miércoles, 8 de octubre de 2008

EL GRAN DIA

CRONIQUILLA

EL GRAN DIA
Orlando Clavijo Torrado

En tiempos no muy lejanos, menos de 40 años quizá, por disposiciones oficiales el 12 de octubre se conmemoraba solemnemente. Estudiantes de escuelas y colegios lucían el uniforme de gala para asistir a la misa de la ocasión y el desfile público. A estos actos concurrían las autoridades y personajes del lugar “muy tiesos y muy majos” (elegantes) – como dice la poesía de Pombo -. Se instauró el culto y la retribución a la naturaleza con la ceremonia de la siembra del árbol mientras se entonaba su himno : “Plantemos nuevos árboles/ la tierra nos convida/ plantando cantaremos/ los himnos de la vida/ con cánticos que entonan/ las ramas y los nidos/ los ritmos escondidos/ del alma universal..”. No se olvidaba honrar a nuestro continente y por ello se cantaba el himno de las Américas : “Cuando el horizonte encubierto está/ en tierras bañadas de felicidad/ unidos cantemos y con devoción/ este canto alegre y lleno de amor:/ ¡Dios salve a América, tierra de paz!/ y que en sus campos florezca/ la guirnalda de fraternidad/ y que siempre en su cielo/ brille el sol de libertad/ ¡Dios salve a América, tierra de paz!”. Las doctrinas extrañas que se inmiscuyeron en la Constitución Política de 1991 decretaron en el artículo 9º - susceptible de ser demandado - una suerte de antiamericanismo ya que según su inciso segundo Colombia se integrará solamente con Latinoamérica y el Caribe. Esto es, que ya no somos americanos, valga aclarar, del continente americano.
Volviendo a la conmemoración, de caer en un día entre semana no era laborable. La fecha se llamaba orgullosamente Día del Descubrimiento de América, también Día de la Raza, y Día del Árbol. Después vinieron otros nombres cargados de pasión ideológica y ya no se quiso hablar de Descubrimiento sino del Encuentro de Dos Mundos, hasta llegar a renegar de aquel acontecimiento que se ha comparado en su importancia y trascendencia con la llegada del hombre a la Luna.
¡No importa tanto desaire e ingratitud, Gran Almirante Cristóbal Colón! ¡Aún quedan en la tierra que descubriste hombres y mujeres que admiran tu hazaña, te rinden honores y proclaman loor a tu nombre!
¡Qué bueno fuera que los estudiantes supieran al menos – no que ahonden porque sería pedir mucho – algo de la vida y la obra del Descubridor. De sus conocimientos avanzados en cosmografía y astrología que le permitieron seguir el curso de las estrellas. De su desilusión y su decisión final de presentar su plan de un nuevo camino a la India a los monarcas de Francia y Portugal, hasta que la reina Isabel de Castilla le paró bolas, cosa que no hizo su esposo Fernando, frío, calculador y explotador. Qué bueno que supieran los muchachos estos breves datos: La empresa consistente en armar las naves costó 2.500 escudos. La Pinta – comandada por Martín Alonso Pinzón - y la Niña – al mando de su hermano Vicente - eran carabelas. La Santa María, nao. Fueron 90 los héroes de los tres navíos. El viernes 3 de agosto de 1492 partieron de Palos rumbo a Las Canarias. No había comenzado el viaje cuando allí hubo el primer saboteo por Martín Alonso en su carabela. Estos Pinzón se distinguían como navegantes pero le dieron mucho qué hacer al Almirante; como dicen los jóvenes por ahí, eran unas caspas. Antes del gran día, Colón escapó de varios atentados; la última amenaza ocurrió el 10 de octubre: le dieron tres días para descubrir algo o lo mataban. La campana lo salvó en la madrugada del 12.
Pocos hombres registra la historia con el empuje y el valor temerario de Cristóbal Colón, con su estoicismo, su religiosidad, su lealtad a los monarcas y a las leyes y su templanza. En su caso, decir que su obra es imperecedera no es una palabra más. ¡Y pensar que su vida concluye entre agravios, el olvido y la pobreza!
Aunque ahora no sea obligatorio, yo sí izaré el tricolor nacional este glorioso 12 de octubre.

orlandoclavijot@hotmail.com



Cúcuta, 7 de octubre de 2008.

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Orlando Clavijo Torrado y Luís Eduardo Páez García junto a la foto del General Mateo Torrado, tío bisabuelo del primero, quien la donó. Don Justiniano J. Páez, abuelo del doctor Luis Eduardo, en su obra histórica al referirse a la guerra de los Mil Días, da fiel cuenta de las acciones del General Torrado en la contienda, en virtud a haber actuado como su secretario.

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Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007

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Con sus hijos, de izquierda a derecha Cesar Octavio, Jaime Mauricio, Silvia Andrea y Orlando Alexander Clavijo Cáceres

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29 DE MAYO DE 2009. CÚCUTA.

En la Academia de Historia de Norte de Santander

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