viernes, 3 de octubre de 2008

CRONIQUILLA -LA MUERTE DE MARCOS

La muerte de Marcos
Por Orlando Clavijo Torrado
Este Marcos no se relaciona con ningún personaje famoso, por ejemplo el evangelista, o el ex presidente de Filipinas Ferdinand Marcos, o con algún sabio, un futbolista, un narcotraficante, o un cantante. No, se trata de un hombre humilde, de un pueblo olvidado, pero que constituyó “mi personaje inolvidable” (como los que traía ´Selecciones´) en una época de mi infancia. Paradójicamente, lo recuerdo no porque me hubiera proporcionado grandes satisfacciones; no, es que nunca me brindó alguna. Lo único que de él recibí fueron sustos, lo único que siempre me inspiró fue miedo; aparecía cuando menos se lo esperaba, su sombra estaba en todas partes. Marcos dominaba el lado tenebroso de mi mundo. ¿Por qué? Porque era loco, el loco del pueblo, y loco furioso.
Marcos era, además, manco. Sin embargo, poseía una fuerza extraordinaria que tanto le servía para echarse al hombro un grueso atado de cañas o de troncos, como para derribar las trancas de las puertas, los muebles, cajas y cuanto objeto pesado le obstaculizaran el ingreso a un domicilio en horas nocturnas, su deporte favorito. Lo hacía nada más por pedir un vaso de agua o una taza de café. Pero con su sola presencia, obligaba a las madres a recoger en las alcobas a los hijitos atemorizados. Recuerdo la rutina de mi padre a las siete de la noche colocando no solo en la puerta de la sala sino en la puerta sobre el entablado que daba al acceso al solar, pirámides de cosas, entre esas el pilón de machacar el maíz para las arepas. Para Marcos todo aquello eran juguetes, de un empujón en un segundo los desparramaba.
En cada cambio de luna, al orate le afloraban ímpetus violentos que proyectaba en mandobles asestados al empedrado de la calle. La policía se veía obligada a someterlo por la fuerza y a amarrarlo al vetusto mango de la plaza; a veces lo conducían al calabozo, pero si permanecía allí una hora era porque aún no se le había antojado salir: con facilidad hacia ceder las cerraduras y de nuevo era hombre libre, o, mejor, loco suelto.
Su mirada fiera intimidaba a los niños. A mí, debo confesarlo, una vez en que me dirigía con una hermana menor a una finca cercana de mi padre, me aterrorizó como nunca lo había sentido en mi corta vida. El loco descansaba de pie apoyado en un barranco, teniendo a su lado una carga descomunal de varas. Y valga aclarar que no nos embistió. Todo lo que hizo, inmóvil en la vera del camino, fue seguirnos con su vista furibunda, hasta que la distancia ganada con pies temblorosos nos puso fuera de su alcance. Ya me veía yo y veía a mi pobre hermana acuchillados, masacrados, con el inmenso machete que le colgaba de un lazo amarrado en su cintura. ¿Cómo podría defender a mi inocente hermanita?
Pero un día corrió la especie de que Marcos se hallaba agonizante. El párroco del lugar (el reverendo José Francisco Rodríguez, quien fue luego nombrado monseñor y vicario de la diócesis de Ocaña) acudió solícito a suministrarle los auxilios de la religión. Los curiosos, entre los que la chiquillería formaba mayoría, invadían la sala en donde expiraba el demente, el andén y la calle contiguos.
El sacerdote recitaba salmos, absolvía al penitente de sus locos pecados, y ya comenzaba a instarlo para que repitiera con él las oraciones finales, las del buen morir, en medio de los sollozos de los allegados, cuando Marcos dio un salto y se incorporó en el lecho, escupió fuerte y arrojó algo, y bramó una maldición. El reverendo y el respetable público que se encontraban cerca echaron súbito reverso hacia la calle y los de la calle fueron empujados a correr hacia abajo, espantados.
La admiración no hay cómo describirla ante la repentina resurrección del loco Marcos. Mas, éste mismo, al salir puertas afuera con los ojos desorbitados de la rabia y poniendo la mano en el machete, lo explicó todo: Desgraciados, ¿quién les dijo que yo me estaba muriendo si lo que tenía era un hueso de pescado atravesado en el guargüero?

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CERCA DE LAS ESTRELLAS

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Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007

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Con sus hijos, de izquierda a derecha Cesar Octavio, Jaime Mauricio, Silvia Andrea y Orlando Alexander Clavijo Cáceres

LANZAMIENTO LIBRO "CERCA DE LAS ESTRELLAS"

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29 DE MAYO DE 2009. CÚCUTA.

En la Academia de Historia de Norte de Santander

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