domingo, 1 de enero de 2023

CUENTO DE NAVIDAD - LOS AGUINALDOS

CUENTO DE NAVIDAD – LOS AGUINALDOS (III) Orlando Clavijo Torrado Era el 24 de diciembre. La misa de medianoche le correspondía a todo el pueblo. A comienzos del mes un grupo de caballeros se encargaba de recoger los aportes casa por casa y negocio por negocio. Estos caballeros eran los más prestantes de la comunidad, justamente quienes ocupaban los principales cargos públicos: el presidente del concejo, los presidentes de los directorios Conservador y Liberal, y los tres o cuatro adinerados. Eso sí, todos honorables en muchos conceptos, honrados y modelos cívicos. Pero estos señorones, en los días de recolecta se descomponían un tanto en su conducta ejemplar de todo el año: al ser todos muy apreciados, en cada casa y en cada tienda les brindaban un aguardiente o una cerveza, de modo que al final de la jornada estaban los dones en una borrachera o juma bien grande. La colaboración del vecindario con los gastos de la Nochebuena era extraordinaria. Así, podían comprar gruesas de voladores, recámaras y morteros; podían contratar por una semana la banda municipal y conjuntos musicales, y organizar la más grande comparsa con los más divertidos disfrazados. Ah, y mandar a confeccionar globos que se elevarían hasta perderse en el cielo en medio del suspenso y la alegría de todos. Tanto el 24 durante el día como a la medianoche con la solemne misa del nacimiento, y el 25, eran apoteósicos. El pueblo se lucía, se desbordaba en festejos. Armando, como dijimos antes, pidió participar como disfrazado en la gran comparsa. Entre la fauna de tigres, cocodrilos, marranos, gatos, perros y otros, escogió el disfraz de oso. Con montones de musgo y de barbas de palo o de viejo encima era difícil que alguien lo reconociera. Una máscara bien elaborada comprada en algún almacén de la capital del departamento le daba todo el aspecto de un verdadero oso. Por su parte, Armando tenía gracia para actuar como dicho animal, brincar, aullar y hacer mil monerías, de modo que acaparaba la atención. Rosalba no podía perderse el espectáculo, espectáculo de verdad para admirar, y no menos que para reir y divertirse. Así que se ubicó con sus amigas en un andén frente a la plaza principal, cuidando, sí, de no apartarse de la pared para no dar la espalda. Entre los bufones de la comparsa había uno con una máscara de joven hermoso, vestido con traje andaluz. Este era aliado de Armando. Su principal papel era hacer demostraciones de baile, y para ello invitaba a las chicas. Ninguna se resistía ante el apuesto galán y salía a danzar con él. Le llegó el turno a Rosalba y ella, entusiasta bailarina, saltó a la mitad de la calle enlazada con el hombre, y ahí, justo, apareció el oso Armando por detrás y le dio la palmada con la voz de “mis aguinaldos”. La muchacha dio un grito, sus compañeras también gritaron, todo el mundo gritaba y se mostraban admirados por la forma como Armando había ganado, en fin, se formó el samplegorio. Continuará… orlandoclavijotorrado@yahoo.es … 17 de diciembre de 2022. …. CUENTO DE NAVIDAD – LOS AGUINALDOS (IV) Orlando Clavijo Torrado Cuando el alboroto se calmó, Rosalba reconoció el triunfo de su amigo: “Me ganaste, Armando”- le dijo. Y los dos se estrecharon en un largo abrazo. Armando aprovechó el momento para susurrarle al oído: “Más que los aguinaldos siempre he pretendido ganar tu corazón. Tú no ignoras cuánto me agradas y que te he querido en silencio desde hace mucho tiempo. Ahora solo necesito saber si soy correspondido”. Rosalba respondió a la breve declaración de amor mirándolo a los ojos, sonriendo y estampando en su boca un ligero beso. A continuación le dijo: “te espero a cenar en mi casa después de la misa de medianoche”. En aquellos tiempos sí se celebraba la natividad de Jesús como mandaba el ritual romano: muy cerca de la medianoche del 24 de diciembre. Por ello, la ceremonia comenzaba a las once de la noche para cantar el “Gloria in excelsis Deo” al llegar las doce. A esta precisa hora las campanas se echaban al vuelo, la banda municipal entonaba el himno nacional, los voladores, morteros y recámaras retumbaban y llenaban de humo hasta la iglesia, y los niños vestidos de pastores y pastoras cantaban “¡Viva, viva, Jesús mi amor! ¡Viva, viva, mi Redentor”. Por una cuerda bajaba desde el coro hasta el altar una canasta en que reposaba una imagen en porcelana del Niño Dios. El sacerdote recibía la imagen y la presentaba en alto a la concurrencia que celebraba con un prolongado aplauso. Luego los feligreses desfilaban para besar al Niño Jesús. En ocasiones representaba la escena de la natividad una pareja de jóvenes casados cargando un recién nacido. Terminada la misa se reanudaban en el parque y las calles los juegos con la vaca de candela y los disfrazados, la elevación de globos, la quema de pólvora al por mayor, y el estallido de petardos, totes y martinicas por los muchachos. La banda municipal continuaba en el atrio de la iglesia tocando hasta el amanecer. Los padres de Rosalba poseían una hermosa casa por una calle arriba del parque. En un rincón de la sala habían preparado el pesebre sobre una amplia mesa cubierta de fresco musgo traído del campo en un tradicional paseo. Era tierna la casita bajo la cual estaban las finas figuras de José, María, el Niño, la mula, el buey y el ángel. Los reyes magos atravesaban un desierto de arena. Por diversos lugares se repartían las ovejas y los pastores. Estaban muy bien confeccionados los prados, la cascada en movimiento, las laderas y planicies. Sobre una colina lucían las casas de techo redondo de Belén. Todo aquello iluminado por ristras de bombillitos de colores. En el otro extremo de la sala se erguía el árbol de Navidad elaborado con un tronco seco, traído también el día del paseo para recoger el musgo. Trocitos de algodón simulaban la nieve sobre el árbol. Bolas de vivos colores, serpentinas de papel brillante y luces intermitentes, entre otros elementos, lo decoraban. Cuando Armando llegó, ya la mesa estaba servida. Provocaban las bandejas y fuentes con gallina y papas sudadas, con natilla, buñuelos en miel y dulce de conserva y la inmensa jarra con la tradicional chicha de nochebuena. Continuará… … 27 de diciembre de 2022.

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Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario

CERCA DE LAS ESTRELLAS

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50 años del Diario La Opinión

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cena en el Club del Comercio - 15 de Junio de 2010 - Columnistas

Museo Antón García de Bonilla

Museo Antón García de Bonilla
Orlando Clavijo Torrado y Luís Eduardo Páez García junto a la foto del General Mateo Torrado, tío bisabuelo del primero, quien la donó. Don Justiniano J. Páez, abuelo del doctor Luis Eduardo, en su obra histórica al referirse a la guerra de los Mil Días, da fiel cuenta de las acciones del General Torrado en la contienda, en virtud a haber actuado como su secretario.

Museo Antón García de Bonilla

Museo Antón García de Bonilla
Hermanos Clavijo Torrado, Orlando, Nora, Edilia y Olga. Julio de 2010, Ocaña - Junto a la bandera con la imagen del Libertador Simón Bolívar bordada por señoras de Ocaña al conmemorarse el primer centenario de la independencia (1910).

EN EL AGUA DE LA VIRGEN

EN EL AGUA DE LA VIRGEN
Orlando Clavijo Torrado, sus hijos, nietos y primos.

CERCA DE LAS ESTRELLAS

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CONTRAPORTADA

NI TAN CERCA DE LAS ESTRELLAS - Gustavo Gómez Ardila

NI TAN CERCA DE LAS ESTRELLAS - Gustavo Gómez Ardila
COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

MONOGRAFIA DE BUCARASICA - Olger García Velásquez

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COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007

Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007
Con sus hijos, de izquierda a derecha Cesar Octavio, Jaime Mauricio, Silvia Andrea y Orlando Alexander Clavijo Cáceres

LANZAMIENTO LIBRO "CERCA DE LAS ESTRELLAS"

LANZAMIENTO LIBRO "CERCA DE LAS ESTRELLAS"
29 DE MAYO DE 2009. CÚCUTA.

En la Academia de Historia de Norte de Santander

En la Academia de Historia de Norte de Santander
Padre Edwin Avendaño, José Antonio Toloza (Q.E.P.D), Secretario de la Academia, y Orlando Clavijo Torrado