miércoles, 24 de julio de 2013

PARA EL SEMANARIO “LA PROVINCIA DE OCAÑA” EL VALIENTE Orlando Clavijo Torrado No sé de dónde será originaria esta leyenda; estoy cierto, sí, que la oí en uno de los pueblos de la provincia de Ocaña, contada por un vaquero con mucha gracia. Dice el relato que apareció en la montaña cercana a aquel pueblo un tigre que empezó a cazar cuanto animal se le atravesara; arremetía contra ganado, aves de corral, marranos y cabros, lo que significaba pérdidas para los campesinos que cuidaban con esmero para la venta estas especies. El depredador era, sin duda, un tigre; varios aserradores lo habían oído rugir; además, lo delataba la forma cruenta como destrozaba a sus víctimas, de las que dejaba pocos restos. La fiera se volvió una amenaza pública. ¿Aparecería de pronto en algún camino veredal y atacaría a un parroquiano, particularmente a un niño? Por estos temores se reunieron en la plaza un buen número de vecinos para acordar cómo se iba a enfrentar el grave peligro. Se propuso que fuera una comisión tras el tigre pero esta propuesta fracasó porque faltaron voluntarios. La mayoría convino en que un solo hombre asumiera la riesgosa misión. Sin embargo, ¿dónde estaba ese temerario? El señor alcalde, que presidía la concentración, pasó la mirada por sobre la muchedumbre inquiriendo quién se ofreciera. De súbito, un sujeto que se agazapaba atrás del corrillo levantó la mano y habló: - Yo soy capaz de matar ese tigre; tan solo necesito una escopeta y suficiente munición. - ¿Usted? - preguntó el alcalde asombrado. Si aquí tiene fama de ser el más cobarde de todos los hombres. - ¡Jajaja! – rieron los demás. ¿De dónde sacó pantalones? ¡Jajaja! El aludido no se amilanó e insistió en su pedido. El alcalde se dirigió a la concurrencia y le dijo: - Nada perdemos con probar; démosle el arma y veremos con qué resulta. El hombrecito, un cañengo, esa misma tarde fue a la alcaldía a reclamar la escopeta y su provisión. Al amanecer del día siguiente marchó a internarse en la espesura. Anduvo largas horas con suma precaución, escondiéndose detrás de cada árbol para no ser visto por el animal y buscando la forma de sorprenderlo y darlo de baja. Cuando ya había traspasado el centro de la montaña oyó el rugido del tigre. ¡Qué sustononón!¡De quién son patas para correr! Se echó la escopeta al hombro, con el cañón hacia atrás, y ¡corre que te alcanza el tigre! Había recorrido no se sabe cuántos kilómetros a velocidades de campeón olímpico cuando tropezó con la raíz de un enorme árbol, cayó y la escopeta se disparó. El tiro, ¡oh prodigio!, fue a dar justo en la frente de la bestia y la derribó. Nuestro héroe se levantó y siguió corriendo un buen trecho sin mirar atrás pero al advertir que la hojarasca no crujía detrás de él, se detuvo, tomó aire y divisó. El cuerpo que yacía a la distancia no podía ser sino el del tigre. Entonces se regresó y comprobó que su enemigo estaba bien muerto La gente se agolpó en la entrada principal del pueblo por donde el hombrecito venía arrastrando por la cola a la corpulenta fiera. ¡Hurra!, gritaban. ¡Viva el valiente! Todos lo felicitaban y estrechaban. El alcalde anunció una recompensa. Por poco le adornan la cabeza con corona de laurel como a los antiguos gladiadores. ¡Nunca se había visto un entusiasmo tan grande! El ídolo del momento recibía tantos vítores y elogios a su osadía con una sonrisa de oreja a oreja. ¡Qué inmensa felicidad la suya! Pero – siempre hay un pero en toda historia – alguien que lo estaba abrazando percibió un olor no propiamente de flores, de montaña o de campo sino de desecho humano. Y como se trataba de una de esas personas sin tino ni modales le fue espetando la pregunta: - ¡Oiga, hermano, usted huele a mierda. ¿Se cagó? - Sí - le replicó el campeón. - No entiendo - dijo el otro. ¿Un valiente, un verraco, un hombre guapo que se caga en los calzones? La respuesta que le dio el hombrecito ha quedado en la memoria sempiterna del pueblo: - ¿Acaso usted no sabe que los hombres también se cagan de la arrechera? orlandoclavijotorrado.blogspot.com 23de julio de 2013.

No hay comentarios:

Datos personales

Mi foto
Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario

CERCA DE LAS ESTRELLAS

CERCA DE LAS ESTRELLAS
PORTADA

50 años del Diario La Opinión

50 años del Diario La Opinión
cena en el Club del Comercio - 15 de Junio de 2010 - Columnistas

Museo Antón García de Bonilla

Museo Antón García de Bonilla
Orlando Clavijo Torrado y Luís Eduardo Páez García junto a la foto del General Mateo Torrado, tío bisabuelo del primero, quien la donó. Don Justiniano J. Páez, abuelo del doctor Luis Eduardo, en su obra histórica al referirse a la guerra de los Mil Días, da fiel cuenta de las acciones del General Torrado en la contienda, en virtud a haber actuado como su secretario.

Museo Antón García de Bonilla

Museo Antón García de Bonilla
Hermanos Clavijo Torrado, Orlando, Nora, Edilia y Olga. Julio de 2010, Ocaña - Junto a la bandera con la imagen del Libertador Simón Bolívar bordada por señoras de Ocaña al conmemorarse el primer centenario de la independencia (1910).

EN EL AGUA DE LA VIRGEN

EN EL AGUA DE LA VIRGEN
Orlando Clavijo Torrado, sus hijos, nietos y primos.

CERCA DE LAS ESTRELLAS

CERCA DE LAS ESTRELLAS
CONTRAPORTADA

NI TAN CERCA DE LAS ESTRELLAS - Gustavo Gómez Ardila

NI TAN CERCA DE LAS ESTRELLAS - Gustavo Gómez Ardila
COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

MONOGRAFIA DE BUCARASICA - Olger García Velásquez

MONOGRAFIA DE BUCARASICA  - Olger García Velásquez
COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007

Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007
Con sus hijos, de izquierda a derecha Cesar Octavio, Jaime Mauricio, Silvia Andrea y Orlando Alexander Clavijo Cáceres

LANZAMIENTO LIBRO "CERCA DE LAS ESTRELLAS"

LANZAMIENTO LIBRO "CERCA DE LAS ESTRELLAS"
29 DE MAYO DE 2009. CÚCUTA.

En la Academia de Historia de Norte de Santander

En la Academia de Historia de Norte de Santander
Padre Edwin Avendaño, José Antonio Toloza (Q.E.P.D), Secretario de la Academia, y Orlando Clavijo Torrado