, espantados.
La admiración no hay cómo describirla ante la repentina resurrección del loco Marcos. Mas, éste mismo, al salir puertas afuera con los ojos desorbitados de la rabia y poniendo la mano en el machete, lo explicó todo: Desgraciados, ¿quién les dijo que yo me estaba muriendo si lo que tenía era un hueso de pescado atravesado en el guargüero?

PARA EL SEMANARIO "LA PROVINCIA DE OCAÑA - EL ÚLTIMO OBISPO

PARA “LA PROVINCIA”

EL ÚLTIMO OBISPO
Por Orlando Clavijo Torrado


En crónicas anteriores he narrado algunas anécdotas afables de los dignísimos prelados Rafael Sarmiento Peralta e Ignacio Gómez Aristizábal, primero y segundo obispo de Ocaña, respectivamente, a quienes conocí y traté. Del actual dignatario de la diócesis, su excelencia Jorge Enrique Lozano Zafra, me quedo pobre en historietas puesto que solamente lo he visto a lo lejos en algunas celebraciones. Monseñor Lozano es de baja estatura, de piel oscura y cabello rizado adherido al cráneo – cabello quieto dicen popularmente - lo que hace pensar que sus genes son africanos - San Agustín, el más importante de los Padres de la Iglesia, era de aquel continente; los africanos que vemos hoy lucen figuras delgadas, pero el más santo de los sabios y el más sabio de los santos se volvió gordiflón cuando se sentó en la silla de Hipona hasta su muerte -. Por la prensa de nuestro departamento se entera uno de las actividades del rector de la diócesis de Ocaña, de las angustias que ha vivido y, por supuesto, de las desavenencias que ha afrontado con su clero, algunos de cuyos miembros fueron mis compañeros en el Seminario del Dulce Nombre.
Una vez solamente hablé con monseñor Lozano Zafra. Hace unos meses, un glorioso día, luego de múltiples intentos por comunicarme telefónicamente desde Cúcuta, en donde resido, mi alegría fue inmensa cuando la dama que contestó me anunció que monseñor estaba y enseguida pasaría al teléfono. Luego del saludo respetuoso que merece su rango, le pregunté por el resultado de una misión que yo atrevidamente le había encomendado y un honor que le pedía, de formular algún comentario sobre una obra histórica que en estas próximas semanas aparecerá, titulada “Cerca de las estrellas”, una suerte de monografía sobre Bucarasica, población de la antigua Provincia de Ocaña. Confieso que cuando a mí me interrumpen la siesta me pongo de un genio de los diablos. Presumo que eso le sucedió al pastor porque me respondió que el dichoso libro – no estoy seguro si dijo dichoso o ese libro - lo había visto por ahí, que no había tenido tiempo de mirarlo, y que ni conocía a Bucarasica, ni nada tenía que decir sobre él y, finalmente, que cuando él había asumido la dirección de la diócesis de Ocaña ya esa parroquia hacía dos años pertenecía a la diócesis de Cúcuta. Pese a estar soportando en esos momentos la consabida alta temperatura cucuteña, la respuesta del ilustre interlocutor me congeló. Vanamente traté de explicarle que Bucarasica, tanto en la formación del poblado como en la creación de la parroquia, era hechura de Santa Marta, de Ábrego, de Ocaña, de Villacaro (quienes me honren con la lectura del libro corroborarán este aserto). Me di por vencido y no tuve otra opción que presentarle disculpas por mi atrevimiento.
Estoy convencido que algo o alguien había hecho enojar a este ordinario (así se llama a los obispos, ordinarios) y yo vine a pagar los platos rotos. Con todo, no puedo afirmar que el reverendísimo Lozano Zafra sufra de neurastenia. De pronto yo estaba en el lugar, a la hora y con la persona equivocada. Y, como buen cristiano y católico, me acuso por mi pecado. ¡Mea culpa, mea culpa, mea culpa!
Había dicho que no tenía nada que contar sobre el actual obispo de Ocaña, y observen amables lectores que me resultó por gracia de Dios una rica anécdota.

orlandoclavijotorrado@yahoo.es



Cúcuta, 2 de octubre de 2007.

CRONIQUILLA - SANTA BÁRBARA

CRONIQUILLA

SANTA BÁRBARA
Orlando Clavijo Torrado

La tragedia en la vereda Llano El Pozo de Ábrego en estos días, a causa de un rayo que mató a 5 personas y dejó heridas a 28, del centenar de campesinos que disfrutaba de un campeonato de fútbol, me ha hecho revivir una escena de la infancia, cuando mi madre nos recogía en la alcoba matrimonial mientras al techo de la casa lo azotaba un diluvio, los relámpagos iluminaban intermitentemente los espacios, y los truenos estremecían la tierra.
A su turno, en su infancia, ella había presenciado y había sido aterrorizada por las tormentas eléctricas que estallaban en el poblado y en la llanura de Ábrego, frecuentemente, como frecuentes, nos relataba, eran las noticias del deceso de labriegos en los potreros, bajo los árboles, o en las quebradas, alcanzados por los ramalazos de fuego desprendidos de las nubes.
Madre nos hacía levantar los pies del suelo pues por allí corría la electricidad, y apretados a su regazo, entonábamos con ella la plegaria que conjuraba las ventiscas, el furor del cielo y la muerte repentina. Era la invocación a la patrona de Ábrego, santa Bárbara, de la que sólo recuerdo el inicio “Santa Bárbara bendita, quien te cortó la cabeza…”.
Según la tradición, Bárbara, hija de un hombre rico y pagano, Dióscoro, desde niña abrazó el cristianismo, provocando la ira de su padre que trató de imponerle por los métodos más crueles la adoración de los ídolos, y al no lograrlo, pidió a un juez la sentencia de muerte y ejecutarla por su propia mano. Tan pronto descargó su espada en el cuello de la hermosa doncella, un rayo lo fulminó. Por aquellas razones del común que parecen incomprensibles, santa Bárbara se ganó el fervor de artilleros, pirotécnicos, mineros, albañiles y bomberos, y ser aclamada como protectora en las calamidades de la Naturaleza. Se la conmemora el 4 de diciembre, esto es, que Ábrego está de fiesta.
El porqué el valle abreguense – el bello valle dicen allí con mucho orgullo - desde antiguo se cubre de culebrinas de plata que juguetean en el aire, no se ha explicado; se atribuye el fenómeno a la riqueza de minerales – plutonio, principalmente - , pero, no deja de ser una riqueza mortal.
Fatalidades como la de Llano El Pozo, monstruosidades, exabruptos, aberraciones y toda cosa que conmueva, abisme o espante, tiene en la expresión ¡santa Bárbara bendita! la medida del horror, de la sorpresa, de la vergüenza o del asombro.
Quiera Dios que por intercesión de su sierva, desgracias como la de la mentada vereda no se repitan. Devotos, elevemos la siguiente oración:
Santa Bárbara bendita: protege a los antiguos cruceños y hoy abreguenses, de las centellas mortales, a través de pararrayos sembrados en toda la planicie. Amén.

orlandoclavijot@hotmail.com


Cúcuta, 1º de diciembre de 2006.

CRONIQUILLA -PESTE AVIAR EN OCAÑA

CRONIQUILLA

PESTE AVIAR EN OCAÑA
Orlando Clavijo Torrado

Es cierto el título de esta nota, y conste que no es Día de Inocentes.
Ya había cesado el terror y la alarma por la enfermedad de las vacas locas con el sacrificio de miles de reses especialmente en Inglaterra, y hasta bromas se podían gastar – “¿si sabes lo que comentan por ahí?, le dice una vaca a la otra; ¿qué comentan?; que anda la enfermedad de las vacas locas; eso a mí no me importa, responde la primera, porque yo soy una cabra” .- No duró mucho el respiro: ahora el pavor vino de Asia en donde, como hecho inquietante pero con visos de ser ignorado, un pollo estiró la patita de extraña dolencia, a la que se le dio el nombre de gripe aviar. Después se supo que estaban sucumbiendo aves de corral por centenares en Vietnam, China, Azerbaiján, Indonesia y Tailandia, y que ya la epidemia avanzaba cubriendo toda suerte de aves voladoras, migratorias, domésticas, cisnes y pájaros no sólo en Asia sino en Europa, lo que provocó o las cuarentenas o el exterminio de millares de pollos en granjas industriales. Los burlones de siempre se encargaron de afirmar que ni el Pato Donald ni Condorito se salvarían. Pero el virus mortal saltó de los animales de dos patas y pluma a los de cuatro y peludos, reportándose hace poco la muerte de gatos y perros. Y no es para estar tranquilo cuando la mortal cepa ha cobrado la vida de 92 personas en todo el mundo, desde que apareció en Hong Kong en 1997. El 21 de marzo último los diarios hablan de 7 casos de humanos contagiados en Azerbaiján, de los que falleció uno el 16.
Con todos estos pormenores quiero significar que aunque hoy todo se clasifica de última generación, también las pandemias, como lo escribía en una Croniquilla de hace unas semanas, nada hay nuevo bajo el sol. No todas las enfermedades son lo último en guaracha. Las hay viejitas, que vuelven, y como no sobreviven contemporáneos o la gente es olvidadiza, los modernos las etiquetan distintamente; pero, repito, ya han existido. Para muchos intérpretes estas infecciones son formas de castigo de Dios, y quiénes sostienen que la causa está en el aire degenerado y contaminado y que cosas peores vendrán - aunque no se barrunta qué puede venir peor que el ladronismo y la corrupción en la administración pública, la plaga del día - .
Llegamos ahora sí al punto: antes que en Asia, en Ocaña ya se conocía la gripe aviar. En efecto, la provincia de Ocaña fue “sede” de un fuerte virus patógeno hace más de medio siglo. Se conoció como la peste cólera aviar. En qué consistía, qué lugares afectó y cuántos animalitos desaparecieron, dejemos que nos lo cuente don Guillermo Solano Benítez en su libro “50 Años de vida nortesantandereana”:
“Peste en las gallinas. En el mes de julio había invadido una peste a las gallinas en todo el departamento, siendo muchas las muertes producidas en los criaderos. Se suscitó entonces la discusión de si sería la peste New Castle o el cólera aviar, pero el corresponsal de El Tiempo en Cúcuta publicó informaciones recibidas de que las gallinas vacunadas contra el cólera aviar por parte del Ministerio de Agricultura se habían salvado, en tanto que las vacunadas contra el New Castle habían perecido.
“Al mes siguiente, o sea en agosto, la peste cólera aviar invadió la mayoría de criaderos de la provincia de Ocaña, por lo que los perjudicados se quejaron al Gobierno Nacional de que no hubieran sido enviados vacunadores a su provincia, cosa que se hacía con las demás regiones del departamento. Hubo haciendas de esta provincia donde murieron en un solo día 500 gallinas, y lo peor de todo fue que tal peste se extendió tanto al Magdalena como a Santander en las regiones limítrofes”. (Ob.cit., tomo V, pág. 2002).
Cólera en 1952, en Ocaña, o gripe, en 2006, en Asia y Europa, sin mayores diferencias en los síntomas, bajo un mismo adjetivo, aviar, y con el mismo resultado. En verdad, el mundo es pequeño y los tiempos regresan.

orlandoclavijot@hotmail.com

Cúcut

CRONIQUILLA - TOÑO EL ARRECHO

TOÑO EL ARRECHO
Orlando Clavijo Torrado

Quienes viajamos frecuentemente de Cúcuta a Ocaña y viceversa tenemos que padecer mil incomodidades por el descuido de la vía, lo que no explica cómo se diga que hubo atención a la provincia de Ocaña en la pasada administración. No le demos más vueltas al asunto y vamos al grano. Desde el carro en que viajaba este servidor hace unos días contempló la maroma que realizó el chofer de un vehículo de los llamados “aerovans” que se dirigía de Ocaña a Cúcuta, en una curva justamente más abajo del caserío La Curva. En un recodo, una tractomula había sufrido la rotura de un eje, y quedó estancada allí cubriendo la mayor parte de la carretera. Por supuesto que el percance originó un embotellamiento de padre y señor mío.
Nuestro personaje asomó la punta de la buseta al espacio que quedaba y avanzó metro a metro calculando que podía pasar por la escasa abertura que quedaba libre, abertura que correspondía justo al ancho de la buseta más unos diez centímetros, en la orilla del puente sobre el abismo. Vi que los pasajeros de la aerovans abandonaron el carro sumamente asustados, entre ellos una señora con un bebé de brazos; sólo dos personas que viajaban adelante permanecieron al lado del chofer. En la carretera había decenas de viajeros fuera de sus vehículos. Al ver que el personaje se había aventurado a pasar, un voluntario le indicó desde el frente cómo debía llevar el automotor para que no se fuera a torcer un milímetro pues de lo contrario, un medio giro del volante en falso, y el carro se ladea hacia el precipicio. La gente se arremolinó para contemplar la arriesgada operación. Todos estábamos con el credo en la boca, con la respiración contenida y los esfínteres apretados. El hombre avanzó como un equilibrista sobre la cuerda en el circo. Porque ahí si se aplicaba aquello que el menor suspiro le podía costar la vida al artista y a los confiados viajeros que lo acompañaban. Fueron dos o tres minutos eternos. Por fortuna, la peripecia le salió bien y ganó el espacio más ancho para proseguir la marcha. Alguien le gritó desde otro carro: ¡Vos si sos arrecho, Toño!
Nos preguntamos si Toño es eso o un irresponsable que puso en peligro la vida de sus pasajeros.
La vida humana merece todo el respeto y consideración, máxime de aquellos a quienes se les confía casualmente, como es el caso de los conductores de vehículos de servicio público.
La prensa ha registrado casos de maniobras semejantes que han terminado en tragedia, de modo que actos como el de Toño en La Curva no deben repetirse. Además, merecen la sanción de las autoridades y de la empresa.

orlandoclavijot@hotmail.com


Cúcuta, 10 de enero de 2008

CRONIQUILLA - LAS COCOTAS Y BILL GATES

CRONIQUILLA

LAS COCOTAS Y BIIL GATES
Orlando Clavijo Torrado

Ocaña sigue siendo un lugar de descanso maravilloso, aún ya inmersa en el atafagar propio de una urbe moderna. Por ello constituye mi destino turístico favorito, como en este último puente de la Independencia de Cartagena. Ya lo he dicho en otras ocasiones: es ciudad y pueblo a la vez. En cuanto a ciudad, se precisa de buenos reflejos para esquivar la cantidad sorprendente de motocicletas y para conducir en las calles “trazadas por la geometría de la emboscada, prestas a la asechanza”, como las describió con letras de oro Luis Eduardo Páez Courvel. Los semáforos colocados en esquinas inverosímiles tratan de ordenar el tráfico. Las aglomeraciones no le son ajenas a cualquier hora del día. Hoy en día Ocaña cuenta con todos los comercios y beneficios de una verdadera ciudad, que irradia su importancia como centro de la provincia y del Sur del Cesar; en salud dispone de aparato de tomografía, pero se echa de menos una Unidad de Cuidados Intensivos a fins de que los pacientes no tengan que desplazarse en largos y arriesgados viajes a Bucaramanga o Cúcuta; la necesidad podría cubrirse si se elevase de nivel el hospital Emiro Quintero Cañizares.
Pero el encanto como pueblo es sin duda el que subyuga. Y por supuesto, el encanto del chismorreo en voz baja, de la crítica en voz alta, de las últimas noticias transmitidas en la comunicación coloquial que teje las distintas versiones del asalto a la mamá de la inolvidable Chava Celis, con cifras y matices encontrados; que da cuenta de la marcha de la administración municipal y de que el Polaco esto y lo otro y de que la más linda de las beldades que se hayan alimentado con cocotas, descendiente del patriarca Juan M. Luna, se casó con un socio de Bill Gates. Alguien apunta: ¡ah!, entonces fue con Carlos Slim, el mejicano más rico del mundo. Y vienen los pormenores con la precisión de yates, mansiones y aviones privados. De todos modos, por ahí va la cosa, se concluye. Sin dejar atrás el triunfo para la alcaldía de Yebrail Haddad Linero, un culto, brillante y apuesto joven mirado al principio como niño rico y oligarca y luego rodeado por gentes de todas las clases, desde las pudientes de La Primavera y El Lago hasta las humildes de la Ciudadela Norte, de Acolsure y Cristo Rey, y avalado por la Alianza Social Indígena, caso extraordinario para que se regusten sociólogos y politólogos objetivos.
Dos semanarios, Ocaña 7 días y La Provincia mantienen la tradición periodística que viene de mediados del siglo XIX.
Finalmente, debo observar que es paradójico cómo en el centro de la capital del departamento no haya un café o fuente de soda elegante como la hay en Ocaña, con un ambiente familiar y delicioso que invita a saborear un capuchino, o una pasta elaborada allí mismo a base de café, o un whisky.
Estas son, entre otras, las razones por las que prefiero con frecuencia como destino turístico a Ocaña.
En adelante, la colonia ocañera en Cúcuta, que tanto suspira por “los montes y cañadas” cantados en un bello porro por Alfonso Carrascal Claro, que sueña con el Agua de la Virgen, Los Estoraques y tantos otros tesoros del afecto, tendrá justamente en sus manos el periódico La Provincia a través de este servidor, para que no se pierda el contacto con el paisaje, los hechos y las gentes de allí.

orlandoclavijot@hotmail.com


Cúcuta, 16 de noviembre de 2007

CRONIQUILLA- 180 AÑOS DESPUÉS

180 AÑOS DESPUÉS
Por Orlando Clavijo Torrado

A esta celebración debían de haber asistido delegaciones de las repúblicas de Venezuela, Ecuador y Panamá recordando que 23 varones de la primera, 7 de la segunda y 2 de la última participaron junto con 41 neogranadinos en la Gran Convención Nacional o Convención de Ocaña como quedó para la historia.
Recordemos que los colombianos a todos los países vecinos los llamamos hermanos y como tales los tratamos, tomado el concepto seriamente y de pronto con mucha ingenuidad.
Y me viene a la memoria cierta investigación sumarial que me tocó siendo juez sobre un homicidio en Chitagá. Dos compadres discutieron agriamente en una cantina, al punto que decidieron salir a la calle a definir a la fuerza sus puntos de vista. Era Semana Santa. Uno de ellos, ferviente católico, le dijo al otro que por respeto a la festividad no usaran armas sino solo los puños, y así enfrentó a su adversario. Este aparentemente aceptó pero en el momento menos esperado sacó de la pretina una cuchilla y acabó de puñaladas a su querido compadre. Eso nos pasa a los colombianos: hermano para allá y hermano para acá, respetuosa y sinceramente, con Chávez, Correa, Lula, Morales y Ortega, y a aquellos poco les importa tal hermandad.
De modo que en un ambiente de tanta traición y perversidad y en que Colombia no cesa de recibir agravios, ¿cómo pretender que el teniente coronel Chávez y sus apéndices se asomen por aquí? ¡Mejor que no! De pronto reviven aquellas sesiones tormentosas, en la primera de las cuales el doctor Francisco Soto, santanderista furibundo, aliado con los venezolanos separatistas, pronunció la arremetida más virulenta contra el Libertador.
Bolívar soñaba con la perennidad de la Gran Colombia, luchó por el éxito de esta Asamblea Nacional, se desvelaba por ella, enviaba mensajes y procuraba convencer a todo el mundo de la bondad de su proyecto. Esta Convención representó para él una agonía, en su anhelo por mantener cohesionadas en una sola patria las tres naciones. Sin embargo, con dolor es preciso reconocer que la unidad fue la pretensión que estuvo más lejana de los convencionistas, a excepción, eso sí, de los bolivarianos, mas éstos eran la minoría.
Con todo, a aquellos 73 diputados les debemos sus herederos gratitud, veneración y admiración en virtud a que gracias a su valor y a su entrega se logró la independencia. Otra cosa es que en el solemne foro su miserable condición humana quedó desnudada de manera patética. Ellos mismos se irrespetaron al llamarse traidores, mentirosos, ambiciosos, mezquinos. El odio, la sed de venganza y la envidia estuvieron a la orden del día. Incluso, se acordó enviar a un oficial para matar a Bolívar en Bucaramanga, hecho del que el héroe se enteró oportunamente y al que no le dio mayor importancia. Al fin y al cabo allí se supo quién era quién, de qué lado político, filosófico, jurídico y económico estaba y es válido afirmar que los partidos liberal y conservador se perfilaron en las bancas del templo franciscano.
Quizá en manos de Bolívar estaba la salvación de la Gran Colombia si hubiere comparecido, mas su celo y respeto llevados al extremo de no involucrarse ni en la campaña previa de elección de diputados también le aconsejaron no intervenir directamente, buscando que las deliberaciones se llevaran a cabo con total libertad y ajenas a su influencia.
Virtualmente, las campanas de la iglesia anunciaron la disolución de la Gran Colombia.
Parece que nada hubiera cambiado. 180 años después los hermanos que tanto mimamos amenazan con despedazarnos. Véase nada más la mirada fiera del ecuatoriano con nuestro humilde y digno presidente Uribe.

orlandoclavijot@hotmail.com


2 de abril de 2008.

CRONIQUILLA - SE CREE EL OBISPO

SE CREE EL OBISPO
Por Orlando Clavijo Torrado


Monseñor Rafael Sarmiento Peralta, el primer obispo de la diócesis de Ocaña, reunía una serie de condiciones especiales que lo hacían resaltar en cualquier ambiente, valga decir primeramente su estampa física de hombre atractivo, de considerable altura, cuerpo atlético, tez blanca, porte natural imponente, modales distinguidos, voz pausada y agradable, en fin, el tipo de varón por el que las mujeres botan la baba, como de hecho ocurría. A ello se agregaba una inteligencia superior que le permitió hacerse a un gran dominio cultural. Pero Dios le había dado también mucha mansedumbre, mucha sencillez y simpatía. Quizá debido a ello sucedió el episodio que narraré enseguida, que es fama que protagonizó él, pero sin establecerse si son bromas cariñosas de la gente – “acumulaciones” las llamaba mi madre – o acontecimientos reales, mas sea lo que fuere, el episodio se acomoda perfectamente a su temperamento jovial y descomplicado.
Se contaba que un campesino de alguna vereda un tanto lejana de Ocaña llegó al palacio episcopal – en ese tiempo se decía palacio y no casa episcopal como hoy -, en busca de un sacerdote para que fuera a confesar a su mamá que se encontraba gravemente enferma. No se encontraba en el palacio ningún presbítero, de modo que el hortelano fue atendido directamente por el jerarca. Monseñor Sarmiento se ofreció a cumplir la solicitud del rústico hombre, el que poco entendía de jerarquías y títulos, y acorde con esa ignorancia del protocolo le advirtió: “Padre, tendremos que ir en carro hasta determinado sitio y de ahí en adelante toca subir una cuesta a pie”.
El prelado no se amilanó y marchó con el labriego. Culminaron la carretera y tomaron la senda empinada, el obispo adelante y su feligrés siguiéndolo. A poco de ir trepando, el jornalero sacó de la mochila un litro, le quitó con los dientes la tapa consistente en una tusa, y le ofreció a su excelencia para que bebiera. Éste no se hizo de rogar y se aplicó una buchada. Pasada una media hora el aldeano repitió el brindis, al que el obispo tampoco se rehusó ya que la caminata se alargaba, el Sol castigaba fuertemente y el cansancio agotaba ya sus fuerzas.
Pocos minutos después el labrador lo invitó: “Padre, métase otro trago porque todavía nos falta un buen trecho para llegar”. Entonces monseñor Sarmiento le contestó con suma cortesía: “Gracias, hijo, pero no puedo seguir tomando porque acuérdese que yo soy el obispo de Ocaña”.
La respuesta del campesino es para enmarcar: “¡Qué tal este! Apenas se toma dos tragos de “bolegancho” y ya se cree el obispo de Ocaña!”

orlandoclavijot@hotmail.com


Cúcuta, 16 de agosto de 2007.

CRONIQUILLA-CÓMO DEJÉ EL BOLEGANCHO

CÓMO DEJÉ EL BOLEGANCHO
Por Orlando Clavijo Torrado


El hombre es de San Calixto. Por aquellas cosas de la vida emigró del campo hace muchos años y no fue sino abandonar su hábitat para coger el vicio del trago. Sin más preámbulos, se volvió un borracho irreductible, sangripesado, pelión, irónico, irresponsable pues vendió hasta los calzones para alimentar su apetito y, claro, perdió el hogar.
Como a todo alcoholizado, algunos lo miraban con lástima, otros con desprecio, quiénes con asco, y muy pocos con simpatía; éstos, naturalmente, eran sus compañeros de bebezón. Don Jartón – vamos a llamarlo así – de reojo miraba las reacciones negativas de la mayoría de la gente, pero en su fuero interior se sentía feliz de su vida. Aquellos llamados de algunos buenos amigos - “ ¿por qué no dejás el trago?”, “mirá que te va a matar” – los oía como se oyen las noticias de países muy lejanos.
Es que esa alegría que dan los primeros tragos, la efervescencia de la continuación con rumbo a la embriaguez y finalmente la cúspide de lo que adquiere el calificativo de jala, juma, pea, bombá o rasca, en que se cae redondo en la silla o sobre la mesa de la tienda o el café, eso, eso es lo más delicioso. ¿Que al día siguiente viene la resaca o guayabo? ¿Cuál es el problema? Para resolverlo se hizo también el aguardiente. Así, don Jartón pedía y se mandaba una cantidad dando la medida con los dedos meñique y pulgar escondiendo los otros. Dos campanazos de esos – como los llamaba mi abuelo Ramón Torrado Vergel – paraban a un muerto.
Pero también por cosas del destino algún día decidió regresar a la parcela, no porque quisiera volver a tomar la machetilla y la pala sino invadido de nostalgia. La escala de bebida ya iba en el anisado tapado con un trozo de tusa de maíz. No alcanzaba para más. ¡Imposible que aquel día no llevara su buen litro de bolegancho!
Emocionado por volver a su pegujal, paseó por los rincones en donde había transcurrido sana y amable su existencia, hasta que llegó al corral de los marranos, en donde éstos se zambullían en la charca y engullían desesperados y desordenadamente el alimento. Allí se brindó con un trago largo, y lanzó el envase a la canoa; el residuo del licor impregnó el salvado. Los cerdos husmearon aquello y salieron en estampida.
Don Jartón quedó estupefacto: ¡los animales que no rechazaban inmundicias le huían al bolegancho! Entonces, él, un ser humano, ¿era peor que un marrano?
La lección fue suficiente. Desde ese día Jartón dejó de ser jartón y hoy es un caballero pulcro y exitoso dedicado a negocios y trabajos en la ciudad.
Con estas palabras terminó su relato: “Así, doctor, dejé el bolegancho”.


16 de abril de 2008.

CRONIQUILLA - LA VALENTÍA

CRONIQUILLA

LA VALENTÍA
Orlando Clavijo Torrado

No hace mucho murió en Ocaña acercándose al siglo de existencia. Las riñas de gallos lo apasionaban. Sabía de gallos como nadie, constituía una autoridad, y mientras vivió en su Bucarasica natal, en la parte baja del caserío, sostuvo una crianza de donde salían los campeones. (Para un amigo con una afición semejante y dueño de un vistoso y elegante animalito, su gallo es malo. “Creí que tenía usted un gallo bueno”, le dije. “Es malo”, me respondió. “Ha matado a todos los que se le han enfrentado”).
Además, era amansador de caballos. Y agricultor. Se había trasladado a Cúcuta unos veinte años atrás para estar al lado de algunos de sus hijos y tan pronto enviudó buscó alero junto a los retoños que viven en Ocaña.
Lo recuerdo por sus historias de los comienzos del poblado y sus amenas anécdotas que refería con mucha gracia. Naturalmente, bebía aguardiente como buen gallero. Conservador, católico, hogareño, sin antecedentes penales ni conductas escandalosas. He ahí al personaje, Abad Celis.
En nuestros pueblos se cultivaba el sentido de la hombría referido a la aptitud para cruzar armas con cualquier ofensor, o puñetazos en las trifulcas de menor calibre. En el lenguaje popular se llamaba a ello ser arrecho, no correrle a nadie, ni arrugarse ante ningún enemigo o provocación. Abad Celis mantenía ese código de honor.
Sin embargo, nada se libra de la excepción, y no todo es el ciento por ciento de lo que se piensa, se dice y se actúa. Así, el varón, sin ser mariposón, no es varón en todas sus células puesto que carga también hormonas femeninas, y la mujer no es tan mujer al llevar su cuota de hormonas masculinas. El bonito o la hermosa no lo son todos los días, el inteligente tiene sus ratos de estupidez, el virtuoso no persevera siempre y cae en el pecado una que otra vez, y el valiente pasa por períodos en que lo accede la cobardía, o no quiere contender, o le da pena ante el público, o le da pereza. Aunque también puede ser que, por alguna razón, no entra en sus cálculos pendenciar.
Don Abad gozaba contando que había tenido un trance semejante. Un día cualquiera se encontraba en el mercado de La Sexta y de pronto un sarnoso (en el lenguaje de la provincia significa molestoso) lo escogió de víctima y lo retó a duelo, sin reparar en su edad. No le faltaron arrestos para responderle como todo un macho pero consideró prudente retirarse.
No obstante, el momento duro lo vivió cuando se reunió con su prole masculina en la noche. “Papá – le increparon – nos chismosearon que usted no se paró como todo un Celis, verraco y pantalonudo, frente a un mugroso en La Sexta. ¿Cuándo se vio a un Celis correr? ¿Qué le pasó? ¿Por qué no le hizo honor al apellido?”
Abad quiso quitarle importancia al asunto, mas ante el continuo martilleo de los muchachos, resolvió filosóficamente el problema de la presunta deshonra con esta sentencia perentoria: “Vean mijitos: ¿ustedes qué preferirían que se dijera: aquí cayó atravesado de cuchilladas Abad Celis, o por aquí pasó Abad Celis (tan veloz) que (se) le soplaba la camisa?” Los hijos no tuvieron más que echarse a reír.


Cúcuta, 29 de septiembre de 2008

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Mi foto
Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario

CERCA DE LAS ESTRELLAS

CERCA DE LAS ESTRELLAS
PORTADA

50 años del Diario La Opinión

50 años del Diario La Opinión
cena en el Club del Comercio - 15 de Junio de 2010 - Columnistas

Museo Antón García de Bonilla

Museo Antón García de Bonilla
Orlando Clavijo Torrado y Luís Eduardo Páez García junto a la foto del General Mateo Torrado, tío bisabuelo del primero, quien la donó. Don Justiniano J. Páez, abuelo del doctor Luis Eduardo, en su obra histórica al referirse a la guerra de los Mil Días, da fiel cuenta de las acciones del General Torrado en la contienda, en virtud a haber actuado como su secretario.

Museo Antón García de Bonilla

Museo Antón García de Bonilla
Hermanos Clavijo Torrado, Orlando, Nora, Edilia y Olga. Julio de 2010, Ocaña - Junto a la bandera con la imagen del Libertador Simón Bolívar bordada por señoras de Ocaña al conmemorarse el primer centenario de la independencia (1910).

EN EL AGUA DE LA VIRGEN

EN EL AGUA DE LA VIRGEN
Orlando Clavijo Torrado, sus hijos, nietos y primos.

CERCA DE LAS ESTRELLAS

CERCA DE LAS ESTRELLAS
CONTRAPORTADA

NI TAN CERCA DE LAS ESTRELLAS - Gustavo Gómez Ardila

NI TAN CERCA DE LAS ESTRELLAS - Gustavo Gómez Ardila
COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

MONOGRAFIA DE BUCARASICA - Olger García Velásquez

MONOGRAFIA DE BUCARASICA  - Olger García Velásquez
COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007

Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007
Con sus hijos, de izquierda a derecha Cesar Octavio, Jaime Mauricio, Silvia Andrea y Orlando Alexander Clavijo Cáceres

LANZAMIENTO LIBRO "CERCA DE LAS ESTRELLAS"

LANZAMIENTO LIBRO "CERCA DE LAS ESTRELLAS"
29 DE MAYO DE 2009. CÚCUTA.

En la Academia de Historia de Norte de Santander

En la Academia de Historia de Norte de Santander
Padre Edwin Avendaño, José Antonio Toloza (Q.E.P.D), Secretario de la Academia, y Orlando Clavijo Torrado