viernes, 3 de octubre de 2008

CRONIQUILLA- 180 AÑOS DESPUÉS

180 AÑOS DESPUÉS
Por Orlando Clavijo Torrado

A esta celebración debían de haber asistido delegaciones de las repúblicas de Venezuela, Ecuador y Panamá recordando que 23 varones de la primera, 7 de la segunda y 2 de la última participaron junto con 41 neogranadinos en la Gran Convención Nacional o Convención de Ocaña como quedó para la historia.
Recordemos que los colombianos a todos los países vecinos los llamamos hermanos y como tales los tratamos, tomado el concepto seriamente y de pronto con mucha ingenuidad.
Y me viene a la memoria cierta investigación sumarial que me tocó siendo juez sobre un homicidio en Chitagá. Dos compadres discutieron agriamente en una cantina, al punto que decidieron salir a la calle a definir a la fuerza sus puntos de vista. Era Semana Santa. Uno de ellos, ferviente católico, le dijo al otro que por respeto a la festividad no usaran armas sino solo los puños, y así enfrentó a su adversario. Este aparentemente aceptó pero en el momento menos esperado sacó de la pretina una cuchilla y acabó de puñaladas a su querido compadre. Eso nos pasa a los colombianos: hermano para allá y hermano para acá, respetuosa y sinceramente, con Chávez, Correa, Lula, Morales y Ortega, y a aquellos poco les importa tal hermandad.
De modo que en un ambiente de tanta traición y perversidad y en que Colombia no cesa de recibir agravios, ¿cómo pretender que el teniente coronel Chávez y sus apéndices se asomen por aquí? ¡Mejor que no! De pronto reviven aquellas sesiones tormentosas, en la primera de las cuales el doctor Francisco Soto, santanderista furibundo, aliado con los venezolanos separatistas, pronunció la arremetida más virulenta contra el Libertador.
Bolívar soñaba con la perennidad de la Gran Colombia, luchó por el éxito de esta Asamblea Nacional, se desvelaba por ella, enviaba mensajes y procuraba convencer a todo el mundo de la bondad de su proyecto. Esta Convención representó para él una agonía, en su anhelo por mantener cohesionadas en una sola patria las tres naciones. Sin embargo, con dolor es preciso reconocer que la unidad fue la pretensión que estuvo más lejana de los convencionistas, a excepción, eso sí, de los bolivarianos, mas éstos eran la minoría.
Con todo, a aquellos 73 diputados les debemos sus herederos gratitud, veneración y admiración en virtud a que gracias a su valor y a su entrega se logró la independencia. Otra cosa es que en el solemne foro su miserable condición humana quedó desnudada de manera patética. Ellos mismos se irrespetaron al llamarse traidores, mentirosos, ambiciosos, mezquinos. El odio, la sed de venganza y la envidia estuvieron a la orden del día. Incluso, se acordó enviar a un oficial para matar a Bolívar en Bucaramanga, hecho del que el héroe se enteró oportunamente y al que no le dio mayor importancia. Al fin y al cabo allí se supo quién era quién, de qué lado político, filosófico, jurídico y económico estaba y es válido afirmar que los partidos liberal y conservador se perfilaron en las bancas del templo franciscano.
Quizá en manos de Bolívar estaba la salvación de la Gran Colombia si hubiere comparecido, mas su celo y respeto llevados al extremo de no involucrarse ni en la campaña previa de elección de diputados también le aconsejaron no intervenir directamente, buscando que las deliberaciones se llevaran a cabo con total libertad y ajenas a su influencia.
Virtualmente, las campanas de la iglesia anunciaron la disolución de la Gran Colombia.
Parece que nada hubiera cambiado. 180 años después los hermanos que tanto mimamos amenazan con despedazarnos. Véase nada más la mirada fiera del ecuatoriano con nuestro humilde y digno presidente Uribe.

orlandoclavijot@hotmail.com


2 de abril de 2008.

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