jueves, 19 de noviembre de 2015

DE COPA EN COPA

Para el semanario La Provincia DE COPA EN COPA Orlando Clavijo Torrado Llegó la temporada navideña. Época de brindar, de compartir alegremente en familia. Sin embargo, hay que tener cuidado con el trago. Se debe tomar con moderación porque una borrachera de padre y señor mío puede conducir al consumidor a donde menos lo espera. En cierto lugar me contaron la odisea que padeció determinado caballero que tenía una hacienda en una vereda lejana. Todo le ocurrió por su afición a empinar el codo. Tomó su cabalgadura para ir a la finca; llenó las alforjas de litros de aguardiente y a medida que avanzaba a regular paso de la bestia, iba vaciando los litros. Así, cuando arribó al páramo, bastante atrás del predio, nuestro hombre había alcanzado también la cumbre de la embriaguez. Tanto en la casa de la finca como en su propio hogar se inquietaron porque habían pasado tres días y no llegaba a ninguno de los dos sitios. Lo buscaron a lo largo del camino y lo único que hallaron fue al caballo mordisqueando las hojas de los arbustos. ¡Ah! También había como huella los envases de aguardiente sin una gota. Dos litros, para ser exactos. Decían que el tipejo este era poco amante de ir a misa y que por eso se lo iba a llevar el patas, pues el que se va a condenar desde chiquito no reza. A lo que él replicaba con otros refranes: “ni pendejo va al cielo ni goza mujer bonita”. Y “el que bebe se emborracha, el que se emborracha se duerme, el que se duerme no peca, y puesto que al cielo vamos, bebamos”. De la elevada montaña de donde desapareció el borracho al punto en donde fue encontrado – un paraje de clima cálido - hay una distancia considerable, más o menos como del Agua de la Virgen a Ocaña. Sin embargo, lo extraordinario e inexplicable es que el hombre no estaba en tierra, tumbado de la pea, o inconsciente, no, estaba en la copa de un árbol altísimo. Eso sí, asustado. De la juma no le quedaba el menor rastro. Con gran dificultad y echando mano de lazos lo pudieron bajar. ¿Cómo llegó allí? El hombre no lo supo explicar. Para el vecindario todo estaba muy claro: el diablo lo había sacado del caballo y lo había trasportado por los aires, como una advertencia o un castigo. Por lo pronto, lo había llevado a la cima de un árbol. De seguir de bebetas, la próxima vez no se la perdonaba: se lo llevaría con él a sorber aguardiente en el infierno. Aguardiente no, aguahirviente. orlandoclavijotorrado@yahoo.es … 18 de noviembre de 2015.

lunes, 16 de noviembre de 2015

CRONIQUILLA - EL POBRE CANDIDATICO

CRONIQUILLA EL POBRE CANDIDATICO Orlando Clavijo Torrado Nuevamente la ciudadela de Juan Atalaya de Cúcuta volvió a elegir gobernador del departamento y alcalde de Cúcuta. (En honor a la verdad hay que decir que Atalaya y Ramiro Suárez, pues los elegidos salieron de las entrañas políticas de éste). Cero y van cinco alcaldes ungidos por el voto atalayero: Pauselino Camargo, Ramiro Suárez, María Eugenia Riascos, Donamaris Ramírez y César Rojas, y tres detentadores de la silla dorada en el palacio de la Cúpula Chata (¿o dos, o uno pues son lo mismo?): William Villamizar, Edgar Díaz, otra vez Villamizar y dentro de cuatro años de nuevo Díaz. Juan Atalaya reúne más de cuatrocientos mil habitantes, cerca de los dos tercios de la población de Cúcuta que es de seiscientos cincuenta mil. Distingue a los atalayeros una característica: votan abundantemente, de modo que si se lo propusieran, obtendrían los doscientos mil sufragios suficientes para poner todos los senadores. En dicha ciudadela predominan los estratos económicos 1 y 2, sectores marginados y de extrema pobreza, perfecto caldo de cultivo para los demagogos que hacen de las suyas distribuyendo mercados y dinero en temporada electoral. “La necesidad tiene cara de perro”, me replica una contertulia cuando hablamos de la capacidad intelectiva y analítica de los atalayeros y de sus valores morales, que los tienen, a no dudarlo. El término correcto es justa dineraria, porque justa democrática no fue la del 25 de octubre próximo pasado. En todo el país la compra de votos y el reparto de mercados fue la constante. El presidente Santos se ufanó de la paz que reinó (“la paz se ha convertido en la palabra mágica que adormece la razón del pueblo”) y de la votación que superó otras del mismo género, pero nada dijo de que estas elecciones también superaron la corrupción, empezando por la “mermelada” del gobierno. Las tulas y mochilas repletas de billetes estaban cerca de las mesas de votación. Se dice que un candidato en nuestro departamento gastó treinta mil millones de pesos (?). Eso oí en mi peluquería. Días antes del domingo electoral los periodistas le preguntaron que cuánto iba a invertir en su campaña y respondió que 300 millones de pesos, que le alcanzaban solamente para la publicidad. Su tope para el cargo era de tres mil millones. Y explicó la fuente de esos recursos: cien millones que tenía ahorrados, y el resto se los prestarían la tía Eufrasia – ¡pobre tía Eufrasia, en las que la meten, ella que apenas gana para vivir haciendo aseo en casas de familia! -, el primo Eliodoro – que vive más jodido que nadie – y la abuela Demetria – que todavía sale a vender tinto -. ¡Qué cuento tan forzado! ¡Y qué buena ocasión para parodiar el poema de Rafael Pombo, “La pobre viejecita”. Aquí sería “El pobre candidatico”, así: Érase un candidatico sin nadita que ofrecer, sino hierro, tablas, tejas, plata, puestos y Sisben. Los mercados que entregaba, no bajaban de cien mil, y contratos millonarios, prometía repartir. orlandoclavijotorrado@yahoo.es … 15 de noviembre de 2015.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

EL CORAZÓN DEL CARNICERO

Para el semanario La Provincia EL CORAZÓN DEL CARNICERO Orlando Clavijo Torrado Según la historia aceptada por la mayoría el general Gustavo Rojas Pinilla murió en su hacienda de Melgar, Tolima, el 17 de enero de 1975, cuando se apagó su marcapasos. Pues no, protestan en Chitagá, no ocurrió así. Rojas murió por una falla del corazón que no era el suyo. Quienes sostienen esta versión le compraron carne a Manuel. ¿Y cómo no iban a conocer a Manuel, el carnicero preferido del pueblo, y a su mujer, Timotea? Vivía la pareja muy modestamente; ni casa propia tenían. Mientras el esposo era de elevada estatura y musculoso, andando en los treinta años, su cónyuge era pequeña, flacucha y lucía un poco mayor que él. Cualquier día Manuel enfermó gravemente. Lo llevaron al hospital de Pamplona pero allí diagnosticaron que se trataba de una afección para cuyo tratamiento no disponían de los necesarios recursos humanos y materiales. Lo remitieron a Cúcuta. Pero tampoco en la capital del departamento lograron brindarle una atención salvadora. En aquella época los pobres ni podían soñar en viajar por avión. Si hoy aún es caro, en esos días sí que un pasaje aéreo costaba una fortuna. Sin embargo, apareció un avión que llevó a Manuel a Bogotá, y, sorpréndanse, al hospital Militar. Los chitaguenses no saben explicar quién envió el avión, y cómo se produjo la decisión y demás arandelas. A pesar del equipo médico calificado y las técnicas avanzadas de dicho hospital, el carnicero murió. Sin embargo, su corazón siguió latiendo, nada menos que en el pecho del señor presidente de la república, el teniente general Gustavo Rojas Pinilla. El cadáver de Manuel fue traído a Cúcuta y luego llevado a su tierra natal. La vida le cambió a Timotea, mas no porque quedara desamparada sino porque le llovió dinero sin saberse de dónde. No era una pobre viuda sino una viuda rica. Y tanta riqueza chillaba en Chitagá. Así es que al poco tiempo emigró del terruño, dejando el recuerdo de su precario vivir allí y la murmuración de que había vendido el corazón de su marido. He tratado de concretar datos, sin respuesta de nadie. Es mejor no preguntar. Que sucedió, sucedió, reafirman. Les replico que a Rojas le habían implantado un marcapasos y ellos me porfían que no, que era el mismo corazón de Manuel el que le palpitaba. ¿Y entonces – contraatacan – de dónde sacó Timotea tanta plata de la noche a la mañana? Yo trato de refutarles, vanamente. Reconozco que como mito, como leyenda, es algo bonito, interesante y hasta gracioso. Ellos se empecinan, y como decimos por aquí, juran y comen mocos que la historia del corazón de Rojas Pinilla es esa. De tanto insistir para que me revelen la fuente de tamaña historia, por fin lo consigo: la propia mujer de Manuel le hizo la confidencia a una amiga íntima, con la advertencia de que eso quedaba entre las dos. orlandoclavijotorrado@yahoo.es … 11 de noviembre de 2015

CRONIQUILLA - LAS OBRAS DEL MALIGNO- MODIFICADA AL FINAL -

CRONIQUILLA LAS OBRAS DEL MALIGNO Orlando Clavijo Torrado Salomé Leal había llegado de Ábrego. Allí, en La Florida, conoció a su esposo José Antonio Peñaranda. Compraron una pequeña finca en la vereda El Alto. Prosperaron abundantemente en la producción agrícola y regularmente en la crianza de hijos: siete, nada más, muy pocos para lo mandado. Se llamaron Antonia, Blas, Adriano, Francisco, Daniel, Pastor y Elena. En aquella época, por 1925 o más, era una rareza que la gente del campo supiera leer. Pues esta matrona sí sabía, y muy bien, con fuerte entonación, pausada, articulando las palabras, y con sentido y emoción. Lo que ella leía dejaba a la concurrencia en un estado en que no sabía, como dice el himno nacional, “si admiración o espanto, sentir o padecer”. Después de las lecturas les predicaba, exponiéndoles, a su entender, el significado de todo aquello que sonaba como enigmas: - Aquí está pronosticado – les explicaba – que vendrán días en que los hombres volarán como pájaros. También se anuncia que los hombres hablarán por entre unas cajas y la gente no los verá. Que una persona escribirá una carta en un lugar lejano y el destinatario la leerá al instante. Todo eso será obra del maligno. Sin embargo, la profecía que le erizaba mayormente los pelos a su atento auditorio era la de la “acabasón del mundo”, la del fin de los tiempos en medio de llamas de fuego, terremotos, inundaciones, ciclones, hielos y pestes. ¡Qué miedo! Esos pobres vecinos regresaban a sus casas en silencio, con el Credo en la boca, rezando más si era que se podía rezar más. Hasta los que bajaban al pueblo a emborracharse y montar la furrusca a plomo y cuchilla con cualquiera, temblaban. - Oigan bien esta profecía – les dijo un día la santa mujer. El mundo durará mil y tantos años pero no llegará al año 2000. Muy pocos de los que escucharon semejante vaticinio están vivos. El globo terráqueo siguió girando después del 2000, pero a juzgar por el calentamiento global que estamos viviendo, los cambios climáticos que trae el temporal del Niño, los sunamis, las tormentas tropicales y los huracanes de todos los nombres, y las epidemias que surgen o resurgen, pareciera que doña Salomé se equivocó por un pequeño margen de error, pues uno o dos siglos son poco tiempo para la historia de la humanidad. Sin contar, entre el cúmulo de males, fenómenos y catástrofes apocalípticos, el trastoque de los valores y las costumbres en un torbellino en que lo de arriba está abajo y lo de abajo arriba, lo bueno es malo y lo malo es bueno, en que con orgullo (el orgullo gay) los hombres son mujeres y las mujeres son hombres, ser heterosexual es una aberración, unos niños van a tener de papá a un hombre y de mamá a otro hombre, al igual que otros infantes serán criados por una yunta de mujeres en que la una hará de macho y padre y la otra hará de hembra y madre, según lo acordado por seis señores de la Corte Constitucional, por supuesto, trastornados. Si doña Salomé viviera de seguro señalaría que estos son los tiempos profetizados por las Sagradas Escrituras que ella leía y de los que les hablaba a sus amigos en su alero campesino allá en La Florida: sí, definitivamente, la “acabasón del mundo” y “las obras del maligno”. orlandoclavijotorrado@yahoo.es … 8 de noviembre de 2015

miércoles, 4 de noviembre de 2015

LAS OBRAS DEL MALIGNO

Para La Provincia LAS OBRAS DEL MALIGNO Orlando Clavijo Torrado Salomé Leal había llegado de Ábrego. Allí, en La Florida, conoció a su esposo José Antonio Peñaranda. Compraron una pequeña finca en la vereda El Alto. Prosperaron abundantemente en la producción agrícola y regularmente en la crianza de hijos: siete, nada más, muy pocos para lo mandado. Se llamaron Antonia, Blas, Adriano, Francisco, Daniel, Pastor y Elena. En aquella época, por 1925 o más, era una rareza que la gente del campo supiera leer. Pues esta matrona sí sabía, y muy bien, con fuerte entonación, pausada, articulando las palabras, y con sentido y emoción. Los domingos en la tarde los vecinos se reunían en su casa para oír la lectura de la biblia. Entre ellos estaba un niño que hoy es un anciano de 90 años, de quien he aprendido muchas historias. Según él, doña Salomé sacaba de un baúl de madera un libro inmenso que compara con una jamulga (o enjalma, en concepto de mi interlocutor. En el diccionario encontré jamuga, que significa especie de montura para mujeres). En todo caso, aquel libro se abría y se extendía como una enjalma. Lo que ella leía dejaba a la concurrencia en un estado en que no sabía, como dice el himno nacional, “si admiración o espanto, sentir o padecer”. Después de las lecturas les predicaba, exponiéndoles, a su entender, el significado de todo aquello que sonaba como enigmas: - Aquí está pronosticado – les explicaba – que vendrán días en que los hombres volarán como pájaros. También se anuncia que los hombres hablarán por entre unas cajas y la gente no los verá. Que una persona escribirá una carta en un lugar lejano y el destinatario la leerá al instante. Todo eso será obra del maligno. No pasaron muchos años antes de que mi amigo viera cumplidas las profecías de la abuela. Por supuesto que en aquella remota aldea y en aquellos apacibles años ignoraban que ya se habían inventado los aviones, la radio, el telégrafo y el teléfono. El único aparato que conocían era el gramófono, y luego la victrola, para oír música en pesados discos, lo que se llamaría después con gracia “música molida”. Sin embargo, la profecía que les erizaba mayormente los pelos era la de la “acabasón del mundo”, la del fin de los tiempos en medio de llamas de fuego, terremotos, inundaciones, ciclones, hielos y pestes. ¡Qué miedo! Esos pobres vecinos regresaban a sus casas en silencio, con el Credo en la boca, rezando más si era que se podía rezar más. Hasta los que bajaban al pueblo a emborracharse y montar la furrusca a plomo y cuchilla con cualquiera, temblaban. - Oigan bien esta profecía – les dijo un día la santa mujer. El mundo durará mil y tantos años pero no llegará al año 2000. Muy pocos de los que escucharon semejante vaticinio están vivos. El globo terráqueo siguió girando después del 2000, pero a juzgar por el calentamiento global que estamos viviendo, los cambios climáticos que trae el temporal del Niño, los sunamis, las tormentas tropicales y los huracanes de todos los nombres, y las epidemias que surgen o resurgen, pareciera que doña Salomé se equivocó por un pequeño margen de error, pues uno o dos siglos son poco tiempo para la historia de la humanidad. Sin contar, entre el cúmulo de males, fenómenos y catástrofes apocalípticos, el trastoque de los valores y las costumbres en un torbellino en que lo de arriba está abajo y lo de abajo arriba, lo bueno es malo y lo malo es bueno, los hombres son mujeres y las mujeres son hombres, etc., etc. Si doña Salomé viviera de seguro señalaría que estos son los tiempos profetizados por las Sagradas Escrituras y de los que les hablaba a sus amigos en su alero campesino allá en La Florida: sí, definitivamente, la “acabasón del mundo”. orlandoclavijotorrado@yahoo.es … 4 de noviembre de 2015

Datos personales

Mi foto
Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario

CERCA DE LAS ESTRELLAS

CERCA DE LAS ESTRELLAS
PORTADA

50 años del Diario La Opinión

50 años del Diario La Opinión
cena en el Club del Comercio - 15 de Junio de 2010 - Columnistas

Museo Antón García de Bonilla

Museo Antón García de Bonilla
Orlando Clavijo Torrado y Luís Eduardo Páez García junto a la foto del General Mateo Torrado, tío bisabuelo del primero, quien la donó. Don Justiniano J. Páez, abuelo del doctor Luis Eduardo, en su obra histórica al referirse a la guerra de los Mil Días, da fiel cuenta de las acciones del General Torrado en la contienda, en virtud a haber actuado como su secretario.

Museo Antón García de Bonilla

Museo Antón García de Bonilla
Hermanos Clavijo Torrado, Orlando, Nora, Edilia y Olga. Julio de 2010, Ocaña - Junto a la bandera con la imagen del Libertador Simón Bolívar bordada por señoras de Ocaña al conmemorarse el primer centenario de la independencia (1910).

EN EL AGUA DE LA VIRGEN

EN EL AGUA DE LA VIRGEN
Orlando Clavijo Torrado, sus hijos, nietos y primos.

CERCA DE LAS ESTRELLAS

CERCA DE LAS ESTRELLAS
CONTRAPORTADA

NI TAN CERCA DE LAS ESTRELLAS - Gustavo Gómez Ardila

NI TAN CERCA DE LAS ESTRELLAS - Gustavo Gómez Ardila
COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

MONOGRAFIA DE BUCARASICA - Olger García Velásquez

MONOGRAFIA DE BUCARASICA  - Olger García Velásquez
COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007

Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007
Con sus hijos, de izquierda a derecha Cesar Octavio, Jaime Mauricio, Silvia Andrea y Orlando Alexander Clavijo Cáceres

LANZAMIENTO LIBRO "CERCA DE LAS ESTRELLAS"

LANZAMIENTO LIBRO "CERCA DE LAS ESTRELLAS"
29 DE MAYO DE 2009. CÚCUTA.

En la Academia de Historia de Norte de Santander

En la Academia de Historia de Norte de Santander
Padre Edwin Avendaño, José Antonio Toloza (Q.E.P.D), Secretario de la Academia, y Orlando Clavijo Torrado